Cuando Lola Herrera sonríe, el mundo se reinicia: los ojos se le achinan y un candor extraordinario le invade la cara. Todos lo notan. Todos avistan su lucecita pequeña pero firme, un destello insólito que desafía a las hermosas vidrieras de colores del Reina Victoria, al titileo de su enorme lámpara de araña.
Entonces parece inocente, pero la sensación sólo dura un segundo. Sólo uno... porque esta hembra del teatro -este mujerón de 88 años atada con cordón umbilical a las tablas- segrega un espíritu crítico incansable, una dignidad obrera heredada de sus santos padres, los que la quisieron tanto y se amaron tantísimo entre sí... que le quitaron las ganas de conformarse con amores baratos y mediocres. Desde su trinchera de la soltería elegida, reivindica siempre que nada tiene que ver con la soledad, sino con el descreimiento más lúcido: el amor es la excepción, señala, el tedio es la regla. Bomba va.
Sorprende su fortaleza, su diversión, su encantador escepticismo, su energía a prueba de balas, su extraña fe en las cosas: éste es el médico bueno que la curará de la cadera, ésta semana hará buen tiempo, tiene un disco estupendo esperándola en casa. Las cosas marcharán. Siempre marchan. Ella defiende la alegría con moño y bota alta bordeando el siglo de vida y de guerra. Ya lo decía Spinoza: nadie, hasta hoy, ha determinado lo que puede un cuerpo. Mejor dicho: nadie hasta Lola.
Ésta es la mujer que guarda textos dentro del pecho, como hijos que nunca abandona. De Benito Pérez Galdós a Tennessee Williams. Ahora presenta Adictos, una obra sobre los riesgos de la tecnología y nuestra enternecedora vocación de esclavos. La ha escrito su hijo Daniel. La ha dirigido Magüi Mira. Pueden verla en el Teatro Reina Victoria hasta que la pasión aguante.
P.- ¿Cómo haces para llevarte tan bien con tu memoria? ¿Qué milagro hay dentro de la cabeza de Lola Herrera?
R.- (Ríe). No lo sé. Yo creo que son los genes, porque tengo muchos años ya, y bueno… hay muchísima gente de mi edad que está muy deteriorada. Yo lo estoy, por supuesto, pero puedo seguir haciendo una vida normal. Mi cabeza funciona, a día de hoy. No sé mañana. Esas cosas no se pueden decir muy en alto, ¿verdad? Mi cuerpo está bien. Y tengo un espíritu fuerte. Muy, muy fuerte.
P.- Eso se nota, se siente. Lola está presente.
R.- (Ríe). Es que tengo mucha positividad, y mucha ilusión, y eso es raro. No tengo un carácter propio de mi edad. En mí anidan muchas cosas: alegría y curiosidad, y creo que eso ayuda a que mi vida sea mejor.
P.- ¿Qué te da miedo de la vejez, Lola?
R.- La enfermedad. O mejor dicho, la enfermedad larga. Soy consciente de que puede pasar cualquier cosa en cualquier momento. Me puedo ir. Mi deseo es que no me enchufen a ningún sitio. Que no me reanimen, que no me alarguen la vida artificialmente. No quiero sufrir, no quiero alargar más nada. Que cuando llegue el momento, que llegue y adiós.
P.- ¿Adiós, muy buenas?
R.- Pues sí. Ha sido un placer.
"Mi deseo es que no me enchufen a ningún sitio. Que no me reanimen, que no me alarguen la vida artificialmente"
P.- Esta obra, ‘Adictos’, se refiere a la tecnología, pero, ¿tú has sido adicta a algo alguna vez? O mejor dicho, ¿qué te ha obsesionado a ti en la vida?
R.- Adicta no he sido a nada, ni he tenido demasiadas obsesiones. Soy práctica, racional. Quizás adicta… al chocolate negro (ríe).
P.- En esta función se plantea la pregunta de si somos realmente libres. ¿En qué momento de tu vida te has sentido tú más libre, y cuándo más esclava?
