Imagínese una ciudad sin delincuencia, sin impuestos y con las leyes mínimas que garanticen la convivencia. Donde las regulaciones apenas existen y uno de los estudios de arquitectura más prestigiosos del mundo construye casas modulares. Imagínese que en esta ciudad puede adquirir derechos de ciudadanía a través de una cuota (en lugar de impuestos), que firma un contrato social físico y que apenas cuenta con 2.000 vecinos, todos muy parecidos a usted. Piense en levantarse todas las mañanas y que drones de servicio le dejen la compra y las medicinas en la puerta de casa, que cuando quiera socializar podrá ir a una cantina comunitaria en la que pagará en bitcoin, sin estar expuesto a las políticas monetarias de los bancos centrales. Que caminará rodeado de clínicas genéticas ultra avanzadas, jardines, y espacios urbanos de una limpieza inigualable, sin partidos políticos y sin necesidad de votar a nadie, porque quien gobierna no puede cambiar el contrato que usted ha firmado.
Lo que pudiera parecer el reclamo de una ciudad utópica en un capítulo de 'Black Mirror' se llama Próspera, es real y está en la isla Roatán de Honduras. Se trata de una ciudad libre privada, una de las primeras del mundo de su tipo. Nació en 2017 dentro de una jurisdicción semiautónoma conocida como Zona de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE). Es una polémica figura jurídica creada por el gobierno de Honduras donde, si bien se aplican las leyes del país, todo es un poco más laxo y el rendimiento económico y los derechos individuales son la prioridad, por delante del poder de las instituciones clásicas. La Corte Suprema de Honduras declaró las ZEDEs inconstitucionales este viernes por ocho votos a siete, dejando en un limbo el futuro de la Próspera y otros proyectos similares.
Sea como fuere, la creación de este marco jurídico especial atrajo a grandes nombres de Silicon Valley, visionarios y tecnoutopistas como el fundador de PayPal Peter Thiel; el CEO de OpenAI, Sam Altman, o el anarcocapitalista y nieto de Milton Friedman, Patri Friedman. Invirtieron 120 millones de dólares y contrataron a tres jueces jubilados de Delaware (EEUU) para crear las leyes a medida de su ciudad ideal: la ciudad 'startup' más desarrollada del mundo, sin interferencias gubernamentales ni corrupción.
En el mundo existen más de 5.600 zonas desreguladas como la ZEDE hondureña que alberga a Próspera. Son lugares bajos en impuestos y con su propia jurisdicción, como la City de Londres, países como Mónaco o Luxemburgo, o el estado de Delaware. En España, lo más cercano a esta figura jurídica son las zonas francas que se encuentran en los principales puertos del país.
Pero el objetivo final de los impulsores de Próspera es llevar a otro nivel el concepto de zona desregulada y definir en último término, a través de comunidades similares, un futuro de la humanidad que termine con la organización política, social y económica actual de los estados-nación y su tamaño hiperburocratizado para dar paso a un futuro tecnoutópico y capitalista inspirado en las ciudades-estado griegas: un conjunto de polis que, como empresas, compiten entre sí para ofrecer los mejores servicios a ciudadanos voluntarios.
Como Próspera, en el mundo hay unos 30 proyectos similares. La mayoría se concentran en países en vías de desarrollo como Honduras, Zambia o Filipinas. Atraídos por poderosos inversiones, estos países ceden espacios físicos para que los millonarios del mundo tecnológico puedan experimentar con su modelo de ciudad del futuro.
Todas ellas se encuentran todavía en una fase experimental y viven más en los renders y folletos promocionales que en la realidad. Pero marcan una tendencia que pretende transformar la forma de organizarse y vivir de la Humanidad para siempre.
Ciudades libres privadas
Eduard 'Eddie' Bucher es un estadounidense graduado en economía austríaca por el Instituto Mises. Dirige en la actualidad una compañía farmacéutica desde Valencia y, paralelamente, ejerce como embajador de la Free Cities Foundation (FCF) en España. Representa a una organización global sin ánimo de lucro cuyo fin es promover iniciativas como la de Próspera.
