Los arquitectos, conocedores de las formas del hábitat y del paisaje, escogen, si pueden, un lugar especial que se convierta en refugio y cobijo no sólo físico, sino de sus propias ideas. El arquitecto británico David Chipperfield (1953) escogió Corrubedo en Ribeira (A Coruña). Este inglés afincado en el Barbanza ha sido galardonado el 7 de Marzo de 2023 con el premio Pritzker de arquitectura, uno de los mayores galardones de la disciplina junto con la medalla de oro Tessenow (de la que ya es poseedor) o el León de oro de Venecia.
Con una mirada detenida siempre en el detalle, pero que observa de reojo la gran escala, Chipperfield se convirtió en el arquitecto capaz de reconstruir aquello que parecía ruina y de revitalizar lugares de historias, a veces, oscuras. Fue una de las figuras fundamentales en la revitalización de Berlín acometiendo la reforma del Neues Museum, una obra que no oculta las profundas heridas de un pasado complejo permitiendo leer la historia reciente de Alemania, así como la reforma de la icónica Nationalgalerie del arquitecto Mies Van der Rohe (1886-1969), una obra de la que afirmó que nunca sería sostenible pero quizás esa no sea función, sino la de impulsar otras.
“¿Es la falta de expresión y de carácter en, por ejemplo, las expansiones y reconstrucciones de nuestras ciudades y pueblos consecuencia de aplicar una técnica, unos materiales, unas formas y unos colores en conflicto con los valores emocionales de nuestro tiempo?” Cornelis Van Eesteren, 1948
Autor del Recinto XXII del Cementerio de San Michelle en Venecia (1998), la sencillez magistral de la obra, es la respuesta a una enorme responsabilidad en forma de proyecto que sólo una mano hábil, reflexiva, que presta atención al detalle y a la omnipresencia de una historia local casi asfixiante, es capaz de trazar. Arquitecto de obra internacional desde Davenport (Figge Art Museum, 2005) a Des Moines (Biblioteca Municipal, 2001) pasando por Nueva York (Hotel en Bryant Park, 2001), Milán (Ciudad de las culturas de Asnaldo, 2000), Salerno (Palacio de justicia, 2001) o México (Museo Jumex, 2013), también ha proyectado numerosas obras en Reino Unido, su país de origen, entre las que destaca el multipremiado Museo fluvial en Henley-on-Thames (1989-1997), así como numerosas Boutiques para el diseñador Valentino o el recientemente desaparecido Issey Miyake. En España, ha desarrollado numerosos proyectos entre los que destacan el edificio Veles i Vents (Valencia, 2006), la ciudad de la justicia de Barcelona (2002-2009 con Fermín Vázquez y Agustí Obiol) , Viviendas sociales en Villaverde (Madrid, 2004 con José María Fernández-Isla) o la remodelación del Paseo del Óvalo (Teruel, 2001-2003).
“La diferencia entre la buena y la mala arquitectura está en el tiempo que le dedicas". David Chipperfield
Galicia: el lugar que crea recuerdos para una vida
Quizás es ese tiempo, el que el arquitecto contempla desde su modesta casa de Corrubedo. David Chipperfield y Evelyn Stern, su mujer, eligieron Corrubedo como lugar de veraneo hace veinte años. Una casualidad de alguna forma abocada, ya que esta pequeña población de la costa gallega fue el lugar elegido por muchos arquitectos como refugio de descanso. De hecho, el arquitecto Manolo Gallego relata el cariño con el que guardaba el pequeño plano en el que había dibujado la que sería su casa de veraneo en Corrubedo, cerca de la playa.
Chipperfield conoció a Gallego en Milán, su relación personal llevó a Gallego a ayudar a Chipperfield en la búsqueda de alojamiento vacacional en Corrubedo. Tras varios años de veraneo en Corrubedo, algunos de ellos en la casa de Gloria García Lorca (construida por su marido el arquitecto Estanislao Pérez Pita), Chipperfield decide comprar la casa de Jesús de Hermo para hacer de ese lugar de vacaciones una segunda residencia, un lugar de descanso. Su casa, sólo tiene una condición esencial y es la presencia del mar. Enamorada del mar, la familia construye la casa a partir de los pequeños rituales domésticos como desayunar, cocinar, contemplar el mar, leer un libro, descansar o reunirse. Pero todas estas acciones implican abrir la mirada de la casa hacia el Atlántico, a pesar de las duras condiciones del clima. La casa, de 250m2, se estratifica según el uso, con la planta baja dedicada a los hijos cuyas habitaciones incorporan literas para que puedan invitar amigos y amigas, la planta primera incluye los espacios comunes como cocina, salón y comedor, mientras que las plantas superiores son el espacio para el matrimonio, incluyendo una azotea de formas imaginativas.
“En otros lugares llevas la palabra turista pegada en la frente. Pero aquí se puede vivir realmente. Es un lugar para esas idílicas vacaciones que esperas que tus hijos recuerden toda su vida.” David Chipperfield entrevistado por Cristina Giménez para AD
Corrubedo es para el arquitecto un lugar en el que disfrutar de la vida de forma auténtica, sin ser etiquetado como turista. La relación con el mar, al que sale a navegar cada día es sólo el comienzo de un rutina que él define como rituales de la vida diaria. El gusto por las pequeñas cosas como la excelente gastronomía de la zona, el paisaje cambiante del atlántico, la presencia de la duna o el sonido del viento, moldean la cultura de un lugar con la que el arquitecto británico se ha ido identificando poco a poco.
Su casa en Corrubedo se inserta en la trama arquitectónica, de forma casi mimética salvo por sus enormes carpinterías abiertas al mar en la primera planta. Al igual que las casas de veraneo de Manolo Gallego o Estanislao Pérez Pita, su casa busca que el mar entre de forma arrolladora hasta el último rincón de la casa. Recientemente ha recuperado también el Bar do Porto, un elemento fundamental del hábitat local.
El amor por el hábitat
Su observación del paisaje y la cultura le llevó a desarrollar en los últimos años la Fundación Ría en Galicia, como think tank de análisis y reflexión en favor de una planificación territorial estratégica. Esta iniciativa ha puesto en marcha varios proyectos en diversos enclaves gallegos como a Pobra do Caramiñal, Boiro, Taragoña, Muimenta o el Puerto de Palmeira. Y es que la mirada que se detiene en los detalles sin olvidar el contexto, la gran escala, desarrolla un lenguaje universal capaz de integrar las singularidades e interpretar de forma sensible y honesta la memoria histórica del lugar.
David Chipperfield se ha convertido en el trigésimo octavo arquitecto en recibir este prestigioso galardón. Un arquitecto que observa, reflexiona y toma decisiones que nunca olvidan la historia, la identidad y la cultura, quizás porque su obra nace de sus trazos ya conocedora de su pertenencia a ese lugar. Al igual que la escultura del artista Antony Gormey que el arquitecto donó al Concello de Corrubedo, situada en la playa de Robeiriña que aparece y desaparece según la marea, la buena arquitectura a veces no se ve, porque ya pertenece al lugar. La arquitectura que, desde un silencio sereno, responde a la memoria identitaria del lugar navegando tranquilamente en la armonía caótica y natural de su movimiento.
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