Julián mete en la bolsa el agua y el primer plato. Luego se la pasa a Montse, que incluye un bocadillo y el segundo. Acto seguido Alberto incorpora los cubiertos, servilletas y pan. Por último, Chus introduce la pieza de fruta y cierra la bolsa. Son una cadena humana. Si falla un eslabón, fallan todos. Sin embargo, eso nunca pasa. Llevan años haciendo la misma labor: dar de comer a la gente en riesgo de exclusión social de A Coruña.
Cada día la Cocina Económica de A Coruña da de comer a 1.500 personas. Se trata de perfiles muy diversos, no responden a un prototipo: "Cualquiera podría ser usuario de la Cocina Económica", dice Óscar Castro, administrativo de la entidad benéfica. Lo único que une a las personas que visitan el bajo 49 de la calle del Socorro es la necesidad económica.
Tras la pandemia el número de usuarios aumentó considerablemente. Montse, trabajadora del local, lo tiene claro: "Antes a la gente le daba más reparo venir, pero después de la pandemia la gente se metió la vergüenza en el bolsillo", cuenta. Cuando el hambre aprieta lo demás no importa.
El movimiento en la Cocina Económica de A Coruña empieza muy temprano. A las 05:00 horas se ponen manos a la obra: repasan el inventario, comprueban el menú del día y comienzan a cortar, pelar y preparar la comida. Es ahí cuando los fogones se ponen en marcha. Poco a poco comienzan a llegar los 17 empleados del centro y la decena de voluntarios que cada día invierten su tiempo en la Cocina Económica.
A las 08:00 llegan los primeros usuarios. Es el turno del desayuno, aunque también hay opción de asearse en alguna de las diez cabinas con las que cuenta el centro. "En este servicio tendemos a cerca de 80 personas cada día", recuenta Óscar. Poco después, a las 10:00 horas, empieza "lo gordo". Es el turno del servicio de domicilio.
La cola se forma rápidamente en el bajo de la calle Socorro, pero también en los centros de la Sagrada Familia, O Castrillón y O Birloque. Los cuatro lugares reparten comida a 250 unidades familiares: "Realmente son cerca de 1.000 personas porque cada familia tiene un número diferente de miembros", explica óscar.
Los platos son de lo más apetecibles: arroz caldoso, pescado guisado o carne con patatas. Además, intentan completar el pedido con productos que les donan diferentes supermercados de la ciudad. Dependiendo del día hay un producto u otro: pan bimbo, arroz, pasta, fruta o cereales son algunos ejemplos.
Sin embargo, la vergüenza todavía aprieta. Por ello, hay gente que prefiere hacer uso del servicio de "embolsados". Son cerca de 420 en A Coruña. Se trata de preparaciones individuales con primer y segundo plato, una botella de agua, fruta, pan y un bocadillo. Lo suficiente para pasar el día. Con todo, todavía hay gente que acude cada mediodía a la Cocina Económica para almorzar en el comedor. Son los que menos, apenas 50 personas.
"Abrir el centro cuesta 3.000 euros al día"
Abrir el centro cuesta 3.000 euros cada día. Para Óscar es "milagroso" que sigan subsistiendo después del incremento de usuarios y de la inflación. "Las cuotas de los asociados no cubren los gastos, es lógico. Pero conseguimos cubrir casi la mitad del presupuesto con ellos. Y es algo muy importante. El resto lo completamos gracias a las donaciones (donativos puntuales) y a las ayudas públicas que recibimos de Xunta, Diputación y Concello", explica.
Actualmente, cuentan con 3.000 socios. "Nuestro objetivo hace años era llega a cuatro mil. Hoy en día nuestro propósito es no bajar de esos tres mil. Al final dependemos de cómo vaya la sociedad. Si alguien no llega a fin de mes, de lo primero que quita es la cuota de la Cocina Económica. Aunque hay que decir que la mayoría de socios son gente humilde", puntualiza Óscar. "Hay viudas que cada mes aportan 50 euros", prosigue.
La gente joven se resiste a donar. La mayoría de socios rondan los 50 años. "Hay muchos que nos cuentan que ‘heredaron’ la cuota de sus padres o abuelos", aseguran desde el departamento de administración. Y es que cualquier ayuda es bien recibida: "Hay gente que dona uno o dos euros, pero la media está en los 10 euros al mes", señalan.
Preparar medio millón de raciones al año no es tarea fácil. "Hay que hacer arquitectura", resume Óscar. Los precios se han disparado y, con ellos, el gasto mensual de la Cocina. En el momento de atender a Quincemil, Óscar tiene que parar para pagar una factura: "Mira, solo en patatas este mes hemos gastado 2.600 euros", exclama. Y así con todo.
Libres de estereotipos: "Viene gente de toda clase"
Hace 30 años las costumbres de los usuarios eran muy distintas. Chus recuerda que cuando entró en la plantilla hace tres décadas lo habitual era que la gente comiese en el local, pero con el paso del tiempo las costumbres fueron cambiando: cada vez más gente recoge la comida y se la lleva a casa. El perfil de persona que pide ayuda también ha dado un giro de 180 grados.
Según la memoria de la entidad correspondiente a 2022, la mayoría de usuarios son hombres (55%). Sin embargo, cada vez acuden más mujeres. "El flujo migratorio es un tema importante a tener en cuenta. Hay gente de Sudamérica y Centro América que vienen buscando una vida mejor. Y eso ha provocado un aumento en el número de usuarios", explica Óscar. Sin embargo, los nacionales también hace un uso muy acusado del servicio: cerca del 37% de los usuarios son españoles. "En los últimos meses hemos notado un repunte de gente que vive en la calle", cuenta Óscar.
Sin embargo, el perfil del usuario no es lo importante para los empleados de la Cocina Económica. "Hoy en día el estereotipo de la Cocina Económica puede ser cualquiera. Atendemos desde familias hasta personas con problemas de salud. Cualquiera es susceptible de pedir ayuda", cuenta Óscar Castro. "No puedes juzgar a la gente por su físico, como se hacía antiguamente. Cada día entran por la puerta personas que nunca pensarías que vienen a un centro benéfico", añade.