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Podríamos tirar del francés y llamarlo petite mort (pequeña muerte), pero nos entenderemos mejor si hablamos del placer de echar una cabezadita después del sexo. Lo hacen ocho de cada diez hombres y seis de cada diez mujeres. La manía, que no deja de resultar algo incómoda, sobre todo si hay ronquidos, podría albergar uno de los secretos más anhelados por la ciencia: el de la eterna juventud.
El júbilo biológico del orgasmo apenas dura diez segundos. Inmediatamente después, el cerebro anima a la calma con un cóctel hormonal a base de serotonina, oxitocina, vasopresina, prolactina, melatonina y otras sustancias que inducen al sueño y favorecen los sentimientos de cariño y el deseo de apego.
Es en este after party, resaca sexual, petite mort o modorra postcoital cuando a los indiscutibles beneficios del sexo se le suman los del dormir enfilándonos así hacia una vida larga y sana. Si el sueño es suficiente, constante y de calidad, la huella que deja sobre nuestro sistema inmunológico, la memoria, el aprendizaje, el bienestar e incluso en el código genético es indeleble. No solo ralentiza el envejecimiento, sino que además podría permitirnos incluso superar los 100 años de vida. Y al revés: su carencia perjudica a casi todas nuestras funciones fisiológicas."El sueño es nuestro sistema de soporte vital y el mejor esfuerzo por la inmortalidad de la madre naturaleza hasta la fecha", afirma el neurocientífico californiano Matt Walker, autor del bestseller Por qué dormimos.
Su consejo es que nos olvidemos de esas majaderías tan frecuentes del estilo "dormir es de cobardes" o "ya habrá tiempo de dormir cuando esté muerto". Cuando el explorador y documentalista estadounidense Dan Buettner salió en busca de esos lugares en los que la vida dura más y es más saludable, encontró que en todos ellos se repiten unos mismos patrones: la gente se mantiene activa, se alimenta bien, duerme lo suficiente y disfruta de relaciones sólidas. Sin despreciar la importancia de los avances de la tecnología sanitaria, Buettner sospecha que estos son los auténticos pilares que explican la longevidad en regiones como Cerdeña u Okinawa, que él ha marcado con sus característicos puntos azules.
La población de Japón alcanzaba a finales de 2021 el récord de 86.510 centenarios. En la isla de Okinawa hay un dicho que sugiere vivir lo suficientemente lejos de los parientes para no encontrarse con ellos a diario, pero lo suficientemente cerca para acercarles un plato de sopa caliente.
"Hay que vivir lo suficientemente lejos de los parientes para no encontrarte con ellos a diario, pero lo suficientemente cerca para poder acercarles sopa"
En ella el estilo de vida es similar al de la isla griega de Icaria, con un envidiable número (uno de cada tres habitantes) de nonagenarios y centenarios en magnífico estado de salud. Además de seguir una dieta rica en vegetales y sin grasas saturadas, es gente que respeta escrupulosamente los ritmos circadianos. Se despiertan de forma natural con la luz del día y descansan cuando se pone el sol. Después del almuerzo, duermen una pequeña siesta.
Menos cáncer e infartos
La cardióloga Christina Chrysohoou, que lideró una amplia investigación en esta región, detectó tasas de cáncer y enfermedades cardíacas significativamente más bajas que la media mundial. También menos depresión y riesgo de demencia. Pero lo más llamativo, según observó en los trabajos preliminares, es que más del 80% de las personas mayores de 65, y hasta bien entrados los 90, mantienen relaciones sexuales con cierta regularidad.
Afortunadamente, España no se queda atrás. Cada vez vivimos más y gozamos de una de las esperanzas de vida más altas del mundo: 83,6 años (86,3 para las mujeres y 80,9 para los hombres). La población mayor de 80 años va creciendo de forma exponencial. Aunque la dieta mediterránea, relacionada con un mayor rendimiento cognitivo y menor riesgo de demencia, es decisiva, nuestra vida sexual sale igualmente a relucir cuando se menciona nuestro modo de envejecer bien.
El 62% de los hombres y el 37% de las mujeres sigue teniendo sexo más allá de la jubilación, con prácticas que van de los besos y caricias al coito. La frecuencia de orgasmos mejora la salud mental, reduce la ansiedad, mejora la sensación de bienestar, refuerza el sistema inmune y aleja la enfermedad. Además de favorecer el sueño, la práctica del sexo ayuda a mantener una vida activa y saludable. Son muchos los artículos publicados en las revistas más prestigiosas científicas que rematan con esta conclusión.
El binomio sueño y sexo ha tomado fuerza en la investigación científica de la longevidad y el envejecimiento saludable. No obstante, si la vida sexual logra el aprobado en países como España, lo del sueño anda a la zaga. A medida que envejecemos, el sueño se deteriora tanto en cantidad como en calidad, lo que repercute de forma muy directa en el envejecimiento y deterioro del cerebro. El ritmo de la vida nos ha hecho olvidar aquel reclamo por el que tanto peleó el empresario galés Robert Owen en 1817: "Ocho horas de trabajo, ocho horas de recreo, ocho horas de descanso". Fue una de las primeras reivindicaciones laborales en medio de la revolución industrial.
