Pasear y dejarse tentar por las tapas es algo difícil de esquivar si nos adentramos en la Rúa do Franco, la calle que concentra mayor oferta gastronómica de Santiago de Compostela. Pero más allá de los petiscos y las cristaleras que muestran centollas, lubrigantes y chuletones, el Franco conquista estómago y corazón.
Lo primero de todo, vayamos al origen de esta calle. ¿Por qué se llama así? ¿Ha sido siempre un hervidero de bares y restaurantes? ¿Quién vivía en este lugar?.
Lo cierto es que hay varias hipótesis sobre el origen del nombre. Según parece la teoría que más fuerza tiene es aquella que afirma que derivaría de la presencia numerosos comerciantes franceses que llegaron para instalarse en esta zona en la Edad Media. La otra razón del nombre sostiene que el origen podría estar en Bertenando Franco, un señor pudiente que en el siglo X construyó una finca imponente en Porta Faxeira. Bertenando (también citado como Bretenaldo) es el extranjero más antiguo de cuya posible peregrinación a Santiago hay noticia. Se hace referencia a este hombre en el tumbo del monasterio de Sobrado, como residente estable en Compostela hacia el 920, tras realizar la peregrinación. Bertenaldo se habría hecho con una propiedad privada y numerosas tierras de labor en la ciudad.
Lo que si podemos afirmar es que el auge hostelero se remonta a tiempos medievales, cuando los tarberneros apostaron por asentarse en la zona para poder dar servicio a los peregrinos que llegaban a Compostela con el espíritu repleto y el estómago vacío y ganas de brindar. Una muestra de que es real que existió esta tradición se presenta en las construcciones ya que, si nos fijamos, en la fachada de varias casas se pueden ver grabados en piedra, símbolos como la concha e incluso las cinco estrellas del escudo de la Universidad.
En honor a esa gran oferta de bares y restaurantes sabemos que la Rua do Franco comenzó a ser conocida también con el nombre de “Rally París- Dakar” de Santiago de Compostela ya que en los escasos 150 metros de longitud de la calle si queríamos cumplir con la tradición la costumbre mandaba parar en todos y cada uno de los establecimientos y tomar una consumición (tazas, para ser más exactos). Aunque el número de bares iba variando el requisito para haber cumplido el París-Dakar era entrar en al menos 28 locales y tomar 15 cuncas.
Precisamente relacionada con esta ruta y el mundo estudiantil está el primer edificio que llama la atención al salir de la plaza del Obradoiro. Se trata del Colegio de Fonseca, que está considerado como el primer edificio propio de la Universidad de Santiago de Compostela y que fue fundado en 1522 por el arzobispo Alonso Fonseca III. El edificio es de estilo renacentista y tiene una fachada retablo donde vemos a Santiago Alfeo, el patrón del colegio que albergaba a estudiantes de cuna privilegiada. En este edificio tuvo su sede el Seminario de Estudios Galegos Padre Sarmiento y el primer Parlamento democrático en 1982. Hoy alberga la valiosa Biblioteca de la Universidad , con más de 300 mil volúmenes y 150 incunables y el claustro del edificio es uno de los escenarios con más encanto de la capital gallega.
Frente al Colegio de Fonseca se encuentra otra de las curiosidades por excelencia del Franco. Se trata de una de las fuentes más antiguas de la ciudad y cuyo origen se remonta a los tiempos de la traslación apostólica. La primera leyenda sobre la fuente está relacionada con la Ruta Xacobea, en la cual en el S. I los dos bueyes que tiraban de un carro con los restos del Apóstol Santiago se pararon en ese punto a causa de la sed, excavaron con sus patas la tierra y de ella manó agua. La segunda, en cambio, la identifica como la fuente milagrosa, pues le devolvió la visión a un peregrino italiano que bebió de su caño. En la fachada podemos leer que fue reedificada en 1830 para reparar los daños en los caños.
En la actualidad la fuente permanece seca y el acceso se realiza por un portal, por lo que no está permitido acceder al interior.
Y si permanecemos atentos, nuestra vista se parará también en la capilla del Franco o capilla de Santiago, una diminuta capillita cerrada con una verja y que fue construida en 1644 y que fue el lugar en donde se pararon los bueyes que conducían el cuerpo de Santiago. Tal y como pueden leer a su mano izquierda, estamos invitados a depositar limosna para el Santo Apostol que según la tradición paro su cuerpo en este lugar.
Haciendo honor al motivo por el que la Rua do Franco es mundialmente conocida en la actualidad y para los que quieran reencontrarse con algún local con solera conviene que al llegar a la plaza que conecta el Franco con la Raíña entren en el Bar Orense, el cual conserva la imagen intacta tanto del interior como del exterior. Es momento de brindar por el pasado, presente y futuro de la calle más picheleira. Un escenario que, si bien ha sido copado por infinidad de tiendas de souvenirs y recuerdos de todo tipo, sigue manteniendo ese “algo” indescriptible que hace que cada año que pase continúe siendo parada obligatoria para vecinos y visitantes.