La primera vez que Sonia Cheng durmió en el Carlyle pensó que, probablemente, la próxima vez que pasara la noche en el legendario hotel neoyorquino éste sería de su propiedad. Y, en efecto, así fue.
El Carlyle no es un hotel cualquiera. La vieja dama del Upper East Side goza de la codiciada categoría de mito. Su extraordinaria discreción con sus egregios huéspedes y el calibre de las cosas que en su interior suceden, y que raramente trascienden, le han valido el sobrenombre de El palacio de los secretos. Como hotel preferido de JFK, siempre se ha relacionado esta lujosa dirección con su affaire con Marylin. Los rumores dicen que el siguiente capítulo del Happy Birthday más célebre y sexi de los tiempos modernos, tuvo lugar en él.
Guarda anécdotas con todo tipo de personajes de diferentes épocas desde que abrió sus puertas en 1930. En una ocasión, coincidieron en el lobby esperando el ascensor Lady Di, Michel Jackson y Steve Jobs. No puedo evitar recrear la sorprendente escena siempre que piso ese elegante suelo de franjas blancas y negras que le da tanto carácter.
En uno de los últimos hoteles del mundo que conserva ascensoristas, me pregunto que habrá sido de ellos en estos tiempos de mascarillas y distanciamiento social. En su célebre bar, ha tocado durante muchos años, Woody Allen el clarinete junto a su banda, prácticamente todos los lunes. Es la casa en la Gran Manzana de George Clooney y hace un par de semanas, los paparazzi esperaban en su puerta la salida de una de las parejas del momento, Meghan y Harry.
Fueron precisamente las muchas historias del Carlyle, como ella misma declaró en cierta ocasión, lo que más llamó la atención de Sonia Cheng cuando su familia le hizo saber su intención de adquirir la propiedad y ella se alojó allí en 2011.
Fueron las historias secretas del Carlyle lo que más llamó la atención de Sonia Cheng cuando su familia lo compró
Sonia Cheng tenía entonces 29 años y ese aspecto discreto de tantas jovencitas asiáticas de familias bien de pelo lacio negro y tez blanca y cara redondeada. Buenas maneras y excelente inglés. 29 años privilegiados. Nacida en Hong Kong en 1980, es la segunda de los cuatro hijos de Henry Cheng, con una fortuna estimada de 1.200 millones de dólares y al frente de un conglomerado de empresas que incluyen Chow Tai Fook Jewellery Group y New World Development.
Esta joven heredera parece contradecir el dicho de que la primera generación de una familia rica crea la fortuna, la segunda la disfruta y la tercera la dilapida. 29 años bien aprovechados cuando entró a trabajar en el grupo familiar. Con 14 años fue enviada a un selecto internado en Connecticut, con rigor académico y con acento en el desarrollo artístico y solidario de sus alumnos (lo que parece recordar la educación que han elegido para la princesa de Asturias). Posteriormente, se licenció de manera brillante en la Universidad de Harvard en Matemáticas Aplicadas al sector financiero.
Durante 6 años trabajó en banca de inversión, Morgan Stanley, y de ahí pasó a la inversión inmobiliaria en la firma Warburg Pincus. Su brillante carrera que parecía consagrada al mundo financiero cambió de rumbo cuando su familia adquiere, en 2011, el grupo hotelero norteamericano Rosewood y la joven decide tomar las riendas. Sin experiencia en el sector, el movimiento fue acogido con escepticismo y considerado una especie de capricho de una joven heredera asiática con ganas de jugar al Monopoly y hacerse con esas casitas rojas que representaban hotelitos.
Gran error. Diez años después, con triunfos consolidados en su mano, se ha convertido en la que marca las nuevas normas en el sector, la que tiene en su cabeza la visión de la hospitalidad del lujo del siglo XXI, en el modelo a seguir. Hoy es la CEO de un grupo hotelero referente en el lujo mundial y que el próximo viernes, 22 de octubre, inaugura su primer hotel en España con la apertura del madrileño Rosewood Villa Magna.
