Noticias relacionadas
Doña Angustias Sánchez Martínez (1881-1980) fue la mujer más influyente en la vida de Manolete. Nunca lo vio torear. Nunca respiró la lucha de su hijo en una plaza que no siempre comprendía la vida de este hombre que revolucionó el arte del toreo. Nunca tuvo que escuchar cómo algunos de los que se llamaban aficionados insultaban a sus dos hijas mayores, Dolores y Angustias, llamándolas prostitutas cuando iban a verlo a la plaza según denuncia una crónica taurina de 1943. Pero sufrió en sus carnes y en su alma lo que significó ser viuda (por dos veces) de torero y madre de torero. Sufrió en sus carnes y en su alma las miserias de una casa llena de hijas que hicieron lo que fue necesario (lo que fuera) para que Manolete pudiera triunfar en el ruedo.
Dicen que doña Angustias era una mujer profundamente religiosa. Que se pasaba el tiempo que dura una corrida entre velones y padresnuestros. Entre peticiones y ruegos a la Virgen, encerrada en una habitación donde la luz de las llamas trataba de distraerla de los fantasmas que rodean ansiosos de sangre las plazas de toros. Ella lo sabía bien. Había acabado enviudando de dos toreros, aunque ninguno murió empitonado. Y el único hijo varón que le sobrevivió, Manuel Laureano Manolete, no pudo escapar a la maldición de la familia.
Dicen que Manolete no fue un niño loco por los toros, pese a la sangre de albero que se arremolinaba por sus venas. Dicen, de hecho, que decidió coger un capote a los 12 años, cuando asumió que a él, el hombre de una casa sin referente masculino, le tocaba sacar del hambre al resto de sus hermanas. Dicen, porque era lo que se oía en la época, que hasta ese momento, su madre y sus dos hermanas mayores se habían ido buscando la vida para que todos comieran y en ese buscarse la vida es donde surge el rumor de que ambas, Dolores y Angustias, tuvieron que prostituirse para que Manolete viviera y fuera torero.
Es esa parte de sus vidas la que ahora sube a las tablas de un teatro madrileño para retratar la dura supervivencia de las mujeres en esa época a través de las hermanas de Manolete y la que ha puesto los ojos en la dramática adolescencia de Dolores y Angustias.
"Hubo habladurías de ese tipo por la ciudad, de que se dedicaban a la prostitución las hermanas, pero es verdad que ha habido muchos rumores sobre la vida de Manolete que no eran ciertos. Yo no tengo constancia alguna ni he leído nunca un dato que confirme que ninguna hermana de Manolete ejerciese la prostitución, ni puntual ni habitualmente. Que insultasen en los toros a Manolete es algo que va en aumento a partir de 1945, no antes, aunque en la ciudad hubo cierto malestar porque no toreara él más en Córdoba desde 1944", explica Fernando González Viñas, autor de Manolete, biografía de un sin vivir (ed. Almuzara).
Pero ¿por qué dejó de torear Manolete en la ciudad de su corazón? El gran periodista cordobés Rafael González Zubieta, El Zubi, premio Nacional de Periodismo 1986, cronista del Diario de Córdoba y autor del blog Larga Cordobesa, asegura, de hecho, que tuvo mucho que ver con que insultaran a sus hermanas y las llamaran putas un día de toros. En una de sus entradas, en el año 2010, explicaba que "se sabe ya sin ninguna duda, que las dos hermanas mayores de Manolete (hijas de Lagartijo hijo) ejercieron la prostitución en Córdoba, y que fue su hermano torero el que las sacó de ese mundo".
De hecho, El Zubi recuerda que "Manolete dejó de torear en Córdoba desde 1943 porque en la Feria de la Salud de ese año, desde los tendidos de la Plaza unos impresentables insultaron a su hermano al grito: '¡Manolete, tus hermanas ayer me hicieron mejor faena que la que estás haciendo tú'. El torero se sintió tan herido con ese comentario del público que no volvió a torear más en Córdoba".
