El 15 de febrero de 1898, a las 21.40 h, una gran explosión iluminaba el puerto de La Habana. El acorazado estadounidense USS Maine, que había llegado a Cuba 20 días antes para presionar a España, acababa de saltar por los aires, falleciendo 256 de sus 355 tripulantes. Aquel triste episodio continúa entre la controversia y el misterio. A día de hoy todavía no se sabe a ciencia cierta qué, quién, cómo, ni por qué aquella explosión tuvo lugar, pero la campaña mediática realizada por los periódicos norteamericanos convenció a la opinión pública estadounidense de la culpabilidad española. Aquel percance cambió el curso de la historia de España y de Estados Unidos, al convertirse en la excusa perfecta para una intervención estadounidense en Cuba, que ya se venía gestando, y que supuso el primer peldaño en su carrera para convertirse en una de las naciones más poderosas de todos los tiempos. El 25 de abril se iniciaba la guerra hispano-estadounidense, en la que España perdió sus últimas colonias y quedó sumida en una honda crisis política, económica y social cuyas consecuencias siguen marcado su historia hasta nuestros días. España era claramente inferior a Estados Unidos en el ámbito militar, económico y político, pero no por ello se dejó de luchar contra aquella joven, ambiciosa y poderosa potencia. Entre aquellos héroes que dieron la vida por su país, hubo un gallego que merece ser recordado y jamás olvidado: Luis Cadarso y Rey.
Luis Cadarso y Rey nacía en la villa de Noia, en la provincia de A Coruña, el 24 de noviembre de 1843. Fue el hijo mejor de una familia con una buena posición social. Su padre, Luis Cadarso Ayaza, ejercía el Derecho y su madre, Manuela Rey de Andrade San Martín, era descendiente de algunas de las grandes casas gallegas.
Luis creció rodeado de una amplia familia, aunque perdió a su madre a edad muy temprana. Con tan solo 14 años ingresó como aspirante, en enero de 1858, en la Escuela Naval Militar de San Carlos, en Cádiz, una escuela que en 1943 sería trasladada a Marín, donde se encuentra en la actualidad.
Y allí comenzó su meteórica carrera militar. En 1860 ya era Guardiamarina de 2ª clase, tres años después Guardiamarina de 1ª, en 1865 Alférez de Navío y en 1870 teniente de Navío de 2ª.
Tras navegar por medio mundo y para intentar aprovechar semejantes aptitudes, fue destinado a la principal base militar de la Armada en el norte de la Península, Ferrol, donde fue pasando por varios departamentos donde adquiere una basta formación y experiencia también en asuntos de tierra y donde desempeña un papel vital en una importante sublevación contra el rey, Amadeo I de Saboya.
El 10 de octubre de 1872, el brigadier Bartolomé Pozas y el capitán de marina, Braulio Montejo, con el apoyo de militares retirados y destacados miembros del Partido Republicano se levantaban en Ferrol contra el gobierno de Amadeo I de Saboya. El pronunciamiento fracasó porque no encontró apoyos en la ciudad, además de no ser secundado en ningún otro lugar, pero también porque Cadarso se puso al frente de la flota amarrada en Ferrol para defender al gobierno legítimo, provocando que los apoyos al levantamiento fueran todavía menores. A pesar de todo, Ferrol pasó a la historia como la primera ciudad republicana de la historia de España.
Tras demostrar su destreza también en tierra, Cadarso fue destinado a Madrid como fiscal del Tribunal Supremo de Guerra y Marina, hasta que, en 1874, es enviado a Filipinas, donde sería ascendido a Capitán de Navío en 1895, tras participar activamente en varios frentes y campañas militares contra piratas y sublevados filipinos.
En el Pacífico desempeñó su primer cargo político como gobernador de las Islas Carolinas Orientales (parte de la actual Micronesia), entre 1887 y 1891, año en el que regresa a Manila, como comandante de Marina y, posteriormente, como capitán del puerto.
En aquella época Luis Cadarso era ya una leyenda que había demostrado un singular celo y amor a su país, además de extraordinarias aptitudes para el mando y la disciplina militar, lo que le valió, en 1895, para ser puesto al mando del crucero de 1ª clase Reina Cristina, el primer buque metálico de gran porte construido en astilleros españoles, bautizado con ese nombre en honor a la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena, regente del futuro rey, Alfonso XIII.
El Reina Cristina era la nave más moderna de la Armada española, botada en 1890 y destinada a Filipinas, donde trascurrió toda su vida activa y donde Luis Cadarso finalizaría la suya.
España ya estaba al tanto de las maquinaciones estadounidenses para hacerse con Filipinas, mucho antes del incidente del Maine en La Habana, motivo por el cual Manila estaba fuertemente defendida por la flota de guerra española.
Tras el inicio de la guerra hispano-estadounidense, la escuadra de guerra americana, al mando del comodoro Dewwy, que se encontraba en Hong Kong abasteciéndose de víveres y combustible, puso rumbo a Manila, a donde llegaba, el 1 de mayo de 1898.
