Los días previos a la apertura de un gran hotel hay en el ambiente ese aroma que se respira en las jornadas anteriores al estreno de una ópera o de una obra de teatro. Es esa mezcla de ilusión, nervios, cables por los suelos, gente que entra y sale dando órdenes o portando objetos a veces inesperados, buscando puertas de acceso provisionales no siempre fáciles de encontrar.
"Disculpe, vengo a traer unos sombreros, ¿sabe por dónde se entra?". "¿No serán por casualidad tres y de copa?", respondo y recibo una mirada sorprendida. Este encuentro junto a la verja principal y ese runrún teatral que ocupa mi cabecita dada a la imaginación me conducen a esta asociación de ideas que desemboca en la célebre obra de Miguel Mihura. Una comedia que transcurre enteramente en la habitación de un hotel. "Lo siento, no puedo ayudarle, no soy de aquí. Vengo a hacer una entrevista", añado.
Observa la escena de reojo un operario con mono azul subido a una pequeña escalera junto a la puerta de entrada. Está colocando unas letras en el muro del acceso principal, ahora cerrado, en el número 36 de la Calle Zurbano. Se trata del nombre del hotel, es fácil de adivinar. Ya puede leerse SAN. Están cubiertas por un papel de seda blanco. Son de latón. Hechas a mano en Valencia. Han llegado esta mañana.
Si en vez de un hotel se tratara de una ópera, de una obra, de un ballet, ¿qué título llevaría? ¿Qué nombre tendría esta obra de alta comedia donde se mezclan vidas pasadas, personajes dispares, secretos inconfesables y nuevas ilusiones?
Embajadas y aristócratas
Reyes, aristócratas, personajes del ¡Hola!, diplomáticos, futbolistas galácticos, chicas picantes, estrellas oscarizadas, banqueros, empresarios, miembros de la Iglesia de la Cienciología, jeques, novias ilusionadas, políticos más o menos conspiradores, premios nobel, presidentes y gente corriente forma este peculiar elenco. Han pisado estos suelos que me dan la bienvenida, cubiertos hoy a trozos por plásticos, a trozos por elegantes alfombras, a trozos por marañas de cables a la espera de que sean retirados y vuelva a levantarse el telón de esta obra el próximo 2 de diciembre y que por el momento se llama SAN.
Una obra para una nueva y más que prometedora vida de este palacete mandado construir por el duque de Santo Mauro, que sirvió de embajada de Rumanía, Canadá y Filipinas y que abrió por primera vez sus puertas como hotel boutique de cinco estrellas en 1991 tras una reforma de 1.000 millones de pesetas de entonces.
Arriba el telón. Bienvenidos de nuevo esos pasos que buscan aquí soñar, gozar, reír, conspirar, traicionar, disfrutar, olvidar, prosperar, negociar, crear. Vivir, en definitiva, en este coqueto y privilegiado escenario, sofisticada y minúscula parte de un teatro mayor. Ya lo dijo Shakespeare. "El mundo es un escenario y los hombres y mujeres son meros actores. Tienen sus salidas y sus entradas y un hombre puede representar muchos papeles".
El nuevo Santo Mauro
Antonio Catalán (Corella, Navarra, 1948) y Álvaro Fernández-Villaverde y Silva, duque de Santo Mauro (Londres, 1943) me esperan para la entrevista en un pequeño despacho en la planta principal. Vamos a hablar del nuevo Santo Mauro.
Trato de anticipar el papel que les toca representar hoy ante mí en esta representación privada y privilegiada. ¿El empresario y el aristócrata? ¿El hotelero y el diplomático? ¿El arrendatario y el arrendador? ¿Quijote y Sancho frente a los nuevos gigantes llegados de Asia y América en forma de grandes grupos hoteleros de lujo dispuestos a desbancar su joyita del madrileño barrio de Chamberí? ¿Dos patriotas demostrando que los españoles también podemos hacer lujo con mayúsculas en el país campeón de la moda low cost y del turismo barato de sol y playa?
Me esperan en una pequeña sala que parece aún más pequeña después de haber pasado por tantos salones regios de techos altos y ventanales hasta el suelo que se abren a jardines afrancesados y dejan entrar la luz de otoño. En el interior, por lo que he visto hasta ahora, poco que envidiar, al menos en lo tocante al mobiliario de época y al boato decorativo, a lo que hace poco vi en el extraordinario y flamante hotel dentro del recinto de Versalles.
Esas gotas del ADN de NH o de AC que pudo tener este palacete en otro tiempo han sido exterminadas, guillotinadas por la búsqueda deliberada de un pasado palaciego, de una grandeur a veces castiza, a veces francesa, a veces oriental, dependiendo de los salones por los que he ido pasando.