Entre los auspiciantes de la FCF se encuentra, además, Altas Network, la red global de 'think tanks' que promueve ideas de libre mercado y tiene afiliaciones políticas con gobiernos como el de Javier Milei en Argentina y, en España, con las alas más liberales de PP y Vox. Después de pedir autorización a la junta directiva de la fundación, Bucher accede a contestar las preguntas de EL ESPAÑOL.
"La mayoría de los integrantes del movimiento Ciudad Libre están motivados por el deseo de vivir una vida libre y ayudar a otros a hacer lo mismo. En términos de principios, la libertad tiende a ser el principal valor político de los miembros y personalidades destacadas del movimiento. Metodológicamente, el movimiento propugna la convicción de que es mejor establecer alternativas nuevas e innovadoras a las estructuras de gobierno existentes que tratar de cambiarlas desde dentro, capacitando a más personas para que elijan vivir en el sistema que mejor les funcione", explica Bucher.
En la junta de la FCF se encuentra, como principal impulsor, el abogado y empresario alemán Titus Gebel, autor en 2018 del libro Ciudades Privadas Libres (Free Private Cities), donde redefinió el concepto de 'ciudad chárter' del economista y exvicepresidente del Banco Mundial Paul Romer. El modelo que proponía Romer no tuvo recorrido, según Gebel, porque los estados, al final, impiden a terceros desarrollar su propia soberanía dentro de su jurisdicción.
Así, Gebel acuñó el concepto de ciudad privada libre, donde una compañía ofrece a sus ciudadanos seguridad, libertad y derechos de propiedad, además de un marco legal y un sistema de justicia independiente para resolver sus disputas, al estilo de una corte de arbitraje, como un proveedor de servicios a cambio de un pago. Gebel, de hecho, puso en práctica su concepto como uno de los fundadores de Próspera y su primer representante jurídico, de 2017 a 2019.
Además, el alemán es el fundador de una compañía con base en Singapur llamada Tipolis, cuya actividad comercial es ofrecer servicios de gobierno para proyectos de ciudades privadas libres en todo el mundo.
"La 'ciudad libre privada' es un modelo concreto de ciudad libre que se caracteriza por una gobernanza municipal privada basada en un contrato social funcional y legalmente vinculante por escrito, a diferencia del contrato social metafórico que se plantea como hipótesis en la ciencia política", explica Bucher, el embajador.
"Se trata de una jurisdicción especial dentro de una nación anfitriona que goza de mayor autonomía para establecer normas y reglamentos internos. La gestión de la ciudad corre a cargo de una empresa operativa a la que se incentiva para que gestione la ciudad de la mejor manera posible, es decir, para que sea lo más atractiva posible para residentes y empresas. Como la participación es 100% voluntaria, la ciudad sólo puede captar y mantener residentes -y la empresa operadora, clientes- si les ofrece un producto de alta calidad -el conjunto de servicios de gobernanza especificados en el contrato social- a un precio competitivo, en relación con otras opciones", prosigue el embajador.
Comunidades marinas y digitales
En el mundo de las ciudades libres existen diferentes conceptos: las mencionadas ciudades libres privadas, las ciudades 'start-ups', las 'ciudades chárter', las comunidades marinas, las intencionales… Patri Friedman, uno de los inversores de Próspera, inventó previamente el concepto de 'seasteading', basado en construir y habitar comunidades flotantes en mar abierto, lejos incluso de la potencial amenaza de países anfitriones, en aguas internacionales.
Su objetivo ya no era sólo crear un sistema político nuevo, sino la base para el nacimiento de nuevos países con diferentes experimentos paralelos hasta dar con la fórmula correcta de organización social y política. En 2008 fundó el Seasteading Institute, apoyado nuevamente por Peter Thiel, con el objetivo de "establecer comunidades marinas permanentes, autónomas, para la experimentación y la innovación con diversidad de sistemas sociales, políticos, y jurídicos".
