Sostiene Sabina que "lo malo de los besos es que crean adicción". Me temo que depende de qué besos, maestro. Nunca he entendido esa costumbre tan mediterránea, tan supuestamente nuestra, de saludar con dos besos a los desconocidos. Puede que sea producto de mi extrema timidez, pero el mero hecho de asistir a una reunión de trabajo y tener que regalar besos a diestro y siniestro (me da igual que sean hombres o mujeres) siempre me ha resultado, como mínimo, una situación incómoda. Jamás he sido capaz de controlar el rubor que aflora en mi rostro.

Me pregunto quién se inventó esa necesidad vital de repartir besos en las relaciones sociales. Antes de la pandemia, las mujeres en este país estábamos cuasi obligadas a besar ambas mejillas de nuestros interlocutores. Invadíamos o dejábamos que nos invadieran nuestro espacio privado y toreábamos situaciones bochornosas como buenamente podíamos. ¿Quién no ha rozado la comisura de los labios de un desconocido por no saber si empezar a besar por la derecha o por la izquierda? ¿Quién no se ha topado con la nariz de su interlocutor como si fuera un esquimal? ¿Quién no se ha enrollado con las gafas del contrario gracias a la tensión del saludo? Por no hablar de esas personas a las que se les ha caído medio bote de perfume encima [o no se ha echado ni una gota] y al conquistar su espacio personal te provocan cierto vahído incontrolable.

El invadir el espacio íntimo puede producir malestar psíquico, incomodidad e incluso ansiedad

Llevamos 19 meses escondiendo el rostro tras la mascarilla, por mí como si se queda para siempre, pero eso de besar a desconocidos se ha terminado. Fin. No soy la única. Las redes están pobladas de iniciativas que buscan erradicar esta costumbre, algunas aferradas a un supuesto machismo que personalmente me parece rizar el rizo. Tendría que meditarlo. Lo cierto es que si surgen tantas voces deduzco que estamos en el momento justo para evolucionar y renovar esta tendencia.

"Los besos de cortesía son una forma muy peculiar de saludo de nuestra cultura que a mí también me parece inadecuada, salvo que exista cierta relación o amistad previa. Es más conveniente el saludo simple con la cabeza como muestra de respeto al otro, o como hemos hecho hasta ahora, dando la mano. El invadir el espacio íntimo, si no hay bastante confianza, puede producir malestar psíquico, incomodidad, incluso ansiedad", explica José Carlos Fuertes, doctor en Psiquiatría, médico forense y presidente de la Sociedad Aragonesa de Psiquiatría Legal.

La etiqueta social y el protocolo internacional establecen no besar a la persona que acaba de ser presentada. Sin embargo, en la era prepandémica, la globalización había empezado a exportar al mundo anglosajón nuestra cariñosa condición latina.

El famoso beso en la boca de Brézhnev al líder de Alemania Oriental, Erich Honecker, en 1979.

Triple Brézhnev

Siempre ha existido disparidad en la cultura occidental a la hora de utilizar el beso como saludo. En España se regalaban dos besos en las presentaciones, al tiempo que en Latinoamérica lo normal era dar solo uno. En EEUU, Canadá, Reino Unido y Alemania solo se besa a la familia o a los amigos. Los hay o había más generosos, como los franceses y los holandeses que se solían dar tres, los normandos incluso cuatro.

Si hay un beso social histórico que se me antoja inconcebible en el siglo XXI es el Triple Brézhnev. ¿Se acuerdan? Leonid Brézhnev, jefe del Partido Comunista Soviético de 1964 a 1982, tenía la bonita costumbre de dar tres besos: un beso en la mejilla izquierda, otro en la derecha y el último en los labios. Inmortal el pico que en 1979 le endilgó al jefe de la RDA, Erik Honecker, como signo de paz, unidad y amistad entre sus pueblos. Durante su mandato, Brézhnev besó en los morros, entre otros, a Indira Gandhi, Richard Nixon o Yasser Arafat; al tiempo que le hicieron grandes cobras políticos como Fidel Castro, Margaret Thatcher y Nicolae Ceausescu.

