El 24 de junio de 1859 se producía una batalla que cambiaba el curso de la historia. La casualidad hizo que aquel día, Henri Dunant, un millonario empresario suizo, fuese testigo de las secuelas de una de las batallas más sangrientas de la historia, en la que 100.000 soldados se enfrentaron cerca del pequeño pueblo de Solferino, en el Norte de Italia. Conmocionado, decidió ayudar a los heridos convenciendo a la población de un pueblo cercano de que era necesario atender a los necesitados sin importar su bando. De vuelta en Suiza Dunant escribió un libro en el que plasmó sus sensaciones y hacía una petición: que todas las naciones del mundo formasen sociedades de socorro para ayudar a los heridos de guerra. En 1864, en la Convención de Ginebra, se tomarían sus ideas para la creación de una agencia internacional de ayuda: la Cruz Roja. Casi 60 años más tarde, cinco mujeres se convertían en las primeras enfermeras profesionales tituladas de España, formadas en la Escuela de la Cruz Roja Española. Entre ellas, una humilde gallega no solo conseguía titularse, sino que llegaría a convertirse en heroína de guerra y en la primera enfermera en participar en un vuelo militar en España: Elvira López Mourín.
Elvira nacía en 1893 en San Martiño de Río, en el ayuntamiento de Láncara, en plena provincia de Lugo. Elvira era una persona siempre preocupada por los demás, pero era analfabeta, lo que limitaba mucho sus opciones así que, en una época en la que las mujeres no acudían a la escuela, y menos en una pequeña aldea rural, aprendió a leer y a escribir.
Se fue a Madrid donde ingresa en la Escuela de la Cruz Roja Española para enfermeras, en la primera promoción de enfermeras profesionales de España. Para poder ingresar tan solo se necesitaba saber leer, escribir y alguna noción de matemáticas, unos requisitos complicados de cumplir a principios del siglo XX, sumado al hecho de que las mujeres tenían prohibido estudiar en universidades.
Elvira comenzaba sus estudios el 2 de agosto de 1918 en el Hospital-Escuela San José y Santa Adela y finalizaba sus estudios en 1921, convertida en una de las cinco primeras enfermeras profesionales de España.
Se presenta a unas plazas para enfermera militar y es destinada al hospital de Melilla en el Protectorado de Marruecos, a donde llega el 1 de diciembre de 1921 para atender a los heridos en la guerra del Rif, un conflicto que enfrentó a las autoridades coloniales españolas y el Imperio colonial francés contra la sublevación de las tribus del Rif, una región montañosa del norte de Marruecos.
A finales de octubre de 1922, los ataques de los sublevados se recrudecen de manera inesperada, lo que provoca que centenares de heridos se comiencen a acumular en el campamento militar de Dar Drius, donde no existía asistencia sanitaria, ante lo que el Alto Comisario de España en Marruecos propuso enviarla en tres aviones desde el aeródromo de Nador, en Melilla.
El equipo sanitario estaría comandado por el médico Víctor Nogueras, pero necesitaba enfermeras que le ayudasen, y así se lo hizo saber a Elvira que, sin dudarlo, se presentó voluntaria para formar parte de aquella misión suicida. ¿Y por qué suicida? Porque aquel vuelo sería nocturno, a baja altura sobre territorio enemigo para evitar ser detectados, en aviones de lona y tela sin cabina, sobre motores de 300 caballos que empezarían a recibir disparos en cuanto despegaran y que tendrían que aterrizar sin iluminación en una pista señalizada con bidones de leña ardiendo.
Pero no le dejarían ir. El reglamento militar prohibía tajantemente volar a las mujeres en aviones de guerra y ella ni siquiera pertenecía al ejército.
La gallega se empeñó, “hemos venido a salvar vidas”, la necesitaban en el frente y haría lo que fuera para ayudar a sus compatriotas heridos. Como último recurso aseguró al alto mando que subir en aquel avión sería responsabilidad suya y solo suya y que así lo dejaría por escrito.
