Antonio Carmona es uno de esos hombres (uno de esos artistas) a los que les excita que existan límites para poder saltárselos, si no para qué estamos aquí. Hay una felicidad luminosa en sus transgresiones, en las burlitas que le hace al destino.
Una: el día que nació, su padre estaba tocando en Washington para los Kennedy.
Dos: sacrificó su adolescencia de chaval travieso y gamberro, mal estudiante canónico, para afanarse en beber flamenco y reventar sus códigos, con amor, desde dentro.
Tres: cuando aún no era famoso le llenaban el coche de pintadas al grito de "fuera del barrio, gitano”. Luego se convirtió en embajador de su raza allá por donde fue, orgulloso siempre, recordando que si rompes con las raíces, derribas el árbol.
Cuatro: cuando se enamoró, se casó con una paya, rompiendo la tradición familiar y dándole quebradero de cabeza a los suyos... y a los de ella. Aprovechó la ocasión para reordenar las leyes del afecto. Se enganchó al brazo de su mujer, Mariola, que es su mánager, y la de Rosario y Lolita y en su día, Lola Flores, y no la ha soltado hasta hoy).
Cinco: revolucionó la música, desafió a los puristas, y, al final, se acabó ganando su respeto, y, de paso, el mundial.
Seis: en el siglo del individualismo le dio por crear un clan, la continuación del suyo, piña irrompible, banda de artistas lúdicos y trágicos, familia infinita que comparte noche y días. Todos a una, como el Osasuna, o como Fuenteovejuna, qué sé yo. Sus dos hijas le acompañaron en la gira de El madrileño, de C. Tangana.
Siete: digamos que se hizo rico sin perder el oremus. En Tiny Desk, canta: “En la vida nos pensamos / que la gloria es el dinero / pero nos equivocamos / nuestra gente es lo primero”. Sigue implicado en distintas causas sociales. El mundo le duele en el pecho. Paco de Lucía dijo que él fue de izquierdas “hasta que gané los dos primeros millones de pesetas: cuando los guardé en el banco, que no hice ni escuelas ni se lo di a los niños de África, cuando no hice nada por los demás con ese dinero, desde ese día no volví a decir públicamente que era de izquierdas”. No es su caso, aunque de política, en tiempos tan convulsos… no tiene muchas ganas de hablar.
Ocho: estuvo cogiendo el carril para el otro mundo por culpa de un maldito implante dental que le propagó una infección por todo el cuerpo. Uno de 10.000 casos. Acabó en la UVI. Fue una experiencia cercana a la muerte. Vio la luz y se dio cuenta de que no le interesaba, de que le molaba la tierra, el vino, su gente, las palmas, las sobremesas, escribir ideas como latigazos de verdad, tocar la guitarra de madrugada, cuando vuelan los ángeles y los fantasmas. En esa semana en la que estuvo en coma, recuerda que vio a su padre y que habló con él. Con Dios también charla. Le contesta. Es un hombre de fe.
Nueve: en el verano descansan otros, él disfruta trabajando, que luego el invierno se hace largo y gélido. Acaba de inaugurar la tercera edición de Atardeceres Larios en el Balneario de Málaga, el día 5. Es la segunda vez que participa en este festival. El 10 de julio estuvo en Alicante. No va a parar. Ya lo avisó: viene venenoso.
P.- ¿Qué es ser flamenco, Antonio? ¿Cómo se levanta uno flamenco por la mañana, cómo afronta el día?
R.- Ay, pues mira: la palabra “flamenco” es muy grande para mí. Para mí quiere decir “orígenes”, para mí significa “¿a dónde queremos ir?”, “¿en qué momento nos sentimos?”, para mí, cuando no hay flamenco en la vida… es como cuando te dan un plato de puchero que no está caliente, ¿sabes?