El interiorista Lorenzo Castillo, responsable de la reforma y otra de las piezas clave de esta historia, tiene en ocasiones cierta tendencia a la teatralidad, lo que sigue abonando mi sensación de encontrarme en medio de una representación, señor Mihura, señor Shakespeare. Confieso que estoy impresionada.
El lujo palaciego
Pero lo que de verdad distingue a un hotel extraordinario es el trato y el servicio. Tendré que volver cuando esté abierto para hacerme de verdad una idea de lo que por el momento me parece realmente sensacional por el nivel de detalle, de acabado, de la extraordinaria calidad de los materiales y de algunas piezas de mobiliario.
El interiorismo no es mi fuerte, aunque sé distinguir una pieza de Ikea de una silla estilo regencia. Tiro de la abundante documentación que me han preparado y de mis conocimientos de francés. Armarios de laca Coromandel de la Dinastía Qing. Apliques de piña de vidrio de Murano de los años 30. Lámparas de bronce y cristal procedentes del palacio de Eugenia de Montijo. Telas como el punto de Hungría de terciopelo, sedas bordadas con cabezas de zorro, homenaje a las famosas realas de la familia real.
Caoba, palos de violeta, palisandro, bronces, mármoles, espejos florentinos del siglo XVIII, esculturas de efebos, cuadros. Rojo sang de beuf, dosel a la duchesse, baldaquín a la polonaise. No puedo pensar en nada más opuesto a la escena donde Mihura sitúa Tres sombreros de copa. He visto rebaños de elefantes en paredes lujosamente enteladas, señor Darío. Me asomo al jardín soñando con encontrar un quiosco de malaquita. Y no es de malaquita, pero en efecto, hay un quiosco. De hierro. Precioso añadido a este coqueto jardín que luce más hermoso que nunca.
En cada paso que he dado he ido entendiendo la jugada. Frente a la llegada de las grandes cadenas, Four Seasons, Mandarin Oriental, Rosewood, y la pelea por el lujo en Madrid, Antonio Catalán ha decidido doblar la apuesta. Epatar. Tirar de pedigrí, de sangre azul y castiza, de autenticidad y de chequera.
Antonio Catalán, el hombre incombustible de las mil vidas, no solo no se arredra, sino que sube la apuesta en el lujo y planta cara a los grandes con una asombrosa y espectacular renovación de su hotelito de la calle Zurbano, cuya propiedad sigue en manos del duque de Santo Mauro y su familia. No es el único cambio. Espero a que me los cuenten.
Los secretos del hotel
En la pequeña sala me esperan. El presidente y el marqués y el genio. No hay tres sombreros de copa, pero si tres copas de agua. Y un gran dibujo de Picasso. Sirve de despacho privado de Catalán cuando va al hotel, lo que ocurre muy a menudo.
Pregunta.- Les confieso que estoy muy impresionada por lo que he visto hasta ahora, enhorabuena. Me he venido preguntado si todavía hay algún aristócrata en Madrid, aparte del duque de Alba, que viva en un palacio como éste.
Respuesta [Antonio Catalán].- Sí, él.
Primera lección de la mañana: los duques de Santo Mauro no viven en el palacete que mandó construir su antepasado porque viven en otro aún mejor, no porque se hayan arruinado ni nada por el estilo. Un palacio aún más antiguo. Infinitamente más cargado de historia.
Segunda lección de esta mañana de otoño. El duque de Santo Mauro no usa el título de duque sino el de marqués porque éste es mucho más importante. Marqués de Santa Cruz. XV Marques de Santa Cruz, cuyo primer titular fue don Álvaro de Bazán y Guzmán. Hombre clave en la Batalla de Lepanto y en fin, de una biografía apabullante que me retrotrae a mis años de universitaria y que tal vez deberían conocer los presidentes del Mandarin, Rosewood y Four Seasons.
Duque de Santo Mauro, dos veces grande de España, diplomático, empresario, antiguo presidente de Patrimonio Nacional, miembro de los patronatos de los museos Naval y del Prado. Antonio Catalán, hijo de un taxista, el hombre que empezó con un hotelito junto a una gasolinera en Pamplona y uno de los empresarios hechos a sí mismos más exitosos de España.
Se ve que las gasolineras les sirven de talismán a los hoteleros. Tiene ese punto en común con el legendario Isi Sharp, fundador de Four Seasons, que comenzó de la misma manera.
