Galicia atesora un inmenso patrimonio natural. Considerada uno de los destinos de Naturaleza por excelencia, hay numerosas rutas que permiten descubrir los secretos de una comunidad que no deja de sorprender.

Muchas de ellas pasan por zonas boscosas, en las que los árboles son unos de los protagonistas. Algunos de ellos están catalogados como singulares por su tamaño, edad o significación histórica o cultural, convirtiéndose en una reliquia botánica digna de visitar. Otros no son singulares, pero sí hacen de Galicia un lugar único en el que respirar aire puro y disfrutar de paisajes espectaculares.

Los expertos explican que es preciso distinguir entre árboles utilizados en reforestación forestal, fundamentalmente pinos y eucaliptos, y los árboles del país o autóctonos. Actualmente, se está realizando un inventario forestal de Galicia, pero el último elaborado a nivel nacional indica que el pino del país y el roble común serían las dos especies que, en su categoría, ocuparían más superficie.

Árboles autóctonos o del país

Los tres robles

El roble, carballo en gallego, es el árbol con el que se identifica a Galicia en numerosas ocasiones. El roble común o pedunculado (Quercus robur), el roble albar (Quercus petraea) y roble rebollo o cerqueiro (Quercus pyrenaica) se parecen bastante entre ellos: los tres tienen hojas caedizas, lobuladas y alternas y dan bellotas. Los ciudadanos, sin embargo, pueden diferenciarlos fijándose en algunos detalles.

Hojas del roble común o pedunculado (Shutterstock).

El roble común, presente en toda la comunidad gallega, se caracteriza por unas hojas sin peciolo o con peciolo muy corto. Las bellotas de este árbol, además, están sentadas sobre un pedúnculo largo que nace de la axila de las hojas, que aparentemente no tienen pelo.

Un roble albar o híbrido de Quercus robur con Quercus petraea (Shutterstock).

El roble albar es más escaso en Galicia y sus hojas tienen un peciolo bastante largo. Las bellotas de este árbol que puede alcanzar los 30 metros de altura están sobre la ramilla, no sobre un pedúnculo que nace en la axila de las hojas, que también son lampiñas.

Hojas del roble rebollo (Shutterstock).

El cerqueiro, por último, está bastante extendido en la comunidad, aunque abunda más en el sur y este de Lugo y la provincia de Ourense. "Las hojas son muy pelosas, aterciopeladas, sobre todo por el envés o cara interior. Además, los lóbulos de las hojas son mucho más profundos que en robur y que en el petraea", explica el profesor emérito de la Universidade de Santiago de Compostela (USC), Antonio Rigueiro Rodríguez.

Castaño

Hojas y fruto del castaño (Shutterstock).

El castaño (Castanea sativa) es el árbol autóctono responsable de que cada otoño podamos disfrutar de las ricas y nutritivas castañas gallegas. "Las hojas son grandes, más bien oblanceoladas, y sus frutos, las castañas, están encerrados en una cúpula que es el erizo", explica el profesor Rigueiro, que añade que actualmente, en las zonas con incidencia de la enfermedad de la tinta, se están haciendo plantaciones con híbridos resistentes a esa enfermedad, que a veces se injertan con variedades tradicionales de los soutos gallegos.

Abedul

Un bosque de abedules (Shutterstock)

Betula pubescens es el nombre científico del abedul gallego, presente en toda la comunidad. Este árbol, sin embargo, no se acerca mucho a la costa ni a la zona de Ourense de transición hacia el clima mediterráneo. Antonio Rigueiro explica que distinguirlo es muy sencillo porque tiene la corteza del tronco lisa y blanca nacarada: "Es inconfundible desde ese punto de vista".

El cerezo

El cerezo y sus frutos (Shutterstock).

El cerezo silvestre (Prunus avium) se puede encontrar en toda Galicia y sus carnosos frutos se pueden degustar en primavera y verano, aunque los que se comercializan y son más apreciados corresponden a variedades selectas. "Tiene una floración precoz, de flores blancas, antes de que salgan las hojas. Las hojas son caedizas y los frutos son las conocidas cerezas, pequeñas y agridulces en el cerezo silvestre, y con un color que va del rojo al negro", explica Antonio Rigueiro, que añade que esta fruta es fundamental para la naturaleza porque supone el alimento de numerosas aves.

