Al amanecer del viernes 13 de octubre de 1307, los soldados del rey de Francia, Felipe IV el Hermoso, se presentaron en todas las residencias que los templarios poseían en el reino. Exhibían un acta de acusación en la que, bajo la autoridad de la Inquisición y a petición del monarca francés, eran puestos bajo arresto. El origen de esta denuncia se encontraba en las acusaciones de blasfemia y sodomía vertidas contra el Temple por un antiguo templario expulsado de la orden. Los agentes del Rey recabaron supuestas pruebas que justificaron ante Felipe la detención y el inicio del procesamiento de los templarios por herejes. Además, Felipe deseaba el dinero y las posesiones de los templarios, además de que querer acabar de una vez por todas con una organización exenta del pago de tributos que comenzaba a tener más poder que algunos de los reyes de Europa. Muchos templarios prefirieron morir antes que confesar, pero la mayoría, sometidos a torturas, se declararon culpables. Otros consiguieron huir y algunos acabaron en lugares tan recónditos como Galicia donde, durante años, se escondieron de sus perseguidores en lugares como la legendaria illa Coelleira, la tercera perla de A Mariña, un lugar que fue el último bastión de los templarios en Europa.
Illa Coelleira está situada en la salida de la Ría de O Barqueiro, frente a la punta de O Vicedo, al norte de la provincia de Lugo, y es una de las mayores islas del mar Cantábrico. Se encuentra a unos 500 metros de la costa, su altura máxima alcanza los 82 metros y tiene un perímetro de 2 kilómetros de abruptos y escarpados acantilados, que la convierten en una fortaleza marina casi inexpugnable.
Considerada la tercera perla de A Mariña tras la playa de As Catedrais y la ruta de O Fuciño do Porco, tuvo en su interior un monasterio de monjes benidictinos que se cree que se levantó en torno al siglo V o VI como refugio frente a las persecuciones religiosas durante el reinado del visigodo Leovigildo. No existen restos de este primitivo monasterio, que se cree que fue arrasado en el siglo IX durante las incursiones normandas.
La mención más antigua a esta isla aparece en un documento del 30 de junio de 1095, donde se informa de una donación, con el fin de pagar los pecados, a un monasterio posterior al de los monjes benedictinos, que estaba dedicado a San Miguel, y que tiempo después sería consagrado a San Agustín.
Otro segundo documento, fechado el 18 de julio del año 1099, en tiempos del rey Alfonso VI, describe más donaciones para el monasterio, lo que indica la trascendencia que tenían aquellos monjes en su entorno y la importancia de dotar al monasterio con los recursos necesarios para garantizar su funcionamiento, algo que no se consiguió.
En 1485, su prior ya informaba del mal estado del monasterio y de que sería imposible continuar durante mucho más tiempo en él, ya que las rentas y donaciones no eran suficientes para su mantenimiento. En 1534 y 1535, una bula papal y una Cédula Real de Carlos V ordenan anexionar tanto la isla como el monasterio a la catedral de Mondoñedo, quizá buscando la manera de evitar su destrucción, pero en 1595 el edificio se abandonó debido a que ya se encontraba en estado ruinoso.
Casi un siglo más tarde, en 1628, los pescadores de ballenas vascos comenzaron a usar Coelleira como atalaya para la pesca, por lo que fueron denunciados por el deán de Mondoñedo ante la justicia, que les obligó a solicitar permiso a Mondoñedo para poder emplearla. Quizá ante esta situación, la iglesia decidió alquilarla para cultivo hasta 1753.
En el siglo XIX llegó a manos de la Armada española, que procedió a instalar un faro como parte del Plan general de alumbrado marítimo de 1847. Tras una obra que seguro fue faraónica sin medios tecnológicos, sin maquinaria, ni electricidad, el faro se enciende por primera vez el 30 de mayo de 1864, operado por dos familias que allí vivieron durante más medio siglo, hasta que en 1926 se automatizó.
Dentro de la historia de la isla, encontramos que la legendaria Orden de los Caballeros del Temple, cuyo fin era cuidar y proteger a los peregrinos y religiosos de los lugares santos, se hicieron con ella durante un breve periodo de tiempo. ¿Qué los llevó a llegar a un lugar tan retirado y recóndito como isla Coelleira?
Todo parece indicar que tuvo mucho que ver con la persecución a la que fueron sometidos por orden del rey de Francia, Felipe IV el Hermoso. Un lugar como este parecía el lugar ideal para esconderse y proteger su vida, pero se cree que alguien los traicionó, porque acabaron encontrándolos.
Cuenta la leyenda que una noche la isla fue abordada con gran sigilo por un pequeño ejército dispuesto a dar caza a los 36 templarios que allí moraban. A pesar de que, cuando descubrieron la invasión, la campana del monasterio tocó a rebato, los templarios eran superados ampliamente en número, así que no tenían nada que hacer frente a sus verdugos.
Algunos historiadores afirman que los 35 templarios que desaparecieron aquella noche fueron los últimos en morir de toda aquella legendaria hermandad en todo el continente europeo. Los últimos, menos uno…
La leyenda cuenta que uno de los monjes, un experto en supervivencia que ya había huido de La Rochelle, en Francia, escapó a nado hasta la costa vestido como un simple paisano y ocultándose en una casa de O Vicedo, donde abandonó el hábito renunciando para siempre al juramento de los caballeros templarios, y que es conocida todavía en la actualidad como la “Casa do paisano”.
La historia también nos dice que este monje llevaba consigo una pintura de San Esteban que llevó a la iglesia de San Román, dando origen a la creación de la parroquia de San Esteban de O Vicedo, debido a la gran veneración de que era objeto aquel santo, por lo que fue nombrado su patrón.
Afirma la tradición que el noble de Viveiro que dio la orden de ejecutar a los monjes, arrepentido o quizá para descargar la conciencia, dejó en su testamento la siguiente cláusula: “Dejo treinta y seis misas para el bien de las almas de treinta y seis frailes que, por orden del rey, he mandado ejecutar en la isla de Coelleira”.
¿Realidad o mito?
Quizá nunca lo sabremos, al igual que tampoco sabremos el origen del nombre de esta isla, aunque entre todas las teorías, la más aceptada es la que se refiere a la gran abundancia que, en tiempos pasados, había de conejos (coellos en gallego) en el islote. Sea como sea, se trata de uno de los mayores puntos de interés de la costa gallega para los amantes de la ornitología, con más de veinte especies de aves censada y miles de nidos registrados. Además, alberga unos maravillosos fondos marinos repletos de naufragios y pecios, por lo que es muy atractiva para la práctica del buceo recreativo.
En illa Coelleira todavía quedan algunos restos de viviendas, del antiguo monasterio, un par de fuentes y un pequeño espacio que hace de puerto improvisado donde, hace mucho, cayó el último bastión de los caballeros templarios de Europa.
Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.
Referencias:
- es.wikipedia.org
- lavozdegalicia.es
- elidealgallego.com
- cope.es
- svesypalabras.blogspot.com
- caminosyencomiendas.blogspot.com
- estacadebares.es
- mundiario.com
- cofradesviveiro.blogspot.com
- lascatedrales.com