El sábado 26 de junio fue un momento de liberación para muchos españoles. Tras cerca de un año con la premisa de llevar protección en casi todo momento, Pedro Sánchez quitaba la marcarilla obligatoria en exteriores (siempre y cuando hubiese distancia de seguridad). Dio igual que pocos días después comenzase la quinta ola -por la variante delta, no por lo de la mascarilla- y que el número de casos subiese sin parar durante varias semanas: ni el gobierno central dio marcha atrás, ni ningún gobierno autonómico decidió o se atrevió a desdecirlo en los peores momentos de esa oleada que ya vemos por el retrovisor.
Ahora que la situación está mejorando constantemente y que hay datos que invitan al optimismo (países sin normas como Reino Unido tienen cada día menos contagios), la mascarilla sigue muy presente en la vida de muchas personas. Lo interesante del asunto es que su uso en exteriores difiere mucho entre región y región. En lugares como Madrid, Baleares o Málaga -por citar algunos ejemplos que he visto en directo-, el uso de la mascarilla en exteriores es residual. En otros como Galicia la mayor parte de la gente sigue caminando por la calle prudentemente tapada con una mascarilla. ¿Cuál es el motivo?
Hasta nuevo aviso, no lo hay. Ni en Galicia hay normas adicionales al resto de España, ni se han impuesto en esta quinta ola restricciones mayores que las del resto de autonomías, ni tampoco ha pegado más fuerte. Ayer mismo estuve en Madrid y la gente me miraba curiosa por la calle como si me pasase algo por ir ataviado -o acorazado- con una mascarilla FFP2, mientras que en Galicia me habrían mirado raro por justo lo contrario, por ir con la cara al aire y sin protección. Al mismo tiempo, al estar en cada sitio uno se deja influir involuntariamente por el ambiente. Si vemos que casi nadie usa mascarilla nos sentimos más relajados y menos propensos a usarla. En cambio, si estamos rodeados de gente protegida, notamos la obligación social de llevarla.
El caso de Galicia no es algo único. Hay otras regiones o lugares de España donde, por algún motivo del que no hay explicación, la gente sí sigue llevando mayoritariamente protección. No se trata de un tema de clima, porque en lugares calurosos como Alicante el uso de la mascarilla en exteriores sigue siendo mayoritario. No es un tema político, pues hay realidades muy diferentes en comunidades gobernadas por el PP, y también ocurre por las que gobierna el PSOE. Ni siquiera tiene que ver con cuánto haya afectado la pandemia en cada lugar. Madrid es una de las regiones con más casos y más muertes -sobre todo en las primeras oleadas-, y es difícil ver mascarillas por las calles del centro de la ciudad.
Quizás algún día -si se hace, tendrá que ser muy pronto-, se llevará a cabo un estudio del uso opcional de protección en los exteriores, y se desvelen porcentajes reales de cada comunidad (o incluso de las propias ciudades o pueblos), y se le pueda dar una explicación. Lo cierto es que por precaución, prudencia o solidaridad, los gallegos siguen mayoritariamente llevando mascarilla en exteriores. Algún día alguien le encontrará una explicación, pero no creo que sea por nada malo, sino por todo lo contrario.