Se trata de la última pieza del particular Monopoly global de Sonia Cheng que hoy engloba, bien en propiedad o en gestión, 26 hoteles de superlujo en 15 países y que tiene previstas 20 aperturas en los próximos 2 años, en destinos tan importantes como Viena, Ámsterdam o Venecia. Madrid será su cuarta dirección en Europa, tras sus lujosos hoteles en París, Londres y la Toscana.
La inspiración de JR
Si la familia Cheng tiene su particular historia, Rosewood tiene la suya. También incluye una rica heredera. La placa que a partir de la próxima semana podrá verse en el número 22 del Paseo de la Castellana, a la entrada del hotel Rosewood Villa Magna, debe su nombre a Caroline Rose Hunt, durante un tiempo la mujer más rica de Estados Unidos.
En 1979, con 55 años, decidió dedicar parte de la fortuna heredada del petróleo texano a crear un selecto grupo de hoteles a partir de una mansión histórica de Dallas, The Mansion on Turtle Creek, hoy en renovación, al igual que el Carlyle, que adquirió en el año 2001, dos de las propiedades en manos del grupo hongkonés que considera emblemáticas y que cuida con esmero.
Aunque quizá no hayamos oído nunca el hombre de Caroline Rose Hunt, tal vez su historia familiar no nos resulte del todo desconocida. El padre de Caroline, HL Hunt, inspiró al inigualable personaje de JR de la serie Dallas. En este curioso bucle de la historia, los ecos de los protagonistas de la serie televisiva que arrasó en los 70 y que encontró su remake recientemente en Netflix, vuelven a España. Y no a las pantallas, sino en forma de placa en una de las avenidas principales de Madrid. A la postre, e incluso en un mundo sin petróleo, las ricas familias de Dallas y sus historias son tan incombustibles con el propio Carlyle.
Al menos en términos hoteleros, la nueva ruta de la seda parece una realidad. Los grandes del lujo asiático toman posiciones no solo en Europa: Mandarin-Oriental, Peninsula, Rosewood, Shangri-La compiten sobradamente preparados con Four Seasons o Ritz-Carlton. Con visión global, ingentes recursos económicos, apetito por crecer, orgullosos de la excelente hospitalidad asiática y su refinada cultura de servicio y unos mercados interiores menos castigados por la pandemia del Covid-19.
Sonia Cheng representa de alguna manera esta mentalidad y parece la palanca perfecta que permitirá que el icónico Villa Magna encuentre su lugar en el siglo XXI tras varios años de cambios de rumbo y de manos y algunos desajustes que no se puede permitir ahora que operan en la capital otros grandes competidores como Mandarin Oriental y Four Seasons.
El Villa Magna competirá con grandes grupos que operan en Madrid como Mandarin Oriental y Four Seasons
El antiguo Palacio de Anglada, propiedad de la familia Larios, referencia para la clase empresarial y financiera madrileña, ha cambiado en los últimos años varias veces de manos: portugueses, turcos y mexicanos. El hotel pertenece desde noviembre de 2018 al grupo empresarial mexicano RLH Properties, que lo adquirió por 210 millones de euros al grupo turco Dou.
Desde un principio, se desataron los rumores de que la gestión podría recaer en manos del hongkonés Rosewood, con lazos previos con RLH en el emblemático y superlujoso Rosewood Mayacoba, de su propiedad e integrado en la marca Rosewood. Otro grande del lujo dispuesto a reforzar la apuesta de la capital por el turismo de alto nivel, bien posicionado entre los viajeros tanto de América como de Asia. Volverán a unir fuerzas en el próximo Rosewood Mandarina.
El cierre provocado por la pandemia les proporciona el timing perfecto para la necesaria reforma. 18 meses sin abrir y con la necesaria remodelación para ponerse a punto y escribir un nuevo capítulo en la historia del emblemático hotel madrileño bajo el liderazgo del sello de la marca de Sonia Cheng y los criterios de los propietarios de RLH.
Cuando el próximo viernes 22 el hotel reabra sus puertas será muy diferente de aquel previo a la pandemia. Más joven, más actual, más global, con vocación de abrirse más a la ciudad. Aún con numerosos operarios trabajando, llama la atención el protagonismo de sus jardines, las sensacionales super suites de su última planta, el estilo decorativo, su oferta gastronómica (que incluye el primer restaurante en Madrid del triestrellado Jesús Sánchez, del cántabro Cenador de Amos), su renovada vocación de volver a ser un escenario para madrileños y foráneos.
