La comida del autoproclamado segundo ejército del mundo no la comerían ni los cerdos. A la tropa le escatiman hasta en las raciones de combate. Incluso el propio Vladímir Putin insinuó tras la rebelión del Grupo Wagner que su líder, Yevgueni Prigozhin, había robado a manos llenas al ministerio de Defensa trapicheando con los contratos de suministros a las tropas, que a la postre fueron una de las patas sobre las que forjó su colosal fortuna y su imperio, hoy amenazado. La corrupción en las filas rusas ha adquirido tal magnitud que muchos combatientes describen al ejército como una de las mayores organizaciones criminales de Rusia. Hay quien ha tenido que pagar hasta por el uniforme y el calzado que les proporcionan.
"Suponemos que nuestros mandos compran de ganga los pertrechos en el mercado negro para revendérnoslos", aseguró hace algunos días un prisionero de guerra capturado por los ucranianos. Alexander Golovko pagó 5.500 rublos (55 euros) por las botas. "Y lo que nos dieron sin pagar, nos lo quitan después", asegura el ocupante. Según dice, lo reclutaron por la fuerza y lo trasladaron a Yenakiyevo, en el Donetsk.
"Hace un mes nos quitaron las ropas de invierno e incluso las boinas", refirió Golovko. "Hay una especie de saqueo generalizado desde lo más alto de la jerarquía militar a los suboficiales. Si quieres algo debes sobornar a alguien, lo que provoca un caos que al final se cobra vidas. De los 96 hombres de mi compañía quedan sólo veinte. Muchos de los heridos murieron en sus posiciones porque no fueron capaces de organizar ni la evacuación médica”.
Uno de los casos más notorios de pillaje es el del comandante militar checheno Iván Popov, condenado a un año y medio de prisión hace ahora tres meses por revender 153.250 dólares en municiones y uniformes especiales. Y mientras los funcionarios del país medran gracias a la guerra, cientos de reclutas han dejado de percibir sus sueldos o, en el mejor de los casos, sólo cobran parte de la soldada.
"Digamos que el ejército ruso es como una organización de microcrédito", asegura irónicamente a EL ESPAÑOL | Porfolio Alexander Vladimirovich Ivashchenko. Después de servir varios meses en la 205 Brigada de Fusileros Motorizados de la unidad militar 74814, con base en la ciudad de Budennovsk, el combatiente se quejó a todas las instancias conocidas de que sólo percibía una parte muy pequeña del salario que le habían prometido. Alexander apeló a la comisaría militar, el FSB e incluso a la oficina del presidente. Nadie respondió en seis meses hasta que, el pasado mes de junio, recibió una carta.
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"Había recibido hasta ese momento apenas 40.000 rublos por servir en el ejército desde octubre de 2022 (unos 400 euros)", refiere a este diario. "La respuesta que finalmente obtuve es que se produjeron algunos errores de movilización y no sólo no van a pagarme nada más, sino que me exigen que retorne la miseria percibida hasta la fecha. Ni tengo ese dinero ni pienso devolverlo".
Se da la circunstancia de que, en julio del pasado año, varias docenas de soldados rusos de la brigada separada de cosacos en la que sirvió Ivashchenko se negaron a participar en la guerra contra Ucrania. Como castigo, sus mandos publicaron en el "tablero de la vergüenza" los nombres de los "refusenik", que es como se conoce en ruso a quienes se niegan a combatir. A la postre, los hombres que sí que combatieron y sobrevivieron a la picadora, han percibido lo mismo que los que se negaron a luchar: nada.
El caso de Ivashchenko dista de ser excepcional. Lo que los oficiales roban por un lado es después sustraído de los salarios, la comida o los avíos de la carne de cañón para equilibrar el presupuesto. Lo que eso significa es que muchos de los invasores han estado luchando gratis durante varios meses. El dinero se retrasa y se paga una parte o no se paga en absoluto. "Son tiempos difíciles", argumenta el Kremlin. Y los que se quejan son represaliados.