Esa bochornosa frase, esa dura sentencia que seguramente rompió el corazón del Califa, no la ha incluido Alicia Montesquiu, actriz y dramaturga de Las hermanas de Manolete, en la historia que se está representando en el teatro Fernando Fernán Gómez. Sobre las tablas, ni siquiera se han utilizado los nombres reales de las hijas de doña Angustias, sino que son los arquetipos Manuela y Remedios las que muestran "unos hechos con mucho respeto de lo duro que fue para todos" el arranque como torero de Manolete.
Gritos en la plaza: '¡Manolete, tus hermanas ayer me hicieron mejor faena que la que estás haciendo tú'
"Nosotros lo vemos ahora y nos choca mucho, pero en una época en la que se pasaba mucha hambre, la gente hacía lo que podía para sobrevivir. No es una historia de buenos y malos, sino de supervivencia de familias. Toda la familia se volcó para que Manolete, que tenía un don, las sacara a todas del hambre", aclara la actriz que insiste en mirar el drama de estas mujeres con mucho respeto.
Hermanastras
Pero empecemos el árbol por las raíces. Doña Angustias se casó en 1903 con Rafael Molina Martínez Lagartijo chico. Hijo y sobrino de toreros y él también de profesión matador. Tuvo tres hijos, dos mujeres y un pequeño que murió con cinco años al beber, por error, una botella de lejía. Dolores y Angustias fueron bautizadas con el peso de unos nombres que marcaron un destino a veces trágico, a veces agridulce, pero siempre taurino y ligado al de su madre y al de su hermano.
Siete años le duró el primer matrimonio a doña Angustias puesto que Rafael murió de tuberculosis en 1910. Cierre al primer acto de una casa donde faltó más tiempo un cabeza de familia varón que los tiempos que lo tuvo y donde esta mujer manchega de nacimiento y cordobesa de corazón siempre ejerció como la matriarca de un clan que se iría llenando de mujeres, muchas viudas.
"Era una especie de Bernarda Alba", explica Gabriel Olivares, director de Las hermanas de Manolete, "una ficción muy especial porque todo lo que contamos está documentado de una manera u otra. Hemos sido superfieles".
Dolores y Angustias fueron bautizadas con el peso de unos nombres que marcaron un destino a veces trágico
Dos años después de enviudar, doña Angustias se casa de nuevo, vestida de negro, con otro matador, Manuel Rodríguez Sánchez Manolete, que había sido banderillero de su difunto marido. Con el padre de Manolete tiene a tres mujeres más y a la gran figura del toreo. Pero cinco años después del nacimiento del heredero de una saga, Manolete padre muere y doña Angustias vuelve a ser viuda, en una casa llena de hijas y con muy poco que llevarse a la boca. Donde el único varón es un niño flacucho que apenas levanta un palmo del suelo. Cierre al segundo acto y vuelta a las penurias, "mayores de lo que la gente pensaba", aseguran los expertos.
La familia tiene que mudarse a un barrio más modesto; son años de hambruna, muy difíciles y en los que los rumores que circulaban por Córdoba aseguran que Dolores y Angustias tuvieron que vender hasta su cuerpo para poder sacar adelante a una familia con pocos recursos.
Esas mismas habladurías aseguran que cuando Manolete consiguió hacerse un nombre en las plazas, en mayúsculas y con luminosos, ayudó a sus hermanas a formar sus propias familias, a casarse con buenos hombres, y las mantuvo siempre envueltas en el manto del torero, que no abandonaron ninguno de sus familiares durante décadas.
Dolores
La mayor de las dos hermanastras de Manolete, Dolores, se casó con Federico Soria Casanova y tuvo cuatro hijos: Rafael, Juan, Dolores y Pilar.
De hecho, sus dos hijos varones flirtearon con el mundo del toro, incluso Rafael se estrenó en los ruedos estando su tío vivo, bajo el apodo de Rafalito Lagartijo, en honor a su abuelo. La relación del gran torero con su hermana mayor siempre fue muy estrecha. Dolores incluso fue su madrina de bautismo, junto con el tío del diestro, el 9 de julio de 1917, en la parroquia de San Miguel Arcángel de Córdoba.
