Javier tiene 9 años y es lo que muchos padres llaman en la puerta del colegio o en el parque un "niño grande". En casa todos pensaban que ese par de michelines que juegan entre sí en su barriga cuando se quita la camiseta no era más que una cosa transitoria; de esas que se van cayendo en la pubertad, como la timidez o la suave voz de los chicos. Sin embargo, la pediatra encendió la alarma. "Le han quitado el pan y los cereales para remediar el sobrepeso", explica su madre.

El efecto ha sido inmediato. Los michelines se han ido antes que la timidez aunque no todos los facultativos ni los pacientes obesos ven bien esta fórmula de aparente éxito: quitar un alimento directamente de la dieta de un niño de 9 años. "La respuesta tiene que ser mucho más global porque restringirle un alimento no es la solución. Hay que ver el error dietético en cada caso, que puede ser lo que coman pero también lo que beban", explica Jesús Javier Díaz, presidente de la Asociación Nacional para Personas Obesas y el Tratamiento de la Obesidad (ASEPO).

De hecho, no todos los pediatras consideran que quitar el pan sea una solución. "En pediatría no utilizamos dietas, sino pautas nutricionales saludables. No hablamos de alimentos "buenos" o "malos" sino de la frecuencia con que se deben ingerir. Los niños tienen que tener una alimentación variada y equilibrada. Supongo que los pediatras que quitan el pan y los cereales es porque ese niño lo está consumiendo en exceso y posiblemente en detrimento de otro grupo alimentario (generalmente la fruta y la verdura)", reconoce la doctora Flavia Torielli, especialista en Endocrinología Infantil del Hospital Quirónsalud Murcia.

Una niña con sobrepeso, haciendo ejercicio en el parque. iStock

En un sentido parecido se expresa la coordinadora del Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría (AEP), Rosaura Leis. "Mandamos quitar alimentos de acuerdo con la pirámide saludable, lo que un niño debe consumir, pero también respecto a raciones y tamaños. Muchas veces cuando el niño llega a sobrepeso es porque está haciendo una mala dieta o porque es una dieta en exceso, con raciones grandes. En el caso de los cereales, deberían de ser integrales". 

Pese a la necesidad de un estudio individual y pormenorizado, la palabra dieta se convierte muchas veces en la fórmula rápida para acabar con un problema que tiene una parte física pero también una parte mental y que exige, por parte del sistema de salud y de las familias tomar conciencia

"Es un problema que no se detecta siempre rápido porque en las familias normalmente cuando el niño o la niña presenta signos de obesidad, los padres creen que eso va a cambiar con el crecimiento, que el metabolismo le va a cambiar y que el niño va a pegar un estirón. Y eso, eso no es cierto", apunta Jesús Javier Díaz.

Dos niños comiendo hamburguesas. iStock

Los tres picos de obesidad infantil

Los expertos hablan de tres periodos críticos para el desarrollo de la obesidad y de sus complicaciones. Uno sería el correspondiente a la gestación y a la primera infancia; el segundo transcurre entre los 5 y 7 años de edad, que también se llama período de rebote de la adiposidad; y el tercer período crítico corresponde a la adolescencia.

Los pediatras aseguran que el sobrepeso que se inicia en esos tres puntos podría aumentar el riesgo de obesidad persistente y de sus complicaciones. "El 80% de los adolescentes obesos se convertirán en adultos obesos", asegura la doctora Flavia Torielli, especialista en Endocrinología Infantil del Hospital Quirónsalud Murcia.

Por eso, aunque no quiere hablar de retirar un producto como el pan a ningún menor, sí que recuerda que es a partir de los 2 años cuando la alimentación se hace menos equilibrada y que la inactividad puede empezar a hacerse un cómodo sitio en el día a día de los pequeños.

Así que se atreve a dar su mejor receta: "Yo he tenido mejores resultados en los niños más pequeños en los que solo les explique a los padres que no puede haber en casa: zumos artificiales, batidos artificiales, bollería industrial y snacks en general. Que esos productos solo deberían ser consumidos de manera ocasional (1 a 2 veces al mes) y el cambio fue notorio".

