En 1742, una monja de un monasterio de Hohenwart, en Baviera, Alemania, se quedó embarazada. El Vaticano la sometió a un exhaustivo examen médico, ya que juraba que nunca había mantenido relaciones, que concluyó que no mentía, era virgen. La noticia corrió como la pólvora por toda Europa y se llegó a afirmar que este embarazo era una inmaculada concepción idéntica a la que había sufrido la Virgen María. A los ocho meses, la monja fallece durante el parto tras dar a luz a una niña, a quien ponen de nombre María. Pero María era hermafrodita, algo que la Santa Sede consideraba como una señal del diablo. Su vida fue un infierno, humillada de todas las formas posibles y desplazada, ya que se creía que estaba poseída y que por eso sufría esa condición. En 1777, poco después de cumplir 33 años, María Rosenthal falleció provocando que las monjas, abrumadas por las coincidencias, decidieran embalsamar el cuerpo y hacer reliquias con él, descubriendo que, a pesar de que durante toda su vida no había salido del convento, estaba embarazada. En 1805 sus reliquias fueron destruidas por un incendio excepto su cabeza embalsamada, que llegó a manos del Vaticano, donde todavía a día de hoy, se conserva escondida del público. Aunque esta historia es una simple leyenda, no lo es la del asesino en serie que puso en jaque a Portugal provocando que, debido a su maldad, se decidiera guardar su cabeza para ser estudiada por la Medicina. Así fue como Diego Alves acabó siendo la cabeza más famosa de toda Europa.
Diego Alves nacía en 1810 en el seno de una familia de modestos campesinos de la aldea de Santa Gertrudis, en el municipio de Samos, provincia de Lugo. Con poco más de trece años, dejó atrás su familia y su casa para cruzar el Miño y trabajar en Portugal, un país al que muchos gallegos emigraban en busca de una vida mejor.
En Lisboa encontró empleo en buenas casas, pero poco a poco algo va cambiando en su interior, se convierte en un aficionado al vino y las tabernas, y va perdiendo todos los trabajos en los que empieza, aunque sería un episodio agresivo con su último empleador, el que acaba provocando que pierda definitivamente cualquier posibilidad de trabajo con las familias más adineradas de Lisboa. Era 1836 y Diego tenía 26 años.
Sin empleo y sin posibilidad de conseguir uno decidió robar a los transeúntes solitarios que recorrían el “Acueducto das Aguas Livres”, que se extendía por el “Val de Alcántara” y cuyo punto más elevado está a 65 metros de altura. Esta estructura había sido ideada para distribuir el agua entre los distintos barrios de la ciudad y, además de permitir la canalización del agua, contaba con un paso peatonal que facilitaba la comunicación entre diferentes zonas de Lisboa.
¿Por qué Diego eligió este lugar como base de “operaciones”? Porque le permitía ejecutar sus fechorías haciéndolas pasar por suicidios. Por las noches esperaba escondido a que pasase una víctima solitaria, normalmente campesinos, mujeres o comerciantes, les robaba todo lo de valor y los lanzaba desde el arco principal del acueducto, simulando que la persona había saltado voluntariamente para quitarse la vida.
A la mañana siguiente, la policía encontraba un cadáver magullado y aunque se estima que los asesinados por Diego fueron entre 70 y 100, siempre se llegaba a la misma conclusión: una oleada de suicidios.
Pero en 1839, su carrera criminal se torció, al intentar robar a un hombre que portaba una pistola que lo puso en fuga y que alertó a las autoridades, quienes cerraron el paso peatonal al acueducto tras comprender que aquel reguero de cadáveres no eran suicidios, sino asesinatos.
Aterrorizados, los lisboetas se encerraron en sus casas, asustados ante lo que aquel monstruo había hecho a tal cantidad de personas. Tras quedarse sin su base, Diego decidió fundar una banda y dedicarse a robar en las casas de los ricos lisboetas, pero cuando su cuadrilla asaltó la casa de un destacado médico de la capital y lo asesinaron tanto a él como a su familia, el gallego se convirtió en el enemigo público número uno y era detenido por la policía en 1839.
Sorprendentemente Diego no fue juzgado por ninguno de los crímenes del acueducto, ya que no tenían pruebas reales de que él los hubiese cometido, sino por asaltar y asesinar al médico y su familia. Su juicio fue uno de los primeros procesos judiciales mediáticos de la historia portuguesa, ya que hacía años que no se ahorcaba a nadie, pero los portugueses necesitaban condenar a alguien a muerte para dar una lección a los criminales y recuperar la seguridad en sus calles.
En 1840 fue juzgado y condenado y en febrero de 1841 fue ahorcado en el patíbulo de la ciudad, en Cais do Tojo, junto a su banda. Su muerte fue celebrada esa noche por toda Lisboa con una fiesta que se alargó hasta la madrugada. Pese a que los registros oficiales muestran que más criminales fueron ajusticiados tras Diego, él es simbólicamente considerado el último condenado a muerte de toda Portugal.
Al cabo de un par de días de su enterramiento, un famoso doctor de la ciudad pidió a las autoridades que su cabeza fuese recuperada para ser estudiada aplicando la Frenología, una pseudociencia que sostiene que se puede conocer el carácter de las personas examinando la forma de su cráneo, para encontrar la raíz de su maldad.
Su propuesta fue bien recibida y el cráneo de Diego terminó en las estanterías de la antigua Escuela Médico-Quirúrgica de Lisboa, desde donde sería trasladada tiempo después a la Facultad de Medicina de la ciudad, lugar en el que se encuentra en la actualidad, dentro de un frasco de formol.
La leyenda del Asesino del Acueducto fue durante años una de las más populares entre los lisboetas, pero con el paso del tiempo fue perdiendo su impacto y poco a poco cayó en el olvido. Hoy ya nadie se acuerda de ese asesino y el único testigo que queda de sus atroces fechorías es su propia cabeza, la de un monstruo que aterrorizó a un país: Diego Alves.
Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.
Referencias:
- es.wikipedia.org
- elespanol.com
- lavozdegalicia.es
- farodevigo.es
- diariodepontevedra.es
- sport.es
- abc.es
- publico.es