Se han producido docenas de situaciones esperpénticas porque la corrupción en el ejército es tan sistémica como en las alcantarillas del poder. "Rusia carece de humanidad. Ni siquiera valora a los patriotas", se lamenta Ildar Nailevich Nechaev, comandante de un pelotón de voluntarios desplegado en la zona de combate el 22 de octubre del pasado año. "Ese dinero que prometen y que después no pagan es verdaderamente difícil de ganar. El presupuesto para la guerra está a punto de agotarse y, sin embargo, siguen llenando los medios de reclamos para atraer más hombres a sus redes".
El caso de Ildar es de manual. Es decir, de manual de prácticas corruptas, un botón de muestra más de la podredumbre que, para regocijo de los ucranianos, ha minado la efectividad de la maquinaria rusa de guerra. Nechaev firmó un contrato junto a otros doscientos voluntarios. Al principio, pagaron. Pero cuando estaban a punto de concluir ya su servicio, cesaron las transferencias. En lugar de percibir la soldada correspondiente a noventa días de combate, les han pagado 55. "Es un verdadero atraco. Algo completamente incomprensible. En total, han suprimido 4.000 dietas diarias", confiesa a EL ESPAÑOL | Porfolio. Alguien, en algún lugar de la cadena de mando, ha despistado un millón y medio de euros.
Al igual que Ivashchenko, Necháev reclamó. Pero fue también en vano. "Dijeron que el país necesitaba nuestra ayuda y yo atendí la llamada con mis hijos", se lamenta. "Tratamos de reengancharnos a pesar de que no habíamos recibido ni una parte del dinero que Putin nos prometió. Y adiviné qué pasó cuanto tratamos de seguir sirviendo. ¡Nos impidieron regresar porque, según un oficial del FSB, habían visto con malos ojos que me quejara por el impago de los sueldos!".
El asunto no atañe sólo a los soldados. Las familias de los combatientes se están quedando sin sustento mientras el Kremlin se encoge de hombros. "Mi esposo Vadim Viktorovich Zolotarev sí recibió su sueldo los dos primeros meses tras el reclutamiento", explica Elena Zolotareva. "Pero luego fue asignado al regimiento 102, batallón 5, de la unidad militar 91706 del destacamento de asalto cosaco y descubrió que no habían incluido sus nombres en la lista de combatientes, como si estuvieran desaparecidos. A partir de ese momento, los pagos se interrumpieron ¿Qué significaba eso? No había ni veinte personas de todo Krasnodar que tomaran parte en las acciones de asalto y, a la postre, tenían que hacerlo gratis, dado que no se les pagaba"
Zolotarev y el resto de sus camaradas se negaron finalmente a combatir y terminaron golpeados y en un sótano. "Acatar las órdenes era una muerte segura, así que decidieron arrojas las armas. En consecuencia, fueron brutalmente castigados", continúa la esposa de Vadim. A juzgar por lo que cuentan los soldados y sus familiares, matar de hambre por cualquier delito o ensañarse con la tropa es el pasatiempo favorito de los comandantes, ya que en el ejército de Rusia hay una tradición arraigada de uso de la violencia. Los oficiales medios no tienen ni siquiera escrúpulos a la hora de saquear el presupuesto sanitario, en detrimento de la asistencia que reciben los heridos.
Errores burocráticos en la asignación de la unidad, soldados desaparecidos, hombres alcanzados en combate abandonados a su suerte: la situación frisa lo caótico. En una de las transmisiones que hemos logrado intervenir con la ayuda de un agente ruso descontento, el comandante del 423.º Regimiento Yampolsky de Fusileros Motorizados de la Guardia, 4.º División Kantemirovskaya, se dirige al FSB en estos términos: "No tenemos ni cartuchos, ni granadas, ni comida, ni agua".