El presidente de Asepo advierte, además, de que muchas veces "cuando se habla de obesidad es cuando ya hay un estado mórbido y eso crea mucha confusión". "No hay una sensibilización hacia la patología, no se ve el peligro, no se detecta y muchas veces las familias ni siquiera acuden al pediatra con este problema", insiste.

Esta normalización muchas veces del peso de los niños o el tabú de hablar de obesidad infantil ha hecho, entre otros aspectos, que ahora mismo el sobrepeso en menores se haya convertido en uno de los mayores problemas de salud pública en nuestro país, sobre todo tras la pandemia.

España es el tercer país de Europa con más niños y niñas obesos, sólo por detrás de Italia y Grecia

Los datos de la Encuesta de Salud (ESFEC) en población infantojuvenil de la Fundación Española del Corazón (FEC) advierten de que el 29,2% de los niños españoles de entre 1 y 5 años está por encima del peso saludable. Además, un 20,5% ya tiene sobrepeso y el 8,7% sufre directamente obesidad.

Lejos de lo que pudiera pensarse con el mito de la buena comida y los alimentos variados, España es el tercer país de Europa con más niños y niñas obesos, sólo por detrás de Italia y Grecia, curiosamente los países del sur. Y si andamos buscando en el mapa dónde está ahora mismo más implantada la dieta mediterránea entre los pequeños, hay que viajar hasta Suecia para ver a más menores en su peso.

Otros estudios realizados después de la pandemia elevan todavía más la cifra de obesidad infantil y hablan de que "si en 1985, sólo el 15% de los niños españoles presentaba sobrepeso, ahora se llegaría al 40% de los pequeños de entre 6 y 9 años". Casi la mitad de nuestros infantes.

Las piernas de un niño con sobrepeso. iStock

Los pediatras insisten en que es el sistema de salud el que tiene que incidir en esta "pandemia". "La obesidad es una enfermedad y como tal tiene que ser atendida por el especialista que es el pediatra", explica Rosaura Leis.

Y destaca que es clave que el sistema de salud pública haga un seguimiento de los niños no sólo cuando están enfermos sobre todo en los primeros 1.000 días de vida, empezando desde la gestación. "El momento de evitar los problemas de obesidad es en la edad pediátrica. Cada vez hay más prevalencia de obesidad infantojuvenil y cada vez se produce a edades más tempranas y un momento clave para la intervención y prevención son los primeros mil días de vida desde que es feto. Ahí es donde tenemos que hacer especial hincapié", añade la coordinadora del Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría.

"Lo ideal es que todo niño tenga su control de salud anual a partir de los 2 años de vida y detectar precozmente a los niños con riesgo de malnutrición por exceso o defecto. En un estudio realizado en España, en el año 2019, se vio que el 88,6% de los padres de escolares con sobrepeso no lo percibían como tal y el 42,7% cuando se trataba de obesidad. Por eso no podemos confiar solo en la apreciación de los padres", reconoce la doctora Flavia Torielli.

Liraglutida.

Inyecciones

Además del milagro del pan, mucho se habla últimamente de lo milagroso que puede resultar determinada medicación contra la obesidad como la semaglutida. En este caso no está aprobada para menores, todavía, pero sí hay otras inyecciones parecidas, como las de liraglutida, que se ponen en la barriga o en el muslo, una vez al día.

"La liraglutida es parecida a una hormona de origen natural, que se libera en el intestino después de comer. Actúa sobre los receptores del cerebro que controlan el apetito y produce efecto de saciedad, lo que induce a comer menos", añade Torielli.

Sin embargo, todos los expertos coinciden que, cuando se habla de niños, la prescripción siempre se hace en casos extremos, donde no han funcionado otro tipo de cambios, dietas y propuestas, y no para cualquier menor que necesite perder peso.

