En 1028 el poderoso Canuto II, rey de Dinamarca e Inglaterra, invadió Noruega. Contaba con el apoyo de gran parte de la aristocracia, a la que había comprado con la promesa de tierras y poder. El rey legítimo fue abandonado por su propio ejército y tuvo que exiliarse, pero en el año 1030 decidió regresar, reunió un nuevo ejército y se enfrentó al usurpador el 29 de julio de 1030, en la batalla de Stiklestad, donde fue abatido en combate. Su cuerpo sin vida fue ocultado por unos campesinos en un cobertizo y en poco tiempo comenzaron a ocurrir milagros, por lo que sus restos fueron sepultados junto al río Nidelven, en la actual Trondheim, donde se erigió una pequeña capilla y se inició el culto a este rey, que fue llamado popularmente “El Santo”: Olaf Haraldsson. El culto se extendió más allá de las fronteras noruegas y con el tiempo, en el lugar de la capilla, se erigiría la fastuosa catedral de Nidaros, uno de los lugares de peregrinación más concurridos en Europa del Norte, convirtiendo a este rey en uno de los personajes más importantes del cristianismo en Noruega y en su santo patrón. Pero antes de ser coronado rey, de ser canonizado y de ser venerado como un santo, este rey era uno de los piratas más sanguinarios de todos los tiempos y, como no, estuvo en uno de los lugares que más amaban los vikingos, donde sembró el caos y terror. Esta es la historia de cómo un rey vikingo asoló Galicia.
Durante siglos, Galicia fue uno de los principales objetivos de los vikingos, pero sería a finales del siglo X y principios del XII cuando las incursiones vikingas transformaron esta comunidad. Los reyes cristianos de la península ibérica se encontraban en plena reconquista y Galicia era el gran baluarte de la cristiandad y refugio de los tesoros de la corona y la iglesia. Además, las peregrinaciones a Santiago se habían convertido en un referente religioso, así que por todo el mundo se corrió la voz de las riquezas generadas gracias a la concentración del poder religioso en los monasterios del camino y en su meta, Compostela, una riqueza demasiado jugosa para dejarla pasar, por lo que estos piratas enviaron al menos media docena de grandes expediciones para saquearlo.
Los vikingos creían que Galicia era uno de los lugares más ricos de la tierra, llegando a encontrarse en textos nórdicos de la Edad Media expresiones como “No quisiera yo eso ni por todo el oro de Galicia”. Pero no venían tan solo a saquear. Por su posición estratégica, querían convertir a Galicia en una segunda Normandía donde asentarse y extender sus dominios al resto de la península y llegar incluso al Mediterráneo, algo que nunca consiguieron.
Tanto es así que esta presencia vikinga se documenta en las antiguas sagas escandinavas, haciendo referencia a Galicia como Tierra de Santiago (Jakobsland) y rebautizando con palabras en su idioma diversos lugares de la geografía gallega para poder hablar sobre ellos en su propia historia.
En el año 1014, se produjo una de las incursiones más sangrientas, hasta tal punto que devastó Tui y modificó la estructura de poder del clero gallego. Una expedición que comandó el futuro rey de Noruega: Olaf Haraldsson.
Olaf había nacido en el año 995 y era tataranieto del rey Harald I de Noruega y ya desde muy joven, con tan solo 11 años de edad, formaba parte de las expediciones de saqueo y pillajes vikingas. Durante toda su adolescencia participó en varias incursiones y pensó que quizá podía reunir bajo su gobierno al reino de Noruega, de acuerdo al derecho dinástico que poseía por descender de Harald I. Pero para ello, necesitaba fondos, muchos fondos que podía encontrar, ¿dónde si no? En su amada Galicia.
Olaf partió de Inglaterra, donde había estado apoyando al rey Etelredo, y se dirigió al sur. En aquel momento la entrada a Santiago a través de la ría de Arousa se encontraba especialmente bien defendida, por lo que no era una opción viable para realizar una incursión al interior, así que Olaf se decidió por entrar en Galicia por la desembocadura del río Miño en la que fue una de las expediciones vikingas más sangrientas de todos los tiempos.
Olaf remontó el río llegando a Tui, ciudad con la que se ensañó especialmente, con unas consecuencias desastrosas para toda la comarca. La catedral fue devastada, el obispo fue secuestrado y su rescate costó 12.000 piezas de oro, lo que motivó que Tui perdiera la sede episcopal, quedando unida a la diócesis de Santiago de Compostela durante casi 60 años, hasta que en el año 1071, doña Urraca consiguió restaurar y reconstruir la ciudad con sus donaciones, convirtiendo de nuevo a Tui en sede episcopal.
Pero no solo hubo consecuencias en el ámbito religioso, sino que el ataque vikingo cambió a Tui desde sus cimientos, dejando de ser un núcleo comercial en torno al puerto fluvial para agruparse a la defensiva en una colina junto a la nueva catedral.
Tras asolar Tui, los nórdicos prosiguieron su avance hasta Ourense y Ribas de Sil, saqueando todo a su paso y sembrando el terror bajo las hachas y espadas de los hombres del futuro rey de Noruega.
Finalmente, tras recorrer Galicia robando, violando y saqueando, fue vencido y obligado a retirarse por una hueste de soldados y caballeros que salió a su encuentro bajo el mando del rey Alfonso V de León, el Noble. Tras salir pitando de Galicia se dirigió más al sur, al Estrecho de Gibraltar, donde la leyenda cuenta que tuvo una visión en la que se vio como rey de Noruega, motivo por el que regresó a su país natal.
Cuando cesaron las invasiones, la relación entre Galicia y los países del Norte pasó a ser de franca amistad, sucediéndose las peregrinaciones para visitar la tumba del Apóstol por personajes tan importantes como el rey Sigurd de Noruega, en el año 1108 a través de la ruta del Vestverg, el Camino del Oeste, que unía Escandinavia y Galicia.
Además, los nórdicos aprovechaban sus viajes para luchar en las cruzadas para honrar al Apóstol. Partían de sus países natales en otoño y pasaban el invierno en Galicia antes de partir a Tierra Santa a combatir. La huella de estas peregrinaciones caló hondo en su historia, donde se pueden encontrar numerosos testimonios escritos en los textos de la época.
Olaf pasó del bandidaje a la santidad, convirtiéndose al cristianismo y proclamándose rey. Bajo su reinado unificó territorialmente el reino noruego, instauró la religión cristiana en el país e igualó los derechos de aristócratas y campesinos y en la actualidad es el patrón de Noruega.
La tradición nórdica cuenta que un invidente encontró casualmente el cobertizo al que había sido llevado su cuerpo sin vida y que, al frotarse los ojos con su sangre se obró el milagro, ya que había recuperado la visión.
Así fue como San Olaf, el rey de Noruega, uno de los piratas vikingos más temibles y sanguinarios de la historia y que más daño hizo a Galicia, acabaría convirtiéndose en el personaje más importante, poderoso e influyente del cristianismo escandinavo.
Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.
Referencias:
- es.wikipedia.org
- lavozdegalicia.es
- farodevigo.es
- hispania-vikinga.blogspot.com
- publico.es
- dbe.rah.es
- elpais.com
- larazon.es
- 20minutos.es
- laregion.es