Llegan de todos los lados a abrazarle y a mostrar respeto a sus restos. Santiago Apóstol es una de las figuras más importantes de la capital gallega así como de la religión católica. A lo largo de su vida, e incluso después de su muerte, el personaje ha adquirido una dimensión mítica, con varios nombres. Pero quizás, el más curioso es el que le puso el propio Jesucristo: Hijo del Trueno.
Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo, es uno de los apóstoles más importantes en la vida de Cristo, por lo que aparece numerosas veces nombrados en distintos evangelios. La historia de cómo se conocieron aparece en el evangelio de Mateo, capítulo cuarto, donde se cuenta que, mientras Jesús caminaba por el lago de Galilea se encontró a cuatro pescadores. Estos eran Simón, también conocido como Pedro, y Andrés, que dejaron su redes y se fueron con el Nazareno, además de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban arreglando las redes con su padre.
Con todo, el mote de "hijo del trueno" no se refería solo a Santiago, también se lo puso a Juan Evangelista, su hermano. La historia aparece en otro de los evangelios, esta vez el de Marcos. "Después, Jesús subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia él, y Jesús instituyó a doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar a los demonios. Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro; Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno", señala el autor en el capítulo tres.
Estos "hijos de trueno" fueron llamados así por Jesús debido a su carácter fuerte e impetuoso, que se deja ver en varias historias de la Biblia. La más conocida es la que cuenta San Lucas, en la que los hermanos sugirieron invocar el fuego al cielo para quemar una aldea de Samaria, después de que los habitantes se negasen a darles alojamiento al grupo.
Santiago Apóstol presenció importantes momentos en la vida de Cristo, como puede ser la resurrección de la hija de Jairo, la Oración en el Huerto de los Olivos o el reparto de los panes y los peces. Tras la muerte de Cristo, el Hijo del Trueno se dedicó a predicar el Evangelio hasta lo que es hoy España, comenzando por Galicia y realizando el camino que es hoy base de la peregrinación. Cuando volvió a Judea fue condenado a muerte y decapitado por el rey Herodes Agripa I.
De acuerdo con la tradición sus restos mortales fueron descubierto en el año 813 por el ermitaño Pelayo, lo que llevó a la fundación y construcción de la Basílica que más fue la base para la proyección de la Catedral de Santiago.