Estas inyecciones se utilizan en mayores de 12 años cuya obesidad es de riesgo

"No puede utilizarse en cualquier paciente, siempre hay que tener en cuenta los riesgos y beneficios. Se utiliza en los mayores de 12 años cuyo índice de masa corporal es muy elevado y su obesidad es de riesgo, siempre acompañado por una alimentación equilibrada, actividad física y ayuda psicológica", asegura la especialista en Endocrinología Infantil del Hospital Quirónsalud Murcia.

Entre los efectos secundarios que puede producir la liraglutida están las náuseas, vómitos, dolor abdominal, diarrea, estreñimiento, malestar estomacal, sensación de debilidad, cansancio, mareos... 

Cirugía

Los números alertan de que el tercer paso en el tratamiento de la obesidad infantojuvenil, pasar por quirófanos, está aumentando en los últimos años. Muchos hablan de cierta normalización de la cirugía, que ya se practica en muchos hospitales públicos y privados desde hace tiempo, y otros, como Rosaura Leis, aseguran que es una decisión que tiene que estar muy protocolizada y que "si ha aumentado la prevalencia, al menos en la salud pública, será por el aumento de la población con obesidad mórbida".

El cirujano Carlos Sala. Quirónsalud

En la Unidad de Obesidad de Quironsalud Valencia y Alicante cuentan que pasan por el quirófano unos 100 pacientes al año para realizarse este tipo de cirugías y sólo un 5% de ellos son adolescentes. Sin embargo, sí han notado un aumento de las peticiones "sobre todo de adolescentes entre los 16 y los 18 años, muchas veces hijos o familiares directos de pacientes ya intervenidos y que ya saben los buenos resultados de la cirugía bariátrica en un entorno seguro y consolidado", explica Carlos Sala, especialista en cirugía bariátrica y jefe de las Unidades de Obesidad de Quirónsalud Valencia y Alicante, con una experiencia personal de más de 2.000 procedimientos.

"Nosotros consideramos la edad inicial para indicar el tratamiento quirúrgico los 14 años, sin embargo, hay centros de muy alto volumen y monográficos del adolescente (especialmente uno en la India) que realizan esta cirugía a partir de los 8 años de edad. Consideramos que es importante una madurez mínima del paciente, que es difícil encontrar antes de los 14 años. Sin embargo, hemos encontrado adolescentes de 14 años bastante más maduros, informados, conscientes y motivados que algunos adultos", añade Sala.

Expertos y asociaciones de pacientes insisten en el protocolo, en utilizar el quirófano como último recurso y, en el caso de los adolescentes, que sean operaciones reversibles, como defiende Leis.

Sin embargo, la lucha contra la obesidad que afecta a los países más ricos ha terminado por desarrollar una cantidad ingente de investigaciones y nuevas operaciones todas para acabar con esta enfermedad lo antes posible. "Hay infinidad de técnicas quirúrgicas diseñadas para la obesidad, de hecho, cada 5 años aparece una nueva técnica, pero hay que esperar a que pasen la prueba del tiempo para asegurar su efectividad y bajas complicaciones a largo plazo", reconoce el experto de Quirónsalud Valencia.

"En el caso de los adolescentes, la opción del tratamiento quirúrgico debe reservarse como última opción, siempre en el entorno de equipos multidisciplinares. Hay que tener en cuenta que en la adolescencia las comorbilidades de tipo psicológico son más patentes y requieren una mayor atención. Además, en estas edades más tempranas la resistencia a la insulina característica de la obesidad evoluciona más rápidamente hacia una diabetes tipo 2, ya que las células beta del páncreas que son las productoras de insulina se agotan con mayor rapidez que en la edad adulta.", añade Carlos Sala.

Un médico hace un chequeo a un niño con sobrepeso. iStock

En el caso de su hospital, la intervención más elegida es langastrectomía vertical laparoscópica o manga gástrica. Se trata de una operación "que reduce la capacidad del estómago para generar una saciedad precoz y eliminar la sensación del hambre al minimizar la producción de una hormona llamada grelina que se produce mayoritariamente en la porción de estómago que se elimina con la cirugía. Es una técnica muy segura a corto y largo plazo, sin riesgo en nuestra experiencia, y que permite un fácil seguimiento nutricional".

