El hermoso Parque Natural de Montesinho se abre a Ourense prolongándose hasta Pena Maseira, un espacio montañoso que toca los ayuntamientos de A Mezquita y A Gudiña. Montesinho, en su parte gallega, comprende la Serra da Esculqueira, con cumbres de hasta 1.149 metros de altitud, y el llamado Penedo dos Tres Reinos, donde se funden en la misma frontera los que fueron los antiguos reinos medievales de León, Galicia y Portugal.
Viajar al Parque Natural de Montesinho merece la pena por sí mismo, pero también por su cercanía a Bragança, una de las ciudades históricas de Portugal, aunque la frase también podría escribirse en sentido contrario y seguiría teniendo sentido. Desde Galicia es fácil alcanzar esta zona, recorriendo las bellas e intrincadas carreteras de montaña de A Mezquita, en un trayecto lento y calmado, pero inolvidable.
Bragança, la huella del Medievo
Bragança es una pequeña ciudad portuguesa situada en el extremo noreste de Portugal, en la desconocida región de Trás-os-Montes. Sólo 19 km la separan de la provincia de Ourense, es puerta de entrada a Zamora desde el país luso y en sus alrededores hay lugares tan pintorescos como Río de Onor, un diminuto pueblo portugués que forma una unidad con su vecino zamorano: Rihonor de Castilla.
Recorriendo el casco histórico de Bragança descubrimos una población de gran belleza, cuyos orígenes se remontan a la Edad de Bronce, por la que desfilaron suevos, visigodos y romanos y que aún conserva su sabor medieval. Dominada por su imponente fortaleza que puede verse desde cualquier punto, Bragança fue desde siempre un enclave de estratégica situación junto a la frontera, nudo de comunicaciones de la zona y uno de los núcleos urbanos más importantes del noreste de Portugal. Su castillo se construyó a finales del s. XIII, aunque sufrió algunas reformas en el s. XV y de él destacan dos torres: la Torre del Homenaje y la Torre de la Princesa, donde se dice que se retuvo a una princesa cristiana para evitar su boda con un musulmán.
Próxima al castillo se encuentra una de las construcciones más antiguas de Bragança, la Domus Municipalis, del s. XV, que servía para recoger agua de lluvia en su cisterna, aunque con posterioridad tuvo otros usos. Curiosamente es el único monumento de arte románico no religioso que se conserva en la Península Ibérica.
Sin abandonar las proximidades del castillo topamos con la Iglesia de Santa María, así como con el curioso “pelourinho” o picota, que tiene como peculiaridad estar sobre la base de una escultura zoomorfa, y donde se dice que se ajusticiaba a los presos para exponerlos al escarnio público.
Aún sin salir de la medieval ciudadela amurallada, podemos visitar el que se antoja como un imprescindible en la vida e historia cultural de la ciudad lusa: el Museu Ibérico da Máscara e do Traje, donde contemplar el vistoso vestuario utilizado en las mascaradas u obisparradas y en el Carnaval dos Caretos, rituales antiquísimos en esta zona de Portugal.
La Sé Velha, del s. XVI y la más reciente Sé Nova construida en 2001 (las dos catedrales de la ciudad) podrían completar una parada de un par de días en la agradable urbe portuguesa.
Pero lo cierto es que hay mucho más que ver en Bragança. La oferta de museos es notable, destacando la Casa de la Seda, un centro de interpretación dedicado a la industria de la seda, que tuvo su importancia en la ciudad en los s. XVII y XVIII, o el Centro de Interpretaçao da Cultura Sefardita, que da a conocer el recorrido histórico de la comunidad judía en Bragança. El museo más antiguo que podemos encontrar es el Museu Abade de Baçal, dedicado a las bellas artes y la arqueología.
Bragança, una ciudad con mucho arte
También hay espacio para el arte contemporáneo, no sólo en el Centro de Arte Contemporánea Graça Morais o en el Centro de Fotografía Georges Dussaud, si no también en sus calles, pues Bragança se perfila como una de las ciudades con más “street art” del norte de Portugal.
Artur Bordalo, más conocido como Bordalo II, es uno de los artistas que ha inundado de luz y color algunos de los muros más desvencijados de Bragança. El autor lisboeta utiliza materiales de desecho para elaborar sus obras por todo el mundo, que son pura denuncia sobre el maltrato medioambiental. Bragança está llena de algunas de esas manifestaciones, como Javali, Camaleão y Gineta.
Pero no sólo las creaciones de Bordalo II adornan Bragança. La ciudad acoge desde 2017 el festival creativo Smart Art, que reúne a importantes artistas urbanos de todo el mundo que van dejando su huella y obras en Bragança.
Comer en Trás-os-Montes: toda una religión
La gastronomía típica de Trás-os-Montes es otro de los atractivos que se tienen que valorar a la hora de viajar a Bragança, que ofrece como plato principal las “alheiras”, una especie de embutido de carne de ave y pimentón creado por los judíos, que no podían consumir cerdo. La posta mirandesa, elaborada con carne de vaca, el cabrito o las piezas de caza son otros de los platos que se pueden saborear en esta región, en la que también se aprovechan los frutos del bosque, como las castañas, de las que se elaboran postres y licores. Algunos de los locales más recomendados son el clásico Solar Bragançano o el aclamado Restaurante G Pousada, galardonado con una Estrella Michelín.
Lleno el espíritu de cultura e historia y el estómago de buena comida, no queda más que disfrutar del entorno natural de Bragança, retomando el Parque Natural de Montesinho, vestido de grandes bosques de castaños donde encontrar numerosas especies de fauna protegida (jabalíes, lobos, ciervos e incluso osos pardos llegados de los Picos de Europa) y con aldeas paradigma del rural portugués tan bonitas como la misma Montesinho.
Emma Sexto