Su marido, Federico, que trabajaba en una cantera, acompañó muchas veces a Manolete por las plazas de España e incluso el torero llegó a trabajar con él, en ocasiones, en el transporte de piedras, hasta que consiguió asentar su carrera en el ruedo.
Cuentan las crónicas taurinas de la época que fue Juan, el segundo hijo de Dolores, el último familiar que besó a su tío antes de que muriera tras sufrir una cornada en la plaza de Linares el 28 de agosto de 1947. Juan tenía sólo 15 años cuando esa tarde se escapó de Córdoba en moto para ver a su tío torear, sin pensar que iba a ser la última vez que el lánguido matador se vistiera de luces.
Manolete, al verlo en Linares, lo abroncó por lo peligroso del viaje y le insistió en que, en cuanto acabara la corrida, ambos volverían juntos a Córdoba en el coche del diestro. No pudo ser. Las crónicas familiares destacan que Juan estaba muy unido a su tío, quien solía sacarlo a hombros del patio de su casa, donde se había improvisado un albero doméstico, tras corridas imaginarias.
Los hijos de Dolores, sobre todo Rafael, han sido los que han mantenido viva la tradición taurina de Manolete en Córdoba. El mayor de sus sobrinos toreó hasta los años 60 y Juan ejerció de decano de los toreros cordobeses hasta su fallecimiento en 2016.
Angustias
Angustias Molina Sánchez se casó, en primeras nupcias, con Antonio Vargas del Moral. De ese matrimonio nacieron tres hijas: Lola, Encarna y Rafaela, que vivieron junto al Califa cuando, como hemos dicho, Angustias quedó viuda.
La segunda de sus hermanas siempre tuvo una conexión más fuerte y especial con el niño de la casa, bien por su propio drama personal -sola y con tres niñas siendo apenas una joven se trasladó a vivir cerca de su madre y del propio torero para poder sobrevivir-, o bien por el carácter sensible y delicado de ambos.
El cuñado del diestro era hijo de Federico Vargas Madero, el hombre que fundó la famosa Venta de Vargas cordobesa donde los entendidos cuentan que se inventó el tinto de verano o un vargas, como llamaban en su época a la mezcla del vino y el sifón.
La venta, que fue fundada en 1916, estaba situada frente al desvío que enfilaba para el Cañito de Bazán. Era un lugar muy visitado por toreros y cordobeses de tradición que acudían al lugar por su famosa terraza y salón acomodado con pista de baile.
Amantes del arte taurino, el yerno de Federico y su hija construyeron en noviembre de 1929, junto a la venta, una plaza de toros (de la que también surgió una famosa escuela taurina, presidida por Enrique Piédrola y dirigida por el propio cuñado de Angustias, Antonio de la Haba, Zurito).
Incluso cuentan los periódicos de la época que en esa plaza toreó Manolete antes de su presentación en Cabra (1933). Concretamente, el domingo 18 de octubre de 1931 participó en una becerra de Flores Albarrán, con Esteban Romero Chocolate, bajo el nombre taurino de "Manuel Rodríguez (Manolete hijo)", tal y como aparece en el cartel.
Es, según la página web Los sabios del toreo, "una de las primeras tardes como becerrista, del que, pasado el tiempo, se convertiría, nada más y nada menos, que en el cuarto califa del toreo cordobés y uno de los mitos de la historia de la tauromaquia".
Como ya hemos explicado antes, durante bastante tiempo Lola, Encarna y Rafaela, las hijas de Angustias, se criaron con su abuela y su tío hasta que la hermana de Manolete se volvió a casar con José Aldehuela, del que ya no tuvo más hijos.
Longeva como su madre, la propia Angustias Molina Sánchez fue la encargada de descubrir en 1997, cuando se cumplían 50 años de la muerte del torero, una placa-homenaje en la plaza de Cabra, que recuerda los orígenes del maestro.
