Unos cientos de miles de cristianos de Irak, Irán, Siria y Turquía sueñan con resucitar un país de resonancias bíblicas tragado por la historia hace 27 siglos. Volver a convertir Asiria en una nación independiente está ahora mismo fuera de su alcance, aunque no de sus deseos, de manera que se concentran en dotarse de una autonomía en sus tierras ancestrales, rodeadas por una población mayoritariamente hostil y musulmana.
"¿Crees que Francisco sabía cuando vino por aquí que el aeropuerto de Erbil (Irak) donde aterrizó su avión privado fue construido sobre tierras confiscadas por la dictadura de los Barzani a nuestra gente?". Las preguntas son retóricas y aunque no espera una respuesta, improvisamos una. "Se diría que Francisco lo sabía. Es el arte de la diplomacia y la realpolitik vaticana. De todos modos, el Pontífice no tiene avión. Se la alquiló a Alitalia", nos atrevemos a decir. "¡Bah!", replica Shimoun malhumorado. "¡El problema es que las fotos que se hizo con Nechirvan y con Masud Barzani aún dieron más aliento a esos miserables! ¡Esa dinastía kurda de ladrones que gobierna el norte del país se publicita en el mundo como la protectora de yazidíes y cristianos pero ellos son nuestros peores enemigos!".
El Papa viajó hasta la capital de los territorios autónomos kurdos noriraquíes en marzo de 2021, cuando no se habían cumplido todavía cuatro años de la reconquista de los territorios de mayoría cristiana ocupados por el Daesh. Poco a poco, algunos de los desplazados habían comenzado a regresar a Bajdida y otras pequeñas poblaciones de los Llanos de Nínive, de mayoría cristiana. Pero otros muchos hicieron las maletas y se marcharon del país, cansados de correr de aquí para allá, cuando no huyendo de los atentados de terroristas islamistas, tratando de ponerse a salvo del Estado Islámico o de las bombas arrojadas por los cazas turcos en las poblaciones cercanas a la frontera de Anatolia. Y entre esos emigrados se halla el propio Shimoun, que dejó atrás su casa familiar en Telskoff y su negocio para reunirse con los suyos en Australia.
Dos tercios de los entre tres y tres millones y medio de cristianos orientales viven en la diáspora como él. Preferentemente, en Norteamérica y ciertos estados europeos como Holanda o Suecia. En España residen apenas unos cientos repartidos por ciudades como Madrid o Valencia. Casi con total certeza, Ninos no nos hablaría con la misma libertad de los Barzani si habitara en los territorios de mayoría kurda que Masud, Masrur y Nechirvan Barzani se disputan y gobiernan con mano de hierro gracias a las largas cachiporras de la Asayish, la siniestra Seguridad del régimen. En las cárceles de Erbil se pudren desde hace años en espeluznantes condiciones decenas de presos políticos que han desafiado el nepotismo de ese régimen tribal, ya incapaz de maquillar sus corruptelas con la pátina del patriotismo kurdo. Pero todo se ve de otra manera desde Australia y la libertad que otorga una genuina democracia.
Shimoun fue educado en los preceptos espirituales de los mal llamados nestorianos —denominación coloquial y despectiva de los fieles de la Iglesia del Este—, pero en las cuentas que tiene desperdigadas por las redes se refiere a sí mismo como "asirio" y acompaña todas sus descripciones de menciones a una misteriosa patria situada en el corazón de Mesopotamia. ¿Qué clase de nación es ésa a la que los cristianos de Irak, Irán, Turquía y Siria se refieren como Beth Nahrain? "Una que desapareció hace 2.700 años y que ha sido usurpada y ocupada desde hace ya cientos de años por turcos, kurdos, árabes y persas", nos aclara Shimoun. "Todavía hoy siguen tratando de despojarnos de nuestras tierras".
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Beth Nahrain es el equivalente arameo del topónimo griego de Mesopotamia. Ambos significan "la tierra entre los ríos". Entre el Éufrates y Tigris, se sobreentiende. En castellano o en inglés, estos cristianos se refieren a su patria como Asiria, una denominación muy familiar para los historiadores que, sin embargo, tiende a menudo a confundirse con Siria.
La historia antigua de Mesopotamia se da por concluida con la entrada en Babilonia del rey persa Ciro II el Grande, setenta y tres años años después de que Nínive fuera arrasada, y con ella, el imperio neo-asirio. Oficialmente, tanto aquella nación de guerreros como los habitantes de los reinos que les disputaron el poder durante siglos en 'la tierra entre los ríos' desaparecieron mucho antes de la irrupción del cristianismo. A finales del siglo XIX, sin embargo, un puñado de cristianos iraquíes, iraníes, sirios y turcos se obstinaron en contradecir esa certeza diciendo que ellos eran los verdaderos descendientes de todos aquellos pueblos que se enseñorearon de Mesopotamia antes de la llegada de invasores que terminaron por apropiarse de sus tierras y convertirlos en esclavos o, en el mejor de los casos, en dhimmis o protegidos de los caudillos musulmanes.
