El 6 de febrero es una fecha agridulce para la reina Isabel II (95), la más longeva de la historia británica. Es una fecha triste, porque tal día como hoy hace 70 años falleció prematuramente el rey (1895-1952), pero también digna de celebración, porque en ese mismo momento ascendió al trono. Sin embargo, los festejos para conmemorar este señalado aniversario serán en junio y este domingo Isabel II pasará el día en Sandringham House en privado, rodeada de los suyos y con la ausencia por primera vez de quien fue su apoyo incondicional durante 73 años, Felipe de Edimburgo.
Dieciseis meses después de la muerte de su padre y de su proclamación como reina, Gran Bretaña coronó por fin a su nueva soberana en 1953. Se elaboró un menú a la altura, uno de cuyos platos se incorporó a la gastronomía británica por su sencillez y su sabor: el pollo de coronación. Este sábado 5 de febrero, la víspera de su jubileo de platino, Isabel II ha tenido un emotivo encuentro con una de las personas que contribuyó a perfeccionar la receta, la entonces estudiante de cocina Angela Wood. Ha sido en el evento con más invitados al que la monarca ha asistido desde que en noviembre de 2021 se anunciara que sus apariciones se iban a reducir por motivos de salud. Un acto de una reina divina que supone todo un golpe popular.
El aspecto de la reina es inmejorable para su edad. Según The Guardian, acudió al salón de baile de Sandringham House, donde tuvo lugar la recepción, apoyada en un bastón, pero muy sonriente y participativa. Además de con la cocinera Angela, la soberana departió con otros representantes de entidades locales, con quienes compartió una tarta - la llamada Victoria sponge cake- decorada con el símbolo del jubileo.
Este viernes, Buckingham Palace distribuyó también un vídeo de la reina, en el que Isabel II repasaba junto a su perro Candy fotografías de jubileos anteriores. También leyó algunas de las felicitaciones que ya habían empezado a llegar al castillo de Windsor, como las de su súbdito de 9 años Chris, que le mandó la receta para la reina perfecta: 500 ml. de sangre real, un toque de joyas y vestidos elegantes y un puntito de lealtad. "Esto es bastante divertido, ¿no?", dice la reina a la cámara.
Este mismo sábado, además de reunirse con los vecinos de Sandringham, Isabel II hizo público un revelador mensaje en el que aborda el inevitable futuro de la monarquía cuando ella falte. En él, el deseo -y convencimiento- de que el pueblo apoye a su hijo el príncipe Carlos cuando éste sea rey. Pero la monarca menciona también a su nuera. "Es mi deseo sincero que, cuando ese momento llegue, Camilla sea conocida como reina consorte mientras continúe con su leal servicio", concluye.
En cuanto a imagen se refiere, la reina Isabel es la que sale mejor parada de todos los Windsor vivos. Y no digo que esta opinión que mantienen, sobre todo, los británicos, no sea bien merecida. Después de todo, Isabel II es una imagen global que traspasa las fronteras, y es seguida por diferentes generaciones alrededor del mundo. Sin embargo, una conversación que mantuve hace unos meses con una persona, ya mayor, muy próxima a la reina que tuve el placer de conocer en Windsor -aunque no voy a decir quién es porque no me deja, y porque tampoco es relevante aquí-, ha sido de gran utilidad para realizar su perfil más íntimo. El resto de datos los he analizado a partir de sus comunicados, informes financieros, su firma y los archivos reales de Windsor, custodios de muchos secretos.
I. La reina narcisista
Elizabeth Alexandra Mary, de carácter fuerte, poco empática, hasta el punto de parecer indolente, no asistió nunca al colegio. Fue educada por una institutriz, y aconsejada por el mismísimo Winston Churchill, desde que se supo que sería heredera al trono.
Lilibet, como la llamaba su padre, el rey Jorge VI (1895-1952), fue criada en el sentido del deber y recibió una enseñanza en la que los sentimientos personales no debían contar. Fue educada para censurar sus propias emociones, lo que ha provocado que no distinga los sentimientos de quienes la rodean. Para ella, los sentimientos, tanto propios como ajenos, son invisibles. Ese es el principal motivo por el que la reina no altera nunca su estado de ánimo.