Así que, finalmente, le dejaron embarcar.
Desde Melilla partieron a Dar Drius tres aviones en los que solo cabían dos personas, el piloto y su acompañante. Elvira, además, tuvo que cargar con todo el equipo médico necesario para prestar asistencia a los heridos.
De esta manera, Elvira se convertía en la primera enfermera que participaba en un vuelo sanitario en España y en uno de los primeros vuelos nocturnos de la aviación mundial. Tras llegar sanos y salvos a su destino, el equipo médico se encontró con una treintena de muertos y con más de trescientos heridos a los que atendieron incansablemente durante toda aquella noche. Además, varios heridos fueron también trasladados por aire en el considerado como el primer transporte aéreo de heridos en España. A la mañana siguiente fueron relevados por el refuerzo sanitario que llegó desde Melilla por tierra comandado por María del Carmen Angoloti y Mesa, la Duquesa de la Victoria.
La hazaña de Elvira fue considerada por los medios de comunicación como digna de una heroína de guerra y a su regreso a España fue recibida por diversas autoridades. El 7 de noviembre tuvo una audiencia con el presidente del Consejo de Ministros, el día 11 fue agasajada con una recepción con la reina Victoria Eugenia y el día 20 acudió a una audiencia en el Palacio Real donde el rey Alfonso XIII le felicitó personalmente por su valentía y coraje.
Tras los días de fama, Elvira ingresó en el Cuerpo Auxiliar de Subalternos del Ejército en Madrid, donde trabajó, incluso durante la Guerra Civil, para la República. Por ello en 1939 la sometieron a un Consejo de Guerra, del que salió absuelta de todas las acusaciones contra ella, pero el régimen de Franco no reconoció su titulación, ni ninguna otra concedida por la República, por lo que deja de trabajar hasta 1940, año en que se reincorpora en su puesto hasta su jubilación.
Y como buena gallega, Elvira no se olvidaba de su tierra y pasaba todos los veranos en su pueblo natal hasta el día en que falleció, el 21 de julio de 1961. Sus restos reposan en el cementerio de La Almudena de Madrid.
Con el tiempo, como suele suceder habitualmente, se fue olvidando la extraordinaria gesta que Elvira había realizado, hasta que hace unos años, Isidoro Rodríguez, Catedrático de Historia de la Enfermería, comandó una investigación para recuperar la historia de esta valiente gallega a la que hoy ya sí, se le reconoce en toda España con exposiciones, congresos y homenajes.
Su importancia en la historia de la enfermería y la aviación fue tan grande que en el año 2020 fue elegida por Correos como protagonista del sello postal conmemorativo del Año internacional de las enfermeras y matronas, gracias un médico toledano, Miguel Ángel González Canomuel, promotor de la emisión de este sello.
Por cierto, la filantropía del fundador de la Cruz Roja, Henri Dunant, le hizo despreocuparse de sus negocios, lo que provocó que se arruinara y que pasara la mayor parte de su vida olvidado y en la pobreza, hasta que en 1895 fue redescubierto tras saberse que, a pesar de su situación, nunca había dejado de luchar por el trato humano a los prisioneros de guerra y contra la abolición de la esclavitud. Por toda una vida de bondad, en 1901, Dunant recibió el Premio Nobel de la Paz. Su organización humanitaria, La Cruz Roja, lo recibiría en otras 3 ocasiones.
Y Elvira, como parte de la organización que un día soñó Dunant, desempeñó su profesión con orgullo, vocación y valentía, lo que le valió para ser una heroína de guerra y una figura a la que admirar antes, ahora y siempre.
Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.
Referencias:
- es.wikipedia.org
- divertimentoenfermero.blogspot.com
- lavozdegalicia.es
- womanessentia.com
- farodevigo.es
- academiazendal.es
- diarioenfermero.es
- elprogreso.es
- scielo.isciii.es
- cadenaser.com
- consejogeneralenfermeria.org
- enfeps.blogspot.com
- cruzroja.es