Si en verdad no eran los descendientes de aquellos reyes con las barbas perfumadas y acaracoladas, al menos se les parecían mucho. Hablaban dialectos neoarameos y habían logrado conservar parte de su cultura original. Y la que habían perdido, trataron de recuperarla echando mano de recreaciones históricas y del fervor patriótico que les inocularon sus partidos nacionalistas. Hay una parte de su cultura asiria moderna que conecta con su tradición y con su historia y otra completamente reinventada para apuntalar sus sentimientos nacionales.
Sobre las paredes de las que antes colgaban solo crucifijos, comenzaron a aparecer bajorrelieves clásicos asirios o reproducciones de lamasus, divinidades protectoras con el cuerpo de un toro o de un león, alas de águila y cabeza antropomorfa. Antes las situaban a las puertas de los palacios de sus reyes de Nínive o Nimrud para que cuidaran de ellos; ahora sirven como adornos de sus cuellos o las cocinas y salones de sus casas. Algo parecido ha sucedido con sus nombres. En los ambientes más nacionalistas, se han reemplazado los cristianos Giwargis o Matai (Jorge y Mateo) por los asirios Nissan, Assur o Enkimdu. Estos compiten encarnizadamente con los de famosos futbolistas del Madrid o el Barça.
Al igual que Shimoun, Esam Yujana, de Dahok, es otro hijo de Asiria. El partido nacionalista al que pertenece se llama justamente así: Abnaa Al Nahrain, que significa Hijos de la Tierra entre los Ríos. Yujana es realista y sabe que el objetivo de lograr un estado independiente no está ahora mismo ni de lejos al alcance de su voluntad, pero lucha junto a sus camaradas de partido para que los suyos logren un mayor autogobierno. "Seamos honestos. Es difícil que consigamos nuestra propia autonomía confiando únicamente en nosotros mismos", nos dice este veterano y reconocido líder de la causa asiria.
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"Pero seguimos confiando en obtener apoyo y asistencia internacional de la Unión Europea y los Estados Unidos. Si me preguntas cuál es el partido más obstructivo, definitivamente, debo decir que es el kurdo que administra los territorios situados en el norte de Irak, a pesar de que en varias ocasiones han mostrado ciertas cortesías. La región de la llanura de Nínive –que incluye los distritos de Tel Kaif, Bajdidi y Ain Sifni–, es la más adecuada para materializar esta idea. Llevamos años trabajando en ello en total coordinación con los shabakíes y los yazidíes. La zona está habitada por una mezcla de estas tres comunidades étnicas y mantenemos muy buenas relaciones con los miembros de esas otras dos minorías”.
En el hall de la sede que la formación política de Esam Yujana posee en Ainkawa, el barrio cristiano de Erbil, hay una gran reproducción en escayola de uno de esos populares lamasus junto a la clásica bandera asiria: un círculo dorado que simboliza al sol en llamas y varias franjas cruzadas en diagonal que son la representación de sus tres mayores ríos: el Tigris, el Éufrates y el Gran Zab. El diseño fue creado en 1968 a instancias de un partido nacionalista asirio, pero la bandera se ha popularizado en todo el mundo y ahora flamea en decenas de festivales, desde Melbourne a Estocolmo o de Chicago hasta Bagdad.
En las ciudades de Occidente donde se concentran pueden verse cientos de ellas cada día 1 de abril, durante la celebración del Año Nuevo Asirio o Jab’Nissan, que literalmente significa "Primero de abril". La festividad tiene su origen en la antigua religión mesopotámica practicada por los asirios, que hacían coincidir la fiesta con el equinoccio de la primavera. El cristianismo siríaco adaptó la fecha luego entre los siglos I y IV después de Cristo al calendario gregoriano. De acuerdo al suyo original, estamos a punto de acabar el 6771.
Los antiguos habitantes de Mesopotamia celebraban el también llamado akitu durante 12 largos días echando mano de todos los fastos de su realeza. Los modernos asirios del norte de Irak, noreste de Siria, sureste de Turquía y noroeste de Irán se conforman con vestirse con sus ropas tradicionales, dar cuenta de un banquete y bailar unas danzas. En ningún caso estas fiestas han reemplazado a las cristianas, con las que siguen conviviendo incluso en los entornos más furiosamente nacionalistas.
Existen ya pocos rincones exclusivamente habitados por asirios en Irak y los pocos que había –valles norteños como Barbari o Nahla– han sido ocupados recientemente por miembros del PKK, guerrilleros kurdos que salieron huyendo del sureste de Anatolia para parapetarse entre cristianos de las bombas que les lanzan los cazas de Erdogan. Literalmente, los asirios están siendo utilizados como escudos humanos.
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Las pequeñas aldeas que salpican estos valles aislados, montuosos y salvajes –accesibles tan solo por pistas de tierra– son también los feudos cristianos más irreductiblemente asirios. Sobre todas las casitas de una planta que salpican los campos de sésamo y de arroz infestados de mosquitos de Nahla flamean sin complejos banderas de Mesopotamia. Pese a estar situados en la zona que en teoría administran los Barzani, ningún peshmerga (soldado kurdo) se aventura por sus límites municipales para evitar el riesgo de colisionar con la guerrilla del PKK. Son kurdos, al igual que ellos, pero se hallan feroz y cainitamente enfrentados.