Friedman plantea que sus comunidades terminen siendo una autocracia o una especie de dictadura del más apto, con la figura de un CEO-monarca-tecnócrata como administrador de los servicios que se ofrecen a la comunidad. Esta figura tendría poderes casi absolutos y que solo respondería ante su pequeña administración, no elegida democráticamente, sino aceptada voluntariamente por los clientes-ciudadanos.
Pero con la primera comunidad marítima proyectada para abrir en al menos dos años en la Bahía de San Francisco, los ejemplos reales de ciudades libres en funcionamiento distan, de momento, de ser la utopía anarcoliberal que conciben algunos de sus impulsores teóricos. Otro caso es el de Praxis, una ciudad que, de momento, sólo existente en la red, inspirada en el libro The Network State, en el que el gurú tecnológico Balaji Srinivasan hace una propuesta para terminar con los estados-nación.
"Su objetivo es construir primero una comunidad en línea y luego transformarla en una manifestación física. Se conocen pocos detalles públicamente, tanto sobre el marco jurídico de Praxis como sobre su sistema de gobierno interno. No hay motivos para suponer que el equipo dirigente vaya a optar por el modelo de ciudad privada libre, aunque es una opción", explica Bucher al respecto, puesto al día de las diferentes tendencias en este ámbito.
Hay otros proyectos que pretenden acercarse a una utopía tecnológica urbana, como Neom en Arabia Saudí, la ciudad levantada de la nada en el desierto que, previsiblemente, será también una zona económica especial basada en transacciones libres y la sostenibilidad. O Shenzhen, la meca tecnológica china que cuenta con más de 50.000 millonarios y su propia zona de libre comercio, al estilo de la City de Londres.
Pero ambos son proyectos impulsados principalmente por los estados saudí y chino, que distan mucho del concepto que tienen en mente los anarcocapitalistas. "Neom es un proyecto impulsado por el Estado y probablemente se estructurará como Región Administrativa Especial. Aunque aún no están claros muchos detalles que la rodean, es probable que haya muy poca gobernanza privada implicada y, por consiguiente, Neom no se clasificaría como ciudad privada libre", matiza Bucher sobre el macroproyecto Saudí.
No sólo para ricos
Con casos como la Praxis de Srinivasan o los Seasteads de Friedman en una fase todavía teórica, las ciudades privadas libres en funcionamiento son Próspera y una treintena de proyectos en fase embrionaria repartidos por el mundo. El más avanzado, sin embargo, está también en otra ZEDE de Honduras. Se llama Ciudad Morazán. Allí, una comunidad ya vive bajo los principios que inspiran este movimiento, cuyo futuro peligra tras la declaración de inconstitucionalidad de estas zonas.
"Próspera es un modelo híbrido que tiene ciertas características de una Ciudad Libre Privada, pero también incluye estructuras y mecanismos políticos clásicos que no encajan en el modelo. Ciudad Morazán, aunque establecida bajo la misma ley, tiene una naturaleza y una imagen pública completamente diferentes. En términos de población física, Morazán es en realidad más grande que Próspera y se acerca mucho más al concepto de Ciudad Privada Libre", dice Bucher.
Impulsada por un italiano que también dirige una compañía farmacéutica, Massimo Mazzone, Ciudad Morazán cuenta con varios residentes físicos que no encajan con el estereotipo de gran gurú tecnológico californiano registrado exclusivamente como ciudadano digital. El italiano es un convencido anarcocapitalista que, entre sus ideas, está la de franquiciar por el mundo ciudades como Mónaco, como si se tratase de una empresa. Compró 24 hectáreas de terreno en una ciudad preexistente de Honduras, Choloma, de 200.000 habitantes y comenzó a construir.
