La mañana del 15 de septiembre de 1916, en plena Primera Guerra Mundial, un ensordecedor y desconocido ruido comenzó a escucharse durante la Batalla del Somme. Procedía de las trincheras británicas y los alemanes no sabían a ciencia cierta qué era aquello. Súbitamente, una mole de acero de casi 30 toneladas, surgió de entre el barro hacia las líneas germanas, disparando sus tres ametralladoras y sus dos cañones, haciendo trizas las defensas alemanas. Se trataba del primer carro de combate moderno, el británico Mark I, una revolución tecnológica que resolvió el problema de cómo cruzar "la tierra de nadie" entre trincheras enemigas, además de cambiar el curso de la Primera Guerra Mundial, ya que apareció cuando los alemanes aún no poseían tanques.
Estas nuevas máquinas fueron denominadas inicialmente “buques terrestres”, pero para preservar el secreto, a los primeros prototipos se les llamaba “depósitos de agua”, motivo por el que los trabajadores ingleses que lo fabricaban comenzaron a llamarlos tanques, nombre que se ha mantenido hasta nuestros días.
El carro de combate nació como solución a la problemática de avanzar bajo fuego enemigo, una idea, la de utilizar algún tipo de construcción móvil como protección, que es considerablemente antigua. Los griegos construían grandes torres de asedios conocidas como helepolis, los asirios usaban barreras móviles para sus arqueros, los romanos utilizaban torres con ruedas y armadura a las que instalaban catapultas e incluso el legendario Leonardo da Vinci diseñó un vehículo de combate blindado propulsado por hombres y equipado con cañones.
Tras el nacimiento del Mark I, los blindados evolucionaron de manera exponencial y aquellos enormes monstruos de acero que eran pesados, lentos y poco mortíferos han llegado a convertirse en ágiles máquinas acorazadas que no se parecen en nada a la mole quelos británicos estrenaron hace 107 años.
Los tanques de los dos bandos
Tras estallar la Guerra Civil española apenas había en nuestro país algunos viejos y oxidados carros de combate Renault FT-17, veteranos de África que, además, fueron destruidos o saboteados poco después del inicio de la contienda. Así que los dos bandos dependían de la ayuda externa para disponer de vehículos blindados.
La Alemania de Hitler puso a disposición de los sublevados 122 Panzer I, un carro ligero que pesaba cinco toneladas, con un blindaje de 13 milimetros, una tripulación de dos hombres, equipado con dos ametralladoras y que era empleado por los nazis para dar entrenamiento a la dotación de sus blindados, los de verdad. Porque aquellos Panzer I, más que carros de combate eran carretillos de entrenamiento, pero en aquella época, era lo mejor que los sublevados habían conseguido. Al menos tenían algo.
La Italia de Mussolini también hizo llegar a sus aliados 149 Fiat L3/33, una tanqueta que tenía una tripulación de dos hombres protegidos por un blindaje con un espesor de 12 milimetros y armada con dos ametralladoras o un lanzallamas.
Por su parte, la Unión Soviética envió a los defensores de la República 281 de sus famosos T-26, armados con un cañón de 45 milimetros, una ametralladora de 7,62 milimetros y un blindaje de 16 milimetros, que demostraron una enorme superioridad ante los blindados alemanes e italianos, pero que los soviéticos no permitían utilizar si sus tripulantesno pertenecían al Partido Comunista. Por ello, pese a la abundancia de estos sofisticados vehículos de guerra, la burocracia soviética impidió en muchos casos el acceso al bando republicano para tripularlos.
No obstante, los T-26 se convirtieron en una pesadilla para los sublevados al inicio de la Guerra Civil hasta que estos obtuvieron superioridad aérea. Mientras eso no ocurría, los altos mandos del Ejército sublevado llegaron a ofrecer suculentas recompensas en metálico por cada tanque soviético capturado, una táctica que funcionó extraordinariamente bien, ya que pudieron hacerse con los suficientes como para formar una unidad independiente y los que no fueron destruidos se mantuvieron en servicio hasta mediados de la década de 1950.
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Viendo que la potencia blindada del Ejército franquista era inferior, un capitán de artillería que estaba al mando de la Unidad de reparaciones de carros de combate, Félix Verdeja Bardales, decidió solucionarlo. Con su experiencia en el trabajo de reparación de tanques y sus innatas capacidades para la mecánica diseñó el que decía que era el proyecto definitivo de blindado español. En octubre de 1938 presenta su informe y diseño que es aprobado por el Estado Mayor bajo el nombre de Verdeja.
El Verdeja, el tanque de Franco
Con el visto bueno del Estado Mayor, se procedió a la construcción de un primer prototipo en Zaragoza, en la base de Cariñena donde, debido a las carencias tanto técnicas como humanas, solo podían emplear los limitados recursos de sus talleres y piezas de otros blindados que habían causado baja. Y todo ello, sin dejar de atender la tarea más prioritaria que tenían aquellos talleres: la reparación de blindados del Ejército franquista. Todos estos factores provocaron que el Verdeja fuera una suma de componentes de carros de combate en servicio, excepto el tren de rodaje, que era propio.
