Todas las ciudades tienen puertas, como una casa. Quizás estas puertas hayan desaparecido o no con el paso de los años, pero el lugar permanece, y como si del acceso a un espacio doméstico se tratase, hay algún aspecto al margen de las señales de carretera, que permiten percibir el umbral de paso al interior de la ciudad. Pero hay un detalle más y es que estas puertas, en ocasiones, cambian de lugar.
"[…] El mar llamando a las puertas de la ciudad, el mar […]
El mar sólo como un solo de jazz.
Lejos de vosotros, contra vosotros, el mar.
Me dicen que el viento llora y a mí me gusta reír…"
Manolo Rivas, Marina Rosell. Avenida Atlántica, El pueblo de la noche, 1996
Las puertas de la ciudad
Las puertas de las ciudades normalmente pertenecen al antiguo desarrollo de una muralla defensiva, y por lo tanto son construcciones muy reconocibles. Muchas se han convertido en iconos urbanos como las puertas de Ishtar, en Babilonia, que se trasladaron al Altes Museum de Berlín, lo que invalida su escala pero permite percibir el carácter legendario de esta construcción. Las puertas de la ciudad se convertían en nodos que determinaban la morfología de la ciudad, y permitían, a través de un trabajo minucioso, operar determinadas transformaciones urbanas.
Pero estas eran puertas diseñadas por necesidad, puesto que la protección de la ciudad definía una fuerte muralla que requería que sus puntos débiles, las puertas, fuesen elementos singulares, reforzados y controlables. Este es el caso de ciudades como Jaipur o Dubrovnik que aún conservan sus murallas, y en las que se percibe con excepcional precisión la relación entre la construcción masiva del muro y el hueco libre de la puerta.
Estas relaciones perceptivas se han perdido en otros lugares, en los que debido a la operación de derribo de las murallas medievales o barrocas que tuvo lugar en el siglo XIX tan sólo se conservaron aquellos hitos esenciales encajados en las murallas. Esta operación se produjo en la mayoría de ciudades que caminaban hacia la modernización, permitiendo una descompresión del tejido urbano, especialmente en Europa, que benefició notablemente la estructura urbana, así como su crecimiento e intensidad vital.
Así, únicamente se conservaron las puertas como monumentos vacíos, símbolos conmemorativos del pasado y testigos necesarios para la memoria. En algunas ocasiones esta condición simbólica trasciende su función convirtiéndose en un elemento significativo a través de su propia estética como las puertas de la calle Al-Muizz del Cairo, cuyo valor era utilizado incluso en la guerra. Pero hay otro tipo de ‘puertas’ que se diseñaban con otro objeto, despojadas de ese carácter rígido que la arquitectura militar mostraba.
Las puertas conmemorativas mantienen ese valor simbólico de bienvenida a la ciudad, por el mero acto de atravesar el umbral. Es esta acción tan sencilla la que imprime carácter sobre la pieza arquitectónica. En último término, el diseño de una puerta conmemorativa es el diseño de un umbral al que se le dota de una determinada estética como función simbólica y representativa, no sólo del elemento en sí, sino también de éste en su relación estrecha con la ciudad.
Éste es el caso de los arcos de triunfo en la cultura occidental de influencia romana, en la que estos umbrales pétreos celebraban gestas militares y permitían desfilar bajo ellos, en un lugar más representativo de la ciudad que las propias puertas de la ciudad. De alguna forma representaban la entrada victoriosa del ejército, un hecho de significación histórica que cuando se cambia de escenario como en la Breccia de Roma (en la que se rompió parte de la muralla Aureliana para permitir el acceso de los Bersaglieri sin prejuicio para la Porta Pia diseñada por Miguel Ángel) para evitar daños en elementos arquitectónicos singulares e icónicos.
Otras puertas simbólicas son los torii o las torana, propias de la cultura japonesa y tradición budista respectivamente, los Paifang en china o el Hongsalmun coreano. Todas ellas tienen un valor cuya estética les proporciona el significado arquitectónico que trasciende su materialidad.
Las puertas de A Coruña
La ciudad de A Coruña no es una excepción. Al igual que el resto de ciudades europeas derriba sus murallas, se amplía y mantiene los nombres de las puertas de su primera muralla en algunos lugares como la ‘Puerta de Aires’. Es difícil determinar en una ciudad contemporánea dónde se encuentra la puerta de la ciudad, y esto mismo sucede en A Coruña: la puerta por tierra es difusa, pero también lo es desde el mar, desde el aire.
Aeropuertos o estaciones se han convertido en las puertas contemporáneas, difuminando los límites de la tierra que trasladan ineludiblemente a la ciudad a un tiempo presente. Dando un paso más, aeropuertos y estaciones despojaron sus rasgos identitarios en favor de una imagen globalizada de tendencia mundial que facilitaba la libre circulación ya que el lenguaje de estos no-lugares era común.