El binomio sueño y sexo ha tomado fuerza en la investigación científica de la longevidad
Hoy el día no está partido en tres, ni siquiera en dos, sino que los tiempos se diluyen y el principal damnificado es el sueño. Durmiendo, nuestro organismo se desintoxica, se repara y genera nuevas células y tejidos. Si quebrantamos el ciclo, enmendar va a ser muy difícil. Ni siquiera dedicándole unas horas extra los fines de semana. La deuda del sueño no se salda, dice el doctor Damien Leger, director del Centro del Sueño y Vigilia de Hospital Dieu, en París. En su opinión, el problema es que las personas que no concilian bien el sueño tampoco lo consiguen durante el fin de semana debido a que las condiciones y el ruido no varían demasiado.
Lo confirma un trabajo realizado en el Laboratorio de Sueño y Cronobiología de la Universidad de Colorado Boulder: el sueño de recuperación durante las jornadas festivas no previene la desregulación metabólica causada por un patrón de sueño insuficiente.
Menos demanda de sueño
A medida que cumplimos años, tendemos a pensar que se reduce la demanda de sueño, pero la realidad es que concurren más dificultades para generarlo. Dormir menos de siete horas o más de nueve, así como el uso frecuente de hipnóticos y tranquilizantes, está asociado a un riesgo mayor de muerte por todas las causas. Es la conclusión principal de un grupo de investigadores de la Universidad Johns Hopkins que evaluó el impacto del cambio en los patrones del sueño en la mortalidad teniendo en cuenta diferentes variables, como la edad, el sexo o enfermedades previas.
La falta de sueño no solo acorta la vida, sino que también la desmejora, al estar asociada de una forma muy directa con la incidencia de demencia. Cabe citar un estudio europeo muy reciente, publicado en Nature, que concluye que una duración menor de seis horas a la edad de 50 y 60 años aumenta un 30% el riesgo de padecer demencia, en comparación con una duración normal del sueño (siete horas) e independientemente de otros factores (sociodemográficos, conductuales, cardiometabólicos o de salud mental).
El sueño es especialmente crucial para la longevidad masculina. "Dormir mal se asocia con una mayor mortalidad y morbilidad. Predispone a la falta de apetito, obesidad y enfermedades cardiovasculares, coronarias y metabólicas. En la mujer, aunque supone cierta ventaja en su supervivencia, aporta más una dieta rica en vitamina B6 y vegetales, de acuerdo con un estudio dirigido por el profesor emérito Mark Wahlqvist, de la Universidad de Monash.
En las últimas etapas de nuestra biografía la vida puede alcanzar niveles de satisfacción insólitos
Podemos encontrar más pistas en la investigación Harvard Study of Adult Development, que desde 1938 examina aquellos indicadores que nos hacen envejecer bien y alcanzar una vida larga y feliz. Su actual director, Robert Waldinger, indica que uno de los secretos, además de no fumar, es el sueño y una buena vida sexual y amorosa. Aunque haya altibajos en la relación, las parejas con un vínculo más estrecho están protegidas contra enfermedades crónicas y mentales.
La gran noticia de este estudio, sin duda el más amplio que se ha realizado sobre el desarrollo humano, es que en las últimas etapas de nuestra biografía la vida puede alcanzar niveles de satisfacción insólitos. Tal es el entusiasmo de sus resultados que lo más sensato va a ser acortar el prime time y confiar nuestra longevidad a las sábanas. La fórmula es infalible: primero sexo y después de este poderoso relajante, un profundo sueño reparador. Y como pauta permanente: comer sano.
Diversos estudios han observado la tendencia rítmica en las etapas del sueño de adultos jóvenes durante la noche. Comienzan con sueño profundo (fases NREM-3 y NREM-4), seguido de un aumento en el sueño REM (cuando es más probable que soñemos) hacia la segunda mitad.En los adultos mayores, este patrón se interrumpe y el sueño general se fragmenta, reduciéndose la cantidad de tiempo de sueño profundo y REM y aumentando el tiempo despierto a lo largo de la noche.
Radiografía de los centenarios en España
No son muchos, pero cada vez son más. En España, los centenarios representan el 0,04% de la población, según los datos de la Fundación Matrix, que avalan que el crecimiento de la población de personas centenarias en España ha sido muy notable en las últimas décadas y se debe fundamentalmente a la reducción de la tasa de mortalidad a edades avanzadas.
De unas 10.000 personas centenarias en 2011 se ha pasado a 17.308 en 2020 (un aumento del 68%), con una tasa de crecimiento exponencial del 5,5% anual, equivalente aproximadamente a 750 más cada año.
Los centenarios no están distribuidos de forma homogénea, por el contrario, hay muchos más en el noroeste que en el sur. As Ermidas, en Galicia, es el pueblo con más centenarios de España.