Previamente y en la misma localidad, la hermana festejó el aniversario de la primera corrida de Manolete. Ese día, rodeada de aficionados, dijo que a pesar del tiempo transcurrido recordaba el rostro del maestro cuando salió de casa de su madre para dar a luz al mito en el coso cordobés.
En 1942, Manolete compró el palacio donde el mismísimo Ortega y Gasset vivió su infancia en Córdoba
Si como dice El Zubi, Manolete fue consciente de las penurias que tuvieron que sufrir sus hermanas para que él llegara a coger el estoque, el empeño del diestro fue compensarlo durante toda su corta vida y su larga leyenda. En pleno apogeo de su carrera, en 1942, compró el palacio donde el mismísimo Ortega y Gasset vivió su infancia en pleno centro de Córdoba para que su madre y sus hermanas vivieran como reinas.
Esa enorme casa blanca en la avenida Cervantes, llena de arcadas y palmeras que aún se mantiene en pie, fue el lugar donde doña Angustias lloró el fatal desenlace de quien, según había dicho él mismo en una entrevista, quería dejar los ruedos ese mismo año de su muerte para vivir con lo que había ganado durante ese tiempo y que no había podido disfrutar.
Sin embargo, lo que el toro le había dado, el toro se lo quitó y el 28 de agosto de 1947, en la plaza de Linares, el miura Islero le dio una cornada, a la postre mortal, que acabó con un torero a veces incomprendido y no siempre valorado, pese a su larga sombra posterior. Mucho se ha especulado también sobre su muerte y sobre si no fue el pitón del toro sino el plasma en mal estado que le dieron en una transfusión lo que realmente lo mató en el Hospital de los Marqueses, en la madrugada del 29.
Lo que sí es cierto es que, a partir de ese día, han sido las mujeres de su vida las que han mantenido su legado y su memoria viva como el maestro revolucionario del toreo que fue. Si con los años fue su hermana la que descubría la placa en Cabra en el 50 aniversario de su muerte; antes fue su madre, doña Angustias, la que recogía el 8 de diciembre de 1957, en el Teatro Español de Madrid, la Medalla al Mérito Taurino por acuerdo de la Unión Nacional de Asociaciones Taurinas de España.
Fue su madre, ciega durante años, la que siguió manteniendo sus enseres, sus recuerdos, sus capotes y sus espadas. Y la que cada 29 de agosto encargaba 20 misas en las distintas iglesias y monasterios de Córdoba para seguir rezando por el alma de su hijo hasta el día de su muerte.
Enterrados en el mismo panteón, hasta la gran Lola Flores quiso homenajear al maestro y cantar su desgracia a través del nombre de su madre, en un pasodoble de Juan Guardón y Rafael Báez: "Angustias Sánchez, qué pena, pena, /malhaya el toro que lo mató, / y no poder con tus besos / contener aquella hería /de aquel hijo de tu alma, / sangre de tu corazón...".
Angustias, una señora exquisita
Como gerente entonces de la plaza de toros de Cabra, fue él quien organizó el acto y pasó todo el día con la mujer que, según la nueva obra de teatro, ejerció la prostitución junto a otra hermana, antes de que Manolete triunfara en los ruedos. Jiménez Alguacil dice que jamás hasta ahora había escuchado esta historia. Cree que es "un bulo", o una licencia artística como la que, a su juicio, se tomaron en un programa de televisión. "Por el 50 aniversario, en Canal Plus Francia hicieron un documental que decía que Manolete descabellaba a presos en cárceles franquistas, y eso es una barbaridad", reprocha.
La hermanastra de Manolete que él trató era "una señora exquisita, muy educada, súper agradable, que sabía de toros tela". Vino "vestida con un traje, con sus tacones", y acompañada por su hija Rafaela Vargas Molina y su nieta Marisol Sanz Vargas. Las recibió el alcalde, el andalucista José Calvo Poyato, hermano de la exvicepresidenta del Gobierno Carmen Calvo Poyato.