La primera farera de Galicia, Cristina Fernández Pasantes, viene de ser galardonada con la medalla Emilia Pardo Bazán, un reconocimiento por sus labores a favor de la construcción de una sociedad más igualitaria entre hombres y mujeres.

Natural de Camariñas (A Coruña), desarrolló su oficio y su vida frente al mar en el Faro del Cabo Vilán, del cual fue guardiana durante más de 48 años. Ahora, recién jubilada, recuerda los tiempos de abrirse camino en una profesión "de hombres" mientras habitaba a 125 metros de altura en una de las atalayas más peligrosas, pero también más bellas, de la geografía gallega.

Que le reconozcan como pionera en su profesión con un galardón de estas características debe ser un éxito muy importante. Sin embargo, usted reitera que no es la única que merece de estas consideraciones…

Siempre dicen que yo fui la primera pero fuimos 3 las que ganamos la oposición en 1972, era la segunda convocatoria en la que permitían a las mujeres acceder al puesto. Yo fui la galardonada pero en realidad somos todas, se la dedico a todas, porque fuimos capaces de sembrar la semilla en una profesión considerada de hombres y demostrar que las mujeres si que valemos.

Existe mucha fantasía en torno a la vida en los faros y a sus trabajadores. ¿Qué la llevó a trabajar allí?

Mi vocación no era ser farera porque no lo contemplaba, mi vocación era la medicina y la enseñanza. No pudieron ser porque vengo de una familia de clase media- baja y, con mi padre enfermo, tuve que trabajar desde los 14 años. Curiosamente, el padre de mi novio, quien sería posteriormente mi marido era farero del Cabo Vilán, nos metió el gusanillo y afortunadamente ambos sacamos la oposición. Empecé a los 22 años en Cabo Silleiro en Baiona, luego me vine a mi pueblo natal. Fue una vocación apasionadamente adquirida.

Vista del Cabo Vilán (Camariñas, A Coruña)

Es sabido que la ubicación del Faro Vilán es uno de los lugares más duros para desempeñar su profesión al encontrarse en las aguas de Costa da Morte. ¿Cómo se viven allí las jornadas laborales?

Los fareros no tenemos horarios. Si que hay unas horas consideradas laborales: dos horas antes del encendido y cinco horas y media después del apagado, que medíamos por una tabla de ortos y ocasos. Pero yo nunca miré el reloj. Considero que los fareros fuimos… bueno, somos, personas muy altruistas porque no pensábamos en el dinero o en los horarios, solo en dar calidad al navegante. Siempre pensábamos que si nosotros lo estábamos pasando mal, en el mar estarían pasándolo peor.

Con todo, la carga de trabajo se incrementaría en días de mal tiempo, ¿Cómo se afrontan los días de temporal en el ojo del huracán?

Se me hace imposible describir los días vividos durante las tormentas… Por la noche, aunque no estuviéramos de guardia, sonaba la alarma y nos levantábamos todos. Ahora, siempre que llueve pienso en aquellos que están despiertos mientras los demás estamos dormidos. Desde que entré al faro yo siempre tuve muy claro que estábamos trabajando con vidas, no con papeles burocráticos. En mi caso sentía una doble responsabilidad porque yo era de Camariñas, conocía a todos los marineros, incluso algunos eran familiares míos. Me entregué a ellos completamente.

La farera, Cristina Fernández, posando frente a Cabo Vilán en una foto de archivo (cedida)

En un mundo "de hombres"

El mar no es machista, pero quienes lo trabajan pueden llegar a serlo. Cristina, no solo ha sido una de las tres primeras fareras de Galicia, también es considerada la segunda de España. A día de hoy, reconoce lo complicado que fue tratar de explicarle a su familia del camino que iba a tomar, ya que era algo muy poco habitual, pero reconoce que con el tiempo se sintieron muy orgullosos de que fuese de las pocas que afrontase ese puesto.

"A mi por lo general me trataron muy bien, si que hubo veces en los que me hacía pequeñita porque no reconocían mi trabajo y delegaban en mi marido. Pero ahí era donde tenía que ser doblemente inteligente y demostrar mi valía. Yo no quería que me tratasen con cautela, yo era bruta y fuerte como ellos, podía levantar el peso y soportar el temporal subida a la torre."

¿Conoce a nuevas generaciones de fareras?

En la Autoridad Portuaria de Ferrol están Elena y Mercedes. También está Carmen Rosa en Sálvora, pienso mucho en ella porque sus condiciones si que son difíciles. Curiosamente, en las últimas contrataciones de personal siempre han cogido a hombres, es algo habitual. Pero las fareras estamos aquí y seguimos luchando.

Cristina Fernández, ya jubilada, visitando el Faro de Cabo Vilán (cedida)

Durante los años vividos en el faro, no solo compartió estas experiencias con su marido, ya que sus hijos vivieron en el faro a pesar de que salían al pueblo para ir al colegio. ¿Cómo llevan los niños vivir en un lugar as´´i?

Yo siempre digo que los hijos de los fareros son los mejores fareros. Ellos amaron el faro y el mar como lo hicimos sus padres. Es un paraíso ver cada amanecer, siempre decían que era como un manto que se levantaba con el sol, y cada anochecer es distinto y mágico. Aunque hubiese tramos duros, nosotros los caminamos primero para prepararlos, y ellos nos ayudaban en los días de temporal.

En los últimos años, la automatización ha desplazado de alguna manera el trabajo de los fareros, que pueden llegar a controlar varios faros a la vez lo que les permite vivir en los pueblos al tiempo que les informa de las averías, pero usted nunca abandonó Cabo Vilán hasta su jubilación.

Nunca fui capaz, siempre consideré que estando al pie del cañón se solucionarían más rápido las averías. Ahora muchas Autoridades Portuarias están priorizando contratar empresas auxiliares para el mantenimiento antes que a nuevos fareros, pero los fareros somos personas indispensables dentro de un faro, aunque nunca nos hicimos notar. A más tecnología, más averías, y no te la puedes jugar, siempre debe haber una persona al pie de faro. Recordad esto: los fareros volverán a los faros.

Tras tantos años de experiencias tan intensas, la vuelta a una vida "común" tuvo que suponer un choque ¿Ha conseguido volver a adaptarse a la rutina en el pueblo?

He sido enormemente feliz en faro. Tras la muerte de mi marido estuve 10 años viviendo sola en Cabo Vilán, y ahí si que me agarró alguna vez la soledad. Al mudarme al piso, todo se me hacía pequeño en comparación con ese paraíso. Todas las noches antes de acostarme necesitaba ir a ver el faro, aunque fuese de lejos. Al verlo desde fuera pienso en lo frío y lo duro que tenía que ser, pero cuando estoy dentro recuerdo que yo allí me sentía muy tranquila, y la calma vuelve a venir.