Desde pequeña sufrió el 'síndrome de hiperresponsabilidad'
El afán de su padre, o más bien de los que aconsejaban al rey, por preparar de forma rápida y adecuada a una digna sucesora, causó sus estragos en una niña que desde pequeña sufrió lo que podríamos llamar síndrome de hiperresponsablilidad. Sin duda, fue un escenario mal gestionado por la noticia de la inesperada subida al trono de su padre (1936), tras la abdicación de su hermano, el rey Eduardo VIII (1894-1972).
Con apenas diez años, Lilibet tenía que ser responsable y someterse a una cadena de exigencias donde a cada momento se enfrentaba a un nuevo "tengo que", "debo de", o "necesito que". Un código social que le exigía cada vez más que se mantuviera impecable, y al mismo tiempo la alejaba de sus necesidades como niña. Estos excesos, extendiéndose en el tiempo, fueron desencadenando un cierto desequilibrio en su preparación como adulta, y provocaron serias dificultades en la comunicación familiar y también en la interpersonal.
Todo el conjunto vivido por la reina en su infancia ha tenido consecuencias psicopatológicas y psicosomáticas que han desencadenado en una conducta excesiva y, posiblemente, desgastadora para los más cercanos. Al exigirse tanto, también se lo exige a los demás, haciendo difícil que las personas estén a la altura de sus expectativas.
Tanto la Isabel adulta como la Isabel reina tienen necesidad de ser admiradas y de destacar frente a los demás. A simple vista podríamos pensar que es inherente a su cargo, pero no es así. Un ejemplo claro lo viví cuando investigué la muerte de la princesa Diana (1961-1997) y descubrí los celos que la reina llegó a manifestar por la atención popular que recibía la princesa, y su miedo a quedarse en un segundo plano, unas características propias de una personalidad narcisista.
Necesita ser vista
Sus trajes, de colores llamativos y los adornos que siempre lleva, son una consecuencia de querer ser vista, de no pasar inadvertida.
El juez que habita dentro de ella la continúa reprendiendo y eso hace de espejo hacia los demás, hacia sus hijos. No ha sido una buena madre; ha sido una madre indiferente, que no le ha importado sacrificar su vida familiar para ejercer de reina y, por tanto, sacrificar también la de sus hijos. Siempre en nombre del deber, de ese deber que le inculcaron en la infancia.
Análisis de su firma
- Firma con su nombre y no con su apellido, dando una clara importancia a su persona y no a la familia.
- Termina con una "R", haciendo referencia a la palabra reina en latín y volviendo a ignorar la "W" de Windsor, el apellido de la familia.
- Suele firmar en el centro, lo que muestra una personalidad distante y observadora.
- Subraya su nombre y no lo tacha. Se importa. Le gusta el reconocimiento.
- Predominan las líneas rectas, señal de disciplina.
- Claridad en la escritura, lo que refleja el mismo rasgo en las ideas.
II. La reina empresaria
Isabel II es la mayor terrateniente del mundo, aunque la mayor parte de sus propiedades lo serán únicamente durante su reinado. Nominalmente, posee aproximadamente una sexta parte de la superficie del planeta, y su mayor extravagancia ha sido comprar un McDonald’s.
Dicen que el marido de la soberana, el duque de Edimburgo, denominaba a la Casa The Firm (la empresa, en inglés). "No somos una familia, somos una firma", decía. Y lo son. Son un negocio con un patrimonio de 40.000 millones de libras esterlinas (47.000 millones de euros), según los datos de la web Statista.
Quizás por eso, Isabel II mantiene muy presente a uno de sus principales socios ahora mismo en todas sus decisiones y hasta en el discurso de Nochebuena de este año ha aparecido con el mismo broche de zafiros que lució en su luna de miel, en 1947, y con una foto de su aniversario de bodas, en 2007, donde también lo llevaba.
Su empresa familiar, que opera bajo el nombre The Crown State, aglutina castillos, palacios, asesores de comunicación, lacayos, jardineros, secretarios privados y todos los cisnes del Reino Unido. Solo en el palacio de Buckingham hay más de 400 empleados.
Isabel II es una marca poderosa y ella es consciente de ello. Le gusta.
McDonald's en Oxfordshire
La reina Isabel II posee un McDonald's, en el que incluso puedes pedir desde el automóvil. Estas son sus peculiaridades:
- Queen's McDonalds tiene sofás de cuero, menú digital, sillas Eames, suelo de madera y servicio en mesa.