El blindaje era de 16 milimetros tenía un cañón de 45 milimetros procedente de los T-26 rusos, dos ametralladoras MG-13 de los Panzer alemanes, un motor Ford V8 modelo 48 de gasolina utilizado en turismos y una caja de cambios originaria también de los blindados alemanes, todo ello con tan sólo seis toneladas de peso. Era un auténtico Frankenstein blindado 100% español que combinaba la extraordinaria potencia de fuego soviética con la movilidad de los blindados alemanes.
El prototipo se acabó a principios de 1939 y fue puesto a prueba en el campo de maniobras frente a los Fiat, los Panzer y los T-26, saliendo victorioso en todos los enfrentamientos. Diez días después volvió a repetir idéntico resultado ante el general Franco, que dio su autorización para que se dispusiesen los medios técnicos e industriales necesarios para iniciar el proyecto del Carro de Combate Verdeja n.º 1.
El capitán Verdeja fue destinado a Bilbao para terminar el proyecto y organizar la producción. Los planos definitivos estuvieron terminados a principios de noviembre de 1939 y Verdeja plasmó en ellos todo lo aprendido en el viaje que había realizado en junio de 1939 visitando fábricas de blindados y escuelas de artillería y carros de combate por toda Alemania.
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Más prototipos
El segundo prototipo, el Verdeja 1, se terminó de ensamblar en agosto de 1940 y fue puesto a prueba en el campo de maniobras y tiro del Polígono de experiencias de Carabanchel. Los resultados fueron plenamente satisfactorios, superando con creces al T-26 soviético, disponiéndose la constitución de una compañía anónima de carácter mixto para la construcción de carros de combate, en la cual Verdeja fue designado como integrante de la Junta de Administración.
Se aprobó la construcción de 1.000 unidades, pero la debilidad de la industria española provocó que el proyecto nunca llegara a buen puerto. Se habrían necesitado más de cinco años para completar la producción de 1.000 tanques cuando Alemania podía producir 4.000 en un sólo año.
A pesar de todo, el capitán Verdeja no se detuvo e ideó una nueva versión de su carro, el Verdeja n.º 2, basándose en las enseñanzas que estaba proporcionando la Segunda Guerra Mundial, y que mejoraba sustancialmente su anterior diseño ya obsoleto.
Sus especificaciones técnicas se terminaron a finales de 1941, no obstante, el proyecto no sería aprobado hasta julio de 1942. El primer prototipo del Verdeja 2 se terminó de fabricar a finales de 1944, lo que provocó que naciera ya sin futuro. En 1941 el diseño de Verdeja estaba a la altura del resto de modelos fabricados por las diferentes potencias militares de la época, pero en 1944 la industria armamentística había evolucionado a toda velocidad y el diseño español era claramente inferior y estaba desfasado en comparación con los Panzer IV alemanes equipados con cañones de 88 milimetros y blindaje de 102 milimetros, los Sherman estadounidenses y, sobre todo, los legendarios T-34 soviéticos, de los que los informes remitidos desde Rusia por los voluntarios de la División Azul afirmaban que eran extraordinarios.
El Verdeja, muerto antes de nacer
A pesar de su situación anticuada en comparación al armamento de los demás países europeos, en 1945, se llevó a cabo un último intento. Ese año se creó una comisión presidida por Verdeja para el estudio y desarrollo de un vehículo de artillería autopropulsada.
Para la tarea se instaló sobre el chasis del Verdeja 1 una pieza de artillería de 75 milimetros y se fabricó un prototipo completamente funcional, el único ejemplar de artillería autopropulsada española, pero este nuevo proyecto tampoco pudo completarse. La industria española seguía recuperándose de la Guerra Civil y, además, los diseños extranjeros, de nuevo, ya le habían superado ampliamente.
Finalmente se optó por la única opción viable para actualizar el parque acorazado del Ejército español, la compra directa a Alemania. En 1943, Alemania enviaba 20 Panzer IV y 10 cañones de asalto StuG III. Los primeros 18 Panzer llegaba por tren a Irún el 6 de diciembre de ese año. En enero de 1944 el gobierno inició nuevas negociaciones para la adquisición de otros 100 Panzer IV, pero la operación nunca llegó a materializarse debido a que fue interrumpida por el desembarco de los aliados en Normandía.
El 28 de marzo de 1957, Félix Verdeja Bardales fue ascendido a teniente coronel. Un año después, seguramente bastante desilusionado por la falta de ejecución de todos sus proyectos, se retiró del ejército. Falleció en Santander el 20 de mayo de 1977 a los 73 años de edad. Todos los que conocieron sus diseños estaban de acuerdo: sus carros eran letales, eficientes y modernos, pero la anémica industria española jamás habría podido construirlos, lo que terminó por convertirlos en obsoletos y condenarlos al olvido.
El último prototipo que ideó Verdeja, el vehículo de artillería autopropulsada Verdeja 75mm, está expuesto en la actualidad en el Museo de unidades acorazadas de la base militar de El Goloso, en Madrid.