"Si no trabajo no puedo comer": la realidad de un repartidor coruñés frente al coronavirus
El coruñés Servando Amable se expone diariamente a poder contagiarse de la enfermedad porque continúa trabajando como repartidor con medidas de protección sanitarias que ha tenido que conseguir con sus propios medios
24 marzo, 2020 16:46La crisis sanitaria del coronavirus ha provocado que la mayoría de la población tenga que permanecer en sus casas, pero entre la minoría que no puede quedarse en su domicilio porque tienen que trabajar se encuentra el coruñés Servando Amable Lago, que trabaja en el reparto a domiclio desde hace tres décadas y que en los últimos siete años lleva pedidos de comida a las casas que lo solicitan. Trabaja para un kebap cercano a la estación de tren y cuenta que estos días no están siendo fáciles a raíz del decreto de la cuarentena ya que "se nota la bajada en general de los pedidos a domicilio" y porque ha tenido que conseguir por su cuenta medidas de protección contra la enfermedad como mascarillas, guantes o líquido desinfectante.
"Con el coronavirus hay más demanda de clientes nuevos pero la gente que antes pedía habitualmente no lo hace, descendió la cantidad de los pedidos en general", explica Lago, que achaca este hecho a que "hay mucha gente que vive al día y no tiene capacidad económica para pedir a domicilio si no está trabajando y también están los que tienen miedo al contagio y no quiere entrar en contacto con extraños, en este caso los repartidores". Trabaja de lunes a domingo sin descanso incluso durante la cuarentena ya que explica que no se puede permitir parar porque "si no trabaja no puede comer".
Las medidas de protección que utiliza cada día para salir a repartir la comida en su moto, las ha conseguido por sí mismo y cuenta que ha contactado con la empresa para la que trabaja, Uber Eats, demandando medidas de protección y sus responsables le han respondido "que están en ello". "Llevo gastados cuatro botes de hidroalcohol porque continuamente me estoy lavando las manos y la mascarilla que utilizo es semejante a las quirúrgicas de los hospitales y la tengo gracias a un amigo que trabaja en La Grela. Los guantes los conseguí a través de mi hermano que vive en Ortigueira y me ha mandado varias cajas mediante el servicio de autobuses y las he recogido en la estación", detalla.
Este vecino del Birloque se ha encontrado de todo cuando ha llegado a las casas a entregar los pedidos, "desde dos señoras mayores que se pegaron contra la pared al verlo para no entrar en contacto hasta una familia que le dio unas monedas pegajosas que habían desinfectado previamente". "La mayoría de los clientes me reciben con mascarillas y medidas de protección, algunos me dicen que deje todo en el ascensor y me indican el piso y hasta un chico que no tenía nada optó por subirse el cuello del jersey para taparse la boca cuando me abrió la puerta", dice. A su vez, Lago cuenta que cada vez son más las plataformas que llevan comida a domicilio que han empezado a aceptar pagos exclusivamente con tarjeta, una medida que evita andar con monedas y minimiza el contacto entre el repartidor y los usuarios.
A pesar de la crisis sanitaria, el repartidor explica que "las horas punta de pedidos siguen siendo las mismas, principalmente entre las 09:30 y las 23:00 horas, además de pedidos espaciados a media tarde". Desde que se decretó el estado de alarma sus jornadas laborales también se han alterado pero rememora con cariño momentos como el que vivió hace unos días cuando iba a entregar un pedido en la avenida de Oza justo a las 20:00 horas, el momento en que cientos de ciudadanos salen a las ventanas de sus casas a aplaudir a los sanitarios por su labor. "Me emocioné, se me pusieron los pelos de punta", cuenta.
Miedo al contagio
El coruñés se expone diariamente a poder ser contagiado por coronavirus al pasar muchas horas en calle y reconoce que "tiene miedo". "Tengo 50 años y a partir de mi edad es cuando dicen que puedes tener más riesgo. Pienso que puedo acabar cayendo y voy a tomar todas las medidas que pueda para que eso no suceda, aunque prefiero arriesgarme a coger la enfermedad a tener que quedarme en casa cobrando muy poco del paro", expone.
Lago asegura que compañeros suyos han dejado de trabajar voluntariamente repartiendo "por miedo al contagio" y que otros no trabajan porque así lo ha decretado la empresa, pero afirma "que en general los repartidores veteranos como él no han dejado de trabajar aunque tengan cierto miedo". "La vida no para, no espera ni avisa y a pesar del coronavirus hay que seguir hacia adelante", dice tajante.
Anímicamente explica que intenta trabajar diariamente con la máxima normalidad a pesar de la situación y entre pedido y pedido va a casa para no estar expuesto. "Estoy esperanzado de que haya avances en esta crisis sanitaria, no pienso en la semana que viene, sólo en el día a día. Estoy bien porque esto es algo pasajero que se irá controlando poco a poco", opina mientras se muestra afortunado por poder salir de casa todas las tardes y no estar permanentemente encerrado como la mayoría de la gente.