El ángel de la Rúa do Vilar y el Jubileo Pagano de Santiago de Compostela
En una ciudad como Santiago, marcada por sus historias y tradiciones de origen religioso, también hay espacio para rituales de carácter más profano, como el que tiene como protagonista a un pequeño ángel que adorna el número 15 de la Rúa do Vilar: el Jubileo Pagano.
21 marzo, 2021 20:56Santiago de Compostela es una ciudad llena de historias y de tradiciones que van desde lo religioso hasta lo profano. En este segundo grupo se encuadra una costumbre que tiene como protagonista la estatua de un ángel en la Rúa do Vilar: el Jubileo Pagano.
El ángel en cuestión se encuentra en el capitel de una de las columnas situadas a la altura del número 15 de la calle, delante de la conocida como Casa de Varela, junto a la terraza del Airas Nunes.
Esta pequeña estatua no tiene nada que la haga especial a simple vista: se trata de un bebé que aparece desnudo y tumbado, abrazando a lo que parece ser un caballito de mar.
Sin embargo, allá por los años 60 un grupo de estudiantes universitarios -según se cree- entendió que era una magnífica idea apagar un cigarrillo en las nalgas de la pequeña estatua.
Orgullosos de la gesta, estos estudiantes decidieron ir más allá y elevar algo que no pasaría de ser una anécdota a la categoría de tradición, poniéndole incluso un nombre, el Jubileo Pagano, en referencia a una de las múltiples denominaciones del Año Santo.
El siguiente paso era encontrar a alguien que pudiese perpetuar esta tradición, algo que en Santiago tenía fácil solución: difundirla entre otros estudiantes y turistas, siempre dados a conocer pequeños detalles que den una nota de color a su visita.
Así, con el paso de los años se fue popularizando esta tradición, que nunca ha llegado a provocar ningún problema, más allá del evidente daño al patrimonio que se observa a simple vista: el ángel, en perfecto estado de conservación, tiene una pequeña mancha en el lugar de su anatomía en el que se apagan los cigarrillos.
Aunque no es una de las tradiciones más conocidas por los visitantes de la ciudad, cuando la afluencia de turistas era mayor que en la actualidad era habitual ver a alguno buscando el ángel o tomándose una foto junto a él, una práctica mucho menos lesiva que la propia realización del ritual, que sí ha caído más en desuso.