Arce sicomoro o falso plátano

Hoja del arce sicomoro (Shutterstock).

El arce sicomoro (Acer pseudoplatanus L.) está por toda Galicia, aunque abunda más en las montañas orientales. "Se parece bastante al plátano de sombra, que se ve en los parques y jardines. El pradairo, nombre en gallego, tiene las hojas muy grandes y palmadas, con cinco lóbulos, y con un peciolo largo de color rojizo", explica el profesor Antonio Rigueiro.

Las hojas del pradairo, además, son opuestas y no alternas como ocurre en el plátano. Los frutos del arce sicomoro son secos y alados y se llaman sámaras. Las alas les permiten ser transportados por el viento para diseminarse.

Olmos u ulmeiros

Hojas del ‘Ulmus minor’ (Shutterstock).

Galicia cuenta con la presencia de dos especies de olmos: el Ulmus glabra, que se encuentra sobre todo en las montañas orientales, y el Ulmus minor, sobre todo en zonas de clima mediterráneo, como los valles de los ríos Miño y Sil. El Ulmus glabra tiene las hojas más grandes y además se caracterizan por terminar en una punta al lado de la cual hay frecuentemente otras dos más pequeñas, mientras que las hojas del Ulmus minor terminan en una sola punta. "En ambos casos son asimétricas en la base pero en el glrabra lo son mucho más, además de ser muy ásperas al tacto", concreta Rigueiro.

La encina y el alcornoque

La encina (Quercus ilex) está en las zonas más mediterráneas, sobre todo en los valles de los ríos Miño y Sil, representando a la Galicia más mediterránea. El alcornoque (Quercus suber), por otro lado, está además en los valles de los ríos del Atlántico: del Tambre, del Ulla, del Umia.

Encina.

Alcornoque.

"La encina y el alcornoque tienen hojas perennes y la principal diferencia entre ambos es que el alcornoque tiene corcho en las ramas gruesas y el tronco. En cambio, la encina tiene una corteza rugosa pero no es corcho", explica Antonio Riguero Rodríguez.

Dos chopos

Hojas del chopo negro (Shutterstock).

Los chopos negro (Populus nigra) y blanco (Populus alba) también están presentes en Galicia. "Se diferencian muy bien porque las hojas del Populus alba son blancas por el envés, mientras que las del nigra son verdes por las dos caras", explica el profesor Rigueiro.

Pertenecientes a la familia de las salicáceas, ambos tienen hoja caduca, crecen preferentemente en suelos húmedos y pueden alcanzar los 30 metros de altura. El álamo o chopo negro suele tener el tronco recto y la copa amplia y generalmente poco densa, aunque sí más que el chopo blanco o álamo común.

Ambos tienen variedades de perfil cónico o piramidal, que se ven con frecuencia en parques y jardines. El chopo temblón (Populus tremula) también está presente en Galicia pero es muy escaso.

El sauce común

Un sauce en una imagen de archivo (Shutterstock).

Los sauces o salgueiros, igual que los chopos, son especies freatófilas y son frecuentes en la ribera de los ríos. El más común en Galicia es el Salix atrocinerea, caracterizado por tener hojas rugosas de forma aovada o lanceolada y por sus frutos de tipo cápsula. El sauce cenizo puede llegar a los 22 metros de altura y sus flores son unisexuales monoicas (las masculinas y las femeninas están en el mismo pie) y se disponen en amentos.

Los alisos

Hojas y frutos del aliso (Shutterstock).

Los alisos (Alnus glutinosa) están sufriendo la enfermedad mortal de la tinta, igual que los olmos (sobre todo Ulmus minor), que sufren la enfermedad también mortal de la grafiosis. "Dos enfermedades que están afectándoles muy negativamente y causando mortandades importantes", explica Antonio Rigueiro.

El ameneiro está en los márgenes de casi todos los ríos, ya que es una especie freatófila y por tanto típica de zonas húmedas, y tiene unas hojas con peciolo corto y de color verde oscuro, algo más claro por el envés. Los frutos son secos y alados y aparecen en conos o piñas semejantes a los de alguna sconíferas.