Curiosamente, a pesar de la pandemia, no todo el mundo es reacio al retorno de los dos besos sociales. Javier Urra, primer defensor del menor, doctor en Psicología y en Ciencias de la Salud, pedagogo terapeuta y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, que acaba de publicar Fortalecer tu carácter, sostiene que los besos volverán. "Son un hábito adquirido. A las personas nos gustan los besos y los abrazos como forma de relación. Los latinos somos muy sociables y muy de contacto", recuerda.

Dos mujeres se saludan con un beso y los hombres con la mano. iStock

Filematología

Sobre el beso existe hasta una ciencia, filematología la llaman. Según los expertos hay 22 tipos de besos entre los que palpita el amor, la traición o la tragedia. Efectivamente, hay besos que arrebatan los sentidos, besos que enganchan, besos que enloquecen, pero también hay besos misteriosos, errantes y cobardes. Al tiempo que existen besos prohibidos, besos que calcinan y que hieren. Por supuesto, hay besos traicioneros, cobardes, besos malditos, fríos, insensibles, incluso besos que engendran la desdicha.

Charles Darwin ya le dedicó un capítulo al beso en su ensayo La expresión de las emociones en los animales y en el hombre. Casi todos los días, casi todas las personas besamos, pero nunca pensamos en los motivos y las consecuencias. Jesús de la Gándara Martín, en su libro El lenguaje de los besos, nos invita a rastrear el origen de esta conducta. El autor rebusca el origen del beso en los entresijos de la historia, investiga sus riesgos y sus beneficios. "Cualquier cosa antes que trivializar sobre una conducta tan peculiar e interesante. El beso es universal, intemporal, ubicuo y variopinto. No cabe tomarlo a la ligera".

480 besos acortan un día de vida, 2.360 besos nos roban una semana y 148.071 besos significan un año perdido

Según afirma un estudio del Departamento de Psicología de la Universidad de Colorado el beso provoca palpitaciones que hacen que el corazón trabaje cuatro segundos más en tres minutos. Esas estadísticas demuestran que 480 besos acortan un día de vida, 2.360 besos nos roban una semana y que 148.071 besos significan un año perdido. ¡Como para ir regalando besos a desconocidos!

En un beso, depende del tipo, se movilizan hasta 30 músculos faciales, se liberan todo tipo de hormonas, baja la tasa de colesterol y se transfieren millones de gérmenes, bacterias y microorganismos.

"Mucha gente se preocupa por las bacterias y los virus que se pueden intercambiar en un beso, lo cierto es que hay un riesgo más alto de atraparlos con un apretón de manos que con un beso", asegura Sheril Kirshenbaum, en su libro La ciencia de besar.

No cabe duda de que besarse consolida los vínculos amorosos y la intimidad, pero aún no se sabe por qué besar hace que las personas se sientan más unidas. "La distancia física provocada por la Covid-19 nos ha suscitado cierto alejamiento emocional, una mayor frialdad afectiva y una forma diferente de relacionarnos menos espontánea. Es lo que tanto han criticado los mediterráneos de los nórdicos y anglosajones... pero esos cambios psíquicos serán progresivos y pueden ser reversibles. Lo que está demostrado es que los abrazos, los besos, el contacto físico en general, producen cambios en la neuroquímica cerebral y en la liberación de hormonas que aumentan el apego y el vínculo entre las personas", matiza Fuentes.

Cuando salimos del confinamiento anhelábamos cosas tan sencillas como los abrazos y besos robados, aquellos que no entregamos a las personas amadas, a las que perdimos. Gracias a las mascarillas en estos 19 meses hemos aprendido a hablar con los ojos. ¿Por qué no vamos a poder besar con la mirada? Lo del beso social no es baladí, es algo baldío, insustancial, incómodo. Votemos por el adiós al besuqueo formal.