Despertaba la semana con el striptease patrimonial de Felipe VI, que revelaba que su fortuna está compuesta por 2.267.942,80 euros en "depósitos en cuentas corrientes o de ahorro y valores representativos de la participación en fondos propios de cualquier entidad" y otros 305.450 euros en "objetos de arte, antigüedades y joyas de carácter personal" que han sido tasadas.

El Rey desnudaba su patrimonio personal justo cuando se cumplen 100 años de la poco conocida foto de las Hurdes, aquella en la que su bisabuelo Alfonso XIII se dejó retratar tal y como vino al mundo acompañado por Gregorio Marañón, doctor personal del monarca, en su histórico viaje a la paupérrima comarca de Extremadura.

Alfonso XIII visitó la región más subdesarrollada de la España de principios del siglo XX entre el 20 y el 24 de junio de 1922. Fueron cinco días de viaje en los que el monarca conoció en vivo los problemas sanitarios de una región en la que sus habitantes vivían en cabañas en las que cohabitaban con sus animales. Su nieto Juan Carlos I y su mujer, Sofía, repitieron el viaje 76 años después, a unas Hurdes que no tenían nada que ver con las que visitó Alfonso XIII. 

Alfonso XIII en las Hurdes, mientras realizaba el reparto de alimentos. Pepe Campúa campuafotografos.es

Una imagen de Las Hurdes que visitó el Rey. José María Campúa

Marañón, toda una autoridad mundial en endocrinología, fue el responsable de esta visita. El galeno ya había visitado la zona para redactar una Memoria sanitaria sobre el estado de Las Hurdes. Diagnosticó la expansión masiva del paludismo y el tifus, enfermedades propiciadas por la insalubridad de las aguas, la falta de higiene y las miserables condiciones de vida de los jurdanos. El Rey quiso ver con sus propios ojos aquella indigencia de sus habitantes, bautizada por la prensa de la época como "caricaturas de hombres dominados por el hambre". El viaje, a pesar de las penosas circunstancias, estuvo preñado de anécdotas como la de la foto del desnudo real en el río Los Ángeles.

"¡Ven Pajarito!, que vas a hacer una fotografía que no me ha hecho nunca tu padre", le espetó el rey a José Demaría Vázquez (Campúa), el fotógrafo de 22 años que pudo hacer ese viaje gracias a que ganó un sorteo entre los reporteros gráficos. Ante el asombro de la comitiva, Alfonso XIII se quitó el pantalón y la camisa; completamente desnudo invitó a meterse en el agua a todos los miembros de su séquito. Solo Marañón le hizo caso. Más pudoroso que su majestad, en calzoncillos se metió en el río, el Rey el echó el brazo por encima del hombro y Campúa disparó".

"¡Ven pajarito', que vas a hacer una foto que no me ha hecho nunca tu padre!

Alfonso XIII

Las imágenes del viaje que captó Campúa se publicaron en revistas como Nuevo MundoMundo Gráfico o La Esfera. Apunta el periodista Chema Conesa: "En los periódicos de la época no existía el fotoperiodismo y probablemente ese trabajo no supuso un revulsivo en su figura como profesional de la imagen".

Portada del libro ilustrado con la imagen del Rey desnudo. Campúa

Campúa hijo -hubo un Campúa padre del que heredó el oficio de la cámara- fue un fotógrafo que trabajó para el Rey, para la República y para su presidente, Alcalá Zamora. "Técnicamente fue un profesional muy bueno y honesto al que la ideología le colocó en el bando de Franco y con la llegada de la Democracia se le hizo de menos", resume Conesa, director de la colección de libros de bolsillo de La Fábrica que ha editado un libro sobre su obra.

El legado de aquel Pajarito, bautizado así por su majestad porque era un joven enjuto anticipado por una nariz aguileña, es lo más parecido a un cubo cuyas caras ofrecen percepciones contrapuestas. Retratista de reyes y estrellas de la cultura, fue también reportero de historias callejeras y, sobre todo, fotógrafo de campo de Franco.

"Campúa hacía retratos de cámara, estaba cerca de Franco en todos sus actos. Paradójicamente, aunque el Caudillo represalió a los Alfonsos, los llamaba puntualmente para que firmaran retratos oficiales. Yo no he visto fotos posadas de Campúa y sí de Alfonso", matiza Conesa consciente de que mucha de su obra se esfumó en la contienda española.

Franco a bordo del yate Azor. Campúa

Las manos de Francisco Franco fotografiadas para un estudio grafológico, marzo de 1954. Campúa

En plena República, Campúa ingresó en la Falange Española, seducido por lo que él sintió como un impactante discurso de Primo de Rivera. Al poco de comenzar la Guerra Civil la oficina de los Campúa fue asaltada. A su padre lo encarcelaron en una checa y cuando lo soltaron fue asesinado por la espalda. Esa tragedia marcó la vida del fotógrafo que logró huir a Francia para más tarde entrar de nuevo a España por San Sebastián, desde allí siguió el avance de las tropas de Franco por Bilbao, Oviedo, Teruel, Barcelona y finalmente en Madrid.

