Cerrar en agosto para dejar de hacer el agosto. Ningún bar de un pueblo con mar y una playa tan bonita como la de Mera, en Oleiros (A Coruña), se atrevería a hacerlo. Pero los responsables de Puerto Marina harán una pausa desde hoy y hasta el día 19 por una cuestión de desgaste físico y mental.
El objetivo es evitar la marabunta de turistas que se espera para el puente del 15 de agosto y adelantar el descanso del personal, previsto inicialmente para septiembre. María, responsable de este bar que abre todo el año, ha explicado a Quincemil por qué este turismo que están recibiendo "no nos enriquece, nos empobrece".
El duro mensaje en redes sociales publicado el pasado 8 de agosto, en el que aseguraban que "si cae una bomba en Mera quedan sin tontos en la Meseta", tiene como explicación que el gran número de turistas que recibe Mera no se traduce en un aumento de ingresos para los bares, sino en lo contrario: clientes a menudo problemáticos, tacaños, tramposos y altivos, con pocas excepciones. La mayoría vienen de Madrid debido a la larga tradición de veraneo en este pueblo de Oleiros, que se remonta a más de medio siglo. Sin embargo, y tal y como explica María, las cosas han cambiado. Los hijos y nietos de aquellos veraneantes de los años 80 y 90 cuentan con un poder adquisitivo muy inferior al de antaño.
Los problemas del "turismo de desgaste"
En los últimos años el turismo en Galicia ha aumentado considerablemente y la población ha inventado una palabra cómica para referirse a los turistas que buscan sol, playa y la deliciosa gastronomía gallega: "fodechinchos". Este término originario de las Rías Baixas se ha puesto de moda rápidamente para denunciar la masificación de playas y lugares de veraneo, casi siempre en detrimento de los vecinos. Cuando se inventó esta palabra, hacía referencia a que los turistas se piden (foden, "joden") todos los jureles (llamados chinchos en las Rías Baixas) de los restaurantes, sin dejar ninguno para los clientes locales.
Pero el problema de Puerto Marina no tiene que ver con agotar los jureles, sino precisamente con no hacerlo. Los turistas que se sientan en la terraza de este bar, situado en el medio del pueblo, tienen muchas exigencias y poco poder adquisitivo, o al menos pocas ganas de usarlo. Las mesas que ocupan suponen muy poco económicamente, y suelen venir acompañadas de "altivez, exigencias, peticiones que no son normales, mala educación y de vez en cuando un insulto xenófobo al personal que no es español", según cuenta María. La responsable del bar define como "turismo de desgaste" la situación que están viviendo en Mera.
"Económicamente nos aporta poco, pero físicamente nos desgasta", confiesa María, que comienza a contar anécdotas para no dar crédito. La gente "se sienta en la terraza y exige un pincho", "consumen poco y se sientan muchos" y por la noche suele haber problemas con los más jóvenes, según relata María. Los menores de edad "se niegan a enseñar el DNI, unos prometen no beber pero otros piden dos copas en lugar de una y las comparten, o por falta de dinero piden dos copas con cuatro vasos, entre otras cosas". En alguna ocasión han acabado echando del bar a algún grupo de jóvenes.
Con algunas familias con niños, se han dado casos, según María, que vienen diez personas, cinco son niños, y "piden cinco vasos de agua o incluso una jarra de agua y cinco vasos (gratis)". Son habituales las situaciones en las que "se sientan seis personas en una mesa de la terraza y solo consumen dos o tres", o que para comer "se pide una ración para cada cuatro personas". Por eso, pese a la gran afluencia de gente, económicamente no tiene sentido para María y su marido, y "es un turismo que nos desgasta mucho", por las maneras de los visitantes.
"No es así todo el mundo, hay excepciones", apunta María, asegurando que tienen clientes de fuera que son encantadores, pero que muchos son altivos y vienen con exigencias: "La mayoría se sientan en la terraza y antes de pedirte una consumición te preguntan si pones pincho gratuito. ¿Y qué tienes de pincho? Depende de lo que tengas de pincho, me voy. Tendrás otra cosa, ¿no?", resume.
"Las cosas no son como hace 40 años"
Los turistas de Madrid suelen ser muy buenos clientes de los restaurantes y bares gallegos, pero en Mera entra en juego el factor tradición. Esta localidad de Oleiros ha sido pueblo de veraneo de madrileños durante muchas décadas, del mismo modo que Cabanas, cerca de Ferrol.
La diferencia ahora es que "las cosas no son como hace 40 años, cuando había esa cultura de la capital y el galleguiño", cuenta María. Antes, los turistas madrileños que llegaban a Mera contaban con un poder adquisitivo muy superior al de los habitantes locales, pero ahora las cosas han cambiado. No solo es que Galicia y A Coruña hayan progresado económicamente, sino que los abuelos y padres que venían antes eran gente con recursos, y muchos de sus hijos y nietos que continúan la tradición familiar tienen menos posibilidades económicas que sus predecesores en los años 80 y 90.
Sin embargo, continúan con la tradición de veranear en Mera, pero ya no con casa propia, sino "metiéndose muchos en un piso, a veces antiguo". "Antes eran ricos, y ahora no lo son", explica María. Ahora "tratan de regatear los precios de las copas", e incluso de negociar un precio más bajo si van todo el mes al mismo bar, a modo de descuento por volumen o fidelidad.
Que se acabe agosto para "volver a la normalidad"
La situación es común a todos los bares de Mera, pero Puerto Marina es el único que cerrará hasta el día 20. "Todos estamos deseando que se acabe agosto para volver a la normalidad", explica María, que comenta que "el verano lo hacemos con nuestra gente", refiriéndose a lo buenos consumidores que son los clientes del pueblo. "Los que nos sacan adelante son los clientes de todo el año, clientes fieles y agradecidos del día a día, los del pueblo. No estas personas que vienen en verano, que no nos aportan absolutamente nada", dice María.
"Se sientan seis en la terraza y cuatro no quieren nada. Este turismo no nos enriquece. Nos empobrece", concluye la dueña de Puerto Marina.