La figura político territorial que conforma el municipalismo español tiene su origen más remoto en el período histórico de dominación romana en la península ibérica, momento en el que se instaura el Imperio y sus instituciones. Con todo, fue más bien a partir de la decadencia romana y tras la reconquista del territorio español que se encontraba a manos de los árabes cuando el municipio como organización administrativa local empezó a surgir tímidamente en el norte de la España Medieval entre principios del siglo IX y el XII, consolidándose poco a poco en las centurias siguientes hasta alcanzar las formas de gobierno local más actuales. La estrategia en aquellos primeros años consistía en la repoblación del país estableciendo núcleos de población con milicias para contener los ataques árabes, un hecho que en Galicia afectó a ciudades históricas como Tuy (855), reedificada bajo el mandato de Ordoño II

En España, el pequeño municipio palenciano de Brasoñera (Castilla y León) está considerado el ayuntamiento más antiguo del país, fundado de manera oficial en el año 824 por parte del conde Munio Núñez, fecha en la que se considera fue entregada la primera Carta Puebla de España. En la comunidad gallega se dan varios precedentes en la organización territorial más reducida, pues ciudades como Lugo, Vigo o Ourense hunden sus raíces poblacionales en los siglos I y II a.C, y lo cierto es que Lucus Augusti está considerada la ciudad más antigua de Galicia, fundada alrededor del año 15 o 25 a.C. La Galicia que conocemos hoy en día se encuentra dividida en cuatro provincias, si bien cabe destacar que se trata de una partición bastante reciente ya que hasta el año 1833 en el Reino de Galicia ―el primero de Europa―  convivían siete provincias: A Coruña, Betanzos, Santiago, Tui, Mondoñedo, Lugo y Ourense, todas ellas localidades a tener en cuenta en este artículo. Pero más allá de todos estos datos históricos: Santiago de Compostela, Lugo, Vigo y Ourense están considerados los ayuntamientos más antiguos por provincias de Galicia

El gran precedente: el antiguo Reino de Galicia

Mapa del antiguo Reino de Galicia (Mercator y J. Hondius, 1632)

La primera cuestión a tener en cuenta a la hora de hablar del Reino de Galicia es que las provincias no existían ―al menos como las entendemos en la actualidad―, sino que se trataba de territorios delimitados por las jurisdicciones eclesiásticas de la época: Santiago por la diócesis compostelana, Lugo por la diócesis lucense y así sucesivamente. Tan sólo había una excepción: Betanzos, que no se encontraba administrada por la Iglesia ya que dependía directamente de la Corona castellana. Una vez entrada en la Edad Moderna ya se produjo una división paulatina entre el rango civil y la iglesia, siendo absorbidas estas diócesis por el poder civil y adoptando por ende una naturaleza más similar a la de las provincias actuales. 

Entre las siete provincias históricas del antiguo Reino de Galicia, Santiago de Compostela conforma uno de los territorios más longevos, pues la fundación de la ciudad data del año 830 y está directamente relacionada con el hallazgo de los restos del Apóstol Santiago que dieron lugar al primer núcleo poblacional alrededor del sepulcro. Por su parte, en el caso particular de A Coruña existen algunas desavenencias en cuanto a la fecha de su constitución. Historiadores como el coruñés Emilio González López apuntan a que habría sido Alfonso VII la figura que dio rango de ciudad a la urbe cien años antes que Alfonso IX, al que se le atribuye la fundación de A Coruña a través de una Carta Puebla en 1208. Por lo general, dichas discordancias se sustentan en el hecho de que la localidad había desaparecido casi en su totalidad de los registros históricos hasta la refundación por parte de Alfonso IX. 