Su estrecha relación con el dictador le convirtió en el programador de las películas que veía Franco en el palacio de El Pardo. Sí, los Campúa además de fotógrafos fueron cineastas. Juntos le dieron el primer empujón a la industria del cine en España. El hijo llegó a ser dueño del cine Palacio de la Prensa, en la Gran Vía de Madrid, incluso inauguró otros tres en la capital y uno en Barcelona. Fue el empresario que trajo las películas de Walt Disney a España, razón por la que viajó en numerosas ocasiones a EEUU para tratar con el fundador de la factoría.

Campúa en su estudio de Madrid en 1942.

¿Qué fue de la imagen de Alfonso XIII?

A pesar de que Campúa entregó en mano al Rey los negativos originales y una copia de la foto, no pudo evitar que el despelote real se divulgara durante la República, tampoco eludió que la imagen llegara a manos de la Gestapo y de ahí hasta el Generalísimo. "No sé cómo llegaría a manos del Caballero Audaz -pseudónimo del periodista José María Carretero Novillo- en tiempos de la República. El caso es que la publicó en la portada de un libro. ¡En fin, más vale no hablar de eso!", confesó el fotógrafo en una entrevista al diario Pueblo.

El libro al que se refiere Campúa es ¿Alfonso XIII fue buen rey? (1934) firmado por Caballero audaz. Cuenta la leyenda que esa imagen del Rey en pelotas ocupó la portada del libro. No es verdad. Lo de Caballero audaz fue uno de los primeros y espléndidos golpes de marketing del siglo XX. Todo un reclamo publicitario.

Caballero Audaz.

Al abrir el libro, en la página donde debería incluirse la susodicha foto, el autor, más sagaz que audaz, mostraba una nota aclaratoria donde se explicaba al incauto comprador que había omitido la imagen para evitar todo tipo de sensacionalismo. Al pasar la hoja se incluía un formulario para aquellos lectores que quisieran recibir la foto en su domicilio, por supuesto, previo pago de los gastos de envío.

Caballero Audaz o Carretero Novillo fue uno de los escritores más populares de la primera mitad del siglo XX. No en vano, vendió en vida más libros que cualquiera de sus contemporáneos de las generaciones del 98 y del 27.

La supuesta inclusión de la foto de Alfonso XIII desnudo en el libro de Caballero Audaz fue una exitosa acción de 'marketing'

Su primera exclusiva fue el reportaje de la bomba de Mateo Morral en la boda de Alfonso XIII, aquella que el anarquista lanzó desde un balcón contra la carroza real camuflada en un ramo de flores. Tenía 15 años y ya trabajaba como aprendiz en la redacción de El Globo. Aquel día, mientras los redactores veteranos fueron enviados al Palacio Real y a la Basílica de San Jerónimo, él joven becario fue destinado a cubrir el recorrido de la comitiva real, con la inmensa fortuna que el intento de asesinato real le convirtió en el protagonista del día.

Atentado perpetrado por Mateo Morral.

Bautizado así por la viuda de Canalejas, Carretero utilizó este seudónimo para que no se supiera que sus artículos en La Esfera y Mundo Gráfico y sus escritos venían de la misma mente. Maestro de la entrevista, por su pluma pasaron grandes personajes de la época como Pablo Iglesias, Benito Mussolini, Trotsky, Galdós, Valle-Inclán, Unamuno, Emilia Pardo Bazán, Falla, Pastora Imperio, Ramón y Cajal, Manolete y Hitler, entre otros.

Jamás se alineó con el poder. Fue republicano durante la monarquía, echó de menos la monarquía durante la República, y acabó simpatizando con Franco durante la Guerra Civil. Sin lugar a dudas, también tuvo problemas con Franco cuando la Delegación Nacional de Propaganda censuró su novela erótica La mujer prohibida.

En manos de Azaña

Al final, entre tantas idas y venidas, el desnudo de Alfonso XIII pululó por muchos hogares españoles durante la II República. Fue protagonista de un sinfín de comentarios, justo en la época en la que el nudismo había entrado en España de la mano del movimiento anarquista.

La imagen acabó en las manos de Manuel Azaña, presidente de la II República y, finalmente, a éste se la expolió la Gestapo. En un claro gesto de amistad, las autoridades nazis entregaron el retrato del rey campechano a Francisco Franco que, al parecer, se encargó de que desapareciera de la circulación. Y lo consiguió. Cien años después, ni siquiera el gran Chema Conesa sabía de su existencia. "Yo personalmente no he visto nunca una foto de Campúa con Alfonso XIII desnudo. ¡Qué historia más interesante!", confiesa.

Azana

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