Con tan sólo treinta y seis años Georges Bizet yacía muerto en París víctima de la tuberculosis, sin que su memoria contase con la imagen de su última obra rodeada del éxito. Apenas unos meses después su gran obra, Carmen, triunfaba en la ópera de Viena. Quizás la de Bizet y Carmen sea una de esas historias tristes, en las que un pequeño desfase de tiempo anula el éxito.
El relato que Bizet transformó en ópera era en realidad una novela publicada por entregas en la ‘Revue des deux mondes’. La novela fue publicada a lo largo de 1845, una práctica común del momento, como le sucedió a Carmilla de Sheridan Le Fanu (antecedente de Drácula de Bram Stoker), y que normalmente popularizaba tanto la obra que su adaptación a cualquier otro formato parecía tener garantizado el éxito.
Carmen “simboliza la liberación de la mujer y refleja el ideal romántico del siglo XIX”, tal y como lo describe la leyenda de la estatua (1973) frente a la Puerta del Príncipe de la Maestranza de Sevilla. Una historia que se convirtió en símbolo y en piedra recordando la importancia de una figura como la de Carmen. De profesión cigarrera, esta mujer representa a tanta otras que trabajaban en esta industria. Emilia Pardo Bazán hablaba de una mujer similar a Carmen en su obra Tribuna pública: “Esa es la cigarrera guapa que amotina a las otras”.
La arquitectura del tabaco
Las fábricas de Tabacos son construcciones fundamentales entre los siglos XVIII y XIX en España. La condición española y sus relaciones con sus colonias de ultramar motivaban la importación de algunos bienes, que eran manufacturados y parte de ellos exportados por vía marítima de nuevo. La construcción de las principales fábricas de tabaco tiene lugar a finales del siglo XVIII, Sevilla entre 1728 y 1770, Málaga 1829-1839 (aunque se trasladaría posteriormente) o A Coruña en 1804. La de A Coruña sería la segunda de las grandes fábricas de tabacos españolas, un aspecto que la dota de notoriedad y la convierte en un punto de inflexión urbano. Si en Sevilla la fábrica de tabacos creó a la "Carmen" de Bizet en A Coruña creó la "Tribuna Pública" de Emilia Pardo Bazán. Y es que la atmósfera de estas piezas arquitectónicas se consolidó definiendo un lugar que se encuentra en la memoria de la libertad, la dignidad laboral y la lucha de las mujeres.
Pero, el edificio ya estaba allí cuando se creó la Fábrica de Tabacos. El volumen original fue construido a finales del siglo XVIII como almacén de víveres para el servicio de correo marítimos con las colonias españolas. La actividad naval de los puertos gallegos era intensa, y su reorganización constante, por ello en 1802 se decide trasladar este almacén a Ferrol, tomando la decisión de convertir el edificio en Fábrica de Tabacos. La fábrica se inaugura dos años después tras acometer profundas reformas en el edificio, un aspecto que acompañará su biografía arquitectónica ya que los cambios tecnológicos y los últimos cambios de uso han requerido nuevas intervenciones. Tras su inauguración la fábrica estaba formada por 500 cigarreras menores de 14 años, aunque el número de trabajadoras llegaría a ser de 1400.
La Fábrica de Tabacos de A Coruña
El edificio, de autor desconocido, era una estructura simple, organizada a través de cuatro patios reflejando una composición estrictamente funcional. Con el cambio de uso el edificio, a pesar de una primera intervención para adecuarlo, se resintió poco a poco. Esta estrechez, provocó que décadas después el arquitecto Amós Salvador y Carreras (1879-1963) llevase a cargo un proyecto de ampliación en 1905, consolidando las primeras extensiones que se habían realizado en 1882, 1879 y 1899. En 1882 se produjo un aumento en los talleres, en 1879 dicho aumento conllevó la remodelación de la planta y en 1899 se construyeron dos nuevas naves. El proyecto de ampliación de Salvador y Carreras incluye la extensión de un ala completa, la consolidación de los pabellones existentes y la supervisión del resto del edificio. Esta actividad no era ajena para él, ya que había realizado la remodelación completa de la fábrica de tabacos de Madrid en la calle Embajadores. También es el encargado de proyectar el cierre de la parcela, completándose en 1924 con la cerrajería metálica.
La modificación del puerto de A Coruña consecuencia de las operaciones de relleno separan a esta construcción de mar, limitando algunos aspectos logísticos. Como contrapartida las autoridades deciden cederle una porción de terreno hacia la plaza de la Palloza. Con esta cesión el edificio puede ser ampliado en esta dirección, construyéndose la fachada actual de la fábrica de tabacos. Esta reforma es acometida por Antonio de Mesa y Álvarez (1862-1939), arquitecto modernista autor del Café Moderno, el Quiosco La Terraza o la casa Tejero en la plaza de Lugo, entre otros proyectos y arquitecto municipal entre 1890 y 1894. De Mesa proyecta la fachada de la fábrica de tabacos en 1908 y es quien define la identidad de la pieza arquitectónica que ha atravesado el tiempo hasta la actualidad.
