Galicia: El tiempo entre costuras

Galicia: El tiempo entre costuras

Opinión

Galicia: El tiempo entre costuras

Una reflexión desde dentro sobre el valor de la industria textil en Galicia, desde las costureras a las grandes marcas de proyección mundial.

15 mayo, 2021 12:03

Entre costuras. Así es como paso 8 horas de mi semana gracias a la oportunidad que me ha regalado el equipo de Nanos (www.nanos.es) para colaborar con ellos en el fortalecimiento de su estrategia de marketing digital. Me lo paso como un enano descubriendo un mundo mágico que ha pasado de ser simplemente una forma de cubrir las vergüenzas de Adán y Eva hasta convertirse en un símbolo descriptivo del status o de las aspiraciones personales, mientras conozco por dentro una marca que ha vestido desde hace más de 60 años a los reyes y princesas de la casa (en sentido figurado y también en sentido literal). 

No puedo quitarme de la cabeza uno de mis primeros recuerdos esenciales, viendo a mi madre con una regla de madera mas grande que yo y una tiza rosa, marcando ropa para el corte en la mesa de nuestra cocina. Recuerdo mirarla embobado y admirar su capacidad de ver un futuro pantalón a partir de un retal deshilachado mientras tiraba trazos sobre un plano, con el pulso más firme que un neurocirujano, siendo la mejor arquitecta, delineante e ingeniera del mundo y además, mi madre.

En realidad, ella, como otras miles de mujeres gallegas nacidas en la postguerra y la dictadura no tenía ningún título oficial, pero se doctoró cum laude en la universidad de la vecina más cercana a su pueblo que instruía en corte y confección a todas las chicas de los alrededores. Así fue como entre los 70 y los 90 Galicia se hizo un nombre en el complejo mundo del vestir, gracias a varias generaciones formadas en el arte de la confección y gracias también a un conjunto de diseñadores visionarios que marcaban las tendencias de una sociedad que cada vez daba mayor importancia a su indumentaria, con nombres como Adolfo Domínguez, Purificación García, Roberto Verino u otros apellidos claramente gallegos que bajo el pseudónimo de marcas como Montoto o el propio Nanos llevaban el savoir faire de la costura gallega a todo el mundo.

La llegada de la transición y la democratización educativa ofrecía la posibilidad a muchas más familias de ambicionar una descendencia con carrera universitaria, lejos de los trabajos manuales como la confección, el campo o la industria pesada. Ser costurera pasó entonces de ser una salida laboral a considerarse una de las pocas salidas para los que no podían, querían o sabían aprender de memoria libros de teorías con baja aplicación práctica pero la promesa de un salario decente con mas esfuerzo mental que físico. Ese cambio de paradigma social fue el primer pinchazo en el costado que recibió el prometedor sector textil gallego, condenando su existencia futura a la edad de jubilación del gremio existente de costureras.

Llegó entonces la globalización y con ella, bajo la promesa de poder competir en todo el mundo de forma sencilla, no nos dimos cuenta de que otros también podrían competir con nosotros e incluso ganar. Fue la segunda puñalada severa para el textil gallego. La industrialización masiva y el crecimiento rápido en un mercado global se convirtió en una necesidad para la supervivencia que, aunque levantó gigantes como el grupo Inditex o Sociedad Textil Lonia, hundió buques con acento gallego como Caramelo o más recientemente Pili Carrera. 

La llegada del COVID-19, puso en la UCI a un sistema comercial construido sobre tiendas físicas y centros comerciales y que no acababa de creerse que la digitalización había llegado hace más de 10 años. Las cuarentenas y las medidas sanitarias anularon los momentos y los eventos sociales y, durante casi un año, los clientes sólo necesitaban pijamas para hibernar hasta la llegada de las ansiadas vacunas. 

Según Dipcom Corporate, en 2020 la facturación de las empresas textiles gallegas cayó un 35 % y la pandemia provocará el cierre de entre el 20 y 25% de los negocios de un sector que, según COINTEGA (Clúster Textil Moda de Galicia), facturaba en el año 1 A.C. (antes del Covid) 18.753 millones de Euros y daba empleo a casi 49.000 personas en nuestra comunidad.

