Estudiar y trabajar: La parte que no se ve de la vida universitaria de Santiago
Cada vez más estudiantes se ven obligados a compaginar su estudios con trabajo para poder mantenerse fuera de casa
27 septiembre, 2023 05:00[20/9/23, 13:46:45] Lia Pérez: Hola aún no me puse fhhdjd
[20/9/23, 13:46:51] Lia Pérez : Estaba clase y curro
Estos son dos de los mensajes más enviados por Lia Pérez, una estudiante de Historia del Arte que compagina sus estudios con su trabajo como dependienta en una tienda. Empezó a trabajar por necesidad, pues la situación laboral de su madre, que la mantenía hasta el momento, no le garantizaba poder terminar la carrera.
Ella, igual que Luis, Pedro y Julia, son ejemplos de la parte que no se ve de la vida universitaria en Santiago. La vida de esos alumnos que, por diversos motivos, compaginan el trabajo con los estudios.
“Frenético” o “estresante” son algunos de los adjetivos que utilizan para definir cómo es su día a día en Compostela. Y es que, aunque todos ellos cursan carreras diferentes y se dedican a trabajos totalmente distintos, hay algo en lo que están todos de acuerdo: “estudiar y trabajar es complicado”.
Pero, ¿cómo se hace para no perder el foco en los estudios? ¿Está la universidad preparada para alumnos que necesitan trabajar mientras estudian? ¿Cambia mucho la experiencia universitaria el hecho de estar trabajando?
Adentrarse en el mercado laboral
Julia Roca empezó a trabajar con 16 años pues nunca le gustó pedir dinero a sus padres y sabía que “siendo de clase acomodada, suponía un esfuerzo para su familia que ella estudiara fuera de casa”. Empezó repartiendo folletos, pero en seguida se dio cuenta de que lo suyo era la música:
“Me gustaba mucho la música, por lo que pensé que podía intentar monetizar lo que era mi afición. Bloom era un sitio que me gustaba mucho, así que un día le hablé al jefe para decirle que creía que podía darle un aire muy chulo al sitio pinchando mis temas. Quedé con él para enseñarle lo que tenía y nos entendimos a la perfección”, relata.
Para Pedro, en cambio, el trabajo llegó en forma de favor. Estudia Lengua y Literatura y empezó a dar clases a su primer alumno para ayudar a una amiga de su madre. Sin embargo, lo que comenzó por casualidad, rápidamente le demostró que podía ser una buena manera ayudar en casa.
“Me lo tomé como una buena forma de tener mi propio dinero, liberando un poco los gastos de mis padres. Además, tengo la intención de dedicarme a la enseñanza en un futuro, y creo que hay ciertas competencias que estoy mejorando o adquiriendo desde que tengo esta ocupación”, aclara.
El reto de compaginar
Compaginar la universidad y el trabajo no siempre les resulta fácil, sobre todo en temporadas de exámenes, cuando sacar tiempo para estudiar se convierte en todo un reto. Julia, con la carrera ya terminada y dedicándose ya a la Educación Social, reconoce que todos los años que concilió ambas cosas fueron una odisea:
“Me levantaba a las 18 de la tarde, hacía cosas de casa y de clase, me iba a tomar algo con alguna amiga y a las 22-23 me iba a trabajar. Salía a las 5-6 de la mañana del trabajo, me duchaba y me iba a clase de reenganche. No dormía hasta mediodía, que era cuando salía de clase”, recuerda.
Para ella, trabajar en el ocio nocturno le permitió estar en contacto con la vida universitaria mientras se ganaba su sueldo, pero reconoce que vivía más de noche que de día y que muchas veces sus amigas hacían planes a los que no podía ir por cansancio.
El principal reto en estos casos se convierte en no perder el foco de la carrera. Algo para lo que Luis cuenta con un truco: “suelo recordar siempre que mi trabajo en hostelería es algo que sólo concibo de manera temporal y que mi futuro está ligado al periodismo”.
La universidad, un lugar con margen de mejora
La realidad es que cada vez más estudiantes se ven obligados a trabajar mientras estudian. La subida de los precios y sobre todo de los alquiles complican a las familias poder asumir los costes de un hijo que estudia fuera de casa. Por ello, los alumnos reclaman que la universidad aporte soluciones:
“La facultad ofrece por costumbre horarios con clase de mañana y de tarde todos los años de carrera con lo que prácticamente nos obligan a los que necesitamos trabajar a hacerlo por las noches o a hacer jornadas intensivas los fines de semana. La única alternativa que ofrecen es poder faltar a clase y acudir sólo al examen, pero eso no es ayudar al alumno, eso es robar al alumno parte de la formación. Una formación por la que pagamos”.
La universidad, un lugar con margen de mejora
Julia, Pedro, Luis y Lia aseguran que trabajar les ha enseñado muchas cosas. Ahora se sienten más formados como trabajadores, más capaces de administrar su propio dinero y más realizados al verse capaces de asumir sus propios gastos. Sin embargo, hacen hincapié en no romantizar las cosas.
Luis explica que “los discursos de que te ayuda a crecer interiormente y te aporta determinados valores están muy bien, pero que nadie debería tener que hacerlo por pura necesidad”. Algo en lo que concuerda Pedro, que añade que hay personas a las que la propia carrera les supone una carga inmensa y que no sabe hasta qué punto añadir otra responsabilidad es bueno.
En unos años Pedro, Luis y Lia esperan estar en la situación de Julia, que recuerda con cariño sus años como universitaria y trabajadora dedicándose ya a aquello para lo que se formó. Mientras tanto, Lia se toma el curso con humor y aprovecha para dar una recomendación a sus compañeros:
“Os recomiendo robar un banco o vivir de rentas. Trabajar y estudiar es un infierno”.