1 junio, 2024 02:05

El avión alemán más famoso durante la Segunda Guerra Mundial fue el bombardero en picado Junker Ju 87A, más conocido como Stuka, que se convirtió en el terrorífico símbolo de una serie de campañas exitosas durante las primeras etapas de la guerra en Europa.

Estos aeroplanos con forma de gaviota eran letales debido a su revolucionaria e innovadora manera de volar, ya que sus pilotos debían lanzarse en picado contra su objetivo hasta estar lo suficientemente cerca del suelo para lanzar sus bombas con una precisión milimétrica, lo que les convertía en infalibles.

Pero este avión no solo era letal, sino que su llegada al campo de batalla causaba pánico, ya que también formaba parte de la guerra psicológica que los nazis libraron contra los aliados. Para ello disponía de unos dispositivos cerca del tren de aterrizaje que emitían un estruendo cuando se lanzaban en picado que provocaba el terror entre sus enemigos, motivo por el que estas "sirenas" eran conocidas como "Trompetas de Jericó".

Formación de Junkers Ju 87D en octubre de 1943.

Formación de Junkers Ju 87D en octubre de 1943. Wikimedia Commons

Pero antes de que aquel sonido se convirtiera en uno de los más famosos y temidos de la Segunda Guerra Mundial, Hitler envió varios prototipos de estos aviones a España, donde se estaba librando una cruenta guerra civil en la que los nazis decidieron probar su arma secreta contra objetivos civiles en cuatro pueblos. Un bombardeo al que algunos llamaron el Guernica de Castellón.

El arma secreta de Hitler

A mediados de enero de 1938, llegaban en secreto a Vitoria tres JU 87A-1 desmontados, la nueva arma secreta de Adolf Hitler, su primer bombardero en picado, para realizar algunos test con ellos. Estos aviones todavía carecían de "Trompetas de Jericó" y entre las pruebas que los nazis querían realizarles, se pretendía saber si podían transportar bombas de 500 kilos, en vez de las de 250 para los que habían sido diseñados inicialmente.

Para ello necesitaban un campo de pruebas que estuviera cerca de su base y que no tuviese defensas. Debido al aumento en el peso de las bombas no podían llevar copiloto (encargado de manejar la ametralladora), tenían que reducir el combustible y, sobre todo, no querían correr el riesgo de que su arma secreta se pusiese en peligro. Además, también querían probar el efecto de esas bombas en grandes edificios como iglesias.

Por ello se eligió la localidad tarraconense de La Senia, centro de operaciones de la Legión Cóndor, como el lugar idóneo para lanzar el ataque, a donde llegaron los Stuka mes y medio antes del incidente para ser montados y se establecieron los objetivos del "experimento": Benassal, Albocásser, Ares del Maestrat y Vilar de Canes, todos ellos en Castellón y en territorio republicano.

Nazis bombardeando a la población civil

Pero había un problema. Franco había prohibido a la aviación alemana atacar población civil tras la tragedia de Guernica, por lo que se cree, aunque no hay pruebas definitivas que lo sustenten, que lanzaron su ataque sin el conocimiento del bando sublevado, camuflándolo durante los eventos de la batalla de Teruel.

Así, en mayo de 1938, los tres aviones de la Luftwaffe penetraron en territorio enemigo y descargaron sus grandes bombas sobre los cuatro pacíficos pueblos, lejos del frente y de cualquier enclave estratégico, matando a 38 personas y destruyendo varios edificios civiles e iglesias, probando su eficacia en ese tipo de operaciones. Cuando el bombardeo salió a la luz, los republicanos acusaron a los nacionales del ataque, pero éstos afirmaban que ellos no habían sido, ya que no bombardeaban civiles ni iglesias.

Formación de Stuka en el frente oriental. 22 de diciembre de 1943.

Formación de Stuka en el frente oriental. 22 de diciembre de 1943. Wikimedia Commons

Nadie llegó a entender la razón por la cual cuatro pequeñas inofensivas localidades del interior de Castellón habían sido bombardeadas con tanta crudeza. Con el paso del tiempo se dejó de buscar respuestas y la dictadura enterró el asunto, aunque lo ocurrido allí jamás fue olvidado.

Pero, ¿por qué?

Pero casi 80 años más tarde, un vecino de Benassal descubrió algo sorprendente. En un libro de un historiador inglés se hacía referencia a unos bombardeos ejecutados por tres Stuka en España de los que había más información en los archivos del Bundesarchiv-Militararchiv de Friburgo, a donde se dirigió en busca de más datos con los que investigar. Allí encontró un informe de 50 páginas con multitud de fotografías de los bombardeos sobre aquellas localidades, donde se indicaba que la incursión había sido un experimento para probar los nuevos bombarderos en picado.

En aquel informe había imágenes detalladas tomadas a 4.000 metros de altura del antes y el después de los bombardeos, con indicaciones detalladas de los efectos del mismo, además de fotos de los impactos de las bombas, donde los oficiales nazis posaban para mostrar su tamaño, algo que los testigos efectivamente recordaban. Cuando los pueblos habían sido tomados por las fuerzas de Franco, se habían presentado allí varios grupos de alemanes uniformados para tomar instantáneas de los agujeros que habían dejado las bombas lanzadas.

Wolfram von Richthofen.

Wolfram von Richthofen. Cedida

Los diarios de Wolfram von Richthofen, primo del legendario Barón Rojo, futuro Mariscal de Campo de la Luftwaffe y comandante en jefe de la Legión Cóndor detallaba la estrategia en sus diarios. España era el lugar perfecto para realizar sus experimentos y para ello, lo mejor era hacerlo en lugares cercanos al frente en los que no existiera riesgo y que los nacionales pudiesen conquistar rápidamente, para poder analizar los daños antes de que se hubiese iniciado la reconstrucción.

El mortífero éxito del experimento secreto de los nazis en aquellos cuatro pueblos fue determinante para el futuro de los Stuka, ya que se fabricaron varios modelos a partir de los datos recopilados en aquella operación. Entre otras innovaciones se aumentó la potencia del motor para que pudieran transportar bombas de 500 kilos, al copiloto y más combustible.

Los Stuka se construyeron en masa y acabarían convirtiéndose en uno de los rivales más temidos y odiados de la futura Segunda Guerra Mundial. Un soldado estadounidense que combatía en el norte de África describió su ataque como aterrador: "Los Stuka nos atacaban desde todos los lugares, yo iba a bordo de un vehículo blindado y si los aviones no nos mataban con una bomba, lo hacía el susto y el pánico que provocaba el ruido de aquellas malditas sirenas".