En 2021 contaba con cuatro almacenes y 64 viviendas, con alternativas residenciales para personas con ingresos de hasta 400 dólares al mes, el salario promedio en la zona. Mazzone construyó su propio sistema de agua y alcantarillado y, dentro de lo que le permite su jurisdicción, conectó la red eléctrica a la infraestructura estatal. Ciudad Morazán está vallada y fuertemente vigilada, en especial, para evitar el contrabando, ya que se trata de una zona aduanera especial.
Contra la imagen de que estas nuevas ciudades son espacios libres de impuestos blindados para ricos, y fuertemente vigilados, Bucher pone a Ciudad Morazán como ejemplo de lo contrario: "No tiene sentido crear nuevos lugares a la medida de los ultrarricos. Ya tienen muchos lugares a los que ir; hay numerosas ciudades e incluso países que se dirigen específicamente a este grupo, y dentro de ellos se pueden encontrar cientos de comunidades cerradas y complejos turísticos privados donde se atienden todos sus deseos. Ya viven mejor que los reyes de antaño y, por tanto, crear algo sólo para ricos no sería tan interesante ni tendría tanto impacto social".
"En cambio, nosotros queremos aprovechar el mercado mucho más amplio de las clases media y baja. Las verdaderas oportunidades están en atender a la población en general, tanto en términos de beneficios económicos como de innovación de soluciones creativas. En cuanto al principio de libertad: Los ricos ya son libres dondequiera que vayan; queremos construir lugares donde todos los demás también puedan ser libres", prosigue Bucher.
Mercado de la gobernanza
Preguntado por los potenciales conflictos de soberanía con los estados de este modelo de ciudad, Bucher responde que lejos de luchar contra el Estado o su soberanía, "estas ciudades sólo pueden establecerse si el estado respectivo las aprueba formalmente (normalmente mediante ley parlamentaria), ejerciendo así los derechos de soberanía del propio estado".
"El establecimiento de una Ciudad Libre Privada es un proceso de negociación y cooperación con una Nación Anfitriona, en el que esta última establece una zona especial o región administrativa que se encuentra dentro de su área soberana, pero que tiene una autonomía interna sustancial. Un concepto similar ya está ampliamente establecido en forma de Zonas Económicas Especiales", explica Bucher.
"Los proyectos más prometedores suelen ser aquellos cuyos líderes encuentran la forma de hacer que el plan de una nueva Ciudad Libre sea una propuesta 'win-win-win' en la que todos ganen: el promotor/operador, el Gobierno de la nación anfitriona y la población local, alineando intereses e incentivos de forma que todos los implicados disfruten de beneficios tangibles del proyecto", continúa.
Bucher también huye del prejuicio que recae sobre los impulsores de este modelo de ciudades como utipistas, y asegura que su propósito "es explorar modelos de gobernanza nuevos y potencialmente superiores para ofrecerlos de forma voluntaria a los individuos que buscan alternativas". "Esperamos mejorar las técnicas de gobernanza y los resultados de algunas formas concretas, pero no existe un sistema perfecto", dice.
En definitiva, esta nueva red de ciudades pretende "ofrecer una alternativa a los sistemas existentes y aumentar la competencia en el 'mercado de la gobernanza'", según Bucher. "El objetivo no es sustituir lo que ya existe, sino ofrecer los mejores servicios de gobernanza concebibles en cada caso concreto en que se utilice un modelo de este tipo, así como servir de caso de estudio en materia de libertad, permitiendo a los estados existentes mejorar su gobernanza en respuesta".
"Como toda innovación, el progreso surge del reconocimiento de las deficiencias de las opciones existentes, en este caso la desaparición gradual de las libertades personales, sociales y económicas dentro de los sistemas políticos vigentes, y del deseo de crear lugares donde la gente pueda llevar una vida más libre y próspera. La idea clave es que la gente acabará yendo a donde mejor la traten", concluye Bucher.