La historia de la Biblioteca de las Buenas Lecturas de Santiago
En el número 6 de Casas Reais había un lugar que pareciera un paraíso. Una biblioteca regentada por cuatro señoras que contagiaban su amor por los libros a los miles de estudiantes que por allí pasaron. El letrero de la Biblioteca de Buenas Lecturas llama la atención de vecinos y turistas
28 mayo, 2022 06:00Para alguno de ustedes una biblioteca puede que sea un lugar que relacione automáticamente con las largas jornadas de estudio propias de la preparación de exámenes. Otros habrán dejado allí sudor y lágrimas en una oposición y el que más y el que menos tendrá algún leve recuerdo de la infancia, dejándose mecer entre los pasillos atiborrados de lecturas, en una suerte por escoger aventura para la semana. Los hay que han dormido, soñado y algunos… Algunos hasta nos hemos enamorado en una biblioteca.
Las bibliotecas son océanos en las ciudades, lugares en los que uno puede sentirse acompañado si escapa de la soledad y encontrar el silencio si lo que le molesta es el ruido de ahí fuera y además suelen gozar de calefacción en invierno y frescas en verano. El paraíso existe, palabrita. Se lo acabo de revelar.
Pero hay paraíso que perdimos por el camino y que cuando pensamos en ellos pareciera que la nostalgia se apoderase de nosotros. No les sorprenda que algo así les suceda al descubrir la historia de la Biblioteca de Buenas Lecturas, un archivo que custodiaban cuatro mujeres en la Rúa de Casas Reais y que desapareció por falta de lectores y porque los pocos usuarios que aun empleaban el servicio a veces ni devolvían los libros. Triste pero cierto.
Corría septiembre del año 1949, en una España que tras la Guerra y en plena dictadura del General Franco, cuando en la ciudad de Santiago de Compostela el auge de la Universidad era más que evidente. Las calles de Compostela comenzaban poco a poco a llenarse de jóvenes que venían a estudiar provenientes de toda Galicia y entre las aficiones que practicaban en su tiempo libre el deporte y la lectura encabezaban la lista.
Así que en el bajo del número 6 de Casas Reais abría sus puertas la Biblioteca de Buenas Lecturas, que por su nombre dejaba en evidencia lo que podríamos encontrar al cruzar el umbral de la entrada.
Gracias a las 115 páginas del antiguo catálogo, vendido en el año 2019 en una conocida página web de coleccionismo, descubrimos que la sala contaba con secciones de literatura infantil, sección formativa (artes y oficios, biografías, ciencias, historia…), y sección literaria (novelas, poesía, teatro…) que organizaban las cuatro mujeres al frente de la biblioteca: Pilar Rajoy, Elena Borral, Lolita García y Carmen Tuñas.
Cuatro compañeras que durante más de cincuenta años sacaron adelante el servicio con entusiasmo y pasión, intentando inculcar su amor por los libros y la literatura a todos aquellos que pasasen por aquel lugar que contaba con un fondo de más de 5.000 ejemplares y que fueron muchos más pero que tras unas obras acometidas en el edificio se perdieron unos cuantos libros…
La idea de abrir en aquel bajo una biblioteca fue de los Saindiz, una familia conocida en la capital gallega. Por allí pasaron miles de estudiantes durante las casi seis décadas que permaneció abierta constituyéndose una comisión de voluntarios para atenderla que gestionaba el arzobispado. Pero con la llegada de Internet, el pirateo y la creación de nuevas bibliotecas en la ciudad esta sala empezó a quedarse huérfana de usuarios y de voluntarios que prestasen su tiempo para organizar el sistema de préstamo.
Como en cualquier otra biblioteca, cada socio de las Buenas Lecturas debía de tener un carnet para llevarse los libros a casa y a mayores debían de dejar una aportación simbólica para el mantenimiento de la sala (10, 20 céntimos, dependiendo de la duración del préstamo) pero a diferencia de otras bibliotecas en esta no contaba con espacio de lectura y solo abría sus puertas los jueves y los domingos por las mañanas, algo que si bien le daba un toque romántico y de exclusividad, suponemos que tampoco contribuiría a la continuidad de su actividad.
Desde el cese de su actividad antes del comienzo de la segunda década de los 2000 (cuando ya se retiró el escaparate donde había libros antiguos) y después de unos años sin movimiento, se aloja allí una tienda de ropa de segunda mano de Cáritas que ha devuelto vida al bajo que tantas historias guardó en los millones de páginas de aquellos libros que hoy ya son historia pero en el que todavía puede verse el letrero que recuerda a la antigua biblioteca.