Podría ser la estocada definitiva a un sector claramente estratégico para nuestra región y en el que, pese a todo, aún conservamos un posicionamiento relevante y suficiente industria tractora como para generar un polo de conocimiento y capacidades y así, reconstruir la competitividad de Galicia en el mercado textil internacional. Hacen falta muchas cosas para poder hacerlo, quizás la más importante sea enhebrar la aguja del liderazgo, decisión y alineamiento político y sectorial para trazar una estrategia a largo plazo sobre la que recuperar y seguir construyendo un sector más global y más rentable; pero también nos hace falta volver a cimentar estos 3 pilares fundamentales:

1. Valoremos e impulsemos el arte de la costura

Mi suegra se jubilará pronto, tras casi 50 años dándole al pedal de la Singer y bordando puntadas de todo tipo. Aún orgullosa de su carrera profesional (no tanto como nosotros de ella), estoy seguro de que no le gustaría que alguno de sus nietos continuase su estela. Esto no puede pasar, tenemos que poner en valor el diseño, el patronaje y la costura como el arte de vestir momentos y recompensarlo económicamente a ese nivel artístico. Construyamos un museo del textil de verdadera relevancia internacional, a la altura de los que tenemos para el naval u otras bellas artes, que nos haga sentirnos orgullosos de nuestras raíces e impulse el talento a partir de nuestro patrimonio cultural. Fomentemos la igualdad en un sector en el que, como en el de la cocina, el papel de la mujer ha estado durante mucho tiempo limitado a la aguja y ser hombre y coser parecían incompatibles.

2. Conservemos y desarrollemos a nuestros emprendedores y emprendedoras

Seguimos manteniendo nombres propios tan relevantes y admirados en el mundo de la moda como el del brigantino Jorge Vázquez, que compatibiliza su marca personal con la dirección creativa de la mítica Pertegaz, pero necesitamos impulsar y conservar a nuevos artistas como el coruñés Isaac Castelo, sin duda un prodigio del diseño. Con apenas 18 años, Isaac se nos ha ido a Paris, cuna de la costura para desarrollar su marca CAASI SERA (@caasisera en Instagram) y a través de la cual ha vestido ya a celebrities como Dulceida o la mismísima Little Blue (una de las hijas de Beyonce). Ofrezcámosle posibilidades para un retorno favorable a su tierra y que desarrolle todo su valor innato más lo aprendido en su andadura internacional desde Galicia, para vestir el mundo. 

Tenemos iniciativas de emprendimiento tan relevantes como Insertega, dedicada al reciclaje de fibras textiles o la también coruñesa el Pulpo (www.elpulpo.es), que diseña ropa para hombre, fresca e innovadora. Fomentemos y fortalezcamos el emprendimiento textil con una aceleradora de proyectos y con un centro tecnológico especializado, como tenemos en otros sectores estratégicos, para desarrollar ágilmente un verdadero ecosistema de empresas y servicios en nuestro territorio.

3. Defendamos el nicho de la pasión por el detalle

En un mundo industrial en el que contamos con la suerte de ser vecinos de empresas claramente consolidadas y gracias a las que, por ejemplo, millones de personas de todo el mundo conocen “Arteixo” a través de una etiqueta, sigue habiendo espacio de mercado para las pymes que compiten en la liga de la diferencia, del detalle y de la artesanía textil. Ofrezcámosles también a ellos un entorno adecuado de impulso y promoción a través de la optimización logística, la palanca de la digitalización y la innovación eficiente.

La automoción es importante, el turismo es importante, la alimentación es importante y es importante conservar e impulsar económicamente todo ello pero, por favor, no nos olvidemos de la oportunidad que aún nos ofrece el sector textil, tejido a partir de infinitas puntadas de nuestras madres y abuelas y del futuro que podríamos coser entre todos para Galicia.

Nota del autor: A mis madres (la primera y la segunda) con el orgullo y el agradecimiento por todo lo que me han enseñado.