Las obras de arquitectura se componen de capas abstractas que dibujan la identidad del edificio. Aunque estas se han materializado de formas diversas a lo largo de la historia, una o quizás dos de ellas, tienen una mayor presencia perceptiva creando una imagen cultural del edificio. La abstracción que construye la idea arquitectónica de un proyecto define su esencia, y se teje de forma natural a la trama urbana.
‘’Estamos bajo la sombra de los árboles. Vastas praderas se extienden a nuestro alrededor. El aire es limpio y puro; apenas se oye un ruido. ¿Qué? ¿Qué no vemos dónde están los edificios’
"Miremos al cielo a través de los arabescos delicadamente adornados de las ramas, hacia esas torres de cristal generosamente espaciadas que se elevan más altas que cualquier otro pináculo sobre la tierra". Hellman, Geoffrey T ‘From within to without’ The New Yorker Abril-Mayo 1947
La construcción de Manhattan comienza de manera natural como una ciudad de colonización más. Pero varias décadas después, cuando el rascacielos es ya una arquitectura identitaria de la ciudad, de abre un debate sincero sobre la morfología urbana. La relación entre el edificio y el tejido urbano es sometida a crisis desde la perspectiva territorial. La respuesta, sin embargo, no permitía frenar la dinámica de la ciudad, a cambio trazaba una nueva relación con la naturaleza.
‘’Esos prismas translúcidos que parecen flotar en el aire sin anclaje alguno al terreno, que brillan con el sol del verano, que resplandecen suavemente bajo los cielos grises del invierno y que destellan mágicamente al anochecer, son enormes bloques de oficinas’’. Hellman, Geoffrey T ‘From within to without’ The New Yorker Abril-Mayo 1947
De vuelta en Europa, este pequeño debate, parece una cuestión resuelta, el peso de la memoria y la presencia del lugar, son condiciones inapelables en la génesis del proyecto. En A Coruña, el territorio y el carácter topográfico de la ciudad determinan en gran parte la estructura urbana y la identidad del proyecto arquitectónico.
Un hospital al borde del mar
El hospital marítimo de Oza es una obra compleja, desde el punto de visto programático y topográfico. El programa de necesidades de un edificio de carácter sanitario es extremadamente minucioso y requiere rigor. Los protocolos seguidos en las actividades sanitarias exigen soluciones arquitectónicas rígidas, pero al mismo tiempo una atmósfera de alta calidad cuya afección sobre los usuarios sea positiva, creando un espacio agradable, tranquilo y neutro. Desde el punto de vista territorial, el edificio es un desafío ya que se asienta sobre una gran pendiente, pero esconde un truco dentro de sí, y es que se asienta sobre la huella de otro sanatorio, por lo que de alguna forma el lugar se encuentra de manera perceptiva ‘adaptado’ a un uso similar. Por si estos planteamientos no fuesen suficientemente complejos, los arquitectos proponen una pieza elegante de aspecto sencillo, pero que guarda en su interior una estructura sorprendente. Un rasgo que pasa deliberadamente desapercibido, ya que como dicen los maestros la buena arquitectura no grita su presencia.
El proyecto de este hospital fue desarrollado entre 1993 y 1995 por los arquitectos Andrés Reboredo y Albert de Pineda. Los arquitectos concibieron un volumen alargado, de 135m de longitud, elevando sobre el suelo. La caja se posiciona de una manera muy cuidadosa sobre el lugar. En primer lugar se eleva sobre el terreno para preservar los jardines terapéuticos de principios de siglo preexistentes. Esta estrategia además de resultar respetuosa con la memoria del lugar, permite mantener la traza natural del terreno y la transparencia en la vista del mar ventilando al mismo tiempo el edificio en su parte inferior. Por otra parte la posición del bloque en paralelo al camino (antigua carretera de castilla) hace que este no pueda percibirse completo, sino en escorzo, lo que estiliza su percepción desde la calle. La mirada fragmentada sobre el mismo es también resultado de su ubicación, rodeado de árboles, que interrumpe la continuidad formal de la pieza.
Al volumen principal del edificio se le asocia otra pequeña pieza que permite el acceso. Para resaltar el volumen principal respecto de la pieza secundaria, se dispone una separación acristalada entre ambos. La diferencia de escala de las dos piezas es notable, aunque la mayor debido a su proporción parece aún más esbelta, ya que la longitud de 135m se percibe mayor debido a que el ancho del paralelepípedo es de tan sólo 16m. El edificio se culmina con una cubierta que se encuentra muy presente en la imagen que transmite: extremada ligereza. Una delicadeza estructural que la hace aparecer como una hoja de papel apoyada sobre un volumen. La estilizada materialización de la pieza con combinación con una estructura muy afinada, presentan al edificio como una figura casi flotante.
