En la actualidad, Carmen Sevilla es, pero no está. La enfermedad del olvido se ha llevado todos sus recuerdos, pero nadie ni nada le puede arrebatar que fuera ‘la novia de España’, al más puro estilo hollywoodiense, como en su momento lo fueron de América Mary Pickford o Julia Roberts. Hoy, la protagonista de Violetas imperiales (1952), cumple 92 años. Ya no reconoce a su hijo, Augusto Algueró Jr (58), quien la visita frecuentemente desde que la ingresaran en el centro de mayores de Aravaca Orpea (Madrid) en primavera de 2015.
Carmen es patrimonio cultural de nuestro país, la personificación de la belleza gloriosa que tiñó de sueños a aquella España de la década de los cuarenta y los cincuenta. Hoy descansa postrada en la cama de uno de los apartamentos privados de la residencia, decorado con esos recuerdos imperecederos que parecen recobrar vida sin que a la actriz se le oiga un suspiro. Está atendida las veinticuatro horas. Además de médicos y enfermeras, en el centro también hay fisioterapia, psicología, terapia ocupacional y servicios exclusivos como peluquería y podología. Como su hijo es consciente de que Carmen siempre fue muy coqueta, por eso se encarga de que siempre la pongan guapa.
El coste mensual ronda alrededor de los 4.000 euros, una cifra que multiplicada por todo el tiempo que lleva ingresada ascendería a 340.000 euros. Pero Augusto Jr. no entra en pánico. Hay fortuna para largo. Se calcula que podría heredar unos diez millones de euros entre los royalties que generan las canciones de su padre, el compositor Augusto Algueró, y las películas de su madre, aunque se desconoce lo que percibe porque la SGAE no proporciona esos detalles.
El caudal económico más abultado proviene de Augusto Algueró, uno de los mejores compositores populares del siglo XX, quien formó un tándem valioso con sus tres letristas principales, Antonio Guijarro, Rafael de León y Carlos Toro. De todos ellos sólo vive Carlos, que escribió los temas de ¡Mamá, quiero ser artista! (1989), la obra cumbre en la madurez de Concha Velasco, para quien Algueró había compuesto La chica ye-ye, su emblema de juventud.
La gran versatilidad de Augusto le convirtió en alguien prodigioso. En un gigante. De tanto en tanto le comentaba que si hubiera nacido en Estados Unidos hubiera sido igual que George Gershwin. Era un pianista, arreglista y músico de primera. Carlos sigue siendo un profesional reconocido por ser el autor de Resistiré (la música la compuso Manuel de la Calva, la mitad de El Dúo Dinámico).
En la trayectoria vital de Augusto Algueró, que heredó la habilidad de su padre, también llamado Augusto, que tocaba magistralmente el piano en los albores del cine mudo, figuran títulos inolvidables para varias generaciones. Ahí están Tómbola de Marisol, Más bonita que ninguna de Rocío Dúrcal, Penélope de Serrat o Noelia de Nino Bravo, además de las bandas sonoras de Las chicas de la Cruz Roja (1958), Canción de juventud (1962), Historias de la televisión (1963) o Cabriola (1965), en la que Mel Ferrer, por aquel entonces esposo de Audrey Hepburn, dirigió a Marisol y Pedro Mari Sánchez.
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Un amigo de Carmen Sevilla que no quiere revelar su identidad admite a EL ESPAÑOL | Porfolio que “todos los derechos que va a heredar Augustito son millonarios. La cifra exacta es imposible de valorar porque se cree que algunos fueron a parar a Nacha, viuda de Augusto, pero no cabe duda de que el hijo podría vivir cómodamente sin trabajar”.
Para muestra, un botón. Carlos Toro Montoro asegura a este diario que “con los derechos de los temas que compuse para Demis Roussos me compré un piso decente por 250.000 pesetas en el barrio del Pilar”. El patrimonio de Sevilla tampoco se queda atrás. Conserva su piso de 220 metros cuadrados en la calle Pintor Rosales, donde también viven Paloma Cuevas y Eugenia Silva, desde el que ve el parque del Oeste y el templo de Debod. Considerada una de las mejores calles madrileñas, el precio de mercado rondaría los 1,5 millones de euros. A eso hay que añadirle lo que la actriz invirtió en diamantes, esmeraldas, rubíes o zafiros, “aunque también es cierto que empeñó algunas joyas –admite el artista musical Hilario López Millán– porque la finca donde se retiró con Vicente Patuel (segundo marido) era un pozo sin fondo”.
Durante trece años, Carmen Sevilla permaneció aislada en esa inmensa propiedad de Herrera del Duque (Badajoz) de donde surgió su comentario cómico, “mis ovejitas”, por la que fue reconocida durante las últimas décadas de su vida. En los ochenta, Carmen y Vicente sufrieron un bache económico importante, por lo que acudieron a Jaime Peñafiel, por entonces director de La Revista, para venderles la exclusiva de su boda. Y eso que no se podían casar porque la intérprete aún no había conseguido su divorcio de Algueró, con quien se casó en la catedral-basílica del Pilar en Zaragoza en 1961. Un acontecimiento de tal envergadura que hasta el Papa Juan XXIII les envió un telegrama.
