‘Señores, pienso en ustedes dos siempre que veo entrechocar los cubitos de hielo en un vaso de whisky’ Hitchcock se dirigía así a François Truffaut un año después de conocer a éste y a Claude Chabrol. Con un uso casi quirúrgico del sarcasmo característico de su particular formulación del humor británico, Hitchcock se refería al humillante incidente en el que Truffaut y Chabrol se habían presentado en el set de To Catch a Thief para realizar una entrevista al director que se publicaría en Cahiers du Cinèma. Lamentablemente, no repararon en una ligera placa de hielo de camino a la entrevista, que resulto ser un estanque helado en el que cayeron empapándose irremediablemente. Cuando al fin consiguieron salir del mismo, una amable mujer les condujo hacia las casetas de vestuario pero, al contarles éstos que no eran extras, sino periodistas, se negó a facilitarles toallas o ropa seca. Así el primer recuerdo de Hitchcock sobre estos dos cineastas franceses, una escena que en un futuro adornaría describiendo de manera esperpéntica a los protagonistas.
El sonido de dos cubitos de hielo esconde para Hitchcock una historia detrás que con el paso del tiempo ha ido adquiriendo vida propia. Es algo común que un pequeño gesto sea el recuerdo de un evento de escala abstracta. Hay detalles que son así, que casi sin querer evocan una historia de la que parece interesante ser espectador: el olor a café en el rellano del piso, un piano que suena a lo lejos en un teatro vacío, el sonido del patio de vecinos.
El sonido del patio de vecinos es en muchas ocasiones un recuerdo de infancia. La convivencia en la ciudad implica en mayor o menor grado compartir experiencias y recuerdos comunes a través de una escalera. Esta relación derivada de la morfología arquitectónica es más común en aquellos lugares en los que la sociedad convive de una forma más informal o abierta, como en la cultura mediterránea o en grandes metrópolis, en las que la despersonalización lleva a la creación de microcomunidades en una calle, una manzana o incluso un pequeño grupo de edificios como en Manhattan o Brooklyn.
Maneras de vivir
Existe una tipología arquitectónica en la que estos detalles se ponen de manifiesto de forma intensa: el edificio de viviendas que se articula en torno a un corredor común e interior, que a veces puede conformar un patio y otras una calle, siempre de carácter semiprivado. Dicha organización es común a muchas culturas alrededor del mundo: los Fujian Tulou en China y su característica forma circular; la Wikala en la cultura musulmana; las Ilhas en Portugal o la Corrala en España. Esta tipología constructiva se exportó a Sudamérica a través de las colonias españolas, donde se denominó: conventillo, quinta, tugurio, mesones o ciudadelas. El origen de esta forma de habitar responde a una forma de asociación natural, que garantiza la protección y el intercambio de recursos por el bien común. En algunas culturas además se asocia con algún tipo de actividad productiva comunitaria: éste fue el caso de la cooperativa de hilado de lana en la que el Papa Sixto V proponía transformar el Coliseo romano, dado su estado ruinoso.
Por otra parte, adquiere sentido la hipótesis de la adaptación de la casa hidalga castellana que a su vez era una derivación de la domus romana o el adarve andalusíes. Dada la mezcla cultural de la península, la interpretación de lenguajes arquitectónicos compositivos y su adaptación morfólogica al lugar puede ser muy diversa (en ocasiones depende del clima, la incidencia del sol o de las lluvias), si bien la influencia de esta forma de vivienda es común a todas las culturas del Mediterráneo. En la cultura contemporánea española, la Corrala o el Corralón son morfologías habitables que se asocian a las clases populares y a la actividad social como teatro, música o conversación.
‘Aquí es -dijo Guillermina, después de andar un trecho por la calle del Bastero y de doblar una esquina. No tardaron en encontrarse dentro de un patio cuadrilongo. Jacinta miró hacia arriba y vio dos filas de corredores con antepechos de fábrica y pilastrones de madera pintada de ocre, mucha ropa tendida, mucho refajo amarillo, mucha zalea puesta a secar, y oyó un zumbido como de enjambre. En el patio, que era casi todo de tierra, empedrado sólo a trechos, había chiquillos de ambos sexos y de diferentes edades.’ Descripción de una corrala en Madrid. Benito Pérez Galdós: Fortunata y Jacinta
En A Coruña, al igual que en otras ciudades españolas, se construyeron este tipo de viviendas como solución habitacional para agrupar a muchas personas dentro de una parcela en condiciones de salubridad e higiene adecuadas. Pero la Corrala llevaba siempre asociada ese segundo uso comunitario que en Madrid y en otras capitales españolas daría lugar al ‘Corral de comedias’.
