Empleados de Google y Yahoo se enfrentan al futbolín en el evento SES San José, en 2008

Empleados de Google y Yahoo se enfrentan al futbolín en el evento SES San José, en 2008

Opinión

La importancia del futbolín en el lugar de trabajo

El icono del futbolín en las oficinas tecnológicas y cómo el bienestar de los empleados se empieza a convertir en una prioridad para las empresas.

31 julio, 2021 12:32

No lo hemos publicado en estas páginas, sino en las de EL ESPAÑOL, pero Quincemil ha tenido varios hermanitos recientemente. Al lanzamiento de Treintayseis en Vigo en el mes de octubre se han unido en los últimos meses El Español de Alicante y, justo hace un par de semanas, El Español de Málaga. Málaga es una ciudad espectacular con un futuro muy prometedor, y tiene algunas cosas en común con A Coruña: equipo de fútbol en horas bajas, tradición de hogueras de San Juan y el honor de haber visto crecer a Picasso entre sus calles. Algo parecido ocurre con Alicante, pero con más San Juan y nada de Picasso.

En Málaga estuve estos últimos días y tuve la oportunidad de visitar una startup de tecnología de la que casi todos los españoles son usuarios de forma directa o indirecta: Besoccer, que edita la web resultadosfutbol y provee de datos y tecnología a numerosos medios de comunicación de este país. Tiene además millones de usuarios en el resto del mundo, ya que ofrece resultados de cada liga y competición. Pocas webs españolas pueden presumir de tener más de 300 millones de visitas al mes.

Besoccer es un caso de éxito único que en los últimos años ha acelerado y tiene 130 empleados. Pero lo que más me llamó la atención de esta visita no es cómo desde Málaga se da una cobertura 24/7 de todo el fútbol mundial, en diferentes idiomas y para cada rincón del planeta, sino la ambiciosa forma de tratar a los empleados. De los más de 3.000 metros de oficina (sin contar con los 500 metros de terraza para saraos y barbacoas), la mitad de ese espacio se dedica a comodidades para los trabajadores de la empresa.

El edificio tiene tres plantas, y la del medio es al completo un comedor con mesas para almorzar o tomar café y una piscina de bolas para relajarse e incluso echar una cabezada. Los empleados eligen por la mañana qué van a comer dentro de una serie de opciones, y al mediodía van pasando por turnos para almorzar lo que horas antes han elegido, completamente gratis y a cargo de la empresa. Todo el sótano del edificio, que hasta el momento era un aparcamiento, se está convirtiendo en una zona de recreación con gimnasio, un campo de fútbol 3 y una canasta de baloncesto. Además hay una televisión con consolas, un billar y, por supuesto, un futbolín. Y de los de metal y piernas separadas, tal y como los concibió el gallego Alexandre de Fisterra (en el año 37, Guerra Civil).

Cuando a mediados de la década de los 2000 comenzaron a salir fotos de las oficinas de Google, un gigante que hasta ese momento era prácticamente desconocido y anónimo, la presencia de un futbolín en sus oficinas se convirtió en un mito que quedó grabado en la mente de muchos millones de personas. Desde ese momento, parecía que no podías tener una empresa de tecnología sin un futbolín: un rudimentario, ruidoso y muy analógico juego se convertía en el símbolo de unas buenas condiciones de trabajo en la industria informática.

Hay una leyenda urbana que dice que el futbolín y todo ese buen rollo de las horas libres para pensar en nuevas ideas duró en Google solo unos meses, pero de vez en cuando salen fotos de oficinas de la compañía por todo el mundo y se ven cosas como un rocódromo, máquinas recreativas clásicas o incluso un minigolf en una azotea. Google sigue preocupándose por que sus empleados estén a gusto, o al menos consigue aparentarlo con creces.

Azotea de Google en Toronto

Azotea de Google en Toronto

Me viene a la mente un ejemplo completamente opuesto. Tal y como contó con asombro el americano Jason Rubin cuando habló de su experiencia de unos meses como presidente de la desaparecida empresa de videojuegos THQ, los desarrolladores del videojuego Metro: Last Light en el estudio ucraniano 4A Games lograron hacer una obra maestra en condiciones de trabajo “brutales”. Los ordenadores para programar el juego tuvieron que introducirlos a escondidas en el país, metidos en mochilas, para evitar que las autoridades aduaneras se los robaran. En la oficina la luz se iba frecuentemente, haciendo que se perdiese muchas veces el trabajo de horas, la calefacción central del edificio se estropeaba con frecuencia (en pleno invierno ucraniano), los empleados estaban apelotonados y muchos de ellos se sentaban en incómodas sillas plegables. Aun así y con una décima parte del presupuesto de su competencia, lograron hacer un gran producto. Rubin comparó este éxito con el famoso “milagro” del equipo de bobsleigh jamaicano en las olimpiadas de invierno de 1994.

El caso de Besoccer que vi en Málaga es simplemente inalcanzable para la gran mayoría de las empresas medianas y pequeñas por una cuestión de costes, pero la declaración de intenciones que supone me resultó impresionante y algo de lo que tomar nota. 

Hoy en día muchos trabajos consisten en estar sentados frente a un ordenador, y a lo largo de la semana pasamos mucho tiempo enfrascados y sin apenas movernos. Estar cómodos en nuestro lugar de trabajo no solo mejora la productividad sino también la salud, y todo empieza por la silla donde te sientas. En el primer encierro del Covid una de las cosas que más eché de menos fue mi silla. A mediados de marzo, cuando me di cuenta de lo incómodo que estaba tantas horas en un asiento pensado para minutos,  me quise comprar una silla gaming parecida a la que tenemos en la oficina, pero ya no había stock de Amazon. Decenas de miles de personas se me habían adelantado.

Una vez con un asiento cómodo (no como aquellos pobres ucranianos) hay muchas cosas que hacer para mejorar un espacio de trabajo, y en los países más desarrollados se plantean estrategias para que este tipo de comodidades sean un motivo para atraer y retener talento. Pero el futbolín de Google y compañía es un emblema porque tiene un efecto psicológico adicional: el hecho de que a tu compañía le parece bien si, en un día de máximo estrés y montañas de trabajo, te evades cinco o diez minutos con otros tres compañeros y echáis una partida al futbolín para liberar tensiones. Esto rara vez ocurre, pero saber que podrías hacerlo te hace sentir muy bien.