El almirante Montojo, al mando de la flota española, ordenó disponer todos los buques en una sola fila para presentar un costado a los yanquis y poder hacer fuego con casi toda su artillería. Movió la flota a la ensenada de Cavite, ligeramente alejada de Manila, para evitar el enfrentamiento en la capital y además eligió zonas con poca profundidad para que sus barcos no se hundieran completamente a causa de la artillería de los estadounidenses de tiro rápido, que sabía que los atravesarían de lado a lado.
A las 5 de la mañana del 1 de mayo los buques españoles abrieron fuego contra los norteamericanos y estos contestaron acribillándolos. Pero a pesar de la superioridad americana, tras dos horas de combate, la escuadra española no estaba en muy malas condiciones. Todos se mantenían a flote, los incendios estaban controlados y seguían en condiciones de mantener el combate.
El comodoro Dewey se retiró debido a los escasos resultados que había obtenido. Los españoles no habían disminuido el volumen de sus disparos, los incendios habían sido extinguidos sin daños visibles mientras seguían disparando y nada hacía pensar que habían causado daños serios a la escuadra española. Pero la situación era preocupante para los estadounidenses, muy alejados de sus bases y con un consumo de proyectiles excesivo. Si no conseguía acabar ya con los españoles, que luchaban en su terreno y muy cerca de sus puntos de abastecimiento, y se quedaban sin municiones, podían ser ellos los atacados.
Pero ocurrió lo inesperado.
El almirante Montojo dio el combate por perdido, ordenó abandonar los barcos y desembarcó en Cavite para curarse una herida en una pierna, declarándose vencido y ordenando varar los buques y desembarcar a las tripulaciones si los norteamericanos volvían al combate, tras lo cual se trasladó a Manila abandonando a sus hombres y a su flota. Aquello hundió la moral completamente, los incendios que estaban controlados se reavivaron y comenzaron las explosiones que animaron al comodoro Dewey a volver al combate.
La mayor parte de la escuadra ya había sido hundida cuando el buque comandado por Cadarso fue atacado por el buque insignia de los yanquis, el Olympia. El gallego, en una última gesta imposible lanzó al Reina Cristina contra el Olympia e intentó abordarlo, lo que provocó que fuese tomado como blanco principal por los buques enemigos, motivo por el que fue acribillado.
Durante la Batalla de Cavite, el Reina Cristina fue el barco español que más impactos recibió, un total de 81, tres veces más que el siguiente buque español más dañado.
Mientras el Reina Cristina comenzaba a arder descontroladamente, se hundía y perdía la propulsión, Luis Cadarso acudió a ayudar a los heridos para evacuarlos cuanto antes, pero un nuevo proyectil disparado sobre el navío, le impactó directamente, causándole la muerte instantánea.
Los estadounidenses tuvieron 13 muertos en combate y 38 heridos, mientras que por parte española fallecieron 60 personas y hubo 222 heridos. Montojo fue expulsado de la Armada por haber abandonado a sus hombres, aunque fue readmitido tiempo después en la reserva. La guerra contra Estados Unidos se prolongó durante varios meses, tras la cual España se vio forzada a ceder sus últimas colonias: Puerto Rico, Guam, Cuba y Filipinas, mientras que sus pequeñas posesiones en el Pacífico fueron vendidas al Imperio Alemán.
Debido a su sacrificio y heroica muerte, Luis Cadarso y Rey fue ascendido a título póstumo a Almirante y fue convertido en un héroe legendario alabado en toda España. A Coruña, Madrid o Valencia tienen calles con su nombre, su ciudad natal levantó un monumento en reconocimiento y es mencionado en el monumento a los Héroes de Cavite y Santiago de Cuba que se erigió en Cartagena. Además, dos buques de la Armada fueron bautizados en su honor.
A lo largo de su fabulosa carrera Cadarso fue galardonado con cuatro Cruces rojas y una blanca de la Orden del Mérito Naval, una Cruz roja y dos blancas del Mérito Militar, la Cruz y Placa de San Hermenegildo, la Medalla de Joló y la Encomienda de Isabel la Católica. También fue propuesto para la concesión de la Laureada de San Fernando por la Batalla de Cavite, pero no le fue concedida.
Luis Cadarso y Rey formó parte de otra época en la que el honor y el amor a un país era más importante que su propia vida. Antes de la Batalla de Cavite, dejó estas palabras a sus hombres, aquellos a los que quiso ayudar con sus propias manos: "Si sucumbimos, será con honor, y con gusto sacrificaremos la vida siempre que algo podamos hacer en beneficio de nuestra desventurada patria". Su sacrificio no fue en vano. El héroe muere, pero la historia permanece.
Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.
Referencias:
- es.wikipedia.org
- lavozdegalicia.es
- elmundo.es
- lavanguardia.com
- elpais.com
- dbe.rah.es
- batallasdehispania.com
- elrincondelagenealogia.wordpress.com
- todoavante.es