Para mí el flamenco es levantarme con mi familia, con mis sobrinos, con Juan, con Lucas, con mi primo hermano Carlitos, que viene de gira conmigo. Para mí el flamenco es estar todos los Carmona, y eso quiere decir: nos levantamos, desayunamos, nos preguntamos cómo hemos dormido la noche anterior y cómo se va a dar la próxima noche. El flamenco es inquietud.
P.- ¿Y el talento, nace o se hace?
R.- Yo creo que las dos cosas, pero sobre todo hay que estudiar.
"Para mí, cuando no hay flamenco en la vida… es como cuando te dan un plato de puchero que no está caliente, ¿sabes?"
P.- ¡Estudiar para ser talentoso!
R.- Ya te digo. Gracias a dios, yo me perdí mi juventud estudiando, ¡muy bien aplicado!, pero estudiando lo que yo amaba, que era la música. Muy bien hecho, la verdad. Desde jovencito no servía para estudiar lo que se supone que tenía que estudiar… me decían que era más malo que la carne del pescuezo… así que con 15 años me quité del colegio, y después me fui a la mili. Imagínate tú, la mili, que ahora parece como una fábula. Cuando salí de allí mi vida ya era absurda, así que retomé los estudios, pero de flamenco.
P.- Aprendiéndote de pé a pá a Camarón, tengo entendido. Y a Paco de Lucía.
R.- Ya ves. Fue así. Yo empecé a disfrutar d ela vida a partir de los 25, porque antes de eso estaba aplicándome mucho, mucho, mucho. Mis primos salían y se divertían, estaban con tías, con mujeres, y yo no, yo era un parguela que estaba hincando codos, porque sólo hincando codos iba a tener una luz, y me iban a ver… eso pensaba yo para darme ánimos a mí mismo, ¿no? Que al final me iban a ver. Quería que alguien me viera.
P.- ¿Qué tiene Antonio Carmona de su padre y qué de su madre?
R.- Físicamente soy mi madre, pero la personalidad es de mi padre desde que me levanto. ¡Es que tengo suyas hasta las manos! Qué miedo, coño.
"Físicamente soy mi madre, pero la personalidad es de mi padre desde que me levanto. ¡Es que tengo suyas hasta las manos!"
P.- ¿Y cómo es esa personalidad?
R.- Pues es que mi madre es una mujer muy sufrida, una mujer que criaron de una manera muy concreta. Es muy gitana, la criaron muy gitana. Sin embargo, mi padre es mucho más transgresor. Mi padre siempre tuvo amigos por todos lados, fueran gitanos o payos. Él se llevaba bien con todo el mundo. Antes de morirse hizo mucho bien, hizo muchas amistades. Tenía amigos que eran familia de García Lorca y otros que eran los policías más importantes…
P.- ¿Y tú, tienes amigos policías?
R.- ¡Hombre! Tengo un mogollón de amigos policías. Más amigos policías que amigos gitanos (ríe).
P.- He leído que cuando naciste tu padre estaba justo tocando en Washington para los Kennedy. ¿Tú has tocado para políticos o para reyes en fiestas privadas?
R.- Yo es que… eso no te lo puedo contar, pero sí es verdad que cuando nací mi padre estaba justo cantando allí. Mira, yo cuando canto siempre canto para mi familia, que eso no se compara a los reyes ni a nada. Yo cuando agarro la guitarra de verdad, canto para mi familia y no para los demás.
P.- Antonio, hablaba yo con la Niña Pastori de que el flamenco viene del sufrimiento del pueblo gitano.
R.- Sí, y también de sus alegrías y de sus celebraciones.
P.- En todo caso, de una vida intensa y errante. ¿Qué hemos perdido de la verdad del flamenco en el llamado “Estado de Bienestar”? Hay quien dice que nunca se canta con más quejío’ que cuando se ha pasado hambre, o cuando se ha estado en la cárcel… esa banda sonora purísima de los expulsados del sistema. ¿Ha muerto una era?
R.- Uy, pues a ver. Tenemos toda esa pena dentro, y es verdad, pero toda esa alegría también, ¿sabes? Lo mismo lloramos cantando que te montamos una fiesta de Navidad que te acuerdas. Somos mucho de fiestas, de júbilo. Pero claro… hay que hablar también de la parte más oscura de los flamencos, y es que los gitanos hemos sido expulsados de todos los sitios. ¡Llegábamos y nos echaban!
Decían que habíamos envenenado el agua, y unas barbaridades… fue hace muchos siglos, claro, pero cosas quedan. Nos echaban de todas parte porque éramos mejores mercaderes que los payos. Esa es la verdad y está escrita. Yo me siento muy gitano y me siento con el deber de expresar todas las calamidades y todas las alegrías que ha sentido mi pueblo. Estoy muy orgulloso de ser gitano.
P.- Pero, ¿sigues notando algún tipo de marginación por tu etnia? ¿Todavía? Mira que además de racismo en este mundo hay mucho clasismo. Y hay jeques que molan mucho cuando son eso, jeques, y no pobres mercaderes… El dinero es definitivo en la percepción de la gente racial.
R.- ¡Venga ya! Pero, ¿estás de broma? Muchísimas veces. Todavía me marginan y me tratan mal por ser gitano. Todo el rato, y no antes, ¿eh? Todavía lo sigo viviendo en mis carnes.
P.- Cuéntame algún ejemplo que te haya pasado.
R.- Cariño, eso es pa’ que tú cogieras ahora el boli y el papel y nos da para un libro, pero qué libro… esto nos lleva tiempo y trabajo.
P.- Que pase esto en 2023…
R.- La gente que no tiene educación no la va a tener en su vida. No tienen educación ni conocen la cultura, son unos ignorantes. Yo siempre he estado abierto a mostrarla. Tú si quieres conocer mi cultura no tienes que conocer al Antonio Carmona del escenario, tú te vienes conmigo y te sientas en mi casa y te comes un potaje conmigo. Así conoces al gitano, a la persona, al ser humano, porque yo me siento ser humano antes que gitano y que todo, pero cuando a mí me rechazan o siento que hay alguien provocando a mi raza… soy como los búfalos. Se me hincha la nariz y meto cornadas.
"La gente que no tiene educación con los gitanos no la va a tener en su vida. No tienen educación ni conocen la cultura, son unos ignorantes"
P.- ¿Crees en el fin de raza de las folclóricas ahora que ha fallecido nuestra Carmen Sevilla?
R.- Ay, a Carmen la veía yo mucho en las navidades de Lola Flores. Era maravillosa, una persona muy amena. También la disfruté mucho cuando hizo el cuponazo, ahí estuvimos juntos una semana entera y pude vivir lo buena que era en todos los sentidos y lo moderna que era en todos los sentidos… ¡muy moderna, más que muchas modernas de ahora! Podía estar en cualquier sitio y era magnífica como artista y como persona, la verdad que irrepetible.
P.- Uno de tus himnos, ‘Para que tú no llores’, es una denuncia acerca de las personas que pierden la vida en el mar, ¿qué temas sociales, además de éste, que es crucial y nos atraviesa, te preocupan ahora mismo en España?
R.- Aquí también hay que sacarle punta al lápiz, porque injusticias hay por todos los lados. Yo tengo alrededor todo el rato la injusticia. Hay mucha más injusticia que justicia. Hay gente que necesita apoyo, que necesita cariño, que necesita reconocimiento, como nuestros mayores y nuestros niños… necesitan cuidado. Te podría hablar de demasiadas cosas y no nos da el tiempo. Pero injusticias hay todo el rato y vienen de todos los lados.
P.- En estos tiempos extraños, y siendo tú Marca España, ¿tú te sientes orgulloso de ser español? ¿Te gusta la bandera o te incomoda de alguna manera?
R.- No hablo de política, te lo juro. Ahí te pido que le des la vuelta al lápiz y que usemos, mejor, el borrador.