Y Sonia Cheng lo tuvo claro desde el principio. "¿Para quién vas a hacer los hoteles?", le preguntó un consejero del holding familiar. "Para mí", respondió con la seguridad de sus 29 años bien empleados. Una millenial se hacía cargo de un grupo hotelero fundado por la vieja guardia texana. El dinero, ciertamente era de su familia pero la visión y la determinación eran de ella.
Cada hotel, diferente
Cheng representa esa nueva visión global donde lo local gana protagonismo. Cada hotel es diferente, cada hotel aspira a reflejar el destino en el que se encuentra, lo que en Rosewood se conoce como Sense of Place. Esa es la tendencia que ahora impera en el sector de la hospitalidad del lujo. Con la primera propiedad en Europa, Sonia Cheng tiene fácil debutar. Muy fácil. En 2013, Cheng se hace con la gestión del Hôtel de Crillon, el bastión del lujo de la parisina y muy emblemática Plaza de la Concorde, ahora propiedad de un príncipe saudí.
"Los parisinos no entraban en el hotel, y eso tenía que cambiar", declaró. Y todavía más sorprendente, suprime la tradicional recepción de aspecto formal. Un guiño dirigido a los millenials. Elige personalmente a Karl Lagerfeld para hacer dos de sus suites, que se convierten automáticamente en estancias capaces de rivalizar con las mejores habitaciones del Ritz o del Plaza Athénee.
Recuerdo la primera vez que entré en el hotel tras la reforma. Precisamente lo que más me llamó la atención era lo jóvenes que eran los clientes, asiáticos, norteamericanos… Me di cuenta de que, en efecto, había millenials con ganas de viajar por el mundo sobradamente preparados y ricos con ganas de ir a París y sin problemas para gastarse 1.000 euros la noche y hacer el check in de pie en una especie de salón donde no hay ningún cartel que ponga recepción ni nada similar. De pie y con niños en brazos.
La propia Sonia Cheng tiene cuatro hijos, entre 2 y 8 años, y aunque es extremadamente discreta a la hora de hablar de temas personales y familiares, confesó hace poco al New York Times, que viaja a menudo con ellos, que siempre considera el lado familiar de sus huéspedes y que trata de que todos estén a gusto en sus hoteles. Los millenials adinerados se alojan en el Crillon. Hacen el check in on line. Y llevan a sus bebés. Claramente me he quedado anticuada.
Londres
Pero el primer gran éxito de Sonia Cheng se produce en Londres. La primera criatura enteramente suya, tanto la propiedad como la gestión, que adquiere y reforma enteramente a su gusto y que abre sus puertas en 2014. Transforma un anodino hotel emplazado en un barrio no excesivamente ligado al lujo ni al turismo: Holborn. "Cuando abrimos nos miraban con extrañeza. Ahora se pregunta qué es lo siguiente que vamos a hacer, yo diría que para imitarnos". Así lo cree el hombre de confianza de Sonia Cheng en Londres, Michael Bonsor. Todo un personaje con el que charlo en esta soleada mañana de octubre en el interior del hotel que con tanto acierto dirige, Rosewood London.
Parte de su equipo se encuentra en Madrid apoyando la apertura, como task force, tal y como se dice en el argot. Londres ha sido la referencia para Madrid en muchos sentidos: estéticos, formación de empleados, oferta gastronómica, trato al cliente.
Pregunto a Bonsor: ¿Cómo es Sonia Cheng en realidad? Y naturalmente me dice lo que yo esperaba: sencilla, trabajadora, humilde, creativa... Y añade: "Siempre nos sorprende. Cuando se plantea alguna cuestión, nos pregunta ¿y esto cómo lo plantearía un hotelero? Bien, pues entonces vamos a hacer exactamente lo contrario". Bienvenida a Madrid, señora Cheng. Gracias por mantener los ascensoristas del Carlyle y hacer que el viejo Villa Magna se parezca a esta atractiva dirección de Londres donde termino de escribir estas líneas.