¿De verdad es posible que estos cristianos de Mesopotamia logren resucitar Asiria? En su día, lo fue. La Sociedad de Naciones (precedente de la ONU) estuvo a punto de concederles un territorio independiente tras el final de la Primera Guerra Mundial pero su sueño finalmente se frustró y todo lo que quedó después fueron varios cientos de comunidades desperdigadas por cuatro estados y dos entidades administrativas kurdas. En Turquía, la minoría asiria responde ante Ankara. En Siria, ante los kurdos de Rojava y el gobierno de Bachar al Assad. En Irán sufren a los ayatolás y fuera de los dos territorios autónomos noriraquíes, dependen de los chiítas de Bagdad.
Sometidos a esos gobiernos, sobreviven todavía hoy como poco más que dhimmis (protegidos del Islam). En los mentados valles de Nahla o de Barvari, las tierras de los huidos siguen siendo confiscadas con el conocimiento y la aquiescencia del Gobierno kurdo de Erbil, que paga favores con sus propiedades a sus aliados, de acuerdo a la intricada red de relaciones clientelares sobre las que sustenta su poder. Los Barzani recaudan dinero en efectivo para reconstruir las aldeas yazidíes en Sinyar y las comunidades cristianas dañadas o destruidas por el ISIS, pero impiden la libre circulación de la gente para que no vuelvan a sus casas quienes no se subordinan a ellos. Ni siquiera la yazidí Nadia Murad, ganadora del Premio Nobel de la Paz en 2018 por la defensa de su gente, puede hablar abiertamente por temor a las represalias contra su comunidad de Masrour Barzani y su violento hermano menor, Waysi.
Esta es, a juicio de los nacionalistas, la parte que no cuentan las idealizadas postales de cristianos orientales orando felizmente en las iglesias iraquíes tras la derrota de los yihadistas del Daesh gracias a la benevolencia de sus gobernantes. "A pesar de ello, no estamos trabajando actualmente en tener un país propio si es que al hablar de 'un país' nos referimos a algo como Armenia. Eso es casi imposible y la política es el arte de lo posible", nos dice Atra Kado, responsable del Movimiento Democrático Asirio en Bagdad, un partido conocido coloquialmente por los suyos como Zowaa.
"Nos hemos convertido en una pequeña minoría en nuestra propia patria ancestral rodeada de grupos políticos y religiosos racistas y radicales que tratan de apoderarse mediante todos los medios posibles de todas las tierras que poseemos legalmente. Ya se han agarrado una porción enorme. Sin embargo, en lo que sí estamos trabajando es en el establecimiento de una nueva provincia que sea parte del gobierno central iraquí. Me refiero a una provincia compartida con otras minorías que viven en el misma área geográfica de los Llanos de Nínive”.
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De hecho, en enero de 2014, el consejo de ministros iraquí tomó ya la decisión de crear una gobernación donde pudieran autogobernarse los asirios, los shabaquíes y los yazidíes. El área abarcaría los distritos de Telkepe, Bajdida y Shejan y el subdistrito de Ba'shiqa y era parte de sus llamadas tierras ancestrales, de su añorada Asiria. "El problema es que el Partido Democrático del Kurdistán de los Barzani se opuso a ello", dice Kado.
"Luego, el ISIS invadió Mosul en junio y los Llanos de Nínive, en agosto, por lo que todo se detuvo. Esta meta aún está hoy en día en nuestro plan de trabajo porque creemos que evitará cualquier cambio demográfico futuro y brinda más oportunidades para que las minorías tengan representantes en los sistemas administrativos y de seguridad de la provincia. Sin embargo, hay un problema: tras la derrota del Daesh, la parte norte de la Llanura de Nínive quedó fuera del control del gobierno central y bajo la ocupación de los peshmerga". Los mismos kurdos que llevan décadas lamentando la represión de sus derechos políticos y culturales son ahora quienes oprimen autoritariamente a sus propias minorías. El sueño asirio sigue vivo, pero deberá esperar. Entre tanto, siguen reconstruyendo sus iglesias.
Hay, además, un problema aún peor. El grueso de los asirios viven en Europa y Norteamérica o, como suelen decir ellos, Asiria es una patria virtual que sólo existe en Internet. "La mayoría no volverá jamás a Oriente Medio", explica a este medio la asiroamericana Rosie Malek Yonan. Rosie es actriz y escritora, hija de un prominente líder asirio de Teherán, pero crecida en California.
"Los asirios están criando a sus hijos y familias en países occidentales y no desarraigarán sus vidas nuevamente para regresar. Hablan por hablar pero no van a realizar el sacrificio personal que se requiere para luchar 'por Asiria'. Si acaso por algún milagro puede obtenerse un territorio, este estaría en la Llanura de Nínive. Pero nuevamente, es un gran 'si acaso', y no veo cómo podría conseguirse sólo por nuestra cuenta. Simplemente, no le importamos lo suficiente al mundo".