Cayetana Fitz-James Stuart se puso de largo hace 80 años vestida de Flora Villareal, la madre de la alta costura española con el permiso de Julia Herce. Diez años más tarde, para su boda con Luis Martínez de Irujo, siendo todavía duquesa de Montoro, volvió a confiar en el talento de esta modista burgalesa, quien elaboró un vestido en color marfil de encaje y tul que la hija del exembajador Jimmy Alba acompañó con una diadema de brillantes y perlas de la emperatriz Eugenia de Montijo, su tía bisabuela.
“Ella era muy fuerte. Vestía de Dafnis, de Saint Laurent, cuyo primer desfile en España como director creativo de la marca lo celebró en Liria, se compraba un vestido en el mercadillo, iba de Tony Benítez… o de los de Victorio & Lucchino. Ella, sencillamente, era Cayetana y hacía lo que le daba la gana”, confiesa Lorenzo Caprile, quien ha comisariado una exposición llamada La moda en la Casa Alba junto a otro gran experto, Eloy Martínez de la Pera, y que se podrá ver del 19 de octubre hasta el 31 de marzo en el Palacio de Liria. No sólo habrá vestidos de Cayetana sino también de otras legendarias miembros de la estirpe, como Sol Santoña o Paca de Alba.
Lo que parece evidente es que, a pesar de que su hijo Cayetano se ha referido a ella como “una emperatriz” en alguna ocasión, la duquesa no encontró la comodidad en arrastrar las capas de armiño por las calles de Madrid, Sevilla, Salamanca, Córdoba y todos los demás puntos de la geografía española donde se extendían sus predios. Ni tampoco en llevar los últimos modelos de la alta costura de París, como sí hizo su madre, la malograda Totó, que fue fotografiada por el barón George Hoyningen-Huene, lucía joyas de Cartier y vestía de Patou o Chanel. Llegó un momento de su vida en el que descubrió que ella era “hippie”. Tal vez “hippie chic”. Y ahí ancló su estilo.
La duquesa de Alba se reconoció en las batas, enaguas, vainicas y camisones de Mercedes "Meye" Maier Allende, “la que un día fue la mujer más guapa de España, la primera chica Telva”, en palabras de Caprile. No hay ninguna pieza de esta icónica diseñadora, fallecida en Madrid en 2010, en la muestra. De ahí la necesidad de reivindicar la tarea que hizo en su vestidor.
Meye también fue musa de Elio Berhanyer, del genio de la fotografía Gyenes y, a su vez, se convirtió en posiblemente la duquesa de Segorbe más breve de la casa ducal Medinaceli, tras su cortísimo matrimonio en 1976 de tan sólo ocho meses con Ignacio Medina, cuñado de Naty Abascal y hoy casado con Gloria de Orleans-Borbón, prima hermana del rey Juan Carlos, en los jardines del Pazo de Oca (Pontevedra).
Pronto conoció a otro sevillano, el escritor y estudioso taurino Perico Romero de Solís, con el que tuvo dos hijos, Camila y Pelayo. Su hija Camila ha seguido sus pasos y trabaja en Milán para Giorgio Armani, tras haber pasado por numerosas casas de lujo.
Meye fue la responsable del relajado “look” que Cayetana eligió para la boda de su primogénito, el actual duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart, con Matilde Solís. Se trataba de un vestido romántico de tela ligera en tono nude, similar al que eligió para casarse con Alfonso Díez. Cayetana estaba encantada con su elección, que combinó con una mantilla blanca y una limosnera, también idea de Meye. Las limosneras son una de las grandes tendencias de los últimos meses. La duquesa de Alba siempre la valoró. Cómo olvidar sus posados en bata en sus tardes de recreo estival en S'Aufabaguera, su casa en Ibiza. Otra de las grandes clientes de Maier Allende fue la ex senadora socialista Amparo Rubiales, que se casó con Víctor Pérez Escolano con uno de sus vestidos camiseros, entre el glamour de Lauren Bacall y Memorias de África.
Hija de dos padres campeones
Formada en el Sacré Coeur de Madrid, Meye Maier Allende nació en Las Arenas (Vizcaya) y fue la mayor de los seis hijos de un acaudalado matrimonio, el formado por Enrique Maier, campeón de tenis en Wimbledon en dobles, y de Meye Allende, que fue campeona de España de golf y una de las mejores clientas de Balenciaga. De hecho, Meye donó 45 vestidos, tres sombreros y una colección de fotografías al museo del célebre diseñador de Guetaria y otros lotes a París.
“Nunca lo conoció. Ella iba a la Gran Vía, donde estaba Eisa, su casa en España, y allí le atendía Quinita, una prima de Balenciaga que era entonces una especie de relaciones públicas. Luego Felisa era la que probaba los trajes de fiesta, y los sastres los cortaba Juan. Para mi madre, el taller de Balenciaga era como un lugar sagrado”, dijo a ABC. En otra ocasión añadió. “No es ropa práctica. Es para llevar un chófer. No hay quien conduzca con un abrigo de lince siberiano o un vestido con pedrería bordada a mano”.
De algún modo, heredó la pasión por la moda de su madre. Tras desfilar y copar portadas, colaboró con la corresponsalía de The New York Times en Madrid, estudió estilismo en París, donde sufrió, "metida en un hotel muerta de miedo", las revueltas estudiantiles de mayo del 68, y a los 23 años fue nombrada directora consejera del Secretariado Internacional de la Lana en España. También fue consejera textil de Loewe. Luego, comenzó a diseñar lencería, ya que aprendió de las encajeras de Bilbao.
