Hace unos días llegó a Santiago de Compostela Nell Leyshon para recoger el premio San Clemente de literatura en la categoría de lengua extranjera por su última novela La escuela de canto (Sexto Piso, 2022).
Con motivo de estos premios, he tenido la suerte de conocer a Nell. Pocas veces he escuchado hablar sobre literatura y vida con palabras que desprenden a un tiempo la contundencia de quién sabe lo que dice, la seguridad de quién no tiene miedo ni de hablar ni escribir ni ocupar su lugar y espacio, y la serenidad de quién lo hace porque sabe que puede hacerlo y quiere hacerlo.
Y, como para mí ha sido tan importante e inspiradora, no he querido desaprovechar la oportunidad de hacerle unas preguntas a esta referente de la literatura y la cultura. Transcribo y traduzco sus palabras:
Hola Nell, ¿cómo estás? Quiero darte la enhorabuena por el último premio que has recibido por tu novela La escuela de canto. ¿Cómo han sido esos días en Santiago de Compostela?
Estoy bien, ya estoy de vuelta en Londres. Gracias por las felicitaciones y felicidades también a ti, ha sido estupendo conocerte.
Los días en Santiago fueron fantásticos… Ha sido muy especial. No ha sido sólo el hecho de recibir un premio, sino también vivir la experiencia de conversar con una juventud muy interesante y con mucho interés en todo. Los organizadores del premio, las escuelas y, en general todo el mundo, ha sido muy acogedor y amable, pero hay algo muy especial en reunirse con los jóvenes y poder compartir con ellos las cosas que hemos reflejado en nuestros libros y entender de esta manera que, aunque nos separan generaciones, compartimos pensamientos y sentimientos. Así que, sí, ha sido muy especial.
Me gustaría que me contases algunas cosas sobre ti… ¿Cómo eras de niña y adolescente? ¿Cómo definirías a la pequeña Nell? ¿Quién querías ser?
De niña creo que era increíblemente imaginativa. Estaba siempre imaginando y, a la vez, era muy consciente de cada detalle del mundo que me rodeaba y estaba siempre muy atenta a lo que veía, atenta a las conversaciones… Escuchaba todas las conversaciones por lo que sabía cosas que no debería haber sabido.
Cuando tenía once años nos mudamos de Glastonbury, un pueblo lleno de mitos y leyendas que se remontan a tiempos ancestrales y, por entonces, todo cambió. Entré en la adolescencia y me volví rebelde, difícil en la escuela y creo que muy tenaz.
Nunca escribí de niña ni de adolescente. Empecé a leer de verdad en la adolescencia, pero no escribía. Creo que es importante decirlo porque todo el mundo piensa que las escritoras ya éramos escritoras de jóvenes, pero yo era muy extrovertida y no me interesaba sentarme a solas a poner mis pensamientos por escrito. Y sigo sin poner mis pensamientos por escrito. Lo que me gusta es contar historias, pero de eso ya hablaremos…
Entonces, ¿cuándo empezaste a escribir?
Empecé a escribir, o más bien empecé a intentarlo, a los veinticinco años cuando vivía en Madrid. Me di cuenta de que era muy difícil y de que no tenía estudios. Allí, en Madrid, me quedé embarazada y volví a Inglaterra porque quería estar cerca de mi familia… y decidí estudiar. Fui a la universidad con mi bebé en brazos, lo que fue una experiencia asombrosa y, como parte de mi carrera de inglés, había un curso de escritura creativa y enseguida supe que quería escribir y fue entonces cuando empecé, pero dejé la universidad porque quería un segundo hijo… Así que lo tuve y, cuando sentí que mi familia ya estaba completa y tuve los hijos que deseaba fue cuando, por alguna razón, la escritura llegó a mí.
¿Y qué razones te han llevado a escribir y por qué sigues haciéndolo?