Alberto reconoce que lleva escuchando la palabra dieta desde que tenía 13 años. Ya con 11 años le diagnosticaron sobrepeso en la consulta de su pediatra, aunque en casa, donde tiene antecedentes de familiares con kilos de más, ya venía escuchando eso de "no comas tanto".

"Desde bien pequeño intentan decirte no comas tanto o come más fruta, más verdura, o intentan cambiar un poco los hábitos para que te sientas mejor también. Por eso, en mi familia enseguida buscaron una solución".

"Hay infinidad de técnicas quirúrgicas para la obesidad. Cada 5 años aparece una nueva pero hay que esperar"

Ahora tiene 19 años y hace unos meses que pasó por el quirófano para practicarse una de las dos operaciones más habituales que se hacen en nuestro país, cada vez más, para adolescentes con un historial de obesidad.

"Fue en septiembre de 2021. Yo llegué a pesar unos 116 kilos aproximadamente. Estaba en una época en la tenía bastante ansiedad, siempre tenía ganas de comer. Terminaba de almorzar y ya estaba pensando en qué iba a comer y luego en qué iba a merendar y así no podía seguir. Llegué a un extremo en el que no podía hacer dieta porque cuando llegaba el fin de semana arrasaba. Y dije 'hasta aquí'". Y pasó por el quirófano para hacerse un tubo gástrico.

Este joven valenciano reconoce que la cirugía le ha cambiado la vida y le ha dado la oportunidad de cambiar de hábito de vida con veintitantos kilos menos. "El año anterior, que ya pesaba unos 109 más o menos, estuve toda la temporada jugando a baloncesto y me salió una tendinitis en la rodilla que no se curaba por el sobrepeso y que me impedía jugar. A raíz de la operación, cuando ya pude hacer ejercicio fuerte, enseguida volví y no tuve problemas. Fue como decir 'hostia, puedo volver a hacer el deporte que me gusta'".

El presidente de ASEPO, Jesús Javier Díaz, de pequeño.

Sin embargo, desde la asociación Asepo advierten del cuidado que hay que tener de no "normalizar" estas operaciones. Jesús Javier Díaz sentencia: "La cirugía no cura la obesidad. Si la curara, no estaríamos hablando. Lo que hace es restringirte de una manera drástica que tú por un tiempo comas lo que te dice el médico, lo que no eres capaz de conseguir por tu propia voluntad.

Díaz asegura que "el resultado de que una persona cambie sus hábitos después de una cirugía bariátrica es de un 1 o 2% de los casos de éxito. Para todos los operados no es la solución".

Alberto sabe que el proceso que ha vivido no es fácil pero él ha tenido suerte y los resultados han merecido la pena. Una noche en el hospital, un mes comiendo sólo líquidos y luego poco a poco introduciendo purés, pollo y otras texturas "hasta que ya comes normal".

Lo primero que ha notado después de haberse recuperado de la cirugía es que pesa 89 kilos, 27 menos que antes de pasar por el quirófano, pero sobre todo que ya no tiene el mismo apetito que antes. "Como mucho menos ahora y puedo hacer el mismo ejercicio".

En lo que sí coinciden todos, expertos, pediatras, pacientes, asociaciones... es que la sociedad tiene que ser consciente de que los problemas de obesidad en el primer mundo están adquiriendo tintes pandémicos. "De hecho este año ya habrá más niños obesos en el mundo que malnutridos", advierten los estudios.

"Una vez superada esta pandemia del Covid, no podemos olvidarnos de que hay otras pandemias, de que hay otras patologías que precisan de nuestra atención. Y la pandemia de la obesidad es la gran pandemia que afecta a todas las edades, a todos los países y a todos los grupos sociales", insiste Rosaura Leis.

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