Su tía paterna, Belie Maier, se convirtió en una de las principales figuras del tenis femenino español de la década de 1940 y campeona de España junto a la menos fabulosa Lili Álvarez. Por parte de madre, era prima hermana de Bárbara Allende Gil de Biedma, conocida por su nombre artístico Ouka Leele, esta prima a su vez de Esperanza Aguirre.
“Mi madre le hacía los carteles de sus anuncios. Eran las más libres de una familia conservadora de Neguri. Recuerdo que en los 70 Meye hacía ayuno y comía una manzana o, como mi madre también, no se teñía las canas. Ambas se parecían mucho en su amor por la naturaleza”, confiesa a EL ESPAÑOL | Porfolio María Rosenfeldt, hija de la genial fotógrafa y artista de La Movida. Su cuñada, Ximena Pan de Soraluce, hace cuadros muy peculiares y con gran predicamento entre la jet set; su sobrina, Ximena Maier, hija de su hermano Enrique, es una de las ceramistas más brillantes de España.
Tras su carrera de modelo y separarse del duque de Segorbe, se instaló en la llamada casa-palacio de Carmona, propiedad de su entonces pareja, Pedro Romero de Solís-Beaumont, casado posteriormente, en 1994, con la que fuera duquesa de Arcos, hija de la fallecida duquesa de Osuna, descendiente directa de la familia Borgia y una de las familias aristocráticas más relevantes. “Era un espacio fascinante. Parecía que entrabas en la novela de Romeo y Julieta. Tenía un patio de columnas, un papel precioso, una vajilla increíble… Todo en ella era especial”, recuerda la hija de Ouka Leele. El edificio, un palacio del Renacimiento, data del siglo XVI, está salpicado de bellos jardines y fuentes… y hoy es un hotel.
Allí se casó su hija Camila con Alessandro Palmarini, arquitecto italiano, con el que tiene dos hijos, Allegra y Leon. “Para nosotros es difícil responder en pocas palabras, pero fue una madre maravillosa, original, divertida, con mucha fantasía y cariñosísima. Como diseñadora y empresaria, fue una visionaria. Una mujer valiente, feminista e intelectual”, recuerda su hija mayor, Camila.
En ese ambiente tan viscontiano, comenzó a diseñar lencería. Encajes, vainicas, saltos de cama y vestidos. Revolucionó la ropa de casa para reivindicar las tradiciones y el clasicismo. Su taller lo visitaban ilustres y famosas clientas, como la duquesa de Alba o Soledad Becerril. Allí también desarrolló otro de sus productos estrella: su perfume llamado Agua de Carmona, con esencias de albahaca, “el romero que arrojan a la calle el día del Corpus, el incienso que se respira en Semana Santa, el jazmín, que ahuyenta a los mosquitos...”. Antonio de Burgos la comparó físicamente con Charlotte Rampling.
La Bunny Mellon de Carmona
Y, cómo no, su pasión por la jardinería porque Meye fue nuestra Bunny Mellon —autora de la rosaleda de la Casa Blanca durante la época Kennedy, es famosa por sus jardines y por qué Balenciaga creó específicamente para ella una colección de ropa interior y de jardinería—.
Fundadora de la Asociación de Amigos del Jardín y una de las grandes defensoras del parterre del francés Forestier en Castilleja de Guzmán (Sevilla), lo que la convirtió en delegada de la Mediterranean Garden Society, ella fue la que recomendó a la paisajista Consuelo Martínez Correcher para rehabilitar los jardines del Real Alcázar de Sevilla, donde vivió una temporada. En la ciudad formó parte de la tertulia de intelectuales Las Mujeres de los Lunes, junto a compañeras como la periodista Pilar del Río, luego esposa del Nobel José Saramago.
Tras separarse de su segunda pareja, compró otra preciosa casa en Carmona, donde estableció de nuevo su taller. “Ricardo Labougle hizo unas fotos maravillosas, pero ella nunca se fue definitivamente del sur. Siempre estuvo muy unida a Andalucía”, recuerda su hija Camila. Luego, se mudó a Madrid, donde abrió una tienda de ropa primero y luego una tienda de jardinería exquisita en El Callejón de Jorge Juan.
Disfrutaba de los veranos de Asturias hasta que en la primavera de 2010 se fue. Solo físicamente, porque su espíritu recorre todavía los callejones de Carmona y del barrio de Santa Cruz, donde también tuvo tienda —concretamente junto a la calle Jamerdana, donde nació el poeta sevillano José María Blanco White— y dejó, naturalmente, millones de amigos que hoy la siguen recordando, aunque su icónico vestido de la duquesa de Alba no forme parte de la muestra que se exhibe en el Palacio de Liria. Blanco White escribió un poema que, leyéndolo ahora, parecía dedicado a Meye, aunque les separaban unos cuantos siglos, pero les acercaba, sencillamente, la belleza.
¡Oh, Noche misteriosa! Cuando Adán,
oyó tu nombre aún sin conocerte,
¿nunca lo estremeció tanta belleza,
este hermoso dosel de luz y azul?
Mas tras de un claro velo de rocío,
bañado por las llamas del poniente,
Héspero vino con celeste séquito,
¡y vio que se ensanchaba la creación!
¡Cómo saber qué sombras escondías
con tus rayos, oh Sol, o imaginar,
a la vista de insectos, moscas y hojas,
que orbes ilimitados ocultabas!
¿Con la muerte porfías, hombre débil?
¿Así engaña la luz, y no la vida?