Escribo para descubrir lo que pienso porque sé lo que pienso escribiendo, no hablando. Hablar es fácil, pero escribir es difícil (para mí, al menos). Así que escribo para averiguar lo que pienso y para reorganizar ideas y transformarlas en mi cabeza.
Lo que hago a menudo es utilizar la experiencia y transformarla en algún tipo de estructura narrativa, ya sea drama o prosa. Me baso en experiencias personales, pero sin escribir acerca de mis experiencias personales.
Nell Leyshon nació en 1962 en el condado de Somerset. Aunque es internacionalmente conocida por ser una escritora traducida a varios idiomas, es también una referente de la dramaturgia. En 2010, su obra Bedlam fue la primera escrita por una mujer que se presentó en el prestigioso ‘Shakespeare Globe’, una reconstrucción del teatro isabelino ‘The Globe’ para el que William Shakespeare escribió sus obras.
¿Libros favoritos?
Llevo leyendo casi cincuenta años, así que hay tantos libros que no me gusta elegir favoritos porque hay cambios dependiendo de lo que esté leyendo o en qué punto de mi vida me encuentre. Hay algo extraordinario en encontrarse con otra persona en las páginas y también encontrarse con una misma en las páginas… Es un acto muy hermoso.
¿Y cuáles son tus referentes?, ¿en dónde encuentras inspiración?
Mi inspiración no viene de otros escritores, en realidad… Ellos me hacen tener ambición, porque cuando leo algo realmente bueno me da el impulso de querer escribir mejor, me hace querer ser mejor. La inspiración viene de mis propias ideas, creo, y de mirar y observar y pensar historias.
¿Planeas tus novelas antes de comenzar a escribirlas o vas descubriendo lo que va a suceder a lo largo del proceso?
No, no planifico las novelas en absoluto, sino que escribo de forma completamente orgánica, sin un plan, y luego tengo que hacer muchos borradores. La emoción de escribir es descubrir la historia y, si la planifico demasiado, me aburro y ya no tengo razones para escribirla, y es por eso por lo que tampoco hablo de lo que voy a escribir. Es como tener un amante que te ronda la cabeza todo el tiempo y, si hablas de él, ya no hay secreto. Entonces, ¿cuál era la pregunta? Oh, así que sí… No, no hay plan.
Las obras de teatro y los guiones son ligeramente diferentes porque ahí sí se necesita un plan. Son más exigentes porque deben tener cierta longitud y tienen que funcionar con un público… es como realizar un plano arquitectónico que tiene que ser funcional.
‘La escuela de canto’ es la historia de Ellyn, una niña campesina nacida en Somerset en la misma época y que, por su voz virtuosa y la astucia para hacerse pasar por un chico, consigue huir de una familia llena de abusos, ingresar en una escuela de canto, recibir clases e incluso cantar para la reina. Ellyn escribirá sus vivencias con la esperanza de que su hermana pequeña Agnes pueda leerlas un día, con el sueño de que ella no deba fingir ser otra persona para tener una educación
En La escuela de Canto, la pequeña Ellyn se viste de chico para conseguir aquello que se le niega por ser una niña. Ellyn es entrañable y al mismo tiempo tiene muchísima fuerza… Es poderosa a pesar de su corta edad. ¿En qué o quién te has inspirado para crear este personaje?
El personaje de Ellyn… Es interesante. Estoy pensando en los personajes… Cuando escribo sus pensamientos son sólo algo hipotético, algo irrelevante… Y algo ocurre cuando empiezo a escribir el diálogo y descubro cuál es su objetivo, qué es lo que quiere el personaje y cómo responde a otras personas. Y lo mismo ocurre con la prosa: no entiendo realmente al personaje hasta que empiezo a escribir el diálogo. Cuando escribo en primera persona, como sucede con Ellyn en ‘La escuela de canto’ o con Mary en ‘El color de la leche’, es como hacer un diálogo muy largo, como un monólogo. Tan pronto como empiezo a escribir, sus voces llegan y aparecen en la página.
