MedinaLuceño y los 40 ladrones

MedinaLuceño y los 40 ladrones

Opinión

MedinaLuceño y los 40 ladrones

Una vez más en nuestro país la realidad supera a la ficción y, como si de un cuento infantil se tratase, la picaresca, cruel e inhumana en este caso, sigue tan presente como antaño

23 abril, 2022 12:36

Hace no mucho tiempo existía un país no muy lejano en el que los habitantes guardaban cada año parte de sus ahorros para asegurar servicios fundamentales e igualitarios a todos sus ciudadanos. 

Dicho dineral se guardaba en una cueva a la que sólo unos cuantos elegidos tenían acceso. Sus vigilantes asumían la responsabilidad de sólo permitir el acceso bajo los más estrictos parámetros de calidad, ética y responsabilidad para asegurar así un reparto equilibrado y justo del tesoro por todos acumulado.

Pero como con la mierda, alrededor del dinero siempre hay moscones esperando y, en este caso, escondido tras unas rocas, acechaba Alí, que pudo contemplar como una persona lograba acceder a la cueva sin ningún tipo de problema con tan sólo mencionar una frase:

  • “conozco al primo del vigilante ¡Ábrete!” 

Cegado por la ambición de poder llevarse parte del botín de un modo tan sencillo, Alí decidió llamar a su amigo Babá y juntos se acercaron a la cueva diciendo al unísono:

  • “conocemos al primo del vigilante ¡Ábrete!”
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Con tan sólo pronunciar esas palabras, la cueva se abrió inmediatamente permitiendo que Alí y Babá entrasen sin ningún tipo de inconveniente por parte de los guardianes que protegían el tesoro. Para no levantar demasiadas sospechas, una vez dentro, decidieron rellenar las sacas del dinero que birlaban con papeles inservibles, de modo que los vigilantes tardasen en percatarse no sólo del acceso de los malhechores sino del engaño.

La desmedida vanidad de Alí y Babá, convertidos en millonarios a mayor velocidad que la tasa de contagio del coronavirus, les llevó a alardear sin complejos de su botín una vez salieron de la cueva, pasando noches en palacios de 10.000 euros la noche y comprando compulsivamente deportivos, relojes, yates y pisos y aunque, como pasa con la mierda, todo apestaba, nunca se consiguió reparar el daño causado por el robo.

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Ojalá el relato anterior se tratase tan sólo de un cuento, pero lo cierto es que si sustituyes “Alí” por Luis Medina, “Babá” por Alberto Luceño y “vigilantes” por (desgraciadamente) varios altos cargos de la administración pública, te encontrarás con una realidad tristemente cercana al acceso al contrato millonario por la intermediación en la compra de diverso material sanitario para el Ayuntamiento de Madrid que investiga actualmente la Fiscalía Anticorrupción y por las que se llegaron a pagar comisiones de hasta el 80% y gracias a las cuales, supuestamente, Luceño se embolsó “pa la saca” 5 millones de euros y el pequeño de los Medina un millón (aunque en la cuenta bancaria de este último solo quedan 247 €). 

Si bien escandalosa, el cobro de comisiones es absolutamente legal si no fuera porque, en este caso, el material entregado además no cumplía con los límites mínimos de calidad (nunca fue reemplazado) de modo que, por ejemplo, de los test COVID19 suministrados sólo el 30% tenían un nivel de sensibilidad técnicamente aceptable. Aún así, la sensibilidad de Luceño y Medina parece que era mucho menor que la de sus test, por lo que han sido acusados además de por estafa agravada, por falsedad documental y blanqueo de capitales. Todo ello, en un plan aparentemente ejecutado en pleno pico pandémico, cuando contábamos los fallecimientos de 1000 en 1000 y con el personal sanitario protegiéndose del virus con varias capas de bolsas de basura y mascarillas de buceo… el sufrimiento como oportunidad de negocio.

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Desgraciadamente, seguimos constatando que vivimos en un cuento por el que aún deambulan ladrones sin escrúpulos, ética y, lo peor de todo, sin corazón cuyo mayor mérito conocido es relacionarse bien, ser primo de alguien o amigo del primo de alguien y a los que demasiadas cuevas ún abren sus puertas de par en par. Una realidad que supera la ficción.

Medina y Luceño sobrevivirán aunque preveo su posible participación en una futura edición de “supervivientes” para hacer frente a sus deudas económicas. Es más de lo que desgraciadamente podemos decir de los que se vieron afectados en la capital por su falta de escrúpulos y la asociada escasez de medios de contención pandémica en uno de los momentos sanitariamente más críticos de la humanidad.

Y colorín, colorado, espero que algún día, podamos decir que este cuento tan repetido se haya por fin terminado.