"Nos presentó el embajador Javier Rupérez. Fue jefe mío en la OSCE y recuerdo un día que me dijo, un amigo mío, Antonio Catalán está interesado en vuestra casa de Madrid de Zurbano. Ah, pues vamos a hablar. Y hablamos". Y añade: "Llevamos hablando 34 años y acabamos de firmar otro contrato para los próximos 25. Somos arrendador y arrendatario los días que negociamos el contrato. El resto somos socios y amigos. Los propietarios de este solar y de ese edifico se llevan muy bien con su inquilino. Y cuando utilizo el plural es porque no soy yo solo, somos mis tres hermanos y yo. Pero el que lleva el nombre de Santo Mauro soy yo, lo que le confiere cierta singularidad a este hotel. Paris Hilton es muy guapa, pero no lleva el nombre de ningún hotel en concreto. El duque de Wellington es muy amigo mío, pero no es el dueño del Hotel Wellington. En este caso el duque de Santo Mauro es uno de los cuatro dueños de este hotel. Aquí todo es real, hasta el duque".
"Somos arrendador y arrendatario los días que negociamos el contrato. El resto, somos socios y amigos"
P.- ¿Pero usted no usa el título porque en su haber hay otros más importantes? ¿El propio duque parece eclipsado por otros descendientes que gozan de mayores honores?
R.- En cierto modo es así y realmente el primer duque de Santo Mauro, mi bisabuelo, el que mandó construir este edificio, fue una persona muy interesante. Nació en 1840 y murió en 1919, en ese periodo se construyó esta casa. Fue alcalde de Madrid, senador y jefe de la Casa de la reina Victoria Eugenia. Fue el hombre que introdujo el coche de motor en España, fue primer presidente y fundador del RACE. Fue un gran emprendedor, su intervención fue decisiva en el traslado de la corte en verano a Santander; en su casa, que ahora es la mía en Cantabria, convenció a Alfonso XIII, con un grupo de montañeses de que viniera a nuestra tierra e impulsó la construcción del Palacio de la Magdalena. Yo nunca he vivido aquí, la última persona que vivió aquí fue mi abuela, la duquesa de Santo Mauro, que la abandonó cuando se casó con mi abuelo y se trasladó a vivir al palacio de la calle San Bernardino. Tía Lili, la hermana de mi abuela, vivía en el palacio de al lado, que posteriormente se anexionó al hotel.
P.- Pensaba encontrarme un representante de la aristocracia rentista, la verdad.
"En absoluto, son más emprendedores que aristócratas", responde Catalán, mientras que el duque de Santo Mauro asiente: "Somos personas que cada uno ha hecho su carrera y yo creo que cada uno hemos sabido gestionar nuestro patrimonio. Es importante darle vida al patrimonio histórico para que se pueda mantener. Con el Estado, estas relaciones son muy complicadas, no hay colaboración ni sensibilidad, creo que con la empresa privada nos hemos entendido. La aristocracia no es un sindicato, hoy en día no tiene privilegios; hoy en día es un nombre, un nombre de un antepasado que ha merecido reconocimiento y que se viva adecuadamente representando ese recuerdo, pero eso es todo.
Sobrevivir al Covid
Son hombres perseguidos por claraboyas que vienen del pasado y que nunca existieron. Hombres perseguidos por virus reales llegados de Oriente, que existieron y existen. Ambos han pasado la Covid-19 y casi les cuesta la vida. Ambos con periodos prolongados en UCI. "Hubo un momento que pensamos que el marqués se nos iba", dice Catalán. Éste asiente. Cada vez me sorprende más esta conversación cuando observo a estos jóvenes septuagenarios llenos de ganas y de pasión por su nuevo proyecto. ¿La pasión no envejece, no?, dejo caer mientras le miro a ellos y al Picasso de reojo. "No", asienten. "Tampoco la curiosidad", añado.
¿Lo suyo es un acto de patriotismo? ¿Una quijotada? ¿Quieren demostrarles a los hongkoneses, a los árabes, a los mexicanos, a los canadienses? "No es patriotismo, es negocio. Quiero demostrar que se puede ganar dinero vendiendo hoteles a 1.000 euros la noche. Hay público extranjero que quiere este lujo, lo entiende y está dispuesto a pagar por él", responde Catalán.
"Se puede ganar dinero vendiendo hoteles a 1.000 euros la noche"
Tras los difíciles últimos tiempos, la pandemia, el fallecimiento de su hijo Carlos (llamado a sucederle y fallecido en noviembre de 2010 con 44 años a causa de un cáncer), Antonio Catalán parece vivir un tercer acto interesante en su vida como hotelero. Primero NH, luego AC y ahora esta tercera etapa en la que continua con Marriott como socio pero que quiere centrarse en hoteles con valor histórico y patrimonial a los que quiere elevar de categoría, ligado a esa España llena de historia que tanto tiene que ofrecer.
