Emmanuel Macron (43) tuvo una vez quince años y fue un dulce, un joven bellísimo con melena despeinada, nariz afilada y respuesta siempre a punto, un muchacho dulzón apegado a su abuela, amén de un estudiante brillante fascinado por la literatura y la filosofía. Manejaba carisma, inteligencia y misterio. Era un seductor nato: las pipiolas se volvían locas por él allá en sus años luminosos en el colegio privado y católico La Providence en Amiens, situado al norte de Francia. Pero a él no le interesaba ninguna de ellas. Venía enamorado de Brigitte Trogneux (68), su profesora de Teatro, conocida en los corrillos por su elegancia natural vistiendo y un aura magnética que trasladaba a sus clases, siempre estimulantes y artísticamente provocativas. Es la misma mujer que ahora -convertida desde hace 14 años en su esposa- ha estallado, por primera vez en tanto tiempo, y ha clamado contra el estigma y el vía crucis que arrastra como primera dama por su infrecuente historia de amor.
La primera vez que Brigitte escuchó hablar de Emmanuel fue en boca de su hija, que compartía clase con él. La cría describió ante su madre al actual presidente de Francia -¡su compañero de pupitre!- como "un niño loco que lo sabe todo sobre todo". En ese momento Brigitte no podía imaginar, desde sus 24 años de ventaja -ella tenía 39 cuando se encontraron, un matrimonio estable y sus tres hijos-, que acabaría fascinada por aquel alumno aventajado que entonces no era más que un adolescente, y que ese dichoso adolescente ya poseía las costuras para convertirse en uno de los hombres más poderosos del mundo.
El resto es historia. Historia trepidante y cinematográfica a todas luces. Se casaron el 20 de octubre de 2007 en una boda civil y hoy siguen siendo un tándem irrompible, insólito, cómplice y empapado de admiración mutua. Pero aunque siempre habían comentado en público su don para sortear los juicios con gracia y ligereza, Brigitte ha colapsado en una entrevista reciente y ha asegurado que se encuentra "consternada" por la "hostilidad" que recibe su matrimonio "atípico".
Empiezan a superarla los insultos y las burlas que proliferan en las redes sociales de medio mundo. Lo último ha sido demandar a los que han difundido la fake news de que es transexual. "Sin duda, sé que los franceses hubieran preferido tener una primera dama más joven", suspira. "Sé que nos llevamos 24 años y que esto puede resultar sorprendente de primeras, o incluso difícil de entender. Pero lo que no entiendo, de ninguna manera, es la agresividad que suscitamos".
"No me arrepiento"
Brigitte no se arrepiente de nada, pero es consciente de que su vida podría haber sido más plácida si hubiera seguido el camino que le había marcado su cuna: su familia era una de las más acaudaladas de la región, propietaria de un negocio millonario de chocolates y dulces. Estaba casada desde los veinte años con Andre Louis Auziere, un ejecutivo del banco francés BCFE. Tenía dinero, paz y estatus. Pero le dio por acceder a la propuesta del joven Macron de redactar juntos un libreto para una obra de teatro, y eso supuso la oportunidad definitiva para el estudiante de poder ver a su admirada cada viernes, en casa de ella.
El esposo ni se inmutaba: estaba acostumbrado a ver desfilar a alumnos de su mujer por su salón para celebrar estimulantes tertulias sobre sus clases o agasajarla con regalos por su buen trato. Él no lo intuía, pero, como su exmujer confesaría más tarde, a su lado se sentía como la frustrada heroína de una de sus novelas predilectas, Madame Bovary. Era una mujer que necesitaba más. Más amor, más vértigo, más montaña rusa. Más ardor, más juego, más deseo, más erotismo. Más relieve en su vida burguesa de postal.
