Arrigo Sacchi (Fusignano, Italia, 1946) todavía se emociona cuando le preguntan por Silvio Berlusconi. Calla, duda y le tiembla la voz antes de soltar la retahíla de elogios que uno se espera de quien fue su ahijado futbolístico. Si aquel Milan fue leyenda, no hay otro mito fundacional que Arrigo Sacchi. Su historia es la del hombre corriente, hijo de un modesto futbolista, jugador él aún más escaso, estudioso del fútbol, entrenador de largo recorrido y contadas glorias que asumió el cargo del equipo que acababa de comprar Berlusconi y lo llevó a ese lugar de los anuarios en los que sólo caben unos pocos. Trascendió.
Rodeado, sí, de grandes estrellas, como esos holandeses, Baresi o Maldini. Pero con un concepto del juego tan revolucionario que sirvió de base para las siguientes generaciones. Cambió el sistema, despreció esa idea conservadora del fútbol italiano y puso a sus futbolistas al servicio del colectivo. De 1987 a 1991 ganó una Liga, dos Copas de Europa, dos Copas Intercontinentales y dos Supercopas de Europa, que le sirvieron a Berlusconi para exportar esa imagen del éxito al terreno de la política, a la que estaba a punto de dar el salto.
BERLUSCONI I L'ex tecnico del Milan Sacchi è ai funerali. C'è anche Capello. Presenti il presidente dell'Inter Zhang e l'ad Marotta. In Duomo sono arrivati insieme il presidente del Napoli De Laurentiis e della Lazio Lotito #ANSA pic.twitter.com/tgRCckfKxr
— Agenzia ANSA (@Agenzia_Ansa) June 14, 2023
Hablamos con el entrenador un día después de acudir en Milán al funeral de su jefe. Un acto que estuvo “repleto de personas conmovidas por el hombre que se había entregado a ellos”, dice. La plaza del Duomo convertida en una tribuna de San Siro, cantando al unísono: “presidente, presidente”. No se sabe si del Milan o del Gobierno. Lo que sí queda claro es que esa gente se refería a él con ese trato reverencial que también utiliza Sacchi.
Tras toda una vida apegado a él, confiesa que nunca fue capaz de llamarle “Silvio” ni de tratarlo de tú. Al hombre que se presentaba ante los italianos con ese histórico spot en el que la gente corriente cantaba “menos mal que está Silvio”. Sacchi, que por muchas Copas de Europa y muchas revoluciones, seguía siendo un hombre más del pueblo berlusconiano, siempre se dirigió a él como “presidente” y aquí lo hace como "él". "Él". Con ese respeto impregnado de miedo y sumisión con el que se dirigían los niños de antes a sus mayores.
P- ¿Es cierto eso de que se comportaba como un padre con sus empleados?
R- Era un grande, una gran persona. Fue un hombre que tuvo éxito en todos los sectores en los que se involucró. Era un hombre lleno de ideas, de entusiasmo, dio la vida por hacer las cosas bien. Más que un padre era un hombre que resolvía los problemas.
P- A usted se los resolvió, porque lo contrató cuando no había ganado nada. Aunque después se encargó de devolverle el favor. ¿Tuvo algún tipo de visión con usted?
R- Yo era un don nadie y sólo él creyó que yo tenía algo de especial. Estaba en el Parma, con el que habíamos subido de la serie B [segunda categoría del fútbol italiano] y el primer amistoso de la pretemporada lo jugamos contra el Milan, que presentaba a sus últimos cinco fichajes, todos internacionales con Italia. Quedamos 0-0 y el presidente del Parma me dice que Berlusconi quiere conocerme. Viene, me da la mano y me dice: “le seguiré”. Días más tarde, en el sorteo de la Copa Italia nos toca el Milan, había que ir a jugar a su campo. Yo tenía un equipo lleno de chicos jóvenes, que corrían mucho. Ganamos 1-0. Entonces Berlusconi volvió y me dijo: “nos veremos más adelante”.
El Milan no estaba yendo muy bien ese año, estaban siempre entre el quinto y el sexto puesto. Y en la Copa, que no se jugaba como ahora, sino que había liguilla y eliminatorias, nos vuelve a tocar el Milan. Y una vez más, ganamos 1-0 en su estadio. Tres días después, su director deportivo me llamó y me dijo que el presidente quería cenar conmigo.
[Y después de Silvio Berlusconi, ¿qué?]
P- También decían que cuando no podía con alguien intentaba comprarlo.
R- Cuando nos reunimos me pareció que lo conocía de toda la vida, era de esas personas que te hacen sentirte cómodo. Un tipo simpático. También me habían llamado de otro club, tenía una cita con ellos el día siguiente. Me pidió que la retrasara, pero yo no quería quedar mal posponiendo una reunión para después no acudir. Entonces no se lo pensó más y me contrató al día siguiente. Yo les respondí: “o sois unos genios o estáis locos”. Yo había jugado poco al fútbol, terminé mi carrera con 19 o 20 años, aunque como entrenador no me temblaba la mano a la hora de apartar a quienes no me servían en mi estilo de juego.
