Son muchas las cautivadoras historias y los misteriosos personajes que han sido, y siguen siendo, transmitidas a través de las generaciones en Galicia. Los mitos, las leyendas, los cuentos populares… son parte de nuestra cultura y nos ayudan a buscarle un por qué (aunque tal vez poco veraz) a los misterios que rodean nuestra historia.
Una de las figuras más reseñables de la mitología gallega fue la Raíña Lupa. Pero ¿quién fue y por qué tiene tanta importancia? Te lo contamos.
La primera mención a Lupa (“Luparia") se recoge en el Códice Calixtino. En dicha obra medieval se cuenta que, tras el ajusticiamiento del Apóstol por mandato de Herodes (año 44 d.C., Jerusalén), sus discípulos Teodoro y Atanasio robaron el cuerpo y lo trasladaron al puerto de Jaffa (actual Palestina). Desde allí, una embarcación (según otra conocida leyenda, de piedra) se llevaría sus restos lejos de las influencias del Imperio Romano y del mundo judío.
La nave llegaría, a través de la Ría de Arousa, al puerto de Iria Flavia (actual Ayuntamiento de Padrón). En aquel momento, ese terrorio estaba gobernado por una dama pagana llamada Lupa, a la que piden ayuda para enterrar al Santo. La mujer, desconfiada, los envía al norte, a las tierras de Duio (actual zona de Finisterre) para pedir ayuda al Rey.
La historia cuenta que al llegar a dicho territorio son arrestados por el Rey, pues también él desconfía de esos forasteros. Pero los discípulos escapan milagrosamente de la cárcel y huyen de sus adversarios a través de un puente que se viene abajo tras su paso, otorgándoles la libertad.
De regreso a la fortaleza de la reina Lupa, esta vez le solicitan animales y una carreta para transportar los restos del Apóstol Santiago. Ante esta petición, la reina Lupa aun desconfiada, los envía al Monte Ilicinio (actual Pico Sacro, en Boqueixón) a recoger unos bueyes.
Otra vez la Reina les tiende una trampa, pues al llegar allí aparece ante ellos un fiero dragón. De nuevo, el cristianismo y sus símbolos ayudan a los discípulos a hacer frente a la fiera. Muerto el dragón, los discípulos deciden purificar el monte con los santos óleos y le cambian el nombre del monte Ilicino por Monte Sacro.
Pero tampoco acabarían ahí las malvadas trampas de la Reina Lupa, pues los animales que esta les ofrece, no eran bueyes sino toros salvajes. Una vez más, la señal de la cruz, vuelve a las fieras dóciles.
La Reina Lupa, asombrada ante tales milagros, solicita bautizarse para convertirse al cristianismo y ofrece a los discípulos un sepulcro para enterrar al Santo: el Bosque Libredón (años más tarde originaría la actual Compostela). De camino a dicho sepulcro, los bueyes, sedientos, se detienen y en ese lugar comienzan a brotar aguas milagrosas (actual Fuente del Apóstol en la Calle del Franco, 5, Santiago).
Toda esta historia legendaria forma parte de los orígenes de la ciudad, pues en el sepulcro cedido por la Reina Lupa se descubrirían en el siglo IX, los restos del Santo y darían lugar a la edificación de los primeros cimientos de lo que sería la actual Catedral de Santiago, surgiendo así el culto de peregrinaje hasta Compostela.
La fortaleza y el sepulcro
Aunque esta historia sobre la Reina Lupa es la más extendida, el legado de la noble no acaba aquí. Son muchas las historias paralelas que se cuentan sobre este personaje. Te contamos otra, menos popular, pero igual de interesante.
En una zona del territorio costero que abarca desde el municipio de Arteixo hasta el Cabo Finisterre, conocido como Costa da Morte, se sitúa el municipio de Carnota, sobre el que se eleva el Monte Pindo. Las enormes rocas de granito poseen hoy, debido a la erosión de millones de años, formas susceptibles a diversas interpretaciones místicas.
Existe un relato popular que sitúa la fortaleza de una reina, llamada Lupa, en el Castillo de San Xurxo, actualmente en ruinas. Pero eso no es todo, la historia cuenta que los restos de la mismísima reina están enterrados bajo Laxe da Moa (una de las zonas del monte), junto a un tesoro de incalculable valor. Eso explicaría las gigantescas rocas que se sitúan en ese lugar, como forma de protección del camino hacia el sepulcro donde Lupa descansa en paz.