Sobre la antigua provincia de Mondoñedo sabemos que fue constituida como villa en 1156 y que sería Alfonso VII quien fundaría la urbe ya como ciudad en torno al año 1230, época en la que también comienza a construirse su emblemática catedral. Por su parte, de Betanzos conocemos que fue declarada villa en el año 1212 por el rey Alfonso IX y elevada a la categoría de ciudad dos siglos más tarde, en 1465, por el rey Enrique IV. Al igual que sucedía con la ciudad herculina, también se produjo un largo período de muy escasa información histórica sobre estos hechos, si bien existe la certeza de que en ya 1219 la población se trasladó desde su antigua ubicación de San Martiño de Tiobre hasta su emplazamiento actual sobre el antiguo Castro de Untia. 

Vista aérea de la ciudad de Ourense, Galicia. Foto: Shutterstock

En el caso de Ourense, cabe destacar que el primer núcleo de población se asentó ya en el siglo I d.C alrededor de la fuente termal de As Burgas. Lo cierto es que la ciudad ourensana siempre ha mantenido una gran relevancia histórica en sus diferentes épocas, habiendo sido la capital del reino de Carriarico tras la llegada de los suevos o convirtiéndose en una de las sedes episcopales de la Iglesia Católica en Hispania, supeditada a la archidiócesis de Braga. A partir del siglo XI, Ourense pasó a manos de los obispos y se encaminó a su recuperación. La ciudad obtiene una jurisdicción otorgada por Doña Teresa de Portugal en el año 1122 y es en el siglo XII cuando nace el primer Concejo de la Ciudad (Ayuntamiento), formado por representantes elegidos por los propios habitantes para enfrentarse a los abusos del obispado. 



En el caso de la antigua provincia de Tui resulta importante señalar varias fechas históricas en su constitución y transición a municipio con plenos derechos: como la restauración de la sede episcopal de alrededor del año 1067 o la construcción de una muralla en 1170 por parte de Fernando II para dotar de protección a la urbe tras los foros otorgados por el rey a la población. Otro momento clave en la historia municipalista de esta localidad tiene lugar en 1623, cuando la ciudad de Tui recibe el título de "Moi Nobre e Moi Leal" y al que en el año 1885 se le añade también el de "Excelentísimo Concello"

Otras villas reales y cartas pueblas de importancia

Noia al atardecer. Foto: IStock iStock

Más allá de los precedentes existentes en cuanto las antiguas provincias del Reino de Galicia, merece la pena destacar asimismo los casos de localidades históricas como Vigo, Baiona o Noia. Tal y como ya adelantamos al comienzo de este artículo, la ciudad Olívica está considerada el núcleo poblacional más antiguo dentro de la provincia de Pontevedra. Existe la certeza de que esta villa costera fue fundada a raíz de la intensa actividad portuaria, comercial y  marítima que tuvo lugar durante la época romana desde el siglo II a.C hasta el siglo I d.C. Tras el declive de la civilización romana, el núcleo vigués dependió durante muchos años del monasterio cisterciense de Melón. Ya a partir del siglo XII, Vigo comienza a recuperar población aunque continúa sometido al poder de la iglesia y los señores feudales de la época. Existe además constancia documental del año 1024 en una cita sobre la iglesia de Bembrive y otros tantos templos románicos en el actual término municipal que dejan constancia de un núcleo poblacional importante en esta zona en los siglos XI, XII y XIII. La primera vez que se cita a Vigo como villa en un documento histórico es en el año 1234 en un pleito por dominio del señoría

En el caso de Baiona hay también constancia de una Carta Puebla firmada en el año 1201 por el rey Alfonso IX por la cual se concedió a la antigua Erizana el nombre de Baiona (otros pueblos gallegos que cambiaron de nombre) y su categoría de Real Villa, otorgando a sus habitantes privilegios en cuanto al comercio marítimo y logrando la desvinculación definitiva del Monasterio de Santa María de Oia. Por su parte, la localidad coruñesa de Noia encuentra su primera fundación como núcleo con plenos derechos en 1168, aunque la villa es de origen anterior, pues Fernando II la emplazó en esta localización para protegerla de los ataques piratas por mar. Aquel fue el germen del desarrolló que experimentó en adelante la localidad noiesa y que permitió su desarrollo como ciudad e incluso la construcción de una gran muralla en el siglo XIV.