Cuando me fichó Berlusconi, les dije: “o sois unos genios o estáis locos”
P- Por los resultados, parece más bien que eran unos genios... o tuvieron mucha suerte.
R- Y no crea que los inicios fueron fáciles. Nos eliminó el Espanyol en la Copa de la UEFA y los periodistas italianos comenzaron a escribir que me debían echar. En cambio, él me llamó y me dijo que teníamos que hablar. Vino a Milanello [la ciudad deportiva del Milan], no bajó a los vestuarios -como hacía siempre-, sino que hizo subir a toda la plantilla a su despacho. Hizo una intervención de 25 segundos, en la que dijo: “Estoy aquí para darle mi confianza a Arrigo, quienes estén con él, seguirán en el equipo; los que no, se marcharán. Buen trabajo a todos”.
P- El fútbol es un trabajo colectivo en el que, como en la vida, se suelen buscar culpables. Y lo más fácil suele ser echar a uno, no a veintitantos.
R- Pues, ¿sabe cuántos partidos perdimos después?
P- ¿Cuántos?
R- Ninguno. Perdimos solo uno en los despachos, porque un aficionado del Milan tiró un petardo al campo y el portero de la Roma dijo que le había explotado encima, que ni siquiera era verdad. Ganábamos 1-0 en el campo, pero nos dieron el partido por perdido 0-2.
P- Qué historia más italiana… Lo normal hubiera sido tener un entrenador con más experiencia, ¿no?
R- Por eso él era grande. Cuando uno sabe lo que hace, puede ser innovador y valiente. Para él no era un riesgo. Cuando me ficharon, un periodista escribió: “mañana el Milan presentará al señor don nadie”. Pero mire, yo llevaba 16 o 17 años de carrera y mis equipos nunca habían descendido. Empecé entrenando en la penúltima categoría que había en Italia. Él fue muy listo e incluso llegamos más lejos de lo que pensaba. Me dijo que teníamos que ser campeones del mundo y yo le respondí que eso podía ser frustrante y limitado. Él no entendía nada, pero años más tarde la UEFA consideró que el Milan del 89 había sido el mejor equipo de la historia.
P- ¿Ese era el objetivo del señor don nadie?
R- En ese momento llamé al presidente, a Berlusconi, y le dije que ahora sí habíamos cumplido.
P- ¿Berlusconi hubiera sido Berlusconi sin usted?
R- No lo sé. Él me dio la tranquilidad necesaria para derrochar toda la energía de la que era capaz. Pero eso también iba también para los jugadores, que, antes que nada, eran admirables. Eran personas que lo daban todo. Ninguno de ellos había ganado nunca un Balón de Oro y a partir de ahí Gullit ganó uno, Van Basten ganó dos conmigo y otro con Cappello… Aquel era un equipo. Un equipo en un país en el que ni los políticos, ni los empresarios ni nadie es capaz de ponerse de acuerdo. Italia sería un país riquísimo si hubiera comunicación, pero cada uno va a lo suyo.
[Silvio Berlusconi, el artífice del mejor AC Milan de la historia que cambió el fútbol para siempre]
P- ¿Cree que Berlusconi cambió la política y la sociedad a través del fútbol?
R- Mire, para los padres fundadores del fútbol, de los años sesenta y setenta, se trataba de un juego de equipo ofensivo. Y en Italia eso se transformó en un deporte individual defensivo. Pero a mí Berlusconi me permitió buscar siempre personas de las que te pudieras fiar, gente con entusiasmo, inteligencia, cultura, ética… Yo no quería individualistas, no quería personas envidiosas, ignorantes o presuntuosos.
R- ¿Estamos hablando de fútbol o de sociología?
R- Estamos hablando de un equipo de fútbol en un país, en el que repito que, comenzando por los políticos, que tienen decenas de corrientes en cada uno de los partidos, no se ponen de acuerdo. Nos pasamos el tiempo lanzando planes para relanzar la economía. Recuerdo una vez que estaba en España, cenando con el alcalde [de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón] y le pregunté cómo se hacía para gestionar toda esa cantidad de dinero. Y él me respondió bromeando que, entre otras cosas, lo tenía gracias a los italianos, porque la Unión Europea daba dinero a los Estados, Italia no lo aprovechaba y España se lo quedaba. Le digo que el fútbol ahora mismo está por delante del funcionamiento del resto de sectores en Italia.
Berlusconi me dijo que teníamos que ser campeones del mundo y yo le respondí que eso podía ser frustrante y limitado. Después la UEFA consideró el Milan del 89 el mejor equipo de la historia
P- Pero Berlusconi fue presidente de fútbol y luego político. Desde la Segunda Guerra Mundial no ha habido nadie que haya gobernado el país tanto tiempo.