"A través del vínculo intelectual nos volvimos inseparables… y luego emergió una pasión duradera"
"Brigitte y yo hablábamos de todo. La obra era sólo una excusa. Sentía que nos conocíamos desde siempre. A través de ese vínculo intelectual nos volvimos inseparables… y luego emergió una pasión duradera", expresó él en una ocasión. El idilio era mutuo. "Me parecía brillante. Me sentía como trabajando con Mozart", sonrió ella. El libreto fue un éxito. Lo demás también. Ampliaron su amistad pasando mucho más tiempo juntos, con largos paseos por el canal, absortos en su burbuja, mientras los demás les observaban atónitos. Pero en el fondo nadie pensaba que fueran a enamorarse: más bien que él se había colgado de ella platónicamente, no más.
"Poco a poco su inteligencia fue ganando también mi corazón, además de mi cabeza", aseguró Brigitte. La clandestinidad les excitaba, les divertía. Él mentía diciendo que iba a clases preparatorias para un examen -en realidad jugaba a escaparse esas horas con ella-, hasta que un día su padre fue a recogerlo y descubrió que el chaval no había pisado nunca el aula. Imagínense a un matrimonio culto y abierto de mente -los dos son médicos de ideología liberal- topándose con el pastel de que su ojito derecho está saliendo con una señora 24 años mayor. Habían estado tan perdidos, tan desubicados, que cuando veían a Emmanuel llevando flores al hogar de los Auziéres pensaban que estaba intentando conquistar a Laurence, la hija de Brigitte -hoy, por cierto, una reputada cardióloga-.
El shock fue tremendo, pero una vez hallada la calma, decidieron no acusarla ante las autoridades por corrupción de menores. Eso sí, no faltó la visita amenazante a su casa. "Manténgase muy lejos de mi hijo, al menos hasta que cumpla 18 años", le espetó a Brigitte la madre de Emmanuel. Ella se puso a llorar y respondió que no estaba segura de poder cumplir eso. "Usted no lo entiende porque ya tiene su vida hecha. Pero si él empieza a salir con usted, jamás podrá darle hijos". Un dato curioso: ellos se habían casado el mismo año que Brigitte con su primer esposo. Ambas mujeres tenían casi la misma edad… esa es una de las razones por las que hoy son amigas íntimas que se tratan de tú a tú, no bajo el viejo y problemático arquetipo de nuera-suegra.
"Me casaré contigo"
Fue un escándalo, una comidilla terrible asolando a dos familias. Acoso y derribo. Recibían cartas anónimas amenazantes, despectivas. Brigitte perdió a casi todos sus amigos: colegas íntimos con los que iba de vacaciones dejaron de hablarle de un día para otro. Hubo vecinos que llegaron a escupir en las puertas de sus casas clamando ante lo que les parecía una "aberración".
"No te vas a librar de mí tan fácilmente. Sea como sea, me casaré contigo"
En el barrio, a los padres de Macron también les condenaron al ostracismo. Les trataban "como si tuvieran la peste". Así que se dispusieron a sacar a Emmanuel del colegio y lo enviaron a París con la intención de que el muchacho continuase allí sus estudios y de que se olvidase para siempre de su maestra. De ninguna de las maneras. "No te vas a librar de mí tan fácilmente. Sea como sea, me casaré contigo", le dijo él al despedirse, con firmeza. Tenía 17 años.
Volvía a casa los fines de semana con frecuencia y al poco ya les vieron pasear juntos de la mano: aquel romance era imparable. Hasta la madre del presidente tuvo que rendirse a la evidencia: "Se hubiera podido desnudar delante de él la modelo Laetitia Casta y él sólo habría pensado en Brigitte", comentó. Fue la primera en aceptarlo, y después de ella vinieron todos los demás. La pareja se fue a vivir junta a París y ya no se separó más.
"Nuestra unión y la felicidad que sentimos cuando estamos juntos son nuestra fuerza. Mi esposo suele decir que para ser eficaz hace falta ser feliz, y yo tengo un cierto talento para la felicidad. Para la felicidad y para la libertad. No pienso dejar que la mediocridad, las maldades o las perfidias anónimas dicten mi vida", ha expresado Brigitte en alguna ocasión. Lo cierto es que a veces cuesta. Cuesta cuando tienen que desmentir continuamente que Macron sea gay porque, sencillamente, es la única explicación que algunos encuentran al hecho de que esté casado con una mujer más mayor. Pero ¿cuál es el fundamento de tanta rabia social?
