Casa Santiago López en la Calle Sol de A Coruña

Casa Santiago López en la Calle Sol de A Coruña Foto: Nuria Prieto

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La Casa López, una sorpresa para la arquitectura coruñesa de los años 30

La Casa Santiago López obra de los arquitectos Antonio Tenreiro y Peregrín Estellés, es una pieza singular del racionalismo coruñés. Construida entre 1934 y 1935 los rasgos propios de este estilo arquitectónico crean un paralelismo perceptivo con otras tipologías arquitectónicas con las que comparte conceptos esenciales

14 septiembre, 2022 06:00

Caminar por la ciudad es, en muchas ocasiones una experiencia áspera. Algo personal que reconoce entre las calles, una mirada introspectiva. Una penetración inconsciente de la cultura urbana dentro de la condición líquida humana. En la década de los setenta un insomne Paul Schrader (1946) paseaba por las calles de Nueva York, intentando relajar una mente atormentada que mezclaba de forma atropellada una infancia de opresión religiosa que derivó en abuso de drogas y sexo, de forma desaforada. Schrader comenzó a deambular en la noche de Nueva York, como última solución, ya que sólo podía dormir con una pistola bajo la almohada. Al poco tiempo necesitó que la pistola estuviese cargada, después sólo podía conciliar el sueño si se la metía en la boca. Su alteración enferma, tuvo, sin embargo, un encauzamiento positivo, cuando fue capaz (a pesar de su estado físico) de escribir el fantástico guion de Taxi Driver y presentárselo a Martin Scorsese. La atmósfera de la película refleja la fenomenología nocturna de una ciudad áspera, dura e impenetrable para el ciudadano común que jamás se expondría a ambientes amenazantes o comprometidos. 

En el progresivo descubrimiento de las calles, la arquitectura que las define morfológicamente dibuja un espacio rígido, y aunque hay espacios urbanos más flexibles u orgánicos, el agarrotamiento del tejido de la ciudad no es necesariamente un síntoma de “muerte” urbana en términos de Jane Jacobs. Quizás porque no es una cuestión estricta de forma, sino de interpretación de esta. En aquellas áreas urbanas en las que se impone la aspereza y volumetría dura, el espacio no tiene por qué derivar en una atmósfera decadente o lamentable, siempre y cuando el uso y la estética consigan inclinar el centro de gravedad frente a estructura y morfología, como estrategia de transformación. Estos mecanismos entre los que pueden encontrarse los procesos de gentrificación, permiten observar y percibir la ciudad como un organismo capaz de reanimar secciones aparentemente muertas de su tejido. La clave, en muchos casos, está en que la transformación sea natural y no forzada (aunque pueda ser una intervención tentativa). 

En la ciudad de Nueva York, en la que las transformaciones urbanas desacomplejadas, y en ocasiones de raíz alejada de las dinámicas tradicionales, algunos barrios han mutado siguiendo mecanismos de transformación de manera sociológica. Hell’s Kitchen, Williamsburg o el SoHo, son nombres que flotan en la memorística contemporánea como evocadores de la modernidad en tiempo real. El caso del SoHo, por ser el más consolidado, es especialmente notable, ya que se creó como un tejido industrial de producción y almacenaje: rígido y estrictamente funcional. La decadencia de este fragmento urbano propició que los artistas que veían en la tipología edificatoria del SoHo una oportunidad para tener un buen estudio/taller en el que trabajar. Cuando esta nueva atmósfera cultural transformó, el barrio y los grandes inversores posaron su mirada sobre la vida bohemia del SoHo, los precios comenzaron a dispararse produciendo un área residencial de renta alta. Un tejido inicialmente rígido se flexibilizó a través de una humanización artística a partir de la cual se activaron otros mecanismos habituales de la sociedad urbana, consolidándolo como área residencial y comercial.

Foto: Nuria Prieto

Foto: Nuria Prieto

La tipología edificatoria del SoHo, define no sólo su identidad (que en realidad se apoya también en el uso comercial y las acciones vinculadas a este), sino la clave a través de la cual todo su desarrollo ha sido posible.  Los volúmenes sólidos, con grandes ventanales necesarios por motivos funcionales, permiten una buena entrada de luz natural dentro de plantas prácticamente diáfanas. Este escenario es perfecto para los artistas, quienes interpretan ese espacio como el lugar idóneo para desarrollar sus obras y no son escrupulosos en tradicionalismos residenciales. Tras la intervención de la gentrificación comercial, la atmósfera se capitalizó y el análisis arquitectónico se diluyó. 

Tipologías paralelas

Esta tipología fortuita en el Manhattan decimonónico, enlaza de forma emocional y compositiva con el racionalismo de los treinta. El racionalismo reduce, por cuestiones coyunturales (ausencia de recursos y despertar de las vanguardias) los aspectos decorativos u opulentos del diseño arquitectónico. Detrás de ambas composiciones se esconde un carácter funcionalista, en el primero, el vinculado al ámbito industrial, meramente productivo y en el segundo, el arquitectónico, a la estética y al pensamiento de las vanguardias. Los volúmenes racionalistas pueden entenderse como piezas opacas que se perforan y moldean descendiendo a la pureza geométrica. Las proposiciones higienistas son incorporadas al racionalismo de forma compositiva, en forma de grandes ventanales que permiten una mejor entrada de luz natural y ventilación, además de distribuciones ordenadas. 

Otro aspecto paralelo, entre ambas composiciones arquitectónicas radica en la proximidad a la tecnología, en el caso de la tipología del SoHo, de forma indefectiblemente funcional que incorpora la estructura y las carpinterías de fundición por rapidez, en el caso del racionalismo por una vinculación emocional con la revolución de los medios de transporte y la aparición de la estética aerodinámica. 