El corralón en A Coruña
La arquitectura del corralón en Coruña tiene dos ejemplos muy destacados, si bien hubo algunas viviendas más que respondían a esta tipología: el situado en el barrio de la Gaiteira, el de la Palloza y el de la actual calle Juan Flórez destacan por su huella urbana posterior y su relevancia constructiva. Aunque esta tipología produzca extrañeza en la actualidad al parecer ligeramente descontextualizada, es en realidad una forma de habitar muy natural para el ser humano.
El corralón de la calle Juan Flórez se situaba en lo que con posterioridad sería un cuartel militar y actualmente ocupa el hotel Hesperia. El ángulo tan rígido que se produce entre las calles Juan Flórez y Médico Rodríguez responde a una traza que la construcción militar afianzó respecto de la inicial que ocupaba el corralón. Esta pieza, es aún visible en algunas imágenes antiguas, en una posición próxima a la plaza de toros y a la fábrica de hilado (fundada en 1872 y desmantelada en 1964). Se trataba de una construcción modesta, de planta casi cuadrada y un gran patio central en el que tenía lugar la vida comunitaria de los vecinos.
El corralón de la Gaiteira tiene una historia y una huella más identitaria. Situado tras el actual Corte Inglés entre las calles Gaiteira, Petín, San Diego y Puente, la parcela que ocupaba ha sido de recientemente objeto de polémica. Una parcela con mucha historia. La construcción original del corralón presentaba una disposición rectangular, con un espacio central amplio. Se trataba de una construcción modesta, al igual que el corralón de Juan Flórez, que utilizaba el material de la zona, fundamentalmente, piedra, madera y cal. A pesar de ser una edificación modesta, la vida que tenía lugar en ella le proporcionaba una gran riqueza. Muy próximo a éste, en otro corralón denominado en ocasiones de La Gaiteira o de la Palloza que se encontraba próximo a la tabacalera, era un escenario singular. Y es que en el corralón de la Gaiteira o de la Palloza comenzó a entrenar el club Deportivo de la Sala Calvet, por mediación de Eduardo del Río y Santos-Lartaud (comerciante, terrateniente y cónsul de Dinamarca en la ciudad). Este Club formalizaría su condición profesional en 1906 con el nombre de Deportivo de la Coruña.
Esta tipologia sencilla se fue abandonando poco a poco, fruto de una obsolescencia de uso justificado en el abandono de algunas actividades domésticas y en favor de una mayor independencia del individuo respecto a su hábitat personal. La forma de comprender la vivienda en la actualidad ya no es la de una ‘finca’ o escalera compartida por un grupo de propietarios, sino que se circunscribe al ámbito de la vivienda o incluso de la habitación.
La vida comunitaria dentro del edificio está atomizada produciendo efectos positivos y negativos según el punto de vista y el aspecto analizado. La morfología del corralón existente en A Coruña permitía, al igual que en otras ciudades, la comprensión de la domesticidad desde la propia arquitectura y una definición espacial más rica y menos programática o funcionalista.
Quizás no es más funcional aquello que responde a la función, sino aquello que permite muchas funciones, como ocurría con ese patio central de las corralas. En aquellos lugares en los que estas tipologías han sobrevivido el paso del tiempo, hoy en día son viviendas que permiten una buena calidad de vida, puesto que su equilibrio entre espacio exterior e interior, sus condiciones de higiene y ventilación, son óptimas. Desde el revisionismo actual, la adaptación de esta tipologia arquitectónica permite el diseño de viviendas de buena calidad dentro del ámbito urbano que garantizan protección, riqueza espacial y salubridad, si bien es cierto que se trata de construcciones de baja densidad edificatoria, lo cual en ocasiones no encaja en algunas áreas de la ciudad. En pocos ayuntamientos se desarrolló algún grado de protección para esta tipología, por tratarse de una construcción modesta, aquellas que han logrado llegar a la actualidad ha sido en ocasiones debido a la defensa y cuidado de sus propios habitantes y en otras porque quizás su construcción se realizó con mayor tino.
La arquitectura de la memoria y la vivienda contemporánea
El recuerdo del olor a café o el sonido de los niños en el patio aún no se ha perdido. La huella de las corralas se encuentra en la memoria de la arquitectura, y en la esencia de la forma de habitar. Los matices de la contemporaneidad son los que permiten desarrollar un debate sobre la vivienda actual y la memoria de las maneras de vivir de unas décadas atrás.
Esta tipología desapareció en A Coruña, pero el corralón está presente en la memoria colectiva, por las trazas aún reconocibles y todas las experiencias compartidas en ellas. Nuevas preguntas sobre la forma de habitar la ciudad, que nacen del análisis de tipologías como aquellas que desaparecieron.