Funcionalismo sanitario
A nivel interno, el edificio alberga dos plantas idénticas con una ordenación muy clara: núcleo de comunicaciones conectado al pasillo central que da acceso a las consultas o habitaciones y dos puestos de enfermería. De esta forma se optimiza el funcionalismo del edificio, en el que ninguna circulación supera los 25m. La función, sobre la forma, la estética o la estructura se impone en un edificio de estas características como requisito esencial.
A pesar de ese funcionalismo solicitante de la arquitectura sanitaria, el Hospital de Oza presenta una estética aparentemente simple y neutral, pero no es así. La imagen del edificio supuso uno de los elementos de trabajo principales para los arquitectos, quienes buscaban tejer la materialidad de la pieza con su estructura y su presencia en lugar al tiempo que responder a la función y a la creación de una atmósfera sanitaria. Para ello estudian con detalle la morfología del hueco: su tamaño, posición, escala, relación con las diferentes posturas del paciente en el interior (recostado o sentado) y los diferentes matices de la luz al interior. El ajuste final de las características del hueco se lo dieron dos aspectos fundamentales: la eficiencia energética, es decir, un hueco suficientemente grande como para que la luz inundase satisfactoriamente el espacio pero sin que las pérdidas térmicas fuesen excesivas; y la percepción del enfermo, es decir, ‘qué ve el enfermo a través de la ventana’ tanto recostado como sentado. La idea de que el paciente se encuentre cómodo en el lugar, es un detalle determinante. En el diseño está presente la psicología del espacio en la percepción humana y la relación del individuo con la naturaleza y su atmósfera inmediata. Este valor, que parece obedecer a principios de las terapias contemporáneas, tienen aquí su raíz también en la memoria del lugar. En este lugar existía un sanatorio antituberculoso, una de las tipologías sanitarias pioneras en el desarrollo de los principios modernos de la medicina en el uso de la arquitectura como herramienta. La ventilación o la “salubridad” del clima próximo a la costa son valores naturales que se han de incluir en la arquitectura sanitaria decimonónica y que décadas después la sofisticación de la disciplina recoge dentro de sus prioridades para el desarrollo tipológico.
La pieza presenta una materialidad sobria, revestida con granito en dos texturas, una más dura para el zócalo y otra, más limpia (pulida), para los paños de las fachadas. El despiece de las mismas es objeto de un minucioso diseño, de manera que no se produzcan distorsiones compositivas de las piezas. Las carpinterías, la estructura y el revestimiento de fachada utilizan un neutral tono gris que se diluye en el paisaje y que crean una fenomenología a través de la forma en que la luz se matiza en sus superficies.
Una obra ¿sencilla?
El Hospital marítimo de Oza es una lección de arquitectura. Cualquier aspecto de esta aparentemente silenciosa obra, puede analizarse de manera minuciosa sin sentir decepción. Estructura, estética, memoria, urbanismo, integración lingüística, contexto, tipología, función y morfología, no responden a un estilema forzado, sino que se amalgaman entre sí funcionando como un organismo afinado, como un piano de cola interpretando a Mahler.
Quizás el truco oculto de este edificio resida en la memoria del lugar, en el que de forma abstracta se creó una dinámica que líricamente puede interpretarse como un alma desprovista de imaginería.
"Como observó acertadamente el poeta griego Angelos Sikelianos, no todas las tradiciones se encuentran a la misma distancia del centro intelectual y espiritual de la tradición universal, pero cada una de ellas refleja claramente, en mayor o menor grado, la luz de ese espíritu". A. Ferlenga sobre Dimitris Pikionis 1999.
Pero también puede tratarse de una arquitectura afinada, pero no a la manera clásica, si no a través de una estudiada vanguardia. Y es que es posible que en lugar de Mahler, el edificio se acerque más al piano preparado de John Cage. Por eso parece una obra contemporánea, finalizada hace tan sólo unos meses, o así lo sugiere su estética resaltada además con un mural de Chelín en su acceso. Un edificio funcional y con la misma sencillez aparente del piano de Cage. Aunque…si disponen de tiempo, intenten analizar las piezas para piano de Cage.