El científico Ambrosio García Leal, autor de La conjura de los machos. Una visión evolucionista de la sexualidad humana (Planeta), cuenta a EL ESPAÑOL | Porfolio que "el que la tendencia dominante en los emparejamientos humanos siempre haya sido varón mayor que mujer tiene una explicación darwiniana sencilla, y es que, por un lado, nuestra estrategia de apareamiento fundamental es la monogamia a largo plazo (me refiero a la estrategia de apareamiento favorecida por la selección natural, no por la cultura, aunque en este caso coinciden, al menos en las culturas tradicionales), y por otro lado nuestra especie es una de las pocas en las que existe la menopausia", explica.
"Salir con una mujer 24 años mayor es una desastrosa elección con vistas a perpetuar de manera óptima los propios genes"
"Con estas premisas, un emparejamiento con una mujer 24 años mayor -como es el caso de Macron- es una desastrosa elección con vistas a perpetuar de manera óptima los propios genes, porque la vida fértil de ella terminó mucho antes que la de él. La selección natural no penalizaría tanto una unión de una mujer con un varón 25 años mayor, porque cuando ella llegue a los cuarenta (la edad en la que la fecundidad femenina cae en picado) él tendrá 65, edad a la que aún puede engendrar descendencia", sostiene. "Esto es biología. Y desde este punto de vista, la concepción tradicionalmente natalista del matrimonio no hace más que reforzar unas tendencias instintivas grabadas en nuestro genoma por la selección natural".
"La biología siempre pesará"
"De ahí que una unión como la de Macron sea contemplada por muchos como una 'aberración'", interpreta. "Por supuesto, la evolución cultural reciente, al menos en Occidente, ha tendido a menoscabar el aspecto reproductivo de la sexualidad, incluso en el ámbito marital, y en una sexualidad no reproductiva es irrelevante si los amantes están en edad fértil o no. Es posible que en el futuro estas uniones sean más frecuentes, pero la biología siempre pesará. La preferencia de los hombres por las mujeres más jóvenes que ellos está grabada a fuego en su programa genético", indica.
"La biología siempre pesará. La preferencia de los hombres por las mujeres más jóvenes está grabada a fuego en su programa genético"
Subraya que para la gran mayoría de hombres, una mujer madura sólo resulta 'sexy' si no aparenta la edad que tiene, "por eso la industria del rejuvenecimiento es un gran negocio y puede conseguir que los machos encuentren apetecibles a hembras que han sobrepasado al final de su vida fértil". Recalca, sin embargo, que somos una especie "sumamente plástica" desde el punto de vista psicológico, así que nuestros emparejamientos no están condicionados únicamente por el atractivo físico, sino por factores sociales -como el prestigio, el humor, el estatus económico, etc.- o por simple afinidad de intereses.
Laura Freixas, escritora, crítica literaria y presidenta de honor de Clásicas y Modernas, aborda la cuestión desde el punto de vista cultural: "Cuando el hombre es mayor y la mujer es joven es perfecto para el patriarcado, porque la edad refuerza al hombre en la situación de autoridad, experiencia y mayor dominación. Eso perpetúa la desigualdad y hace a la mujer más manipulable. Es significativo que en los países más desiguales predominen las relaciones de hombres mayores con niñas, lo que conlleva abuso, por no hablar de la prostitución y la explotación de menores", expresa.
"La tendencia de hombre mayor-mujer joven sirve al patriarcado: hace a la mujer más manipulable"
"Globalmente, es un indicativo de igualdad que las edades en la pareja sean parecidas: hay personas que se enamoran con diferencia de edad y eso se debe a la variación entre individuos, sí, pero cuando es sistémico sólo por uno de los dos lados tenemos que preguntarnos por qué. Estadísticamente no convence".
La relación de Macron cabrea
Además, "para el hombre mayor es una ventaja estar con una mujer más joven porque previsiblemente va a poder cuidar más tiempo y mejor de él, y no él de ella": "No creo que esto sea un cálculo consciente, es la inercia de la sociedad patriarcal, donde se espera de las mujeres que cuiden, pero cuando ellas enferman y son viejas, no tienen a nadie que las atienda". La guionista y cómica feminista Henar Álvarez -Buenismo Bien, en la SER- cree que la relación de Macron cabrea tanto porque sienta un precedente que "atenta directamente contra los privilegios masculinos".