“A Carmen la conocía de toda la vida –apostilla Peñafiel– y negocié con ella la exclusiva porque todo el mundo la quería al ser la mujer más popular del país. Les adelanté 10 millones de pesetas porque la finca se la iban a embargar. En un momento dad, Vicente me pidió más dinero, vino a mi despacho y puso una pistola sobre la mesa y me dijo: ‘O me lo das más o me suicido’. Fue muy desagradable. Patuel era un tío muy especial. No se habían divorciado y me estaban sacando dinero a mansalva”.
El veterano periodista de 90 años confirma que ha sido la exclusiva más sufrida y trabajada de su vida porque todo se mantuvo en secreto, ni tan siquiera los novios sabían dónde iban a casarse. “No me fiaba de Carmen, de Vicente, de Augustito, busqué a una persona que le hiciera el traje y celebramos la boda en la finca de un amigo mío en Arcos de la Frontera”, matiza Peñafiel. En total, la broma le salió por unos 40 millones de pesetas de las de 1985.
"Cada década teníamos a una Carmen Sevilla distinta que muy pocas actrices han logrado conseguir con perfiles tan marcados durante cuatro décadas", sostiene el biógrafo José Aguilar
Carmen invirtió en un ático enorme en Marbella porque allí solía ir a la Buchinger a adelgazar “pero se escapaba a la casa de Luis Sanz –descubridor de Rocío Dúrcal– donde por las tardes se ponía morada a bocadillos, así que no sé si llegaría a perder cien gramos en la clínica”, afirma entre risas Hilario López Millán, que deja constancia que Carmen siempre vivió muy bien ya que “de soltera vivía en El Viso y cuando se casó con Algueró se mudaron al Paseo de la Castellana”.
A partir de finales de los cuarenta ganó mucho dinero. Pero también es cierto que nunca le faltó de nada porque el padre de Sevilla, Antonio García ‘Kola’ fue compositor de coplas que llegó a colaborar con Rafael de León y cuyos temas cantaron Imperio Argentina, Miguel Molina o Estrellita Castro, madrina artística de la futura actriz. De ahí también cobra derechos Augusto Jr, divorciado de Marta Díaz, con quien tiene dos hijos adolescentes.
La leyenda del Séptimo Arte
De una belleza inenarrable, la cámara se enamoró de Carmen Sevilla enseguida. Por aquel entonces, Cesáreo González era el productor más poderoso del franquismo tras fundar Suevia Films, en la que María Félix fue su primera estrella internacional. El profesor universitario e investigador José Luis Castro de Paz, que coordinó junto a Josetxo Cerdán el libro Suevia Films. Cesáreo González. Treinta años de cine español, comenta a EL ESPAÑOL | Porfolio que “la relación de Carmen con González tuvo varias fases. Primero un contrato firmado en Chicote a principios de los cincuenta por tres películas, Violetas imperiales, Pluma al viento y Gitana tenías que ser por una cantidad que podría superar el millón de pesetas y luego hubo otros contratos para películas concretas como la famosa El balcón de la luna (1962)”.
Para los curiosos, una anécdota. El balcón de la luna, con Carmen Sevilla, Paquita Rico y Lola Flores, es el único filme de la historia del cine en el que los nombres de las tres protagonistas aparecen en forma de aspas de molino en movimiento ya que las tres tenían un ego descomunal y para no resaltar a una sobre la otra, “a Luis Sanz se le ocurrió esta idea”, aclara López Millán. Según Castro de Paz hablar de cifras es arriesgado ya que “no localizamos la documentación de esos contratos en la Filmoteca Española porque todavía los papeles están sin clasificar, así que tuvimos que consultar por medio de catas, dado el total desorden”.
Su encanto al más puro estilo de Lana Turner o Carole Lombard llamó la atención de los productores de Hollywood, sobre todo, cuando intervino en Rey de reyes (1961) con Jeffrey Hunter y posteriormente cuando protagonizó Marco Antonio y Cleopatra (1972) con Charlton Heston, que se prendó de ella hasta la perdición a pesar de estar casado con Lydia Clarke. Él se la quiso llevar a la Meca del Cine, pero no lo consiguió. Lo que sí se llevó fue un mordisco en el labio, porque en una de las escenas de la película el intérprete le dio un beso con lengua.
Los productores de la Columbia le llegaron a ofrecer un contrato de cinco años “pero lo rechazó porque no quería comprometerse a esos niveles -asegura el consagrado biógrafo y periodista José Aguilar- porque no quería aprender idiomas, no le gustaba estar alejada de su familia y sólo salía al extranjero para momentos concretos. Cuando rodó Violetas imperiales (1952) con Luis Mariano, traspasó fronteras, la conocieron en medio mundo. Pero lamentablemente rechazo muchos contratos en Francia e Italia”.
El autor tiene claro que “Carmen se reinventó en cada etapa. Cada década teníamos a una Carmen Sevilla distinta que muy pocas actrices han logrado conseguir con perfiles tan marcados durante cuatro décadas. Fue una pena que Patuel la apartara del cine”.