El lenguaje elegido por de Mesa para esta fachada se articula a través de una contención ornamental que se acerca al neoclasicismo más monumental con ciertos detalles eclécticos que recuerdan al regionalismo. El centro de la composición está ocupado por la puerta de acceso de carruajes que se resalta mediante un arco de medio punto con tímpano, y flanqueado por dos falsas columnas apilastradas de orden corintio. Desde este punto medio parte una fachada simétrica de tres alturas organizadas en dos cuerpos. El cuerpo inferior y el superior tienen un recercado de granito similar, si bien su tamaño es diferente. Las ventanas de la franja central incorporan un recercado más ornamentado, un dintel con más relieve incluyendo una voluta centrada. El edificio se remata en su parte superior con un reloj que incluye una pieza muy singular: una estructura con tres campanas.
La alternancia entre granito y encalado recuerda a la monumentalidad regionalista. El volumen evoca el neoclasicismo en forma y composición, mientras que los recercados, las cornisas y las impostas en ambas direcciones se ejecutan en granito local. La fusión entre ambos lenguajes recrea un edificio singular que ya no recuerda al ambiente fabril, si no a un edificio representativo próximo a la Fábrica de Tabacos de Sevilla.
Imagen arquitectónica y escenario de revoluciones
La imagen de la arquitectura, creada a partir de su composición, función, estructura y estética, es la de un edificio sólido e incluso ceremonioso, pero en realidad fue el escenario de una revolución. Las primeras protestas tuvieron lugar en 1831, pero el 7 de diciembre de 1857 supuso un punto de inflexión, se produjo la primera huelga de mujeres de Galicia y la que fue considerada como el inicio del movimiento obrero feminista. Entre sus motivos destacaban unas condiciones laborales precarias y la introducción de maquinaria que reducía su salario como indicaba la prensa del momento:
“Como ambas operaciones son nuevas, no se prestan ni acomodan a ellas las cigarreras, porque no saben hacerlos, tardando tanto en elaborarlos que apenas sacan la tercera parte del jornal que acostumbraban. Esto y lo poco satisfechas que están del director de la fábrica, las exasperó en términos que el expresado día 7 a cosa de las once de la mañana, se alborotaron aquellas cuatro mil mujeres, arremetiendo contra los jefes y empleados del establecimiento, destruyendo todo el tabaco picado, pitos y hoja que tuvieron a mano y el que hacía tiempo estaban elaborando, pisoteándolo y arrojándolo al mar, rompieron e hicieron pedazos las máquinas nuevas para picar el tabaco, y que se dice costaron catorce mil duros, tirándolas al mar, lo mismo que los muebles, papeles, libros de caja y efectos que hallaron en las habitaciones del director.” El País. Diario de Pontevedra. 13-12-1857
Pronto, esta situación cambio. Las cigarreras fundaron en 1916 la Unión Tabacalera que más tarde se extendería al ámbito nacional, y que les permitiría mejorar notablemente sus condiciones. Las mejoras permitían conciliar la vida familiar a las que eran madres, pero también se construyó la Casa das Cigarreras con la contribución de las afiliadas a la Unión, para atender las necesidades de las trabajadoras y dar refugio a aquellas que no tenían familia o eran muy mayores. Esta perspectiva tan revolucionaria se vio interrumpida por la guerra, ya que el edificio fue incautado por las autoridades militares franquistas y la producción congelada, aunque no por mucho tiempo ya que el bando sublevado solicitaba tabaco.
En 2002 la fábrica cesó su actividad de manera definitiva. En la actualidad el edificio ha sido reformado para albergar actividades administrativas y judiciales. La presencia del edificio aún recuerda su pasado, y como en todas aquellas piezas de arquitectura que han sido elegidas escenario de una novela o una película, está dotada de cierta magia lírica.
Carmen y Amparo
En Tribuna pública, Emilia Pardo Bazán dibuja con sus palabras el retrato de estas mujeres. Amparo como Carmen era una mujer única: “La Fábrica de Tabacos de Marineda fue centro simpatizador (como ahora se dice) para la federal. De la colectividad fabril nació la confraternidad política […] Hubo en cada taller una o dos lectoras; les abonaban sus compañeras el tiempo perdido, y adelante. Amparo fue de las más apreciadas, por el sentido que daba a la lectura; tenía ya adquirido hábito de leer, habiéndolo practicado en la barbería tantas veces. Su lengua era suelta, incansable su laringe, robusto su acento. Declamaba, más bien que leía, con fuego y expresión, subrayando los pasajes que merecían subrayarse, realzando las palabras de letra bastardilla, añadiendo la mímica necesaria cuando lo requería el caso, y comenzando con lentitud y misterio, y en voz contenida, los párrafos importantes, para subir la ansiedad al grado eminente y arrancar involuntarios estremecimientos de entusiasmo al auditorio, cuando adoptaba entonación más rápida y vibrante a cada paso.” (Emilia Pardo Bazán, Tribuna Pública).
La historia superó al edificio, pero ahora este es la memoria de aquellos sucesos. Y aunque el edificio desapareciese al igual que el tiempo pasó, su arquitectura y su historia estarán siempre vivas en las palabras de Emilia Pardo Bazán. Quizás a la espera de una ópera.