En la actualidad las ‘puertas’ de la ciudad se dotan de identidad de nuevo, poco a poco, de forma que vuelven a dibujarse ligeramente ante una situación relativamente consolidada: el tren, el autobús o el avión son medios de transporte afianzados.
También existen otras puertas en A Coruña, aquellas que trascienden su función singular, la de ser un simple umbral de acceso para convertirse en un elemento transversal. A lo largo de la historia reciente de la ciudad, las celebraciones se han llenado de ‘arcos’ o ‘puertas’ singulares. Elementos arquitectónicos que transformaban el espacio de manera puntual debido normalmente a alguna celebración.
Los curiosos arcos de A Coruña en su historia
En 1910 se construyó en la calle San Andrés un arco japonés, para conmemorar las fiestas. Esta construcción estaba formada por una estructura de madera revestida con paneles de madera pintados con motivos japoneses. Ésta se completaba con una serie de farolillos colgados de las esquinas de las torres y un gran farol que colgaba del arco central. Los dibujos sobre los tableros representaban mujeres vestidas con kimonos y flores de aspecto japonés. Esta construcción coincide con las fechas en las que el luchador japonés de jiu-jitsu Rakú visitó la ciudad con su espectáculo, de eslogan de ‘quinientas pesetas a quien logre derrotarlo’. El arco se colocaba al principio de la calle sirviendo de umbral y acceso a la calle, lo que definía un nodo urbano indiscutible.
Años más tarde, en las fiestas de la Gaiteira, se construye un arco similar, pero ligeramente más precario, con dibujos de aspecto chino, que se completaba con ramas de palmera en un intento por definir un aspecto más exótico. Esta construcción, situada en el límite del barrio, daba acceso a la calle principal. Era un umbral sencillo construido con madera, revestido con telas y algunos tableros con dibujos además de las hojas de palmera. Éste se adornaba con banderines en lugar de farolillos.
Pero también hubo arcos de triunfo temporales, como el construido en la calle Real para conmemorar la visita a A Coruña del rey Alfonso XIII (visitaría la ciudad en cuatro ocasiones: 1900, 1902, 1909 y 1927). Toda la ciudad se engalanó para recibir la visita del monarca, pero de nuevo el concepto de arco triunfal y de ‘puertas de la ciudad’, aparece para recibirle. Este arco triunfal, muy similar al que se construye en Betanzos en 1909 para conmemorar la misma ocasión, está construido en madera. En este caso el arco imita formalmente una construcción de piedra, sin embargo, por su estructura parece ejecutada en madera. El arco se decora con la frase ‘a SM el rey’ y la firma sobre el friso: ‘cooperativa militar y civil’, además de escudos de la ciudad, pendones, escudos y banderas.
Se construyeron muchos más arcos para conmemorar festividades y las visitas de algunas personalidades. Todos estos arcos tienen en común que son construcciones ligeras de madera y que se colocan en un punto de la ciudad al que se busca dotar de significado. La idea de la puerta urbana, determina el acceso o el umbral de paso hacia otro lugar de la ciudad y genera un punto de inflexión en el tejido aunque sea de forma temporal. Ya que se trata de puertas conmemorativas o de valor simbólico, el lugar al que se abren puede entenderse como el paso a un mundo paralelo o alternativo guiado por unas normas diferentes a las del urbanismo común habitual de dicha área urbana. Estos arcos dan paso a un mercadillo, a un lugar festivo o a algún tipo de celebración. Actividades todas ellas no habituales para el sector de ciudad en el que tienen lugar y que suelen incorporar una cierta carga onírica o recreativa.
Pero también hubo alguna ‘puerta’ especial en A Coruña, que daba paso a un mundo alternativo, a una historia paralela que ocupa otra capa dentro del escenario que compone el tejido urbano. Hubo un día en que uno de los accesos al aparcamiento subterráneo de la plaza de Galicia se transformó en estación de metro, concretamente con conexión directa a Tirso de Molina, en pleno centro de Madrid. Instalación artística o publicitaria, atrezzo de cine o televisión, el sencillo acto de colocar una construcción en forma de umbral, tiene una simbología asociativa en el urbanismo doméstico de la ciudad.
Casi de forma instantánea se percibe esa ‘puerta’ como un acceso, un paso, un cambio. Las puertas de la ciudad, las inamovibles serán siempre las mismas, aunque modifiquen su posición en la ciudad, pero a través de la creatividad o la imaginación el urbanismo permite jugar con ese segundo tipo de puertas, aquellas que son inventadas por algún motivo. Cruzar o no el umbral y caminar hacia una historia por unos instantes alternativa, es una realidad virtual que estrategias urbanísticas como esta permiten dotar a las ciudades de magia.