Pero Augusto Algueró también tuvo algo de culpa. La quería para él. Formaban un dúo artístico formidable. Por eso no la quería dejar escapar. A pesar de los pesares, estuvieron trece años juntos hasta que se separaron en 1974. Lo suyo no fue un camino de rosas, en ciertos momentos porque tal y como recordaba en televisión Blanca Marsillach, cuando Carmen protagonizó con su padre, Adolfo Marsillach, la película El secreto de Mónica (1962), Algueró se situaba tras la cámara para cronometrar la duración de los besos.
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Tal fue el glamour que emitía Carmen que hasta Marlon Brando, Yul Brynner y Luis Mariano se quedaron prendados de ella. Pero Mario Moreno ‘Cantinflas’ fue el que llegó más lejos al regalare un brillante cuyo peso en quilates demostraba su amor por ella, pero Carmen no quería comprometerse. Así que siguiendo el consejo de su amiga Lola Flores terminó por devolverle la joya.
Patuel, el hombre que 'la retiró'
Nadie entendía que estuviera casada con Vicente Patuel porque no sólo la retiró del cine sino que le fue infiel continuamente. Por sus sábanas pasaron Mariví Dominguín -prima hermana del torero Luis Miguel Dominguín, con quien mantuvo una relación-, Bárbara Rey (72), Ornella Mutti (67), Blanca Estrada (72) y Genoveva Noelia Afonso, Miss España 1969 y Miss Europa 1970, a quien dedicó la canción Noelia que cantó Nino Bravo. “Menuda vida me dio Noelia”, aseguraba la intérprete sevillana con cierto desparpajo muchos años después. También confesó que había sufrido dos abortos.
Durante su estancia en la finca de tanto en tanto vendía reportajes a las revistas del corazón, pero se aburría como una ostra. Por eso, cada noche escuchaba el programa de radio satírico de José Manuel Parada con Paco Clavel y Loles León. “Como no dormía se dedicaba a escribirme cartas en las que me ponía ‘desde mi finca de Extremadura con mis ovejitas, qué compañía me haces querido Parada’. Pensé que me gastaban una broma porque era programa con mucho humor en el que recibíamos muchas cartas. Pensé que alguien se hacía pasar por Carmen. No le di importancia. Pero un día en el que me encontraba en mi despacho de la COPE llaman a la puerta y apareció Carmen, bellísima, con visón blanco hasta los pies, que me dijo: ‘¿Por qué no me contestas a las cartas?’. ‘¿En serio eran tuyas?’, le repliqué. Cogió un trozo de papel, lo firmó y exclamó: ‘¿La reconoces?”.
A pesar de que Patuel la ‘jubilara’ de la gran pantalla, no se opuso a que aceptara ofertas para la pequeña. En el fondo, aún necesitaban dinero para mantener la finca. Así fue como Valerio Lazarov contrató a Carmen para presentar el Telecupón (1991-1997) en Telecinco, ya que al matrimonio le pareció bien la oferta de 300.000 pesetas mensuales. En un momento dado, Lazarov les corrigió: “No, no, son 300.000 pesetas diarias”. Con aquel renacer de Carmen, junto a los suculentos contratos publicitarios y el sueldazo de 24.000€ semanales por presentar Cine de barrio (2004-2010), amasó una considerable fortuna.
José Manuel Parada recuerda una anécdota divertida cuando Carmen terminaba de grabar ‘el cuponsito’ e iba a RNE donde el periodista hacía La radio de las sábanas blancas. “Se venía a cenar con Agripina, la señora que la cuidaba, y se volvían locas con los bocadillos de atún con pimiento morrón. Se lo pasaban pipa”, recuerda Parada, quien le envía un abrazo tan fraternal como sincero.
Él fue el demiurgo de Cine de barrio y su primer presentador, por eso lo pasó muy mal cuando Carmen le negaba por activa y por pasiva que no había firmado el contrato con TVE para presentar el espacio. Aquello supuso una ruptura en su amistad, que volvió a fortalecerse durante el velatorio de Rocío Dúrcal en el que la sevillana le pidió perdón.
Varios años después, Parada se percató de que algo no iba bien, tal y como confiesa a EL ESPAÑOL | Porfolio: “Iba a celebrar mi cumpleaños y la fui a recoger en coche a su casa. De repente, me dijo: ‘Ay, Paradita, cariño, ¿por qué hay tantas luces en la calle?’ y le contesté: ‘Porque es Navidad’. A los dos minutos me vuelve a decir: ‘Paradita, ¿por qué hay tantas luces?’ Y así como una veintena de veces”.
Su última aparición pública fue el día que cumplía 81 años. Tras bajarse del taxi, un cámara de televisión le felicitó a las puertas de su piso en Pintor Rosales. Toda España vio que algo pasaba porque la veterana intérprete titubeó a la hora de decir la edad. Se quedó pensativa, dijo ochenta, luego ochenta y… y fue el periodista quien remató con el uno. Ahí despedimos a la mujer, pero el mito es imperecedero.