"Lo vemos claramente en la ficción: las mujeres tenemos que ser conquistadas por los hombres, no al revés. Ellos poseen el prestigio, nosotras la juventud o la belleza. De ahí que se nos exija hacer un esfuerzo por esconder el paso del tiempo, por estar siempre apetecibles y disponibles. Si las mujeres son poderosas o maduras, si ellas son las que eligen, obligan al hombre a entrar en el juego del cortejo y a luchar porque no les salgan pelos en la nariz o tripa a los 25", sonríe.
"A las mujeres nos usan de ornamento o de horno, y si no cumplimos ninguna de estas dos funciones, es que no valemos para nada"
"Les asustan las mujeres con puestos de trabajo mejores que los suyos o mejor remunerados", apunta, como era el caso de Brigitte cuando conoció a Emmanuel. "Esto es propio de una sociedad que nos ve como objetos: como Brigitte no es joven ni canónica, aunque a mí sí me parece guapa, piensan directamente que es imposible que se enamore de ella: no les importa que sea también inteligente o divertida. Se espera de ella que dé hijos, ah, ¡y como no puede…! Se nos trata como a vasijas. ¿Alguien le ha preguntado a él si acaso quería tener hijos? O nos usan de ornamento o de horno, y si no cumplimos ninguna de estas dos funciones es que no valemos para nada".
Recuerda Álvarez que en la ficción se palpa esta perversión. "Coges la cartelera de ahora mismo y la diferencia de edad que hay entre el protagonista hombre y la protagonista mujer es de una media de 15 años. Cuando es al revés, directamente la trama va de eso: es el conflicto central. Pienso en El graduado, con Robert de Niro, o en Diario de un escándalo, con Cate Blanchett. Siempre acaba en tragedia", sostiene.
La influencia de Brigitte
En el caso de Macron y su esposa aún no ha terminado así, por ahora, por mucho que tantos se empeñen en dinamitar su unión. De hecho, el poder que él ostenta en el Elíseo es compartido: llama a su esposa cada hora y media para tenerla al corriente de todo lo que sucede. Le consulta cada decisión. Los asesores hablan con ella ciertas cosas antes que con el propio presidente. Tienen un horario común.
Un conocido anónimo de la pareja ha revelado, incluso, que la autoestima de él sólo depende de la percepción de ella y que "aspiró a la carrera presidencial para ganar definitivamente la admiración de la mujer que amaba", como recoge Mientras estemos juntos, una biografía hilvanada por la periodista Gaël Tchakaloff, que conoció al matrimonio en 2016 y se empotró durante un año y medio en su relación, siguiéndoles a todas partes.
"Tienes la impresión de que cuando la mira está descubriendo en ella un cruce entre Brigitte Bardot y Golda Meir", añade Tchakaloff, en alusión a la mítica actriz y a la primera ministra de Israel en los años setenta, emblemas de la belleza y el poder. "Ella le fascina. Ojalá un tío me mirase a mí así", ríe.
Ella es la voz que más influye en el presidente: más que la de él mismo. Es más: se la considera su "arma secreta" política. Los especialistas sugieren que su figura es fundamental en la lucha de Emmanuel -que cumple 44 años el próximo martes- por conquistar a los votantes de derecha y a las mujeres, aunque ella nunca ha revelado su orientación política. "La gente me coloca en la derecha por mi educación y por el trabajo de mis padres, pero nadie lo sabe", ha deslizado la primera dama, que nunca renunció a su lado rebelde y a una adolescencia rockera donde salía a bailar cada sábado vestida con minifalda y botas de piel. Le queda mucho de eso. Es un torbellino, Brigitte. Una mujer tan poderosa que sabe girar la tortilla y bromea, sellándole a los rumorólogos la boca: "El único fallo de Emmanuel es ser tan joven", guiña. Y punto.
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