Ana María Vázquez Lago dedica su tiempo libre a la elaboración de amigurumis, afición que tiene desde hace unos ocho años. Esta gallega hacía fofuchas pero desde que descubrió la técnica japonesa, disfruta ideando nuevos muñecos de unos 24 centímetros y con mucha personalidad. "Cuenta la leyenda que no se les pone boca porque era un regalo muy preciado al que le podías contar tus secretos y no los revelaba. La mayoría no la tienen, pero yo a algunos de los personalizados se la pongo porque sino no me gustan", explica la tejedora de A Coruña.
¿Cómo llegó a descubrir esta funcionaria los amigurumis? Vázquez Lago se apuntó en un curso para aprender a hacer ganchillo en el centro cívico de Monte Alto. Sin embargo, "los típicos tapetes" no le gustaban y comenzó a indagar en internet qué podía hacer. Así fue como encontró esta técnica japonesa: un muñeco de Hello Kitty fue el primero que crearon sus manos… y desde entonces, no ha parado.
Esta disciplina está aconsejada para personas que atraviesan una depresión y para aquellas que estén estresadas o incluso tengan insomnio, ya que requiere mucha concentración. "Estás tú contando tus puntos, no hay nadie alrededor. Yo lo hago en mi tiempo libre, en vacaciones y, desde mi baja, estoy más entretenida gracias a esto. En el confinamiento también hice muchos", explica la coruñesa.
El proceso de elaboración
El material que usa Ana María Vázquez es 100% algodón o mezcla con acrílico, mientras que el tiempo de elaboración depende de la complejidad de cada muñeco. Los que realizó como homenaje a los trabajos esenciales durante el confinamiento, por ejemplo, le llevaron entre dos y tres días cada uno; el del perro de la patrulla canina, que mide más de 30 centímetros, fue un proceso más largo; y las figuras de Rosalía de Castro y Freddy Mercury que tejió por encargo requirieron todavía más tiempo.
"Muchos los hago por patrón y les añado alguna modificación. Los del homenaje me los fui inventando porque no había de Policía Local ni de técnicos del 061 o la Cruz Roja. Este lo hice con mucho cariño porque mi hija trabaja en la ambulancia", explica la coruñesa. Personal de una empresas de seguridad, paquetería y limpieza, cajeras de supermercados, médicos y hasta una reportera forman parte del grupo de personas al que quiso rendir homenaje durante el confinamiento.
La mayor parte de los amigurumis los realiza por encargo y los más populares son los destinados a los trabajadores sanitarios, de la Cruz Roja y del 061. Siguiendo la tradición japonesa, estos muñecos son para entregar: la propia Ana María regaló muchas de sus obras en sus comienzos. Los encargos son, precisamente, lo que más hacen disfrutar a la coruñesa, ya que la obligan a pensar cómo elaborar el amigurumi perfecto.
Un regalo personalizado y único
Los amigurumis son personalizados y únicos: no hay dos iguales porque todos son hechos a mano tomando como referencia una foto de la persona que los va a recibir o las indicaciones de quien los encarga. Tienen, en la mayor parte de las ocasiones, detalles que hacen reconocibles a su futuro dueño: el color de los ojos, las gafas, la barba, los peinados o prendas de ropa que imitan a las reales.
"Los personalizados me encantan porque te hacen pensar en qué ponerles, me entretienen. Los que son de personajes famosos tienen su gracia, y también me gustan los que hago por patrón, hay diseñadoras de patrones fantásticas", comenta Vázquez Lago sobre su afición. Los amigurumis para adolescentes y adultos son los más populares, aunque estos muñecos son aptos para los más pequeños de la casa, que pueden jugar con ellos. Los destinados a los bebés no llevan ojos o, si los tienen, son de seguridad y la coruñesa siempre avisa de las características de cada una de sus elaboraciones. Algunos para adultos, por ejemplo, llevan un palo de brocheta para sujetar la cabeza si ésta pesa demasiado.
Los encargos se pueden hacer a través de Facebook, Instagram, contactando directamente con Ana María o pidiéndoselos a Marga en la Floristería Fina. La responsable de estos muñecos tan originales tiene varios expuestos en este establecimiento de la calle de la Torre, donde los compradores pueden ir a recoger su amigurumi. "Además de lo que me encargan, si veo uno que me gusta, lo hago. Si me lo pide alguien, se lo vendo, y sino se lo llevo a Marga para que lo ponga entre las flores. Hace unos escaparates impresionantes", explica Vázquez Lago. Otros encargos los entrega personalmente o los manda por correo: los amiguramis de Ana María llegaron al Gregorio Marañón de Madrid y al Hospital de Reus en Barcelona, entre otros muchos lugares, para escuchar los secretos de sus dueños.