R- Él cambió el modo de hacer política pensando en esta idea futbolística del colectivo. Los italianos siempre hemos sido buenos en el tacticismo, no sólo a nivel deportivo. Decía Sun Tzu, que escribía sobre la ciudadanía en el 600 a.C., que alguien que solo piensa en la táctica es hombre muerto cuando se encuentra con un estratega. Esa es la diferencia: Italia es un pueblo de 60 millones de individualistas; Berlusconi era un estratega.
P- ¿Cómo eran las fiestas con él? A los futbolistas les amenazaba con robarles las novias y hace poco, ya mayor, le había prometido a los jugadores del Monza un autobús lleno de putas si ganaban a los grandes.
R- Bromeaba… Pero nada, las fiestas eran como en todas partes, estábamos contentos, brindábamos con champagne, pero nada de particular.
P- No me creo que las fiestas con Berlusconi no tuvieran nada de particular.
R- En España se celebra más. Os gusta más la fiesta.
P- Pero él tenía esa fama de triunfador, de hombre de éxito. Tuvo tantos admiradores como gente que lo odiaba.
R- Era un hombre de éxito. Donde se implicó, consiguió lo máximo. Era un hombre inteligente, culto, preparado, divertido… Sobre su vida privada ni sé ni me ha interesado nunca.
[Berlusconi promete "un autobús de prostitutas" a los jugadores del Monza durante la cena navideña]
P- ¿Cuándo fue la última vez que se llamaron?
R- Creo que en Semana Santa, que me invitó a comer. Era un tipo de palabra, siempre me ayudó. Cuando volví al Milan, en 1996 [tras un paréntesis como seleccionador nacional, llegando la final del Mundial de 1994], hicimos una mala temporada. Nos despedimos, pero me siguió pagando durante cuatro meses hasta que encontré un nuevo equipo.
P- Decían que ahora Berlusconi estaba muy contento después de haber comprado el Monza, un equipo humilde al que ascendió. Parecía una forma de demostrarse a sí mismo que podía volver a hacerlo, comenzar de nuevo. El mito del Risorgimento italiano.
R- Sí, sí. Me pidió incluso que fuera con él a Monza, que debíamos estar juntos de nuevo. Me prometió una casa, con un mayordomo, pero le dije que no, que a estas alturas no volvía al fútbol.
Dimití, pero Berlusconi me siguió pagando durante cuatro meses hasta que encontré un nuevo equipo
P- ¿Y por qué no volver a intentarlo?
R- Mire, para mí el fútbol ha sido como un examen importante del colegio. Puse todo mi esfuerzo, pero ya lo hice, ya lo pasé. El último partido recuerdo que ganamos 2-0 en Verona y no sentí ninguna alegría. En ese momento sentí que se había terminado. Llamé a mi mujer y le dije que no volvía. Al día siguiente llamé al presidente y le dije que dimitía. Él me respondió que nunca había visto a alguien renunciar a un contrato así, pero a mí no me interesaba ser el más rico del cementerio.
P- Estuvo en España un tiempo.
R- Sí, del Atlético de Madrid me fui después de siete u ocho meses y luego lo intenté como director de fútbol en el Real Madrid. Tenía un contrato de dos años, pero a los 10 meses dije ‘basta’.
P- Allí se encontró con Florentino Pérez en sus primeros años como presidente del Real Madrid. ¿Le recordaba de algún modo a Berlusconi?
R- Ambos eran ganadores natos y personas que amaban lo que hacían. Son dos grandes, dos grandes. Cuando me fui, Florentino Pérez también me dijo que nadie dimitía en el Real Madrid. Y yo le respondí que si en otra vida naciese español, me quedaría.
P- ¿Nostalgia italiana?
R- Me parecía ver siempre el cielo negro. Lo sentía mucho, pero yo quería volver a mi casa.
P- ¿Qué le parece el fútbol actual?
R- El fútbol debe renovarse siempre para seguir en la cúspide de la sociedad. El fútbol es como la vida, o mantienes alto el nivel o estás fuera.
P- Qué nivel de competitividad…
R- Yo he tenido siempre muy claro que debía encontrar el modo de renovarme. De hecho, hace poco me llamó una empresa americana y me preguntó cómo he hecho para estar tanto tiempo al máximo nivel. Les dije una cosa muy simple, que debía readaptarme y cambiar a aquellos jugadores que no querían hacerlo.
P- Después de que dijeran que el suyo era el mejor equipo de la historia, ¿nada de todo tiempo pasado fue mejor?
R- Imagínese una carrera con motos a 100 kilómetros por hora. Y hoy vamos a 300, no hay comparación. Si a la gente no le ofreces emoción, velocidad, interés, no te sigue nadie.
P- ¿Volvemos a hablar de fútbol o de cultura de masas?
R- Creo que ya ha entendido lo que pensó Berlusconi hace muchos años. Yo sólo traté de no traicionarlo nunca.