La cuestión no es saber si se puede ganar dinero en Madrid vendiendo lujosísimas suites, lo que parece evidente a juzgar por los buenos resultados de la capital y la talla de los actores en juego. La pregunta que todos nos hacemos es: "¿Qué ocurre con las grandes damas de otras ciudades?"
Ese es un runrún más que evidente. "Nosotros vamos a hacer lo que podamos porque entendemos que hay público, que España juega por debajo de sus posibilidades. El siguiente paso será reformar Granada, el AC Palacio de Santa Paula y luego vendrá Santiago de Compostela", anuncia Catalán.
El camino de Santiago
La ruta jacobea que todos los años hace en bicicleta, acompañado por muchos estadounidenses desde que es socio de Marriott, parece que no solo le aporta esa espiritualidad propia del camino, sino también la posibilidad de ser testigo del asombro con el que lo disfrutan quienes viven en Washington y observan el románico de pueblecitos de Castilla o la monumentalidad de la catedral de Burgos. "Hay que ofrecerles alojamientos a su altura".
Abandonamos a Picasso y a la pequeña sala para la sesión de fotos. "Ya saben que la foto es muy importante", les digo. "La foto y el titular", añade Antonio Catalán. Durante la conservación me ha dado unos cuantos. Repaso mis notas mientras paseo por el jardín y por las sensacionales suites y otros rincones de palacio mientras ellos posan y siguen charlando. Se nota su complicidad y cercanía.
Leo en mi libreta:"¿Te acuerdas, Álvaro, cuando yo tenía aquí a Tom Cruise y tú en tu casa de Cantabria a Nicole Kidman rodando aquella película de Amenábar". "Después de 32 años yendo a Burgos, no sé quién manda más, si yo o el deán de la Catedral". "Cuando voy a Nueva York siete días me alojo en ocho hoteles. Es la mejor forma de aprender". "Madrid está en un gran momento. Lo que le hace potente es tener marcas hoteleras importantes, tener un alcalde que sea el mejor director comercial de la ciudad y una presidenta de la comunidad sin filtro. Todo esto da un aire distinto, cosa que en Barcelona no funciona así, la ciudad es caos total".
Y más posibles titulares anotados: "Hay empresarios, emprendedores y hombres de negocios. Los hombres de negocio solo tienen cariño a una cosa: el dinero". "Para ser presidente de una empresa es mejor hablar un idioma, si hablas seis terminas siendo jefe de gabinete". "En Madrid hay hoteles magníficos, pero si quieres dormir en un lujoso palacio, no puede ser más que en el Santo Mauro". "Los hoteles son mi pasión. Mis hijos mayores aprendieron a decir NH antes que papá y mamá. Los primeros AC". "Me mantiene joven el deporte, la alimentación y tener la cabeza todos los días ocupada".
De esto último da una nueva muestra cuando estamos a punto de finalizar esta larga conversación. "¿Cómo es de verdad la señora Cheng? [Sonia Cheng, CEO de la empresa que gestiona el hotel Rosewood Villa Magna]", me pregunta, sabedor de que conozco a la presidenta de Rosewood. "Joven, interesante, inteligente e inmensamente rica. Y tiene la ventaja de que ve el mundo desde Hong-Kong", añado.
"Un placer, caballeros, gracias por su tiempo y mucha suerte con su nuevo proyecto", me despido con un gesto que solo entiendo yo. Como si me quitara el sombrero ante ellos. Cuando paso por delante de la gran verja de entrada ya están puestas todas las letras de esta obra cuyo destino, a la postre, lo tiene el público. Tres sombreros de copa tardó 20 años en subir a escena, pienso. El éxito es relativo. Ya no hay operario. Ya ha completado el nombre de este hotel, de esta obra. SANTO MAURO.
El Hotel Santo Mauro abrió sus puertas en 1991 como joya de la corona de NH. En 2011 se integró en Marriott bajo la marca Autograph y reabrirá sus puertas bajo la marca Luxury Collection el próximo día 2 de diciembre. El proyecto de reforma ha sido capitaneado por su hija Alicia Catalán con un dream team que incluye al interiorista Lorenzo Castillo, el paisajista Fernando Valero; Pedro Monjardín ha diseñado a medida el vestuario del staff, María Covarrubias, la iluminación. Rafa Peña, copropietario de Gresca, estará al frente de la renovada restauración. Lucas Vidal ha compuesto expresamente la música para un hotel que quiere cuidar todos los detalles y que en parte recuerda por concepto al célebre Costes parisino. Se ha doblado ahora la pantilla, hasta llegar a los 120 empleados. Su impresionante interiorismo, especialmente en las suites Santo Mauro y Casilda, son solo parte de un nuevo proyecto lleno de interesantes novedades que darán mucho que hablar.