Has trabajado durante años impartiendo cursos de escritura y literatura en prisiones, con la comunidad gitana y con personas marginadas… ¿Cuáles eran tus objetivos cuando empezaste a hacer este trabajo? ¿De qué manera te ha ayudado o cambiado y cómo crees que ha ayudado a las personas con las que has trabajado?
Empecé a trabajar con personas marginalizadas hace muchos años, más o menos hace veinte o veintiún años, y me di cuenta de que hay mucha gente que, si quiere, puede aprender fácilmente a escribir… Te apuntas a un curso, vas a una clase nocturna, compras los libros o vas a la universidad, haces lo que sea… Incluso simplemente tienes la confianza en ti mismo para sentarte en casa y escribir.
Pero mucha gente en el mundo no tiene esa confianza, así que decidí ya hace tiempo centrarme en las personas que no tenían voz por dos razones: una es mi creencia política de que tener una voz importa, como importa también cómo te tratan en la sociedad. Creo en la representación. Si eres un escritor joven, es necesario que sepas que es posible que te publiquen o que te permitan representar una obra de teatro, así que esa es una de las razones, pero también hay otra dimensión que me fascina… y es que muchas voces me parecen muy predecibles y no me emocionan porque más o menos sé lo que van a decir automáticamente. Sin embargo, cuando trabajo con voces marginalizadas nunca sé lo que va a pasar y es muy emocionante desde el punto de vista artístico entender cómo las personas utilizan el lenguaje de diferentes maneras… porque no hay una única forma de utilizar el lenguaje. Lo que llamamos buena literatura es, en realidad, una estructura en sí misma y una especie de puzle de puntos de vista de lo que socialmente se considera buena escritura. Es desafiante trabajar con otras personas porque te hace desmantelar tu propia voz y reevaluar todo aquello en lo que creías. Es muy complicado, pero muy interesante. Me gusta leer otras voces y adentrarme en nuevos mundos… Es un acto radical de empatía.
¿Qué papel o poder crees que tiene el arte y la literatura en la sociedad?
Creo que los artistas son los grandes cuestionadores y hacen preguntas antes de que nadie más las haga. Otras personas se limitan a observar el mundo tal y como es, pero hace falta una gran imaginación para decir ¡Oh!, las estructuras del mundo actual son así, pero imaginemos un mundo diferente. Para imaginar algo diferente hace falta imaginación, y los artistas tienen imaginación, así que, si nos fijamos en todo el arte que se ha producido vemos que hay gente pensando en quiénes somos y por qué estamos aquí, pero también por qué las cosas son de esta forma. Los cambios sociales a menudo comienzan con las artes. Una buena metáfora es la de una ciudad en ruinas: hay ciudades que son muy pobres y tienen zonas en mal estado, llegan los artistas y se lo cuestionan: no es necesario que las cosas sean así, podemos vivir de otra manera… Y transforman la ciudad. Así que creo que ese es el papel del arte y la literatura, como también es el de hacernos sentir: necesitamos sentir, necesitamos empatizar y necesitamos dialogar más que nunca porque vivimos en un mundo polarizado donde la gente ha dejado de hablar… Y necesitamos hablar.
¿Qué deseo pedirías?
No tengo deseos para el futuro. No funciono así. Me concentro en el proceso y no me interesan los resultados. Los resultados han sido tan maravillosos, hermosos e inesperados que nunca soñé nada así. He cumplido deseos que ni sabía que tenía, incluyendo mi increíble vida en España y, me encanta que la vida me sorprenda, así que lo importante es quedarse con el proceso, escribir, reflexionar y que los resultados se generen solos. Creo que cuando tienes expectativas es cuando te decepcionas… ¡Pues eso!
Gracias, Sica, por tus excelentes preguntas. Suerte con el artículo y, lo siento, vas a tener mucho trabajo… ¡Hasta la próxima!
Thanks a lot, Nell! Hasta la próxima.