R.- Para mí la libertad ha llegado con los años. Es decir, la libertad se conquista. Siempre he sido una mujer que ha hecho lo que ha querido, aunque me haya costado, ¿sabes? A veces… muchísimo. Me tocó una época muy difícil, muy rancia, muy machista. Pero he tenido suerte: la suerte grande de que mis padres, además de darme buenos genes, me dieron una educación muy progresista. Ser de izquierdas me ha enseñado a vivir y a ser libre.
"Ser de izquierdas me ha enseñado a vivir y a ser libre"
P.- Tus padres eran personas humildes.
R.- Sí. Eran obreros, sin grandes estudios de nada. Pero tenían instinto y sensibilidad y eso les hizo tenerlo todo muy claro. Me dieron herramientas para ver la vida de forma positiva. Aun así, yo creo que lo que más libre te hace es descubrir las cosas por ti misma e ir tomando tus propias decisiones, bajo tu criterio, sin dejarte llevar por tendencias ni modas. No por las modas de la pasarela, digo, sino por las imposiciones momentáneas de la sociedad. Nada te hace más libre que los años.
P.- ¿Qué opinas de esos que dicen que la vida aburguesa? Que los años nos vuelven a todos de derechas.
R.- Ay, yo eso no lo puedo entender. A no ser que sea por un trastorno (ríe). Hay gente que ha sido de derechas su vida entera, pero lo otro… lo otro no. Aunque ya vemos clarísimamente por dónde va el mundo y por dónde va Europa. Hay una tendencia clarísima y para mí, inexplicable.
P.- Tú te mantienes feminista y de izquierdas.
R.- Por supuesto. Soy de izquierdas y como mujer, más todavía. No entiendo que una mujer pueda ser de derechas con todas las prohibiciones que nos han venido por ese lado, por la extrema derecha y la derecha.
P.- No ha sufrido tu generación tanto como para que ahora se vacile en eso, ¿no?
R.- No, no, no, no, no, no. No estamos dispuestas. Yo no estoy dispuesta.
P.- Es impactante esa resistencia tuya.
R.- En general creo que hay una gran falta de análisis. Hay que pararse a pensar dónde estamos y por qué. Hay gente para la que ir a votar es como ir a ver el domingo de ramos, ¿no? Sacan las palmas y ya. No. Tú tienes que ser consciente como ciudadano de que tienes que involucrarte para conseguir lo que quieres.
P.- Tú siempre has votado, ¿no?
R.- Siempre, siempre. Si no no recordamos la voz que tenemos. Es la única ocasión en la que podemos hacer algo de verdad. Luego ya puedes ponerte a hacer manifestaciones… que está bien, que todo cuenta, pero que sobre todo cuentan los votos. Esos son los que dan el poder. Votar es una cosa muy seria.
"Hay gente para la que ir a votar es como ir a ver el domingo de ramos, ¿no? Sacan las palmas y ya. Pues no"
P.- ¿Cuál ha sido tu presidente favorito de la democracia? Tú que les has conocido a todos.
R.- Yo no quiero hablar demasiado de política, ¿sabes por qué? Porque los políticos no hablan de nosotros, de los actores y actrices, de la cultura.
P.- ¿Vienen a verte?
R.- Pues no, ¿eh? Yo quiero que se ponga de moda que cuando vayan al Parlamento hablen de una función de teatro que han visto y que les ha recordado a no sé qué cosa. Algo que tenga que ver con la actualidad, alguna cosa ejemplar… pero hija, están tan ocupados… hay algunos que son asiduos al teatro, pero muy pocos.
P.- ¿Cuál ha venido más?
R.- Nadia Calviño ha venido bastante. La que más. Me gusta ella y a ella le gusta el teatro.
P.- ¿Cómo es un día normal en tu vida, Lola?
R.- Procuro levantarme pronto. Recuperé la mañana hace muchos años. Voy haciendo cosas. No me gusta programarme, sino ir viendo, ir resolviendo, ir viviendo. Reparto bastante los quehaceres y no me quiero obligar a nada. Tengo que reservarme también. Reservar energías de la mañana para por la tarde, ¡que si no se me gastan todas…! Me gusta ordenar mi casa. Mis armarios, mis papeles. Voy al cine. Hago giras.
