La historia viral de una gallega afincada en Londres contactada por su repartidor

La historia viral de una gallega afincada en Londres contactada por su repartidor

Galicia

La historia viral de una gallega afincada en Londres contactada por su repartidor

Una joven gallega residente en Reino Unido compartía en su cuenta de Instagram la desagradable situación que había sufrido cuando un repartidor utilizaba sus datos de contacto para escribirle mensajes.

20 agosto, 2021 14:14

"Buenas tardes, me paso por aquí para comentaros una cosa que me ha pasado y para ver que tipo de reacción tendríais vosotras al respecto si os pasa algo parecido" así empezaba dirigiéndose Bea a sus seguidores en Instagram. La joven lucense  vive desde hace más de un año en Londres, donde trabaja como técnica en un  laboratorio encargado de análisis de aguas y el pasado miércoles decidía contar a su audiencia un episodio nada agradable que había vivido en las últimas horas.

Bea, más conocida  por el nombre de su cuenta de Instagram @trice_create, comenzaba su exposición informando de que hacía dos días alguien  desconocido  se había dirigido a ella por Whatsapp. La joven, al preguntarle por su identidad, ya que no tenía su número de teléfono registrado ni reconocía de quién se trataba por la foto que este individuo tenía como foto de perfil, obtuvo la siguiente respuesta “No sabes quién soy? Te lo diré cuando quedemos…”

Al principio Bea pensó que se trataba de un broma de algún conocido pero en seguida se percató de que la cosa no era lo que parecía en el siguiente mensaje que su interlocutor le envio “No puedo decirte como he conseguido tu teléfono, podría parecer que estoy loco”. Excusatio non petita, pecata manifesta o lo que es lo mismo, disculpa no pedida culpa manifiesta… “Me dio muy malas vibras. Todo fue una conversación super corta porque yo no estaba dispuesta a perder más tiempo en algo tan absurdo”. 

Pero la cosa no quedó ahí y quién enviaba los mensajes debió de pensar que su cebo, jugando con el misterio, no había surtido efecto. Así que ni corto ni perezoso decidió contarle que era el repartidor de pizzas que el sábado se había acercado a llevarle un pedido para una cena que Bea había tenido con unos amigos del trabajo y de la que ella se había encargado, dejando en la web del restaurante todos los datos necesarios para realizarlo.

“Evidentemente desde un principio yo noté que era algo raro, desde ese juego con querer decirme quien era hasta el modo en que consiguió mi teléfono, raro por no decir creepy (espeluznante) que alguien obtenga tu teléfono sin permiso”. Así se lo dijo al repartidor en un escueto mensaje a lo que él solo respondió con un “Bueno, lo tengo”. 

Beatriz decidió que era suficiente con aquella surrealista conversación e intentó dar por zanjado el asunto Fui demasiado correcta porque no presupuse su intención y le dije que desconocía si tenía algún tipo de interés en ligar conmigo al haberme hablado . Le dije que si era así, yo tengo pareja (cosa que tampoco era necesaria para pararle los pies) y que me parecía una forma muy invasiva de conseguir el teléfono de cualquier persona. En cuanto nombré el hecho de que tenía pareja vi como el se amedrentaba y empezó a repetir una y otra vez que lo sentía, literalmente “ si tienes pareja no voy a molestar”. 

Después de eso, el hombre en cuestión, acabó confesándole que había obtenido el teléfono del recibo que se imprime encima del pedido y que para nada lo había hecho a través de la página web del restaurante, atemorizado, supone Bea, por posibles represalias por parte de la empresa.

La joven gallega decidió no responder más y tomó la decisión de reportar esto a la plataforma web por medio de la cual había realizado el pedido a la pizzería en cuestión, tal y como contaba en sus stories de Instagram, donde además pedía a sus seguidoras que le contasen experiencias parecidas.

La respuesta fue masiva y Bea ha recibido cientos y cientos de mensajes contándole experiencias de todo tipo, algunas parecidas y otras que rozan la película de terror  Se generó un clima de confianza entre quienes me enviaban sus historias, todas mujeres, que habían vivido cosas muy desagradables, desde una chica que me contaba como un cerrajero la había acosado después de realizar trabajos en el bloque de pisos donde vivía,  varios casos similares al mío, con servicios de comida a domicilio, otra con un técnico de instalación de internet, un cartero… . Y casos bastante más graves en el que personas habían sufrido acoso porque por venganza habían publicado sus datos y fotos de contacto en internet, creando perfiles falsos con todo este material”. 

Un sinfín de experiencias que Beatriz recogía y de las que sacaba varias conclusiones “ En primer lugar, en muchos casos, las personas optan por no contarlo y dejarlo pasar pero otras tantas que sí lo denuncian ven como no sucede nada, que no hay consecuencias y eso es desolador. Y en segundo lugar que hay personas que pasan miedo por todo esto, por la vulnerabilidad que sienten ante estas experiencias, desde comentarios obscenos hasta situaciones que van más allá de apropiarse de un teléfono de una base de datos. Como parte positiva diré que cuando publicas y cuentas algo así y la gente ve que es algo real, que a las mujeres nos sucede, se produce visibilización de estos hechos y la gente muestra mucho apoyo, gratitud y empatía” .