Foto: Nuria Prieto

Foto: Nuria Prieto

De alguna forma hay tipologías paralelas, que riman en el tiempo, sin relación aparente. Una anécdota, pero la génesis de una estructura perceptiva, en la que determinadas áreas de la ciudad parecen pertenecer a otro lugar. Esa pertenencia lejana es el eco de una rima estética introducida a través de un concepto que se desarrolla de formas alternativas autogobernadas. 

En A Coruña, algunas arquitecturas podrían prestarse a otros lugares siguiendo esa estrategia de paralelismos. Casi desapercibida, en la calle Sol, 5-7, se encuentra la casa Santiago López, una obra de Antonio Tenreiro y Peregrín Estellés y Estellés. Una pieza racionalista, limpia, de cierta escala y un trazado vanguardista que podría acercarla a la modernidad del funcionalismo industrial. 

La Casa López

La Casa López es, dentro de la trayectoria de los arquitectos, una pieza muy depurada, y un volumen destacable del barrio de la Pescadería desde el punto de vista urbano. Antonio Tenreiro y Peregrín Estellés, formaron uno de los estudios de arquitectura más vanguardista de principios de siglo XX en la ciudad. Sus proyectos, insertados en las corrientes lingüísticas del momento como la escuela de Chicago (Banco Pastor, 1922-25), el purismo (Edificio Atalaya, 1933) o el Racionalismo más esencial (Casa Balas, 1933-35), definen iconos arquitectónicos de la ciudad. La Casa López, construida entre 1934 y 1935, depura el estilo Racionalista que los arquitectos estaban explorando en la década de los treinta. 

Foto: Nuria Prieto

Foto: Nuria Prieto

El edificio se define como un gran volumen en forma de caja, que poco a poco se perfora. Los cortes iniciales tallan el centro de cada fachada, creando un retranqueo que permite a la pieza tener vistas, pero también esponjar su ocupación en la trama urbana. Dicho retranqueo se ocupa con los balcones, ligeramente desplazados hacia el interior y rematados con una curva aerodinámica, un gesto racionalista muy revelador

La escala de la Casa López es un aspecto que no resulta llamativo hoy en día, el crecimiento urbano la ha integrado en el tejido. Pero en el momento de su construcción, un volumen tan rotundo y con una altura mayor que las edificaciones del momento en esta zona de la ciudad, el edificio causó cierta sorpresa. La modernidad llegaba progresivamente a la ciudad y los arquitectos del momento proyectaban en consonancia a ese pulso. 

Foto: Nuria Prieto

Foto: Nuria Prieto

A Coruña tiene calles modernas, muy claras, muy limpias; un admirable servicio de guardias urbanos; instituciones tan interesantes como el Recreo de Atesanos y, sobre todo, un espíritu independiente, emancipado de viejos prejuicios, tan propios de muchas provincias: el espíritu de un país culto y progresista”, Victoriano García Martí,  1922.

Para romper la gran escala, los arquitectos incorporan cornisas entre las viviendas de tal forma que con una mirada más detenida se puede percibir de forma fragmentada. Uno de los aspectos más llamativos de la Casa López son sus huecos, resueltos con grandes carpinterías de madera originalmente verdes. Las ventanas presentan una proporción muy esbelta de tal forma que la sensación es que su altura es mayor a la que le corresponde. Además, son protagonistas de otro rasgo racionalista fundamental, la ruptura de la esquina.

Foto: Nuria Prieto

Foto: Nuria Prieto

La distribución se organiza con dos viviendas por planta simétricas respecto al eje central de la fachada mayor. Aunque la organización de las diferentes estancias se hace en base a principios más modernos que otras viviendas de la ciudad, la distribución de las mismas es un poco confusa, ya que algunas habitaciones (como el dormitorio principal y el gabinete) son accesibles a través del comedor. A pesar de ello, se trata de viviendas con buena iluminación natural. 

El perfeccionamiento racionalista de esta tipología de viviendas desarrollada por Tenreiro y Estellés, se encuentra dentro de un listado de edificios similares dispersos por la ciudad en los que se pueden reconocer rasgos similares que se depuran. En este caso, las viviendas en la Calle Ciudad de Lugo, 24 es un conjunto muy similar. 

Foto: Nuria Prieto

Foto: Nuria Prieto

Calles paralelas

El cineasta Woody Allen proponía en una entrevista visualizar la propia vida como una película, de tal forma que todos los eventos (especialmente los negativos) se diluirían relativizando la gravedad a través de una distancia voluntaria. Un divertimento, pero también un ejercicio de interpretación arquitectónica, en el que no sólo la deslocalización puntual de un edificio, sino la propia identidad que este transfiere a la calle, proporciona claves esenciales para entender la relación entre la ciudad y la vida. Aunque como decía Gerald Holton, en ocasiones el análisis urbano concluye con una problemática atribución a la ciudad de cualidades universales que todas poseen en cada momento. Observando con detalle hay pequeños matices aunque todo emane de un mismo concepto, resultando de la vida que les da forma e interpretación.

Foto: Nuria Prieto

Foto: Nuria Prieto

– "June: ¿por qué haces esto?

– Paul Hackett: ¿Qué?

– June: Estás ligando conmigo. Compartes tu cigarrillo conmigo. Bailas conmigo. Eres majo conmigo. ¿por qué lo haces?

– Paul Hackett: Quiero…vivir.

Afterhours (Martin Scorsese, 1985)

La vida de la ciudad, incluso en las calles más sencillas, en los escenarios de origen o apariencia insulsa, es la clave de la comprensión de su arquitectura. Y es que a veces se producen actuaciones urbanas, progresos, transformaciones y mutaciones tan solo porque es necesario vivir.