- Está ubicado en el parque comercial Banbury Gateway.
- Los terrenos donde se ubica el centro comercial son parte de The Crown State, propiedad que la soberana pasará directamente a su heredero al trono.
III. Madre poco implicada
Digamos que el núcleo duro de la familia real, esto es, padres, hijos, nietos... no mantienen, ni de lejos, lo que nosotros entendemos como relación familiar. Para empezar, no se comunican entre ellos. Se comunican, claro, pero lo hacen a través de secretarios privados, incluso en los temas personales como podría ser una invitación a tomar el té o a cenar. El asunto funciona más o menos así: si la iniciativa parte de la reina, ésta escribe una nota con su membrete y se la entrega a su secretario, que a su vez tendrá que llevarla al secretario de quién corresponda la invitación. La respuesta se hará a través del mismo método.
Algunas series para televisión, y diferentes ficciones, muestran a unos hijos, todavía pequeños, dirigiéndose a su madre como mam [mami, en inglés]. Nada de esto es cierto. La realidad es que los hijos de la reina han tenido que dirigirse a su madre como "majestad" y solicitar cita previa para hablar con ella.
Los lazos familiares quedan en un segundo plano. El deber y los negocios son lo primero en la familia
IV. Cómo es ahora
Está convencida de que su ascensión al trono fue gracias al poder divino, que fue elegida por Dios y que, desde ese momento, dejó de ser una persona normal -así se lo habían hecho creer- y se convirtió en un ser "divino".
Por ese motivo nunca ha dado la mano sin guantes, no cedió ante los imperativos del duque de Edimburgo sobre el orden de los apellidos en su descendencia, ni al primer amor de su hermana Margarita, ni tampoco al de su primogénito Carlos con Camila. Es conservadora y tradicional. Nunca altera su estado de ánimo. Es autoritaria y nunca duda, porque eso le parece una debilidad. Siempre guarda las distancias con sus jefes de Gobierno y apoya a todos independientemente de sus tendencias políticas. De hecho, los políticos no le importan, sabe que van cambiando. Nunca se implica cuando hay conflictos; los conflictos inseparables al poder le ponen de muy mal humor.
Las mayores contradicciones las ha recibido de sus hijos. Le perturban los escándalos mediáticos a los que la han sometido Carlos, Ana, Andrés y, el que menos, Eduardo.
Es de ideas fijas, y nunca hace cambios en su agenda. Sus vacaciones siempre siguen el mismo patrón, sobre todo, las de Navidades y las de verano. Las primeras tocan en Sandringham House, su casa de campo de 32 km cuadrados. Allí acude desde que murió su padre en 1952 y se queda hasta febrero, pasado el aniversario de su muerte. Las segundas son en el Castillo de Balmoral. Ambas de su propiedad -no forman parte de los bienes del estado-. Sin embargo, lleva dos años sin pasar estos días navideños en el campo puesto que las pasadas fiestas se quedó junto a su esposo en el Castillo de Windsor, debido a la pandemia, y para este 2021, los médicos le han aconsejado quedarse en casa.
Según las fuentes más cercanas, la monarca prefiere pasar más tiempo con sus perros y sus caballos que con su familia, y así lo demuestra habitualmente.
V. La sucesión: ¿abdicará?
Hay una pregunta que siempre queda en el aire, sobre todo ahora que se especula con el estado de salud de la reina. El príncipe Carlos, el heredero, el eterno aspirante, ya ha superado la edad de jubilación. La pregunta es: ¿abdicará la reina? La respuesta es no. No es propio de un perfil narcisista. La obstinación de la reina no lo haría posible. "Estoy aquí para servir", dijo en su juramento durante la coronación, y ese compromiso lo hizo con Dios.
Si su estado de salud empeora, se buscará una regencia hasta el día de su muerte, pero abdicar, no lo hará. Ya veremos qué sucede después de que Isabel II muera, porque el suyo es un reinado difícil de superar en todos los sentidos.
*Concha Calleja es periodista y autora de varios libros de la familia real británica, como 'Diana de Gales, me van a asesinar', 'El triunfo de Camila' y 'Diana. Réquiem por una mentira'.
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