P.- Cuando me decías antes que mantienes ilusiones, ¿te refieres a alguna romántica?
R.- Romántica suena a hombre, y hombres no quiero (ríe). El romanticismo es algo muy presente en mi vida pero de manera general. Lo que me ilusiona es oír música o leer, y se me acumulan las cosas porque a veces me da pereza leer, no te creas, y eso es porque necesito tener la cabeza muy despejada para disfrutar lo que leo. ¡Me gustaría aprender a bailar… tango!
P.- Hija, pues dale.
R.- Eso es sólo un sueño, un sueño maravilloso. Nunca he tenido ocasión. Quizás ya es tarde. Se me quedó como una ilusión colgada, flotando…
P.- ¿Qué ha sido lo mejor y lo peor que has aprendido de los hombres en tu vida?
R.- Ah, bueno, de los hombres he aprendido muchas cosas. El problema es aprender a costa de descubrir cosas desagradables, que te duelan… ¿sabes ese dolor del pecho y del estómago, ese dolor íntimo? Eso es muy duro. En ese sentido, la vida me ha tratado un poco mal. Con los hombres, digo. Pero luego me ha tratado muy bien en otras cosas. Así es la vida, ¿no? Pasa esto, pasa lo otro.
"La vida me ha tratado mal en el tema de los hombres... pero muy bien en otras cosas"
P.- Sabemos que la vida es una de cal y otra de arena todo el rato.
R.- Yo lo veo así, pero hija, hay gente que parece que está encantada, ¿no? Dice que todo le va bien…
P.- Sabes igual que yo que esa gente no cuenta toda la verdad.
R.- Pero es que no se la cuenta ni a sí misma, ¿no? (ríe). Son mecanismos de defensa. Yo siempre he tenido mucho sentido del realismo y del llamar a las cosas por su nombre. Eso me encanta. Me hace estar en el mundo. Me gratifico mucho y sufro más, pero no me importa ser inestable.
P.- ¿Cómo definirías a tu hijo, que ha escrito esta obra? ¿Cómo es Daniel?
R.- Es un hombre lleno de imaginación. Desde pequeño. Nació con un lápiz en la mano. Siempre estaba dibujando. Tenía la suerte de tener muy cerca a sus abuelos, que eran muy, muy vivos. Tenían mucha alegría. Él es un creativo, un fotógrafo maravilloso, pero claro, ya la fotografía es casi como si no existiese. Está en horas bajas, digamos. Ha hecho varias exposiciones. Es realizador, es todoterreno. Mis dos hijos son así.
P.- ¿Qué tipo de madre eres?
R.- Yo siempre he dejado a la gente que haga lo que quiera hacer, siempre con mano izquierda. Mi pretensión nunca ha sido quedarme tranquila, porque si no les cortaba las alas a ellos, les cerraba el camino… hubiera sido muy egoísta todo eso solo por mi propia tranquilidad, ¿no? Ellos tienen derecho a descubrir la vida.
P.- Has contado que tú no has vivido acoso, pero que en tu época también había algún empresario con las manos largas. ¿Algún bofetón pegaste?
R.- No me hizo falta. Miradas. A mí nadie se me ha echado encima, pero indudablemente he notado cosas y he cortado en seco y he cogido el camino por otro lado. Tampoco he sido una mujer despampanante. Ellas les llamaban más la atención. Yo siempre tenía novio y era de la profesión, seguro que eso también contaba algo.
P.- ¿Qué le recomiendas a las chicas que estén empezando en el mundo de la interpretación y que se vean en esas?
R.- Que no toleren absolutamente nada. Que no, que no. Ya estamos en otro punto, ya se ha destapado el pastel. Se le para los pies al señor y se le pone en su sitio. La mujer tiene que decidir con quién quiere estar, cómo y de qué manera. Y punto.