El tejo

Hojas y semillas cubiertas por el arilo rojo del tejo (Shutterstock).

"El tejo es la única gimnosperma arbórea que tenemos autóctona en Galicia", explica el profesor emérito de la USC sobre el Taxus baccata. Este árbol podemos encontrarlo en muchas zonas de la comunidad pero abunda sobre todo en las montañas orientales y hay un bosque de tejos conocido y que merece la pena visitar en Galicia: el Teixedal de Casaio, en Carballeda de Valdeorras (Ourense).

Caracterizado por sus hojas aciculares, como ocurre en casi todas las coníferas, el tejo tiene flores unisexuales dioicas (las masculinas y las femeninas en pies distintos). Los pies hembra producen semillas envueltas por un arilo carnoso de color rojo muy llamativo. "El tejo es una planta muy venenosa, pero en cambio ese arilo rojo que envuelve la semilla es dulce y comestible, la única parte del árbol que no es tóxica", explica Antonio Rigueiro.

Otros árboles frecuentes en Galicia

Un fresno Fraxinus angustifolia (Shutterstock).

La Galicia verde que enamora a quien la visita alberga en sus montes otros árboles como los fresnos (Fraxinus excelsior y Fraxinus angustifolia), de hojas compuestas caducas y opuestas y con la corteza del tronco grisácea y lila cuando son jóvenes, luego parda y agrietada. Los folíolos del Fraxinus angustifolia son estrechos y ligeramente dentados, mientras que los del Fraxinus excelsior son más anchos. Las yemas del primero son marrones y las del segundo negras. Los frutos son secos, sámaras, aquenios alados.

Un avellano (Shutterstock).

El avellano (Corylus avellana), común y abundante en gran parte de la comunidad gallega, tiene las hojas redondeadas con márgenes dentados y con pelo en ambas caras, mientras que la corteza del tronco y ramas gruesas son marrones pálidas o grises. Las flores son unisexuales monoicas y las masculinas y las femeninas están en el mismo pie. Las masculinas se disponen en amentos colgantes que aparecen antes que las hojas. El fruto, la avellana, es seco, una variante del aquenio llamada núcula, porque tiene la cubierta dura, lignificada

El haya, presente en las montañas orientales de Lugo (Shutterstock).

El haya (Fagus sylvatica) está poco representada en Galicia, aunque es posible encontrarla en las montañas orientales de la provincia de Lugo, sobre todo en las montañas de Os Ancares y en la Serra do Caurel. Este árbol se caracteriza por tener un tronco recto de corteza lisa y gris y sus hojas simples, caedizas y alternas cuentan con un peciolo corto y con pelos blancos sedosos en el margen. Las flores son unisexuales monoicas y los frutos, que son secos de tipo aquenio, aparecen encerrados en una cúpula ornamentada con apéndices no espinosos.

Hojas y fruto del serbal de los cazadores (Shutterstock).

El serbal de los cazadores (Sorbus aucuparia), es el serbal más abundante en Galicia, está presente en zonas de montaña y es utilizado como árbol ornamental en parques y jardines. Tiene las hojas compuestas como los fresnos, aunque en este caso son alternas, mientras que las flores son pentámeras, con cinco pétalos blancos. El serbal también da frutos: un pomo pequeño que adquiere color rojo o anaranjado cuando madura y del que se alimenta la fauna.

Y un arbusto: el acebo

Ejemplar femenino del acebo (Quincemil).

El acebo (Ilex aquifolium) está en toda Galicia, pero sobre todo en las montañas del norte y del este y también se cultiva como planta ornamental en parques y jardines. Sus hojas son perennes, de color verde brillante y frecuentemente con el borde pinchudo.

Las flores son tetrámeras, con cuatro pétalos blancos, unisexuales dioicas, es decir flores masculinas y femeninas separadas, ambas en pies distintos. "Tiene hembra y macho. El pie que es hembra produce unos frutos que son unas bolas rojas (drupas) muy llamativas", explica Antonio Rigueiro, que destaca la importancia ecológica de este arbusto, ya que sus hojas y frutos son un alimento para la fauna silvestre.