"Nos enviaron sin entrenamiento a la línea del frente", continúa la transmisión. "La gente venía con sus uniformes y compraba el material con su propio dinero. Vivimos en tiendas de campaña húmedas bajo la lluvia. La asignación de tareas no está clara, las direcciones de las fuerzas enemigas no están claras. No hay comunicación, sólo bombardeos constantes". Al otro lado de la radio, su camarada responde con ironía: "Larga vida al ejército ruso".
Entre las conversaciones de los federales a las que ha accedido EL ESPAÑOL | Porfolio, de las que este diario tiene registro de audio, hay docenas de mensajes de hijos y de esposas buscando a desaparecidos. Así, por ejemplo, Ziganshina Guzel pide ayuda para encontrar y hospitalizar a su marido. Ziganshin Exar Ildusovich combatió con una unidad de Voluntarios de Donbás desplegada en Jersón y fue asignado a la unidad militar 0818 M del batallón Vostok DPR.
El 25 de octubre, un soldado con el distintivo de llamada Amur disparó a tres de sus colegas y Exar fue detenido e investigado como comandante del destacamento junto con varios compañeros más. Ziganshina ya no ha vuelto a saber de él. "A mi esposo le rompieron las costillas y las piernas y le dispararon en la rodilla. Perdió mucha sangre y sufrió una pleuresía. El resto de sus camaradas también fueron agredidos por nuestro propio ejército y ninguno de ellos fue atendido por los médicos. No hubo investigación. No sé si ha sido una venganza o un intento de obtener una confesión. Ninguno de los mandos me ha dado explicaciones".
Cuando llegó la policía militar, Exar y el resto de sus compañeros ya no estaban. Alguien partió con ellos hacia un destino desconocido. Ni siquiera se sabe si están vivos. "Escribí al ministerio del Interior, al FSB, a la fiscalía militar, al ministerio de Defensa, al presidente, pero ninguna de las agencias gubernamentales se hizo cargo del asunto. Dónde está mi esposo y en qué condición está, todavía no lo sé".
EL ESPAÑOL | Porfolio también ha interceptado una queja en la que se hace referencia al caso de Rafis Railevich Sadykov, un soldado movilizado desde la región de Rybno-Sloboda de la República de Tatarstán. Su esposa, Laysan Rashitovna Sadykova, se quedó esperándole con un niño pequeño en brazos, pero en la cuenta de ambos no se ingresa la soldada desde octubre del año pasado. Tampoco sabe nada de él. "Nadie ha sabido decirme nada sobre él en su centro de asentamiento. Nadie envió dinero y esos rublos prometidos era todo lo que tenía mi familia".
Aunque no se espera que la situación mejore, el ejército continúa reclutando voluntarios y enviándolos a morir a Ucrania. Claramente, no hay suficiente para todos. Son docenas las historias aterradoras que acreditan que la burocracia del ejército podría estar a punto de desnucarse contra un colapso administrativo debido al déficit del presupuesto federal.
Al calor de la invasión de Ucrania han hecho también carrera los funcionarios de las oficinas de reclutamiento y la policía de fronteras. Los primeros se han lucrado cobrando sobornos por la exclusión de las listas de la oficina de registro y alistamiento militar y por certificados falsos de incapacidad para la salud y los segundos, dejando escapar de Rusia a la gente que huye de la conscripción forzosa. Los mayores beneficiados del descomunal saqueo son los propios ucranianos, que vienen observando desde el principio del conflicto cómo la codicia de los militares rusos ha socavado su eficacia en el campo de batalla.
"En 2021, el ejército de Rusia era el segundo más poderoso del mundo. En 2022, era el segundo ejército más poderoso de Ucrania y, en 2023, es el segundo ejército más poderoso de Rusia", ironizaba en un editorial Novaya Gazeta, el diario de oposición ruso de referencia, tras el motín de Wagner.