Otros árboles y arbustos abundantes

Galicia tiene otros árboles o arbustos autóctonos abundantes. El laurel o loureiro (Laurus nobilis), el madroño o hérbedo (Arbutus unedo), el espino albar, el majuelo, el estripio (Crataegus monogyna), el piruétano, la pereira brava, el escambrón (Pyrus cordata), el arraclán, el avellanillo y el sanguiño (Frangula alnus)

Reforestación forestal

Ejemplares de eucalipto azul (Quincemil).

El eucalipto común o azul (Eucalyptus globulus) está sobre todo en la costa de Galicia. Originario de Australia, este árbol puede superar los 55 metros de altura, aunque O avó de Chavín (uno de los más altos de Europa) y otros congéneres ubicados en el  Souto da Retorta de Viveiro miden cerca de 70 metros.

El causante de que en 2018 la palabra del año para los gallegos fuese "Deseucaliptización" está presente en Galicia desde hace más de 100 años. Otra especie, el eucalipto brillante (Eucalyptus nitens), más resistente al frío que el eucalipto azul, se está extendiendo más por el interior de la comunidad gallega. El Eucalyptus nitens crece hasta los 60 metros de altura.

Ambos eucaliptos son parecidos, tienen hojas perennes, las juveniles opuestas y las adultas alternas. Los frutos son secos de tipo cápsula, en E. globulus aisladas y grandes y en el E. nitens pequeñas y en umbelas. El eucalipto azul tiene buena poda natural y el eucalipto brillante no, por lo que en el primero se suelen ver los troncos limpios y en el segundo con muchas ramas secas.

Tres pinos: del país, insigne y silvestre

Los pinos inundan los paisajes gallegos. Con una gran presencia del conocido como pino del país, también es posible encontrar pinos americanos y silvestres en diferentes zonas de Galicia.

Detalle de las piñas del pino del país poco antes de abrir y una vez abiertas (Shutterstock).

El pino del país (Pinus pinaster) tiene una gran facilidad para colonizar espacios en los que no es nativo y es el más común de los pinos que hay en Galicia. Este árbol, que no suele sobrepasar los 35 metros de altura, se caracteriza por sus piñas cónicas con apófisis piramidales punzantes, que pasan del color verde inicial al marrón rojizo, abriéndose y llegando a duplicar su anchura. Las acículas están en grupos de dos, y son largas, rígidas y pinchudas.

Hojas y piñas del pino americano (Shutterstock).

El Pinus radiata, originario de California, alcanza unos 45 metros de altura y puede encontrarse en zonas de baja altitud en el norte de España, incluida Galicia. Sus hojas, agrupadas de tres en tres en los braquiblastos o brotes cortos, pueden llegar a los 15 centímetros de largo y son como agujas flexibles, no pinchudas. El pino americano también tiene piñas, aunque en este caso son algo asimétricas, como gibosas por la parte superior, y aparecen en verticilos de hasta cinco, mientras que las apófisis son redondeadas, no punzantes.

Imagen detallada del pino silvestre (Shutterstock).

Otro de los pinos más frecuentes en Galicia es el Pinus sylvestris, con hojas agrupadas de dos en dos, mucho más pequeñas que las del pino insigne y el del país, de color verde azulado y caracterizadas por ser redondeadas en el dorso y dentadas al final. Las piñas también son mucho más pequeñas que las de los otros dos pinos citados y tienen apófisis planas. Los piñones, semillas de los pinos, son pequeños en las tres especies y tienen un ala. Las flores femeninas se disponen en conos de color primero verde y luego castaño que darán lugar a las piñas.

Otras especies de reforestación

Otras especies también presentes en Galicia a través de la repoblación forestal, aunque en menor proporción, son, entre otras, el abeto de Douglas (Pseudotsuga menziesii), la secuoya (Sequoia sempervirens), el roble americano (Quercus rubra) y el nogal americano (Juglans nigra). "Comparado con los pinos y con los eucaliptos, ocupan muy escasa superficie", concreta Rigueiro.

Un paseo por los montes gallegos también permite ver diferentes especies invasoras que se han asentado en la comunidad. Es el caso de la mimosa (Acacia dealbata), la acacia negra (Acacia melanoxylon) y la falsa acacia (Robinia pseudoacacia). Las dos primeras, además, están en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras.